CAPITULO 1 Ojos cerrados
GINEVRA
Peino mi cabello con cuidado de no dejar ni una sola hebra por fuera de la cola que estoy haciendo sobre mi cabeza. Después de asegurarme que estoy perfecta, tomo un brillo labial rosa y lo aplico sobre mis labios. Asiento ante mi reflejo frente al espejo cierro los ojos tomando aire para luego abrirlos y me pongo en pie. Justo cuando lo hago la puerta de mi habitación se abre, mi cuerpo tensándose con su presencia.
—Ginevra —su ronca voz eriza mi piel.
—Señor —asiento en su dirección y él sonríe.
—Estas bellísimas —intento que mis mejillas no se calienten, pero lo hacen— ¿estas lista? —pregunta unos segundos después.
—Lo estoy —asiento haciendo contacto visual con los ojos grises que me miran detrás de la máscara blanca.
—Perfecto, no puedes volver aquí sin haber cumplido con tu misión ¿de acuerdo? — asiento una vez más y lo escucho reír— perfecto.
Se hace a un lado dejando espacio entre él y la puerta abierta, me echo andar hacia él y una vez lo alcanzo su mano se cierra sobre mi muñeca con fuerza.
—Sabes muy bien que no tengo absolutamente nada que perder, pero tu si —un escalofrió recorre mi espalda y asiento.
—Lo se señor —no puedo verlo sonreír, pero estoy segura que lo hace.
—Bien, buena suerte mi niña —suelta en tono burlón haciendo que mi pecho se contraiga.
Salgo de la que estaba siendo mi habitación y tomo el equipaje que reposa en el pasillo, un grupo de hombres espera por mi abajo. Aunque mi maleta no lleva gran cosa siento que pesa una tonelada. Al terminar de bajar las escaleras el hombre enmascarado se coloca a mi lado.
Extiende un sobre a uno de sus hombres que asiente y me mira con desprecio antes de girarse y echarse andar. Lo sigo sin esperar ningún tipo de indicaciones, porque se a la perfección lo que tengo que hacer.
Una vez en la camioneta azul marino que espera por mí en el exterior de la enorme casa miro sobre mi hombro, el lugar donde estuve recluida los últimos 8 años de mi vida,
lidiando con situaciones que no le desearía a nadie, pero consciente de que no tenía otra salida. Suspiro jugando con mis dedos sobre mi regazo mientras los dos hombres en el asiento delantero hablan en ruso.
Juran que no puedo entenderlos, pero lo hago. Estos últimos años me han estado preparando para esta misión y aunque pocos saben cuál es todos asumen que soy una de las putas del jefe, una que cuida más que las demás por alguna razón, cosa que, aunque cierta no es la razón que todos creen que es.
Miro por la ventana conforme nos alejamos de la prisión que me contuvo este tiempo, tomo el teléfono que me dieron por la mañana y reviso la galería de fotos. En ella se encuentran mis objetivos, debo acercarme a ellos a como dé lugar de lo contrario mi propia familia perderá todo lo que tienen y no solo eso, sino las siguientes generaciones.
Mis ojos se posan sobre el chico, su nombre es Darko Stevens estudia en la universidad y es uno de los mejores en casi cualquier cosa me explicaron. Va en su tercer año mientras que su hermana Kaja Stevens está iniciando al igual que yo. Son hijos de las personas que arruinaron la vida de mi jefe y la razón por la que mi familia ahora depende del éxito de esta misión.
Sigo viendo al chico, tiene unos bonitos ojos color avellana que brillan con intensidad, su mirada es la de alguien que ha visto demasiadas cosas en la vida, hay pesar, tristeza, odio y muerte en sus ojos cosas que solo alguien que ha vivido esas cosas podría ver. Por lo que investigue por mi cuenta, aunque es popular con las chicas, es sumamente reservado y pasa poco tiempo divirtiéndose como cualquier otro chico de su edad lo haría.
