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Capítulo 3: Apostemos

{Narra Max}

No sabía qué hora marcaba el reloj, pero un dedo golpeaba mi espalda con suavidad intentando despertarme, me quejé enseguida alejándome de su cuerpo, yo deseaba dormir, sin embargo, Alex es insistente cuando quiere algo de mí, así que me di vuelta visualizando con agobio el reloj de la mesita de noche que marcaba las seis treinta de la mañana, ¡las seis!

Era demasiado temprano para mí, lo miré a los ojos aún medio dormido queriendo saber que necesitaba de mí a estas horas de la mañana ¿y qué era? Quería que lo abrazara, no pude evitar sonreír por lo que me pedía, oculté mi cara en la almohada soltando un quejido en ella, levanté mi brazo y lo envolví al mismo tiempo en el que posaba mi pierna por encima de su cuerpo.

–No, así no– se quejaba.

–Te jodes, tengo calor.

–¡Pero Max...! –cerré mis ojos queriendo repetir mis agradables sueños–Mi amor, quiero sexo mañanero– me reí enseguida abriendo mis ojos.

–Alex, son las seis, quiero dormir– me quejé con diversión.

–Pero quiero ser tuyo...– se removió en mis brazos despegándose un poco de ellos para apoyar su cabeza en mi pecho y ser abrazado de manera más “romántica”.

–No quiero–contesté acariciando su suave cabello castaño que en muchas noches enredé mis dedos en ellos mientras lo penetraba con fuerza haciéndolo gemir a viva voz–No hasta nuestra noche de bodas ¿quién sabe? Quizás así te vuelves virgen otra vez.

Alex se sentó enseguida en la cama mirándome sorprendido–pero si prácticamente lo soy–dijo divertido, yo acaricie su mejilla, por una parte sí, pero no, sé que no es virgen, pero su interior es tan apretado como el de un virgen, no se diferencia mucho desde aquella primera vez que lo hicimos con ahora, su interior sigue igual de apretado como la primera vez, por supuesto que quiero sacarle provecho a eso, estoy seguro de que no hacerlo durante unos meses lo desesperará por tenerme y definitivamente lo quiero desesperado en nuestra noche de bodas–Max, ¿sabes que no te lo haré fácil?–sonreí mordiéndome el labio inferior.

–Lo sé...–susurré.

–Te apuesto que no duraras un mes sin mi cuerpo– habló seguro de sí mismo.

–¿Qué? Claro que sí–dije sabiendo que tenía mucha razón.

–¿Cuándo nos casamos? –preguntó– ¿en tres meses? ¿Cuatro?

–Sí, en tres meses estaría bien– respondí.

–Bien, ¿qué apuestas? –lo miré a los ojos, no puedo creer que hable en serio–Sé que no resistirás tanto tiempo.

–Un viaje a los Ángeles– dije mirando el techo pensando en lo mucho que pienso esforzarme para conseguir un viaje gratis a los Ángeles– si pierdes, lo pagas tú, si yo pierdo, lo pago yo.

–Acepto–susurró sobre mis labios, me fui acercando a sus labios para besarlo, pero él puso dos de sus dedos sobre mis labios deteniéndome– tampoco habrá besos– lo miré sorprendido ¿cómo que no habrá besos? – si haré el papel de un virgen, debo olvidar el roce de tus labios.

–Pero...– me iba a quejar, sin embargo, la decisión ya parecía estar tomada.

No puedo creer que pasaré tres meses sin tocar sus labios, podía resistir el no tocar su cuerpo, pero ¿sus labios? No, eso iba más allá de mis planes, iba a otro nivel, sobre todo porque cada vez que vuelvo a casa, ya sea luego del trabajo, o al salir a comprar, siempre lo primero que hago es atrapar sus labios para sentirme lleno y con energías por dentro.

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