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Capítulo 5

Comenzamos a caminar y en un momento nos encontramos en la estación. El sol ya se ha puesto y ese no es el mejor de los lugares para estar. Traerla aquí fue pura mierda. Llegamos a uno de los pasos inferiores que conducen de una pista a otra.

-Aquí estamos- le digo.

-¿Duermes aquí?- me pregunta y yo asiento. -No, no puedes quedarte aquí-.

-Estoy bien, no te preocupes- trato de tranquilizarla.

-Terex, este lugar es espeluznante- me dice, pero sonrío por la forma en que me llama. -Absolutamente no puedes quedarte aquí-.

-No hay otros lugares a donde ir. Hace bastante calor aquí y no me arriesgaré a que me caiga nieve encima- le explico.

-Sí, pero qué pasa con el...- comienza a decir, pero escucho una voz que me deja helada.

-Terex, ¿trajiste a tu empresa?- pregunta Patrick.

Es el tipo que me golpeó anoche. Él es quien decide quién puede dormir aquí. Tienes que pagar para quedarte. Solo hay una regla: tan pronto como llegues, vacía tus bolsillos y mochila y dales todo. Fue difícil esconder el brazalete que le compré a Isabel y por suerte no lo encontró, al menos hasta anoche. Quería quedárselo simplemente porque no tenía nada más que darle y porque se dio cuenta de que también le daría toda mi ropa para quedarse con ese brazalete. Me golpeó, pero finalmente logré retenerlo. Obviamente no me dejó dormir aquí esta noche y me quedé en un banco. Nunca he sentido tanto frío.

Estaba convencida de que no estaba aquí a esa hora, pero me equivoqué, de lo contrario nunca habría traído a Isabel.

-No, nos íbamos- digo.

-¿Y por qué? No hay prisa-.

Siento a Isabel agarrando mi brazo. Me doy cuenta de que la mirada de Patrick se demoró en la muñeca de Isabel. Solo me doy la vuelta. La manga del abrigo se levantó un poco y Patrick reconoció el brazalete.

¿Fue por ella? ¿Es por eso que te golpearon? Espero que al menos te lo haya dado después de tantos golpes para quedarte con ese brazalete- dice.

Aprieto los puños, pero Isabel se acerca a mí. Su cercanía me tranquiliza, pero también siento la necesidad de protegerla. Nunca la dejaría indefensa a su alrededor. No me gusta Patrick, pero lo odio aún más por mirar a Isabel de esta manera.

-Por favor, vámonos- me dice.

Hombre, está temblando de miedo.

Eso no es lo que quiero, por eso no era mi intención traerla aquí.

-Puedes quedarte si quieres. Te buscaré un lugarcito para ti- le dice Patrick a Isabel.

Lloro frente a ella, porque no tiene que acercarse ni pensar en ello.

-¿Qué pasa, Terex? ¿Estás celoso? ¿No puedo conocer a tu linda chica?-

-No. Ni siquiera tienes que mirarlo- le digo.

-Creo que los golpes de ayer no fueron suficientes para ti-.

-No intentes tocarlo- dice Isabel.

En un instante reunió todo su coraje y escapó de mi agarre, colocándose entre Patrick y yo.

Él la mira sorprendido y yo también.

-Pero escucha a la niña. ¿Qué pasa? ¿Estás buscando problemas? Porque estás en el lugar correcto si es así-.

"No lo intentes", le digo.

Ella lo mira con desprecio, luego se vuelve hacia mí.

-Vámonos-.

-Terex, si te vas de aquí nunca volverás. Ya no habrá lugar para ti, ¿claro?-.

-De hecho, ya no volverá allí- concluye Isabel tomándome de la mano y alejándome de aquí.

En un momento llegamos al exterior y ambos empezamos a respirar de nuevo. Miro al cielo, luego cierro los ojos.

Mierda, tenía mucho miedo de que pudiera lastimarla.

Siento dos brazos apretarme a mi alrededor. Abro los ojos y miro hacia abajo. Isabel me está abrazando. Está enterrando su cara en mi abrigo y me está apretando alrededor de la cintura. Paso una mano por su cabello, tratando de calmarla.

-Por favor, no vuelvas ahí- dice, mientras su voz es amortiguada por la tela de mi abrigo.

-Vale- simplemente respondo.

Se aleja de mí y me mira a los ojos. Está pensando en algo. Me di cuenta de que cuando piensa en algo siempre se muerde el labio inferior. Es lindo y obviamente no puedo quitar mis ojos de su boca.

-Tal vez conozca un lugar donde puedas quedarte- me dice, luego se gira y comienza a caminar.

La sigo y caminamos por una de las muchas calles de la zona.

-¿Qué significa que te ganó por este brazalete?- me pregunta.

-Nada, no significa nada- respondo.

-Vamos, quiero saber- inténtalo de nuevo.

-No-.

