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Capítulo 4

-No tengo idea de dónde tomar una ducha. Si fuera así de sencillo ya lo hubiera hecho, pero no sé a dónde ir- dice.

Lo pienso por un momento. El tiene razón. La gente no abre sus casas a extraños para que se duchen.

Apoyo la espalda contra el banco y miro hacia arriba suspirando. no se me ocurren ideas Mirando hacia arriba, me detengo para mirar la torre de la iglesia cercana. Se encuentra en una plaza y no está lejos de aquí.

-Tengo una idea- digo poniéndome de pie de inmediato.

-¿Qué idea?- me pregunta.

-Ven conmigo y lo verás.

Él confía en mí y viene conmigo.

-¿Cuántos años tienes?- me pregunta durante el trayecto.

-¿Dieciséis, tú?-

-Dieciocho. Cumpliré diecinueve en menos de dos meses".

-¿Cuando?-

-Enero. ¿Tú?- me pregunta.

-Cumpliré diecisiete en mayo- respondo.

Miro al frente y veo que hemos llegado a nuestro destino. Me vuelvo hacia Terex y sonrío.

-No querrás que me confiese, ¿verdad?- pregunta preocupado.

-¿Cuánto sabes de religión?-

-Ehm… muy poco, tal vez nada. No soy creyente- me dice.

-Vale, entonces déjame hablar-.

Entro en la iglesia y Terex me sigue. Su expresión es realmente confusa y me hace morir de risa.

No hay misa a esta hora y el edificio está vacío. Comenzamos a caminar por la nave central, acercándonos al altar.

Terex mira a su alrededor, probablemente nunca ha estado adentro. He estado aquí quizás un par de veces. Es la iglesia a la que asiste la familia de Clara, entonces sucedió que cuando me detuve a dormir el sábado por la noche, el domingo por la mañana su madre nos despertaba para decirnos que fuéramos a escuchar misa. Su familia es muy religiosa y lamenté decirle que soy ateo, así que guardé silencio y fui con ellos.

-Todavía no entiendo qué estamos haciendo aquí- susurra Terex cerca de mi oído.

-¿Confías en mí?-

-Tengo que decir que mi nivel de confianza está empezando a bajar- responde riendo.

Lo miro, pero ambos sabemos que estamos bromeando.

-Pero tengo que admitir...- empiezo a decir, pero me detengo en cuanto veo venir al cura por detrás de la sacristía. -Hola, Padre Juan. ¿Cómo estás?-

-Hola chicos- dice confundido. -¿Le puedo ayudar en algo?-

-Queríamos saber si mi amigo puede usar el baño para darse una ducha rápida. Actualmente tiene serios problemas económicos y lamentablemente se queda sin un lugar donde quedarse. Sería tan amable de tu parte si…- pero no me deja terminar.

-Si es tu amigo, ¿por qué no lo dejas ducharse en tu casa?- pregunta el cura.

Es un hueso duro de roer, pero lo lograré.

-¿Crees que mis padres dejarían entrar a un extraño a la casa?- Pregunto.

-Entonces no es tu amigo-.

-Nos conocemos desde hace poco tiempo y mis padres aún no han tenido el placer de conocerlo- digo.

-Chicos, lo siento, pero realmente no puedo ayudarlos. Yo...- comienza a decir, pero esta vez soy yo quien lo interrumpe.

-Tú, como siervo del Señor, debes respetar las reglas y consejos que Dios nos ha dado- digo y él parece sorprendido por lo que voy a decir.

-Escúchame, no estoy quebrantando ninguno de los Diez Mandamientos, simplemente no puedo...-

- Jesús dijo a sus discípulos: "Como yo os he amado, así también vosotros os améis los unos a los otros". Corríjame padre Juan. ¿Me equivoco o tal vez esto es lo que Jesús enseñó a sus apóstoles? Ama a tu prójimo como a ti mismo, ¿verdad?-

-Claro- responde.

-Entonces, ¿por qué no ha de permitir que una de las criaturas del Señor se refresque?- Pregunto.

