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Capítulo 3

He estado en casa durante unas tres horas. Tomo mi teléfono y encuentro un mensaje de texto de mi mejor amigo.

C: ¿Saldremos esta tarde? ¿Aperitivo?

I: Disculpe, pero hoy simplemente no puedo. nos vemos el lunes en la escuela

No me gusta mentirle, pero sé que si le dijera que necesito absolutamente ver a un vagabundo que conozco para saber si está bien, se asustaría. No puedo culparla, pero tampoco me importa un carajo y seguir viviendo mi vida como si nada hubiera pasado.

Tomo una mochila y pongo todo lo que pueda necesitar adentro, luego me preparo.

Cuando llego a la puerta para salir veo una maleta.

-Hola, Isabel- me dice mi padre. - Me llamaron hace un momento. Tengo que ir a una presentación importante y vuelvo el lunes.

-Vale- simplemente respondo.

Absolutamente no me importa. Ni siquiera tengo curiosidad por saber cuál fue el motivo de su pelea esta vez. Aprendí una cosa de ellos y lo odio. Aprendí a escapar. Nunca los he visto sentarse alrededor de una mesa para discutir y encontrar una solución entre ellos. Cuando pelean, simplemente huyen para esperar a que las cosas se calmen un poco, pero luego atacan de nuevo. Siempre ha sido así: pelear, escapar, volver y luego empezar de nuevo. Lo único que cambia son los motivos de las peleas y las ciudades donde -va- mi padre.

-Te prometo que te traeré un regalo- dice, dejando un beso en mi frente antes de irse.

Si, seguro. El presente.

Nunca mencioné nada que yo sepa la verdad. Si están contentos con eso, está bien para mí. De todos modos, no serviría de nada decir que lo sé todo desde hace años.

Cuando la puerta principal se cierra, veo a mi madre saliendo del dormitorio. Sus ojos son brillantes.

-¿Vas a salir?- me pregunta.

-Sí, voy a lo de Clara-.

-Bueno. No vuelvas tarde- dice dándose la vuelta para ir a la cocina.

-Mamá- La devolveré la llamada. -¿Crees que en la librería podríamos necesitar personal?-

- No, Isabel. Los tres somos suficientes. El trabajo ni siquiera es mucho últimamente. La gente prefiere gastar su dinero en teléfonos celulares y computadoras que en un libro. Le dije a tu abuela que no era buena idea- dice ella.

Asiento y salgo de la casa. Camino hasta la parada del autobús, esperando a que pase.

Pensé que tal vez podríamos darle un trabajo a Terex para que pudiera ganar algo de comida, pero mamá tiene razón. Las cosas no van tan bien en la librería.

La abuela lo compró hace unos diez años y cuando estaba cerca funcionaba muy bien.

Cuando enfermó, dejó la gestión en mis manos, pero el negocio ya no es lo que era. Dijo que me lo compró, que tan pronto como fuera mayor de edad sería mío y estaba muy feliz por eso. Me encantan los libros, es una de las pasiones que me transmitió. De niño siempre iba allí a leer, o simplemente a pasar el rato. Uno puede descubrir muchas cosas de los libros que la gente compra. Mientras mi abuela trabajaba, yo estaba allí observando a todos y entendiendo las historias que se escondían detrás de sus ojos o detrás del libro que habían comprado. Todas las personas tienen un mundo dentro y amo tanto la aventura que quiero explorar cada mundo.

Llega el autobús y, después de veinte minutos de viaje, me bajo en la parada de siempre.

Inmediatamente camino hacia mi callejón favorito, espero que esté allí de nuevo, de lo contrario, realmente no sé a dónde ir a buscarlo.

Tan pronto como llegas a la vuelta de la esquina, lo ves. Respiro un suspiro de alivio. Está en el mismo banco, vaso en mano y cabeza gacha.

Sonrío porque me alegra verlo, pero tengo la impresión de que está triste. Es sábado por la tarde y todos nuestros compañeros están pasando el rato con sus amigos o preparándose para ir a bailar esta noche. No él. Está sentado en un banco rogando por algo de cambio.

Me acerco.

