Un bulto sobresaliente
Ahí estaba Mak, dándole con relativa fuerza tras una previa que se redujo a unos breves segundos de sexo oral.
Intentaba hacer un movimiento preciso con la rodilla y eso bastaba para que Lerna disfrutara, según la expresión de aquel bonito rostro que al mismo tiempo podía ver en el espejo.
Pese a todo seguía estando definitivamente con la cabeza en otra parte, ya que le era casi imposible sentir placer, más aún oyendo los gemidos de Lerna, cuestión que se le iba haciendo algo que incluso llegaba a ser sobreactuado.
Se sentía incómodo ahí de pie, con ella apoyándose en el lavamanos junto a esa sensación de que en cualquier momento podía aparecer alguien a interrumpirlos.
— ¿Te gusta esto? —Le preguntó ella— ¿Qué te parece hacerlo en el baño de un aeropuerto?
— La verdad es que no lo sé —Respondió Mak, deteniéndose y tomándola de ese hueso que sobresalía debajo de su cintura— ¿Tantas eran tus ganas que no podías esperar a llegar a un hotel o algo parecido?
— Creo que estás llorando más de la cuenta, Mak. Yo creo que cualquier chico quisiera estar en tu lugar en estos momentos.
Tal vez tenga razón, pensó Mak, recordando los tiempos críticos al respecto mientras ella movía rítmicamente su retaguardia hacia afuera y hacia adentro considerando que él había dejado de moverse. Le hubiese gustado una previa antes de hacerlo, pero no podía. Delante de él estaba esa exquisita mujer, clamando por lo mejor de él en ese momento.
Decidió concentrarse. Haciendo un movimiento con sus rodillas logró darle con más consistencia. Estaba por fin adaptándose a ello y estaba dispuesta a no soltarla cuando vió que Lerna extrajo un teléfono de su cartera y comenzó a grabarse.
— ¿Qué haces? —Le preguntó él, ocultándose el rostro.
– ¿Acaso nunca te has grabado follando? Sexo en un avión, Mak. Esto no se te va a olvidar nunca en la vida.
Intentando no mirar hacia la cámara, Mak seguía esforzándose en sí mismo, en no desteñir más que nada, en cumplir con su deber, que cada vez consideraba más estupido y monotono. Subió aún más su falda para mirar mejor lo que entraba y salía y cuando ya sentía que por fin se adaptaba a aquel trámite nuevamente comienza a sonar estruendosamente en el altavoz.
— ¡Está prohibido que damas entren a baños de uso exclusivo para varones! ¡Por favor retirarse inmediatamente!
Mak Savicevic retiró inmediatamente su artefacto de donde estaba y se abrochó la cremallera, mientras Lerna no podía parar de reírse mirando aquella erección que aún sobresalía.
— ¡Estamos a punto de aterrizar! ¡Por favor dirigirse inmediatamente a sus asientos!
Pese a que sonaba todo por el altavoz, Lerna no podía dejar de reírse. Aquello le confirmaba en parte a Mak que aquella chica podía estar drogada o algo así tomando en cuenta su atrevimiento.
Casi se le cayó el rostro de vergüenza cuando vió a Sonia ahí, prácticamente esperándolo en el pasillo.
— ¡Sabía que eres tú! —Dijo, tras tirarle el cabello a Lerna— ¡Te dije que dejaras de andar por ahí haciendo estas cosas con Mak!
— ¿Que tiene de malo? —Le preguntó Lerna, así como con autoridad.
Sonia agachó la mirada y le hizo un gesto. Mak Savicevic seguia con la mirada en el suelo.
— ¡Y tú a tú asiento! —Exclamó Sonia– ¡Se suponía que te ibas a ir estudiando durante el camino!¡Pequeño pervertido!
Mak Savicevic obecedió, bastante consciente de que aquel momento había sido demasiado incómodo como para olvidarlo, más aún con el asunto de la mala espina. Para peor sentia las manchas que habían quedado en su ropa interior, cuestión que lo hacía andar más incómodo aún, puesto que también sentía olores.
– Puedes hacer lo que quieras con quien quieras ¡Excepto con Mak! ¿Te queda claro?