"Por favor", pide, deteniéndose frente a mí y frunciendo el labio inferior.

Mierda.

-Con él hay una regla: si quieres dormir ahí tienes que darle todo lo que tienes. Ayer no tenía nada conmigo, excepto ese brazalete. Entendió que me importaba y que no se lo daría. Me golpeó, convencido de que se lo dejaría a él, pero cuando se dio cuenta de que no sería así, lo soltó. Me despidió y me dijo que si no le daba nada no podía quedarme.

-¿Por qué no se lo diste?-

-Porque era para ti- le digo y veo su cara de sorpresa.

-¿Donde dormiste anoche?-

-En el banco de siempre-.

-¡Maldita sea, pero anoche hubo tres grados!- dice ella, llevándose una mano a la boca.

No dije nada. ¿Qué podría decirle? ¿No es para preocuparse? Es inútil, porque yo también estoy preocupada. ¿Qué estoy bien? No, porque él sabe mejor que yo que no lo es.

-Ven conmigo. Te llevaré a un lugar- me dice.

Caminamos unos diez minutos y luego nos detenemos frente a una escuela.

-¿Qué hacemos aquí?- le pregunto.

-Esta es mi escuela- dice, pasando la puerta que está abierta de par en par. -Nunca cierran el portón y siempre hay un conserje que deja abierta una ventana del gimnasio- me explica.

Llegamos a la parte trasera del edificio. El gimnasio está bajo tierra, pero las ventanas están al nivel de la calle.

Me señala la ventana abierta. Miro adentro para asegurarme de que no hay nadie allí, luego salto unos cinco pies y entro. Me doy la vuelta y veo a Isabel en la ventana. Me estiro y coloco mis manos en su cintura, ayudándola a saltar.

-Gracias- dice ella, acomodando un mechón de su cabello negro detrás de su oreja. -Entonces, no hay cámaras aquí, así que puedes estar tranquilo, nadie debería notarte. Los baños están en los vestuarios al fondo - dice y me da toda la información necesaria.

Tomemos una de las colchonetas que se usan para hacer los ejercicios. Es un poco difícil, pero ciertamente es mejor que el piso de la estación. La veo abrir su mochila de nuevo y sacar dos frazadas. Sonrío porque realmente pensó en todo.

-Deberías estar lo suficientemente caliente con estos. Desafortunadamente no hay calefacción aquí en el gimnasio, pero si hace demasiado frío puedes ir a una de las aulas. Allí los radiadores permanecen encendidos hasta las siete de la tarde y vuelven a encenderse a las seis de la mañana. Seguro que hace más calor que aquí. Por la mañana llega el conserje y recorre toda la escuela, por lo que debes haberte ido a esa hora. Puede usar la puerta lateral que conduce directamente a la puerta trasera. Recuerda reabrir la ventana antes de salir, para que nadie sospeche nada. Mañana es domingo, así que puedes quedarte todo el día aquí. Nadie vendrá a molestarte. Se que no es lo mejor, pero...-

-Todo es perfecto, gracias- le digo.

Soy sincero. Nadie ha hecho todo esto por mí. Las personas, las que deberían amarme, sólo pudieron imponerme su vida y odiarme cuando dije que no lo quería. No es mi culpa haber nacido en la familia equivocada.

Ella sonríe. Se alegra cuando le doy las gracias, le gusta ayudar y saber que hizo lo correcto.

-De verdad, Isa, no sé cómo agradecértelo. Estás haciendo mucho por mí- le digo.

-No tienes que agradecerme. Estoy feliz de poder ayudarte de alguna manera.

-¿Vendrás mañana?- le pregunto.

Tengo muchas ganas de pasar tiempo con ella. Ella es simpática, dulce, amable e ingeniosa. Solo pasé dos tardes con ella, pero me reí con ella más que en toda mi vida. Me hace sentir bien.

-Lo siento, pero tengo que trabajar mañana- dice y se ve mortificada.

-¿Que trabajo haces?-

-Yo trabajo en una biblioteca, o sea, la biblioteca me pertenece y yo también trabajo allí. Traté de preguntarle si podríamos necesitar personal, pero el negocio no es tan bueno y los tres ya somos demasiados. Pensé que te gustaría trabajar allí.

-Sí, me hubiera gustado trabajar contigo, pero no te preocupes. Ya estoy tratando de encontrar trabajo, solo que es difícil.

-Trataré a ver si te puedo echar una mano- me dice. -Me tengo que ir ahora, pero nos vemos de nuevo, ¿no?-

"Claro", le digo con una sonrisa. -¿Te llevo a la parada?- propongo.

-No te preocupes, está justo afuera. Quédate aquí y caliéntate. No lo olvides, no dejes la escuela mañana y tal vez vayas a las aulas más cálidas y sea mejor".

Asiento con la cabeza. Me gusta la forma en que se preocupa por mí. ¿Es posible que incluso mi madre nunca haya sido así conmigo?

