Sinopsis
Diana es una prostituta que ha sido encontrada en medio de una carretera solitaria tras haber sido golpeada por un hombre el cual le deja moribunda por haberle cortado las venas, ella es la única mujer que sobrevive de un nuevo sicópata asesino de mujeres prostituta. Ella no ha conocido el amor más que el que le profeso su madre y por el cual ella acepto ser una esclava sexual durante un año, si embargo en su último día de servicio, el hombre que le paga la hace como quiere y la deja medio muerta en medio de una solitaria carretera, desde aquél día su vida cambia, dando un giro inesperado, descubriendo por primera vez el amor en una mujer de nombre Astrid, quién se vuelve su salvadora.
Capitulo 1
Astrid
Mamá siempre solía trabajar de noche, la veía pintarse los labios de un rojo carmín del más barato, usaba demasiadas sombras brillantes y vestidos cortos casi siempre llamativos, mientras yo sólo la miraba en silencio desde algún rincón de la casa para luego verla marchar a penas estar lista, sin antes dicirme que fuera a la cama a dormir, mientras que mi padre le exigía que llegara con dinero esa noche.
Él siempre estaba ebrio, le quitaba todo el dinero a mamá y para colmo solía golpearle cada que se le venía en gana, yo no le quería, era malo y él tampoco me quería a mi, me veía como un estorbo, conforme iba creciendo descubrí que mi madre era una prostituta y mi padre un desgraciado padrote que no respetaba a su propia mujer, que le importaba más el dinero que mi madre, ese hombre era una basura y lo despreciaba.
Al cumplir doce años, mi padre golpeó demasiado a mamá una noche, dejándola inconsciente en el suelo, sangrando de nariz y boca, mientras que yo lloraba asustada por verla en ese estado, nadie estaba ahí para ayudarme, para ayudarnos, vivíamos en una colonia pobre y fea, sumándole que nadie le hablaba a mamá por ser una prostituta, mucho rato después mi madre despertó y lo primero que hizo fue consolarme, ella me abrazo y me dijo:
—Cariño no llores ¡mira! Estoy bien.
Me alegraba de que estuviera bien o por lo menos en ese entonces me convencí a mi misma de que verla abrir los ojos era un gran alivio para mí.
La ayude a levantarse y la vi esconder su dolor sólo por mi, en ese momento desee ser grande para poder sacarla de eso, sacarla de aquello que no me gustaba pero que gracias a lo que hacía me daba de comer, mandarme a la primaria y secundaria. El resto de mis estudios corrió por mi cuenta.