-Está bien. Te mostraré dónde está el baño. Sígueme- le dice a Terex.

Sonrío victorioso y cuando pasa junto a mí lo veo sonreír con orgullo.

Siempre se me ha dado bien convencer a la gente, me basta con estar un poco informado sobre el tema y para lo demás me ayuda mi parloteo.

Después de un tiempo, el padre John regresa.

-También le di algo de ropa que habíamos reservado para los necesitados. He visto que los tuyos están en mal estado.

-Gracias, Padre John- digo, orgullosa del trabajo que he hecho.

Terex

¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me di una ducha caliente? Lo necesitaba absolutamente e Isabel tenía toda la razón. Me siento mucho mejor y sobre todo he entrado en calor un poco.

El frío se hace cada día más insoportable y por la noche no tengo ni idea de dónde refugiarme. Nunca pensé que el frío y el hambre pudieran ser tan dolorosos. Sé que hay personas con problemas más serios que los míos, pero huir parecía la opción más sensata. No fue lo más fácil porque decir que no a una vida cómoda en la que no te falta nada no es fácil. Elegir vivir en la calle sin un techo sobre la cabeza, una manta para calentarse o comida debajo de los dientes no es una elección fácil, pero a veces es necesario escapar. No me gusta huir de los problemas, me gusta enfrentarlos, pero si frente a ti tienes un muro que llevas golpeando desde pequeño y en todos estos años no se ha formado ni una pequeña grieta en el Al final te rindes y solo esperas que el salto al vacío que das a lo desconocido sea mejor que todo lo demás. Paso las noches preguntándome si el frío y el hambre son mejores que todo lo demás. Mi cerebro dice que no, es mejor lo que tenía antes, pero mi corazón no está de acuerdo y he pasado toda mi vida escuchándolo solo a él.

El frío y el hambre son mejores.

Me pasaba las mañanas paseando por las tiendas que tienen la calefacción encendida, luego las tardes estaba en ese banco, esperando que volviera Isabel. Sabía que tenía escuela por la mañana, así que seguramente no pasaría, pero después de unos días comencé a rendirme.

Cuando lo vi, me pareció un espejismo. Nunca había tenido a nadie que se preocupara tanto por ayudarme. Todos me echaron y ella es la única a la que no le importa estar cerca de mí y que me sonríe.

Me gusta su sonrisa, nunca me hace sentir mal por ella.

Todavía estoy en el baño de la casa del cura. Tenía muchas ganas de disfrutar de esta ducha caliente.

El padre John me dio un par de jeans, una camiseta blanca y una sudadera. Son usados, pero en muy buen estado y sobre todo son de mi talla. Luego miró hacia abajo a mis pies e incluso logró encontrarme un par de calcetines cálidos y un par de zapatillas.

Realmente me hizo reír cómo Isabel pudo convencerlo. Lo engañó por completo y fue divertidísimo ver esa escena.

Estoy frente al espejo del baño. Después de secarme, me puse esta ropa. Me quedan bien y me dan calor.

Intento arreglarme el pelo y enjuagarme la boca con un poco del enjuague bucal de aquí. Isabel huele a manzanilla y por una vez yo también huelo a baño de burbujas. Ella nunca me ha hecho sentir mal por mi olor, pero quiero verme mejor en sus ojos.

No sé lo que me hizo, pero pasar dos horas en el cine con ella fue suficiente para que me volviera un completo idiota. Es amable, dulce, divertida y, sobre todo, es increíblemente hermosa. Esa dulce sonrisa suya fue lo primero que me llamó la atención.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde que alguien me regaló una sonrisa? No lo sé exactamente, pero es mucho tiempo. Inmediatamente después me encantó mirar sus ojos grises, tan increíblemente especiales. Nunca los he visto así. Después de eso, su larga lengua me golpeó. Habla mucho y le gusta que la escuchen. Cuando habla es muy graciosa, porque va de un tema a otro, aunque no tengan relación entre sí y luego parece una niña pequeña cuando devora los paquetes de galletas o dulces.

