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Esposas

Un pequeño y simple interrogatorio bastó para que Sonia haya descubierto que fue categoricamente traicionada por algunos de sus pares de la mafia, quienes se oponían firmemente a que ella anduviera supuestamente tras los pasos de su hijo perdido.

— La guerra de los balcanes en los años 90 dejó odiosas consecuencias humanitarias —Dijo aquel funcionario, con más indiferencia que otra cosa—. Esto es algo absolutamente imperdonable para el orden mundial y no la podemos dejar por ahí tan contenta respirando por la vida.

A Sonia le llamó enormemente la atención tanta frialdad como para exponer aquello.

— ¿Y eso qué significa? –Preguntó.

— Significa que no podemos hacer absolutamente nada. Está claro que el origen de su fortuna proviene desde ahí.

— ¿Esto se va a hacer público? ¿Va a salir en los medios?

– No nos conviene en estos momentos. La prensa internacional está más interesada en el cambio climático y en esas pajolerías.

Se sintió bien tras oír la palabra fortuna, considerando que la tenía muy bien escondida en alguna parte. Habían órdenes precisas de que ese dinero tenía que ir sí o sí a parar a aquel hijo que había tenido que abandonar producto del tiempo que consumían sus ilícitos negocios. Lo que los demás conocían como su patrimonio era solo una parte de todo eso.

— ¿A que tengo derecho en estos minutos? —Preguntó, intentando calmarse y asumir aquel final de la manera más digna posible.

— Se le va a proporcionar su teléfono celular. Tiene derecho a una llamada internacional, para ver qué posibilidades tiene de salir de este inconveniente.

Sonia estaba absolutamente en aprietos, tomando en cuenta que no conocía el idioma local salvo por aquellos funcionarios de la policía, que se comunicaban con ella en ingles. No entendía nada de lo que ocurría pese a sus crímenes de guerra, cuestión que la había enriquecido enormemente, a tal punto que era por lejos la mujer más adinerada que habitaba en aquel oscuro y secreto país ubicado en medio de la nada, dónde aún no quería que supieran lo que ocurría.

Pese a la aprehensión que le generaba realizar aquello, no tuvo más remedio que comunicarse con su hijo Caks.

— ¡Madre mía! —Contestó él, con relativa alegría— ¿Cómo va ese viaje por Sudamérica?

— No te hagas el estúpido, maldito gordo. Sabes muy bien que estoy en manos de la Interpol ¿Por qué hiciste esto, maldito gordo?

— Simplemente estoy defendiendo mis intereses.

— ¡Soy tu madre, maldito cabrón! ¡Por tu culpa tu hermano pequeño está más perdido de lo que estaba antes de ubicarlo!

– Si renuncias a nombrarlo heredero podría hacer algo por tí.

— ¡Eso nunca! —Exclamó Sonia— ¿Que tal si te doy la mitad de todo lo que tengo?

— Prefiero que le quites mí herencia a ese cochino y desconocido hermano perdido ¡Ya sabes bien lo que tienes que hacer si es que quieres volver al mundo conocido! ¡Hasta la vista!

— ¡Hey! ¡Maldito gordo! —Gritó— ¿Dónde estás?

Caks había colgado e intentó inmediatamente volver a llamarlo con nulo éxito.

– ¿Cómo le fue? –Preguntó aquel amable funcionario.

– Muy bien —Dijo Sonia, erraticamente—. La verdad es que me fue pésimo.

— ¿Por qué?

– Porque fue el maldito gordo de mi hijo quien me traicionó ¿Qué clase de vínculos tiene con ustedes?

— No tengo idea de qué me está hablando, señora.

— Da lo mismo —Dijo Sonia— ¿Existe la posibilidad de hacer otra llamada?

— Según la ley es solo una llamada la que se puede hacer.

— ¡Necesito comunicarme con mi hija! —Exclamó Sonia, dramáticamente– ¡Por favor! Ella esta sola aquí, con mi interprete. Me encuentro acá en Sudamérica porque estoy buscando a mi hijo perdido ¡Por favor se lo ruego!

Acto seguido, el funcionario le pasó su propio teléfono celular. Tuvo que revisar el suyo, con el fin de encontrar el de Lerna, el cual no tenía señal en aquel territorio.

