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Capítulo 3

Bettina.

Un suspiro doloroso salió de mí y como si mi cuerpo ya no pudiera soportar la forma de lobo, se desmoronó, dejándome yacer desnudo y dolorido en ese bosque que aún tenía rastros de sangre, de muerte.

No sé cuánto tiempo estuve ahí tumbado, sintiendo una opresión muy fuerte en el pecho. Ya tenía las lágrimas acumulándose en ese solo, un llanto silencioso que hizo que mi cuerpo doliera aún más.

La dejé, la ignoré e hice todo lo que pude para borrar todo lo que ella era y me hizo. La tiré a un agujero de mi mente y de mi corazón para no sentir el peso de su ausencia, la grandeza de la presencia de su ausencia.

¿No eran los cuerpos simplemente carne podrida? Su alma ya no estaba allí y por eso dejé que le hicieran cualquier cosa a su cuerpo.

Se suponía que debía honrarlo, no permitir que nadie lo profanara o le faltara el respeto. Debí haberla enterrado debajo de esa cabaña para que ella pudiera tener sus cosas y su historia, estar en paz.

Mi madre... ¿Qué lugar tenía ella? ¿Dónde guardarías tu cuerpo?

Ambos fueron muy importantes y significativos para mí y los dejé atrás en busca de un próximo objetivo. Los dejé atrás para no sentir el dolor que sus cuerpos me dejaron.

Sin ningún rastro, sin ningún recuerdo.

Me querían fuerte, ¿verdad? Resiliente. No les haría daño dejarlos sobrevivir con menos dolor.

El amor es muerte.

Debería estar lejos de eso, pero ¿qué importaba? ¿Cual es la diferencia? Sentiría la muerte cada vez que viera morir a un amor mío, pero me sentiría muerta si solo viviera para sobrevivir por mí mismo.

La soledad mata, la diferencia es que puedes elegir morir poco a poco sin tener a nadie o sentir la muerte de tu apego, de tu dolor, de una vez al ver que te quedas solo, sin esa persona.

Me levanté recomponiéndome, sin prisa, pero sí nervioso, y caminé hacia la pequeña cabaña. Estaba muy sucio, olía mal y tenía telarañas. Me quedé mirando durante interminables minutos hasta que tragué saliva y encontré el coraje para dar un paso más y levantar la mano hacia la puerta.

- Ya he vuelto... - murmuré débilmente ante el vacío de la casa que me invitaba a entrar.

Encendí las lámparas y analicé toda la habitación, siempre acogedora, incluso con las arañas invadiendo el lugar.

Arreglemos todo - pensé refiriéndose a todo el desorden que hay en mi vida y en casa.

Tomé una escoba y un trapo y comencé a quitar las telarañas y arañas del lugar, luego solo quité el exceso de polvo de la habitación para poder pasar la noche.

Aquí todo fue mucho más fácil, mis mejores recuerdos, los realmente felices.

Hacía panqueques, cuidaba conejos, recogía y trataba diferentes flores, corría libre y sonreía ingenuamente. Mi felicidad siempre ha estado aquí, en esta pequeña pero tranquila y silenciosa tierra.

Salí de mi ensoñación cuando escuché un ruido en la habitación de abajo. Nunca había estado allí. Me acerqué a la puertecita, la aparté y bajé la escalera de caracol llevando una lámpara.

- ¿Quien esta ahí? - dije en voz baja, intentando iluminar la habitación solo con esta lámpara y escuché un ruido nuevamente.

Encendí las lámparas que encontré hasta que encontré una jaula con un pájaro dentro, una pequeña paloma gris.

- El zinc quiere comida, el zinc quiere comida. - ¿Habló?

Abrí la jaula y el pájaro voló hacia una maceta y la tiró al suelo, derramando varios granos.

Vale, entonces lleva semanas sin alguien que le dé de comer.

Después de liberar al pájaro, analicé la habitación de Betina, que parecía ser más grande que el techo de la casa. En las paredes con los vértices opuestos a las escaleras, había mostradores hechos de piedra con estantes que tenían varias chucherías y botellas, en las otras paredes una tenía una cama y la otra un closet, ambos grandes, y en medio de la habitación. Había un banco bajo que parecía que se suponía que iban a hacer fogatas debido a las marcas allí. Me recordó mucho al Instituto por su tono negro y gris, si le quitamos el armario de madera y la cama.

"- Eres una bruja negra. Encontré pociones y artefactos negros bajo tierra" - Recordé haber visto los objetos allí.

Una punzada en el corazón era inevitable.

Me acerqué a los mostradores y comencé a mirar cosas.

- No toques lo que no es tuyo, perrito – miré asustado y asombrado al pájaro.

- Significar. - El pájaro voló hacia mí y se paró en el mostrador levantando sus alas - ¡Oye!

- ¡Perro fuera! ¡Perro fuera!

-Urg. ¿Por qué no sabía que doña Betina tenía un pájaro? ¿Y encima aburrido? - Puse mis manos en mi cintura, insatisfecha.

- El zinc permanece oculto, el zinc es inteligente.

- ¿Por qué escondido? - cuestioné frunciendo el ceño.

- El zinc da problemas a Betina, el zinc es rastreable. - Dijo bajando un poco sus alas.

- ¿Por qué no subes? Él llegaría a conocerme.

- ¿El perro es Alexandra? - Dio un paso hacia delante

- Deja de llamarme perro. - Respondo irritándome.

- Si encuentran a Zinco, encuentran a Betina, Zinco protege a Betina. Aquí no encuentran zinc.

Relajé mi cuerpo demacrado.

¿Está aquí sin nadie y sin saber que Betina ya no existe?

- ¿Zinco sabe que Betina se ha ido?

- Betina siempre vuelve.

-Betina murió, Zinco. Mataron a Betina hace tres semanas, no volverá.

El pajarito se quedó quieto con su cabeza torcida mirándome, miró hacia un lado y caminó hacia la esquina, encogido de miedo.

- ¿Zinc quiere estar solo? - No me respondió - El zinc ya puede salir, no causará ningún problema.

Suspiré con cansancio, dándome cuenta de lo agotado que está mi cuerpo. Fui al armario de Betina, tomé una manta y la llevé arriba.

No dormía en su habitación, mi lugar era en el sofá, pero lo peor era no poder dormir, me sentía una intrusa en ese lugar. Pensamientos como "Ya no perteneces a aquí" invadieron mi mente, haciéndome castigarme aún más. Salí de la cabaña y me senté en la cubierta baja del porche siendo iluminado por la burla de la madre Luna.

- ¿Dónde está tu perra protectora? ¿Te gusta jugar con tus hijos pequeños y tus bastardos para entretenerte y luego burlarte de nosotros con tu resplandeciente poder e influencia? ¿Te gusta sentirte bella y poderosa con toda tu gracia y luz? Espero que te desanimes y te vayas a casa. - Arranqué el pasto y miré al vacío, dejando caer el resto de las lágrimas.

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