Una vez que me he mirado dos veces en el espejo cinco veces para asegurarme de que todo está bien, salgo del baño y vuelvo a la iglesia de Isabel. Todavía está discutiendo con el cura, que le está dando un sermón sobre algo y la veo resoplando de vez en cuando.

Una cosa es cierta: es tan expresivo que es como un libro abierto. Es fácil saber su estado de ánimo o pensamientos, está escrito en su rostro.

-¡Aquí estás!- exclama sonriendo, en cuanto me ve llegar.

Su mirada se detiene en cada centímetro de mí. Me siento mejor y estoy seguro de que ella también lo notó.

-Ponte esto también- dice, entregándome un abrigo.

-Gracias- susurro.

Hace mucho calor. Con esto el frío realmente será mucho más llevadero. Isabel mira de nuevo al cura.

- ¿Quizás también tendrías un lugar para hospedarlo por la noche?- pregunta ella.

Un nuevo lugar para dormir sería útil, pero nunca lo admitiré. No delante de ella. No quiero que se preocupe.

- No, chicos. Lo siento, pero tenemos todos los asientos ocupados. No hay camas, ni colchones, ni mantas. Desgraciadamente este invierno va a ser muy frío y nos hemos quedado sin plazas enseguida- nos dice.

Asiento, pero me doy cuenta inmediatamente de que está pensando en algo. Agradecemos al Padre John nuevamente, luego salimos de la iglesia.

-Tengo algo más para ti- me dice, abriendo su mochila.

¿Cuántas cosas puso allí? Realmente pensó en todo.

Saca un gorro, bufanda y guantes. Los tomo y me doy cuenta de que hay costuras adentro.

Para mi pequeña flor

-¿Fiorellino?- pregunto.

-Así me llamaba mi abuela. Ella me dio el sombrero y la bufanda hace unos años, pero no entendía la diferencia de tallas y entre las cosas de hombres y mujeres, así que me dio estas cosas que me quedaban gigantescas y que nunca usé. Pero siempre las hizo únicas y por eso las cosió con la dedicación.

-¿Ya no hay?- le pregunto.

-No. Murió hace dos meses.

-Lo siento-.

-Todo esta bien. sigo adelante-.

-¿Estabas muy cerca de ella?-

-Mucho. Ella siempre ha estado ahí para mí- dice e inmediatamente veo que sus ojos se ponen tristes.

-No puedo aceptarlos- le digo, entregándole de nuevo el gorro, la bufanda y los guantes.

-Sí, pero. No los uso y necesitas mantenerte caliente. Soy feliz si los mantienes-.

-¿Está seguro?-

-¡Claro!- insiste, poniendo la bufanda alrededor de mi cuello.

Para hacer esto, se pone de puntillas y es muy tierna. Ella sonríe satisfecha incluso después de ponerme el sombrero en la cabeza. Guardo los guantes en mi bolsillo.

-¿Mejor ahora?- me pregunta.

Asiento y ella sonríe.

-Vale, ahora solo queda una cosa por hacer- dice y la miro para tratar de entender a qué se refiere. -Tenemos que encontrar un lugar para que duermas-.

-Tengo un lugar para pasar la noche-.

-Vale, quiero verlo- dice.

-No olvídalo-.

-¿Por qué?-

-Porque no es un lugar para ti-.

-¿Es donde te pegaron?- me pregunta.

Suspiro porque ya lo ha entendido todo.

-Sí, pero fue un accidente- digo.

-Ok, entonces si solo fue un accidente puedes mostrarme donde está-.

-No- Sigo protestando.

-No te preocupes, no me iré hasta que me muestres este lugar-.

-Tarde o temprano tendrás que irte a casa- le digo.

-Le mando un mensaje a mi madre y le digo que me quedo con una amiga-.

Hombre, ¿realmente tiene la respuesta lista para todo?

-Tienes que ir a casa a dormir- le digo.

-Bueno. Me enseñas dónde duermes y luego me voy a casa- dice con esa sonrisita de quien sabe mucho y no me deja ir hasta que la he satisfecho.

"Está bien", le digo, suspirando.

-Perfecto, guía el camino-.

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