-Espero que sigas cumpliendo tu promesa- digo una vez que llego a su lado.

Levanta la cabeza sorprendido y sus ojos se iluminan cuando me reconoce.

-¿Isabel?- susurra.

Me doy cuenta de que tiene un moretón en el pómulo y un labio partido.

-¡Dios mío! ¿Pero qué te pasó?- Pregunto, agachándome a su misma altura para poder ver mejor.

-Nada- interrumpe, volteándose de lado para evitar que mire.

Tomo suavemente su rostro con una mano y lo obligo a darse la vuelta nuevamente para permitirme ver mejor. Simplemente salta cuando lo toco.

-¿Quién era?- le pregunto.

Me temo que se ha metido en problemas y me alegro de haber pospuesto salir con Clara para asegurarme de que estaba bien.

- Nadie, de verdad. No tienes que preocuparte- me dice sin quitarme los ojos de encima.

Esa pared otra vez. No quiere que nadie lo mire. No quiere que intente meterme dentro de su cabeza y estoy bien con eso, porque en el fondo tampoco permito que nadie entre.

-No pensé que volverías- dice ella, tratando de cambiar de tema.

Me siento en el banco junto a él.

-Hubiera venido antes, pero he estado muy ocupado con la escuela. Pero hoy es sábado y tengo toda la tarde libre- le digo con una sonrisa.

-Tú... ¿quieres pasar toda la tarde conmigo?- me pregunta.

-¡Oh Dios, lo siento! Supuse que tú también lo harías. Fui un estúpido, solo pensé en...- empiezo a decir.

Estoy en pánico. ¿Cómo podría dar tal cosa por sentado?

Terex me interrumpe.

-No, ¿qué dices?- me pregunta riendo. -Lo que quise decir es que… no esperaba que quisieras. Es sábado y pensé que querías pasar la tarde con tus amigos, no conmigo-.

-Pasaré la tarde contigo solo si has cumplido tu promesa- le digo sonriendo.

Él se ríe conmigo.

-Sí, lo guardé-.

-Así que usaste ese dinero para comprar comida- digo como si fuera obvio.

-En realidad no-.

¿Qué compró con ese dinero?

No era mucho, eran solo cinco dólares, pero realmente esperaba que hubiera comido algo. Es muy flaco y no tengo idea de cómo va a seguir adelante.

-Yo...bueno...esperaba volver a verte porque...tengo algo que agradecerte- me dice.

-¿Qué?- Pregunto sorprendido.

¿Realmente usó su dinero para darme un regalo? Podría haberlos usado para comer o incluso comprar esos tontos cigarrillos, pero nunca pensé que los usaría para darme un regalo.

-Sí, bueno... no es tan bueno porque no podía permitirme nada más, pero...- dice y termina la conversación, metiendo la mano en el bolsillo y sacando un paquetito.

Lo tomo y lo abro. Dentro encuentro una pulsera. Consiste en un hilo azul, que mantiene juntas muchas cuentas grises y hay un colgante en forma de flor en el centro.

-Es maravilloso, ¡gracias!- digo sonriendo.

Es muy agradable y nunca imaginé que usaría su dinero para mí.

"No tenías que hacerlo, de verdad."

-Fue un placer. Solo tenia miedo de no volver a verte y de no poder dármelo- me dice.

¿Hay un alma más pura y más bella?

No, absolutamente no. Nunca he conocido a nadie como él. Su gesto y sus palabras casi me hacen llorar, pero trato de contenerme porque no quiero empezar a llorar.

-¿Me ayudas a ponérmelo?- le pregunto.

Él asiente y envuelve el brazalete alrededor de mi muñeca y me lo vuelve a poner.

-Gracias- digo mirándolo.

Es muy bonita y ya es una de mis pulseras favoritas.

-Cuando lo vi pensé en ti. Ese gris me recordó el color de tus ojos.

¿Has pensado en el color de mis ojos?

Recuerdo haber sido objeto de burlas cuando era niño. Nadie en mi clase tenía ojos grises como los míos y me avergonzaba tanto, luego al crecer aprendí a considerarlos algo especial, algo que nadie tiene, que me hace único.