Sonrió cuando paso la siguiente fotografía y lo veo con el uniforme de futbol de la universidad, luego en la siguiente lo veo en un gimnasio golpeando un saco. Entiendo porque es popular con las chicas es muy atractivo, pero sé que es sumamente peligroso y que no puedo bajar la guardia junto a él. La siguiente foto en cambio me hace soltar una risa divertida.
Se trata de su hermana, a diferencia de él me parece que es un completo caos. En la imagen está rodeada de personas que ríen con ella y beben. No sé exactamente cómo es que pueden ser tan distintos, pero a diferencia de él, sus ojos están llenos de vida. Tras escucharme reír los hombres del jefe llaman mi atención.
—Hey putita —mi cuerpo se tensa mientras ríen— ¿Qué es tan divertido en tu teléfono? —salgo de la galería de imágenes y me fijo en el hombre que me mira por el espejo retrovisor.
—Nada —el vuelve a reír y niega con la cabeza.
—¿Nos explicas por que eres la favorita del jefe? —pregunta una vez más y su amigo ríe.
—No se dé qué hablas —finjo, pero el vuelve a reír.
—Claro —tras decir eso el silencio reina una vez más el espacio.
Cierro mis ojos y apoyo mi cabeza en el respaldo del asiento, rememorando estos ocho años. Mis tareas y las cosas que debo hacer de ahora en adelante. La libertad cada vez más cerca de mis manos. Pasan cerca de dos horas hasta que los idiotas que mi jefe envió para protegerme detienen el auto en una estación de servicio para permitirme comer algo.
Cosa que termino haciendo solo por costumbre y no porque realmente tenga hambre. Sin embargo, aprovecho el momento para comprar chocolates, una de las pocas cosas que he aprendido amar desde que estoy en este país. Regreso a la camioneta y nuestro camino continua, sin ningún inconveniente ni otra parada.
Para cuando oscurece nos encontramos en la entrada del campus en el que viviré hasta cumplir con mi misión. Sonrió al ver el lugar maravillada, porque, aunque de donde provengo las universidades son maravillosas esto es algo completamente diferente para mí. La puerta del lado derecho se abre y uno de los sujetos toma mi mochila y me indica que baje. Lo obedezco sabiendo que no va a ser amable conmigo, porque nadie lo es.
Los sigo mientras caminamos hacia uno de los edificios que nos rodean, justo en la puerta nos espera una mujer con expresión severa y enojo.
—buenas noches, llegan tarde —suelta mirando mal a los hombres que me acompañan, pero al fijarse en mí su mirada se suaviza— Ginevra, bienvenida espero tu estancia aquí sea agradable —sonrió con timidez y ella toma el sobre que le tiende uno de los hombres.
Este simplemente asintiendo para luego girarse y pasar junto a mí, una vez lo hace susurra en mi dirección.
—Buena suerte putita a ver cómo te las arreglas sin la protección del jefe aquí —aunque habla en ruso le entiendo a la perfección, pero no se lo hago saber.
—Buenas noches —respondo y pongo mi atención en la mujer frente a mí.
—Mi nombre como bien lo sabes es Martina Ivanova, soy la decano de la facultad y conocida de tu padre —explica lo que me hace fruncir ligeramente el ceño, pero lo relajo de inmediato entendiendo que esa ha sido la mentira que ha dicho el jefe para traerme aquí— tengo entendido que has tenido una excelente educación y así lo demuestran tus notas en el examen de ingreso —asiento mientras ella se hace un lado y abre la puerta del edificio— este será tu nuevo hogar a partir de ahora.
Asiento conforme mientras me guía por un pasillo ligeramente iluminado que termina en una cálida sala de estar, a la derecha unas escaleras suben a los pisos superiores y a lo que asumo serán las habitaciones.
—Tu padre me pidió que te asignáramos una de las mejores habitaciones por lo que tienes la del último piso para ti sola, si en algún momento decides cambiar de opinión y quieres un poco de compañía no dudes en pedirlo —me explica y asiento al mismo tiempo que tomo las llaves que tiende en mi dirección.