Pasó un rato más o menos largo durante en el cual oía como Sonia recriminaba a Lerna por lo ocurrido hasta que por fin dieron las órdenes para abandonar el avión. Sonia había decidido dirigirse al bar del aeropuerto con el fin de esperar el equipaje y se instalaron en una mesa con vista a la terraza cuando de pronto apareció una pareja de funcionarios.
— ¿Sonia Milosevic? —Preguntó uno de ellos.
Mak Savicevic la vió ponerse de pie con un rostro de angustia que se le iba a ser casi imposible de olvidar y aquello era tal vez el resultado de dicha mala espina que se le había hecho bastante difícil de ignorar.
— Debe ser un error —Dijo Sonia, de pronto cambiando el rostro—. Tengo mis papeles y mi pasaporte en plena regla.
– Eso lo vamos a verificar en nuestras oficinas ¡Por ahora debe acompañarnos!
Uno de los funcionarios esposó a Sonia, quien estaba pálida y no atinaba a reaccionar en nada.
— ¿Que hacemos? —Preguntó Lerna, intentando mantener la compostura.
— Busquense un buen hotel. Esto debería solucionarse. Una vez que todo esté en regla viajamos al puerto de Valparaíso.
Mak Savicevic no pudo ya seguir haciendo como si nada pasara.
— ¿Qué está pasando? —Preguntó en español, mirando a quien la esposaba— ¿Por qué se la llevan?
El otro funcionario, quien no había articulado ninguna palabra, fue el encargado de responderle a Mak:
— Llevamos años buscando a cada criminal de guerra que vaya asomando sus narices por el mundo ¡Esa gente tiene que pagar!
Acto seguido se alejaron. Mak vió que Sonia lo miró fija y melancólicamente mientras se la llevaban. Era una mirada llena de culpa y arrepentimiento y estaba cada vez más consciente de aquella trágica situación que consistía en estar abandonado al sur del mundo con gentes que apenas conocía.
— Tienes que estar tranquilo, Mak —Dijo Lerna—. Como dice Sonia, debe ser un mal entendido.
— ¡Dijo criminal de guerra! —Exclamó Mak— ¡Todo esto es demasiado!
— Por eso mismo, esto debe ser un error, Mak. Ya vas a ver que va a estar todo bien.
— Deberiamos intentar salir de aquí —Dijo Mak—. ¡No vaya a ser cosa que nos detengan a nosotros!
Acto seguido, Mak Savicevic se puso de pie y conversando con una chica que hacía el aseo logró averiguar cómo llegar a la ciudad, ya que no confiaba para nada alojarse en el aeropuerto después de todo lo raro que había sido el vuelo.
Lerna había ido por su equipaje. A Mak Savicevic le sorprendía enormemente la calma de aquella chica, quien no parecía ser hija de Sonia al menos por la poca conmoción que mostraba ante tal dramática situación, haciendo todo como que si todo lo que pasaba eran cosas que les ocurrían siempre.
Estaban a punto de abandonar definitivamente la terraza de aquel bar que habían fijado como punto de encuentro cuando una vez más aparecieron aquel par de funcionarios.
— ¿Que pasa? —Preguntó Mak.
— Ustedes también van a tener que acompañarnos —Respondió uno de ellos.
— ¿Por qué? —Preguntó Lerna.
— Nos interesa bastante saber que hace una pareja tan joven como ustedes acompañando a esa criminal de guerra ¡No pueden andar sueltos así como así en Santiago de Chile, una de las ciudades más seguras de Latinoamérica!
Mak Savicevic entró en pánico y Lerna intentó comunicarse con el que hablaba en Inglés.
— Si no encontramos nada en ustedes podremos liberarlos —Respondió el funcionario, sonriendo con cortesía—. Comprenderán que, en estos tiempos, un criminal de guerra siempre va a ser motivos de aprehensión.
Acto seguido los esposaron y los llevaron hasta un vehículo. Mak Savicevic presentia que aquella pesadilla sudamericana estaba recién comenzando y se maldecía enormemente por haber aceptado aquella proposición laboral.