– Tendría que llamarla por Facebook —Le dijo el funcionario— ¿Puede hacer eso?

— Para eso voy a necesitar mi teléfono.

El funcionario miró hacia todas partes antes de autorizarla. Aquella situación la hizo creer por breves momentos que todo aquel operativo policial se trataba de un cochino montaje perpetuado por Caks, su propio hijo. Comenzaron a temblarle los labios.

— ¡Lerna! –Exclamó Sonia— ¿Cómo están? ¿Donde están?

– Aquí, en un cuartel policial —Dijo—. Una vez que te llevaron hicieron lo mismo con nosotros.

— ¿Cómo así?

— Esa gente nos detuvo. Nos tienen encerrados aquí y no sé nada de Mak desde hace horas.

— ¿Pero qué les dijeron?

— Dijeron que nos iban a tener aquí hasta conocer más de nuestros antecedentes. Se supone que si no hay problemas, nos dejarían libres.

Pese a que no contaba para nada con el hecho de que tanto Mak como Lerna estuviesen en manos de la policía, consideraba que aquello no era para nada una situación grave.

– Yo creo que deberías decirle la verdad a Mak sobre ese hijo perdido que estás buscando —Dijo Lerna—. No tiene ningún sentido que estemos aquí, perdiendo el tiempo en comisarías sudamericanas.

— Aún no nos deportan, así es que deberias estar tranquila. Si pudieras comunicarte con Javo Szcibor para que nos ayude, por favor.

— ¿Y Mak? ¿Que hago con Mak aquí cuando lo suelten?

– Trata de vivir una temporada tranquila. Salgan a recorrer la ciudad o algo así hasta que tengan noticias mías ¡Yo tarde o temprano voy a salir de aquí!

Acto seguido el funcionario le hizo un gesto técnico que le avisaba que aquella llamada tenía que llegar sí o sí a su fin.

— Por favor cuida a Mak —Dijo Sonia—. Y sea como sean las cosas, por favor haz todo lo que te diga Javo Sczibor. Yo voy a estar bien aquí.

Sonia tuvo que devolver su teléfono a aquel funcionario mientras pensaba y pensaba en el hecho de que era imposible que la hubiese capturado la policía hasta que llegó otro funcionario.

– ¿Como estás, Martín? –Le preguntó al tipo que custodiaba a Sonia— ¿Todo bien?

– Acá estamos, Inspector Niko –Le respondió– ¿Qué vamos a hacer con esta señora?

– Ahora vete a casa a descansar, Martín. Yo me haré cargo de ella de aquí en adelante ¡Muchísimas gracias!

Sonia se despidió coquetamente de aquel amable funcionario, quien se alejó tras regalarle una intensa mirada, cuyos efectos le dieron muchas ganas de agradecer alguna vez, como una salida a comer, por ejemplo. En eso quedó a solas con ese inspector Niko.

– Criminal de guerra —Dijo él, hablando en el idioma natal que tanto el como Sonia compartían— ¿Cómo se te ocurrió salir de ese país que te protegía tanto? ¿Como tuviste las agallas para llegar tan lejos?

– Solo vine aquí a buscar a mi hijo perdido –Explicó ella—. Nada más que eso me trajo hasta acá.

— ¿Estás segura de eso?

— Muy segura.

— Muy bien.

Acto seguido, Niko tomó su teléfono. Llamó a alguien y en eso le respondieron y el confirmó, con cierto énfasis.

— ¡Muy bien! —Exclamó— ¿Hago eso entonces?

Al oír aquella conversación telefónica, Sonia se confirmó así misma definitivamente de que todo aquello era un montaje y que cada vez estaba más cerca del fin.

Niko al fin dejaba su teléfono a un lado.

– Vas a tener que acompañarme –Dijo el.

– ¿Acompañarme dónde?

— ¡Ya vas a ver!

Acto seguido, Niko abrió la puerta de aquella oficina y entraron freneticamente unos tipos armados, quienes se lanzaron inmediatamente sobre Sonia, tras reducirla con electricidad. Una vez que quedó inconsciente, uno de los tipos se la echó al hombro y la cargaron hasta un vehículo que los esperaba en el patio trasero de aquella comisaría.

Una vez que Sonia estaba en la maleta el inspector Niko la escupió directamente en la cara antes de cerrarla.

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