-Maldita sea, tal vez debí haberte traído más cosas para comer- dice ella, mordiéndose el labio.

-No te preocupes, las que me trajiste están bien-.

-Pero tendrás hambre-.

-Estaré bien, te lo prometo- le digo, pero ella no parece del todo convencida. -Te lo prometo con mi dedo meñique- le digo mostrándole mi dedo.

Ella sonríe y lo agarra, apretándolo con el suyo.

Se levanta y nos dirigimos de nuevo a la ventana.

-Ehm... ¿podrías echarme una mano, por favor?- me pregunta.

-Sí, claro- le digo y pongo mis manos en su cintura.

Con un empujón la ayudo a llegar a la ventana, luego le devuelvo la mochila que ha dejado en el suelo para facilitar la escalada.

-Gracias- me dice con su dulce sonrisa.

-Para nada- respondo con voz débil.

Tocarlo tiene un efecto extraño en mí, pero me encanta. No creo en el amor a primera vista ni en esas tonterías, pero estoy reevaluando la situación contigo. Tal vez sea porque nunca nadie me ha ayudado y ella está haciendo todo por mí. Pero también está su sonrisa. Me golpeó desde el primer momento y ya no me lo puedo sacar de la cabeza. ¿Quién fue la última persona que me sonrió?

"Hasta entonces", dice.

-Hasta pronto, Isa-.

-Hola, Terex- me saluda y sale a escondidas de la escuela.

Por primera vez me aburría en la librería. Esto nunca me ha pasado. Por lo general espero con ansias mi turno de trabajo. Me encanta estar en la biblioteca. Crecí aquí. Aquí pasaba todas las tardes con mi abuela y cuando no puedo ir me pongo muy triste. Cuando estoy aquí pongo en práctica todas las enseñanzas de mi abuela. Miro de cerca los libros que la gente compra para entender con quién estoy tratando. Es tan divertido.

Me quedo inmóvil en mi posición detrás del mostrador y observo a todos mientras pasan entre los distintos estantes. Hay niños que tienen que comprar un libro para la escuela y son los más fáciles de reconocer. Se acercan a la sección de clásicos con una expresión tan disgustada que son fácilmente distinguibles entre todos los demás clientes. Hay quienes quieren hacerle un regalo a alguien y siempre toman dos libros, los miran detenidamente y empiezan a leer la trama para saber cuál es el primero y cuál el segundo volumen de la saga. Algunas personas vienen aquí solo para pasear porque estar en medio del papel y la tinta les hace sentir bien. Hay quien viene aquí ansioso por ser el primero en comprar el nuevo libro de su autor favorito y espera a mi lado a que los proveedores descarguen las nuevas entregas.

Los observo a todos desde detrás del mostrador, esperando captar todos estos detalles. Me gusta hablar y me gusta observar. Tal vez no sea muy bueno escuchando, pero he aprendido a captar más detalles con los ojos que con los oídos. La gente solo te dice lo que quiere que sepas, pero los ojos no. No pueden permanecer en silencio. Te gritan sus emociones. Te los tiran en la cara y tienes que ser lo suficientemente bueno para atraparlos porque si los esquivas por miedo a lastimarte, te arriesgas a perder esa oportunidad para siempre.

Observo todo ya todos, pero últimamente no hay tantos clientes, así que me paso los días sentado en la silla de mi abuela leyendo un libro nuevo. Esta semana solo entregaron thrillers y tengo que admitir que no son mis favoritos, pero me gusta tener mil aventuras diferentes, así que también tengo que vivir la vida de un detective y descubrir quién es el misterioso asesino. La semana pasada se estrenó un horror y estuvo en boca de todos. Simplemente no podía dejarlo pasar, pero solo aumentó mi miedo a la oscuridad y últimamente me encuentro durmiendo siempre con una luz encendida en mi habitación porque toda esa oscuridad me pone ansioso. Si hubiera un asesino en serie debajo de mi cama, me gustaría verlo lo suficientemente bien como para intentar escapar. Suele pasar algo malo cuando estás en la oscuridad total.

Me pasé todo el día leyendo, pero me di cuenta que no entendía ni una línea de todo lo que leía. Mi cabeza ha estado en otro lugar todo el tiempo y eso me desestabiliza por completo. Sigo pensando en Terex. Estoy preocupado. ¿Comió? ¿Has tenido frío? ¿Y si necesita algo más? Ni siquiera sabe cómo rastrearme. Quién sabe lo que está haciendo mientras estoy aburrido en la biblioteca. Tal vez solo esté durmiendo, aprovechando la posibilidad de tener mantas y radiadores que calientan la habitación.

El hecho de que pienses tanto en él me inquieta. Nunca he estado en una situación como esta. Nunca me he encontrado en posición de pensar tanto en alguien. La abuela me enseñó a cuidar de los demás, pero esto está en otro nivel.

¿Ayúdalo? Sí.

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