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Capitulo 3

Astrid

Estaba satisfecha con lo que había podido hacer por mamá y por mi durante estos años, ella ya no era prostituta desde hacía mucho o más bien desde que yo comenzara a valerme por mi misma y tener un empleo fijo, ahora ella solo se dedicaba al hogar y a cuidar de mi, además de su preciado jardín, en el cual tenía diversas rosas que eran sus favoritas y a mi me hacía feliz verla disfrutar de aquello que pude regalarle con mi esfuerzo, ella era mi motivación para seguir adelante y lo fue para cumplir mi objetivo de sacarla de ese mugre oficio que a mi no me gustaba, pero que sin embargo gracias a lo que hacía, mi madre me dio de comer y un poco de estudio, por eso a penas  cumplir los veinte años me aliste para entrar a la policía, ya que gracias a mi padre y sus malos tratos a mi madre tuve el deseo de detener a aquellos hombres que atentaban contra la integridad de las mujeres.

No fue fácil entrar al oficio de ser policía, me encontré con varios obstáculos que sin embargo fui derrotando, en un oficio en su mayoría para hombres a las mujeres no las creen con suficientes capacidades, pero yo me encargue cada día de dejarles en claro que no siempre somos el sexo débil, debo decir que no todos los hombres dentro de este gremio son tan prosaicos, algunos creen en lo que una mujer es capaz de hacer, aunque claro no niego que hay ciertas diferencias físicas que nos hacen distinguir entre hombre y mujer, pero en lo demás, me creía capaz de hacer muchas y mejor cosas que mis demás compañeros.

Por eso conforme pasó el tiempo, demostré que era buena en lo que hacía y aspire a más, yo quería ser algo más que una simple policía que patrulla calles o atrapa borrachos y delincuentes por las calles, quería ser una detective, una persona que tuviera delitos que investigar, personas que averiguar, yo quería algo más intenso que solo gente ebria y drogada, por suerte mi trabajo y constancia lo hicieron posible, pero a cambio yo había tenido que sacrificar mi vida personal, en ella solo existían el trabajo y mi madre.

Tras conseguir dos de mis metas, la primera ser policía y que mi madre dejara de ser prostituta, conseguí un préstamo para construir una casa, quería tener una casa propia, una que mi madre no pudo tener y que su mal marido no le dio. Necesitamos tener algo nuestro, el lugar me resultaba horrible y sobre todo me traía siempre malos recuerdos de mi infancia, por eso en cuanto pude compré una casa en obra negra, todo estaba bien, salvó que la casa que habían comenzado a construir no la terminaron y ahora los dueños necesitaban el dinero urgente y la vendieron a un precio más bajo de lo normal, aprovechándome yo de la oportunidad.

La compra del terreno y la casa en obra negra me tomo un tiempo en poder terminarla, si bien era cierto que estaba empezada, yo me había quedado sin dinero y sin poder sacar más prestamos, además de que ya no quería endeudarme más. Por tal razón tuve que esperar dos años más para ponerla de nuevo en obra y así como logre pagar toda la deuda del préstamo, también logre convertirme en una detective de la policía, mi sueldo se volvió mayor y de esa manera logré de terminar de darle forma a la casa de mi imaginación.

Sin embargo en mi trabajo nada era color de rosa, no, en mi trabajo había cada día algo que averiguar y a alguien que seguir o investigar, obviamente hay personas muy buenas en el arte de hacerse los inadvertidos, no obstante siempre hay un pequeño indicio de error en sus actos que los lleva a caer en su casi crimen perfecto.

Hacía casi un mes que nos había llegado el caso de una mujer que encontraron casi muerta tirada a orillas de una carretera solitaria, tenía las costillas rotas, nariz y le habían cortado las venas, era como si el sujeto jugará con la vida y la muerte, como si le gustará ver sufrir a las personas. En resumen un sádico masoquista.

Cuando nos llegó el caso de esta mujer y dada la situación en la que se encontraba, fui con dos compañeros más para preguntarle sobre quien le había ocasionado todas esas lesiones, pero ella no dijo nada, aseguro no a ver visto el rostro de la persona que la agredió, obviamente tenía miedo, mentía, cubría a esta persona y no quería decir el nombre, seguramente la había amenazado para que no hablara, lo único que se digno a decir fue que era una prostituta, que entre tantos rostros al final de la jornada todos se volvían borrosos.

Al preguntarle por algún familiar, ella dijo que no tenía a nadie, sólo a una amiga y colega suya, sin poder evitarlo sentí pena por la pobre mujer, me recordó a mi madre, verla allí, lastimada y desvalida sin nadie que se compareciera de ella me dio mucha tristeza. La mayoría de las personas tienen la convicción de creer de que por ser prostituta tienen el derecho de tratarla mal y no era así, ellas al final tienen sentimientos, quizás algunas sean de mentes y alma más retorcidas que otras pero personas al fin de cuentas que aman y sienten, ellas seguían dedicándose al trabajo más antiguo y el más difícil del mundo, porque al menos yo, no me atrevería a revolcarme con algún viejo borracho, en resumen con ningún desconocido.

Pasado un mes de este incidente volvimos a tener otro caso parecido, sólo que está vez la mujer no corrió con tanta suerte, era el mismo modus operandi, a la mujer le habían castigado de la misma forma que la anterior, haciéndonos llegar a la conclusión de que se podría tratar de un psicópata y nuevo asesino serial con odio a las mujeres, en especial contra las prostitutas, está también lo era y mostraba los mismos golpes e incluso también le habían cortado las venas, muriendo desangrada sin que nadie la encontrara a tiempo, ella no había corrido con la misma suerte que Diana.

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