Capítulo 4
Vale, si no pudiera dormir, incluso con todo el entumecimiento de mi cuerpo, me quedaría aquí, contemplando el paisaje medio muerto de la cabaña de Betina hasta que todos los malos sentimientos desaparecieran. Dejaría que mis lágrimas laven este cuerpo y alma.
Mi espíritu se extinguió, lo dejaría bañarse en la luz lunar hasta que amaneciera.
Puedo salir esta noche para sentirlo todo, mañana sería racional y haría lo que necesitara.
Cerré los ojos sin hacer ningún esfuerzo por detener las lágrimas, cuando sentí que mi cuerpo fallaba me di cuenta que tomé la decisión correcta, dejando solo a mi alma con su pena reprimida por tanto tiempo.
Punto De Vista Patricio
Ya estaba en cuatro patas, no me había duchado ni almorzado. Con sólo una prenda de vestir en la boca y mi celular de por medio, intentaba rastrearla.
El sol ya se iba dejándome sola con nuestra madre Luna, ella era hermosa en su forma completa.
Con cada paso que daba pensaba "Que no encuentre un cuerpo. Que no encuentre un cuerpo" y me sentí aliviado de no oler sangre.
Por un lado, su dolor no la llevó por un camino más oscuro y sangriento, sino que la llevó por uno más morboso y depresivo.
Altibajos para ambos.
Aumenté mis pasos cuando olí su aroma más intenso y al rato ella estaba allí, desnuda y sentada con la cabeza apoyada en el pilar que sostenía el techo externo de la cabaña, con los ojos cerrados pero llenos de lágrimas. Me acerqué a ella y la toqué, asustándola.
- ¿Qué haces aquí? - Dice tranquilizadoramente mientras se seca unas lágrimas.
- No creo que necesites estar solo. Vine a ver lo que necesitaba. – Me destransformé y me acerqué a ella – Pude haber sido un poco más racional y traer ropa. - me digo al verla
- Vino a llevarme a su manada, ya está - Responde en voz baja y fría.
- Vine a cuidarte - Fortalecí y alisé tu cabello - ¿Por qué no entramos?
- Por supuesto, no es que haya alguien que bloquee la entrada. - Se levantó abatida y caminó hacia la entrada.
La respuesta fue como una puñalada en mi corazón, yo era uno de los responsables que solo le traía dolor. Mis hombres habían matado a tu amigo.
Ella fue la primera en entrar e hice lo mejor que pude para mantenerme ojo a ojo dentro de la pequeña casa.
Punto de vista Alexandra
- Siéntete libre – digo tirándome en el sofá y dejándolo detrás de él, sin mantener así el contacto visual.
- Realmente nunca me disculpé por lo que pasó aquí. Mis hombres fueron groseros cuando se sintieron amenazados y ocurrió toda esta tragedia. Lo siento, desearía poder corregir mi error.
- No estuviste aquí, no ordenaste nada de lo que hicieron, ¿verdad? ¿Cómo deshacerías un error que no cometiste?
- Formar mejor a esos hombres o enviar sólo gente con experiencia. Además, podría haberme quedado en casa el día que mi hermana fue transmutada y no haber ido a cazar... alguien allí.
- Entiendo. - Se limitó a decir impasible, sin querer desarrollar más esa conversación.
- Si vivieras aquí antes, ¿no tendrías ropa guardada? ¿Por qué no te vistes? - Lo miré incrédulo.
- ¿Por qué te molesta tanto mi desnudez? ¿No te gusta?
- Por lo contrario. No tiene miedo de que alguien se interese y... lo toque. - Tragó fuerte mientras me colocaba frente a él, sus ojos se centraron un poco en mis pechos y luego levantó la vista hacia mis ojos para mantenerse firme.
- No, lo haría pedazos. - Lo jalé hacia el sofá, sentándolo y luego me senté en su regazo mientras pasaba mi dedo por su cuerpo, notando que mis dedos pasaban por su ropa - ¿No vas a poner tu mano encima de mí? - Acerqué nuestras caderas al verlo ponerse incómodo - Te dejaré, tú puedes. Seguirás con tu mano, no te preocupes – dije y besé su cuello, acercándome muy lentamente hacia ella.
- ¿Qué estás haciendo? - Preguntó en voz baja, echando la cabeza hacia atrás y mirándome a la cara mientras sujetaba firmemente mi cadera - Vine a consolarte y cuidarte, no voy a aprovecharme de ti.
- Yo fui quien te puso en el sofá para complacerme, en primer lugar - Lo miré aburrido - Y no quiero pensar en nada, hacer nada, no iba a hacer nada esta noche, pero apareciste y te metiste conmigo. Es a través de la conexión, ¿verdad? Así que también me meto contigo. - Rodé un poco más sobre él, sintiendo lo que más deseaba en ese momento.