-Es realmente bueno. Me encanta- digo sonriendo.

En ese momento recuerdo que yo también tengo algo con él.

-Sabes que tenemos que encontrar una solución, ¿no? No puedes seguir viviendo así- le digo.

Sí, lo sé, pero es complicado. Estoy tratando de encontrar un trabajo y encontrar un mejor alojamiento, pero es difícil- dice, bajando la cabeza.

-¿Cuánto hace que no comes?- le pregunto preocupada.

-Del cine- responde.

-¿Qué? ¡Pero han pasado cuatro días!- exclamo y en ese momento abro inmediatamente mi mochila.

Por suerte pensé en traerle otras cosas para comer.

-Te traje algunas cosas-.

-No, no puedo aceptar- dice inmediatamente para detenerme.

-Claro que puedes aceptar- protesto.

- Pero no. No quiero que te metas en problemas con tu familia por ayudarme.

-No te preocupes por mi familia. No se dan cuenta si falto y mucho menos si falta un paquete de galletas- digo, pero inmediatamente niego con la cabeza porque no quiero pensar en eso.

Terex parece entender esto y su expresión se vuelve triste y aprensiva.

-¿Qué... qué quieres decir?- me pregunta. -¿Qué significa que no se dan cuenta si faltas?-

Quiero cambiar de tema, no quiero hablar de mi familia y todos los desastres que vienen después de mí.

-Nada, no quiero decir nada. Es solo una oración que salió así: trato de arreglarlo.

Sé que no me crees, pero necesito cambiar de tema de inmediato y llamar tu atención en otra parte.

-Bueno, te mostraré lo que te traje- digo, abriendo mi mochila y sacando mis varias cosas. -No sabía lo que te gustaba, así que tomé todo lo que me gusta. Espero que vaya bien. Cómelos de inmediato, seguro que te mueres de hambre- le digo, entregándole tres bocadillos rellenos.

Me agradece e inmediatamente comienza a comer, mientras ve qué más le traje.

-Te traje unas botellas de agua y en cuanto a la comida pensé en traerte cosas que no se echen a perder, así que te compré un paquete de galletas y estas barras de proteína de chocolate. No he encontrado nada más sabroso en la casa porque mi madre está obsesionada con la dieta y por eso solo hay humus y verduras, pero fui a un bar cercano y te compré unos dulces. Estos siempre mejoran el estado de ánimo- digo y lo veo sonreír. -¿Por qué sonríes?- le pregunto.

-Nada. Es que... hablas mucho- dice y me congelo. -No, no me malinterpretes. Me gusta esta cosa, me gusta escucharte hablar-.

-¿Te gusta oírme hablar?- pregunto sorprendida.

-Sí. No te conozco, pero pareces una persona soleada a la que le gusta hacer oír su voz. Simplemente me gusta escucharlo- me dice.

Si esto continúa, terminaré enamorándome de él. ¿Existe realmente gente tan buena, tan amable y tan increíblemente maravillosa en el mundo?

-Eres la primera persona que me lo dice. Usualmente me piden que me quede callado porque hablo demasiado y me da dolor de cabeza- Lo admito.

- No me das dolor de cabeza. Mejorar mi estado de ánimo- dice y yo sonrío.

-Ok, ya basta de hablar de mis demasiadas palabras- digo riendo. Tenemos que pensar en cosas más importantes.

-¿Como?- me pregunta.

-Como si te tomaras una ducha-.

Parece casi ofendido por mis palabras y se aleja un poco de mí.

-No se ofenda, por favor. Quiero decir... todo el mundo necesita tomar una ducha. Yo también tendré que hacerlo en cuanto llegue a casa- digo riendo.

No quiero que se ofenda, solo quiero ayudarlo y sé que una buena ducha caliente le ayudará mucho. No solo por el olor y la limpieza, sino también por el estado de ánimo. Todo el mundo se siente mejor después de una ducha caliente.

-No es necesario que te duches. Aromas a manzanilla- dice mirando al suelo como si quisiera evitar el contacto visual conmigo.

¿Quieres volverme loco? Primero mis ojos, luego mi perfume. ¿Pero quién me envió a este chico?

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