Quería simplemente dejarme por el momento, no pensar en nada, no sentir nada. Podría follar hasta olvidar quién soy y, en consecuencia, la mierda que tengo. Mi lobo lo quería así que ¿por qué no hacer feliz a alguien esta noche?
- Alexandra... acabas de perder a tu madre, no hagas cosas de las que te arrepientas... - Pegué sus labios a los míos impidiéndole hablar.
- Di cualquier cosa sobre problemas y te castro ahora, nadie vendrá a ayudarte. - Dijo mirándolo fijamente a los ojos serios.
- Quieres follar hasta desmayarte, ¿es eso? ¿Conoce las consecuencias de esto, señorita? - Esta vez me guió a través de los movimientos, regalándome una sonrisa de diversión.
- Será deprimente si dices alguna jerga varonil como “no te sentarás derecho” o “no sentirás tus piernas”, así que no lo digas – Lo beso y él toma el control del beso, sosteniendo mi cabello y la nuca, en un beso lento y sensual aprovechando cada centímetro y segundo.
Sus toques en mi cuerpo eran mágicos y electrizantes, sus labios y lengua sobre mí eran adictivos y deliciosos. Me hizo querer quedarme allí por el resto de mi vida sin preocuparme por nada.
- Soy tu compañero, elegido por la Luna para ser tu protector, confidente y refugio seguro. Sólo necesito tener sexo contigo una vez para marcarte como mía para siempre, tendrás un mordisco de mi parte para identificarte dondequiera que vaya. Ella será oficialmente mi esposa y luna de la manada Crescent Moon. ¿Quieres esto?
- Te dije que dejaras de hablar de problemas.
Cansada de hablar solo agarré su rostro para besarlo, él no se quejó y continuó sin interrumpir.
Sí, puede que me arrepienta más tarde, pero no me importaba. Me escuché para buscar lo que quería o deseaba, mi mundo estaba desgarrado y marcado con sangre, solo escuché su nombre en lo más profundo de mi alma, solo estaba él en medio del vacío y la oscuridad. Entonces no me importó, escuché y obedecí lo que mi alma quería. Si solo estuviera él allí, solo él me tendría a mí, él era lo único que me quedaba.
El aire era cálido pero nada comparado con mi cuerpo encima del suyo. Sus manos recorrieron mi cuerpo desde el cuello hasta el trasero, sintiendo todo lo que les gustaba.
- Quítate ya la maldita ropa falsa - murmuré irritada después de que él soltó mis labios para mordisquear mi labio inferior.
En el fondo quería verlo y tenerlo yo mismo, no era algo vago. Quería tocarlo. Por primera vez sentí el deseo de tener un hombre y satisfacerlo.
Me levantó y me colocó en el sofá, colocándose encima de mí, jadeando.
- La habitación está abajo, ¿verdad? - Preguntó levantándose de sus brazos alejándose un poco de mí.
- No voy a tener sexo en la cama de Betina - Lo jalé del cuello dejando un beso allí y até mis piernas a sus caderas.
- No va a dormir. No te voy a marcar hoy, no contigo así.- Respondió mientras me dejaba un chupetón en el cuello.
- ¿Qué? - Me senté y él retrocedió y se sentó en su pierna, la mía continuó a su alrededor. - Joder, joder.
- Para mí no, ya te lo dije. No creo que realmente quieras comprometerte conmigo, demasiadas responsabilidades. - Su don parecía previsibilidad.
- ¿No querías que siguiera tu cultura y blablabla? ¿Marcarme no sería una forma de hacer cumplir esto? Literalmente tengo las piernas abiertas, mucho más profundas e intensas que mi mente y los brazos abiertos - me quejé gesticulando con las manos.
- ¿Quieres que te etiquete? - Levantó una ceja dudosa pero con aire de gracia.
- ¡Quiero que me folles!
- ¿Quieres tener sexo conmigo y no con cualquiera? Oh cariño. - Me dio una sonrisa pícara que me hizo empujarlo hacia atrás.
- No te hagas gracia mi cara.- Le gruño y me levanto alejándome de él.
- Te avergoncé, lo siento. Vamos a dormir. Si otro día veo que eres realmente tú, sin impulsividad, seguiremos con esto. - dijo tirandome de la mano
- Lo que sea. - Demostré toda la imparcialidad que tenía dentro de mí.
- No te enfades, si de verdad quieres esto otro día lo pedirás.
- No corro detrás de los hombres. - Respondí dejando claro lo que, para mí, era obvio.