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Gregorio se levanta del sofá y desparece por la puerta principal. No hay más relación, se ha roto como las ilusiones de Gregorio.
Han pasado tres días desde esa pequeña discusión que acabó con la relación.
Celina no ha salido de casa en estos tres días y Gregorio no está mucho mejor.
Un día, alguien llama a la puerta y le toca a la chica ir a abrir. En su subconsciente, piensa ‘¡Que sea Gregorio’, pero al abrir se lleva una sorpresa.
Un chico, mejor dicho, un hombre de unos veinte y pocos años, más alto que ella y con un bello rostro envuelto de cabellos oscuros, está parado en frente de su casa y le sonríe. Va a decirle que se ha equivocado de casa, cuando el hombre dice:
- Hola, chiquilla. ¿Me echabas de menos?
Sergio. No reacciona hasta que el hombre la envuelve con sus brazos.
La chica responde al abrazo y las lágrimas salen sin aviso de sus verdes ojos.
Levanta la mirada para darse cuenta de que no es un sueño, que de verdad Sergio ha vuelto.
Él le limpia algunas que caen por sus mejillas, en un gesto tierno. Pero esta cambiado, que ella recuerde antes él era rubio, no moreno.
Tienen que ponerse al día de sus vidas.
Se separan y sonríen. Ella es la que empieza el interrogatorio:
- ¡Eres moreno! – Es lo primero que le viene a la mente.
- Y tú sigues siendo igual de simple. Me hubiera gustado más un ‘Hola Sergio, estás muy cambiado, más bueno, más gua..po’. – Dice el chico imitando la voz de la Princesa.
- ¡Sergio! – Se sonroja ella.
- Adoro cuando te sonrojas, ángel. – Mierda. Eso no tenía que haberlo dicho, se repite una y otra vez el chico en su mente.
Para Celina no pasa desapercibido ese nuevo mote, pero no le presta demasiada atención.
Le invita a pasar y se sientan en el sofá, como muchas tardes habían hecho. Sergio retoma el interrogatorio:
- Dime, pequeña Celina, ¿Cómo va todo por aquí?
- Yo soy la que pregunta aquí, jovencito. – Dice en tono irónico.
- ¿Jovencito? Te llevo dos años, pequeña. Enserio, ¿Cómo estás? – Pregunta de nuevo.
- Bien, pero he podido estar mejor. He roto con Gregorio. – Dice mientras baja la mirada.
- ¿Gregorio? ¿El chico moreno y flaquito? – Pregunta en todo de burla.
- No te burles, Sergio. – Sentencia ella. Sergio, hacía mucho tiempo que no le llamaba así.
- No me burlo, Celina. Pero no sé cómo te ha dejado escapar. – Deja en el aire la frase.
- Dejémoslo. ¿Qué tal por la universidad? – Pregunta cambiando de tema.
- Bien, realmente bien. Es muy diferente al bachillerato. Hay más chicas. – Dice con una sonrisa picara en el rostro.
- ¡No has cambiado nada, Leonardo! – Exclama la chica pronunciando el segundo nombre de Sergio.
- Siempre que te enfadas me llamas por mi segundo nombre, me recuerda a esos tiempos en que éramos niños y jugábamos a ser mayores.
Celina también lo recuerda. Estaban los dos muy unidos, eran uña y carne.
Siempre estaban en casa de uno o en la del otro, y siempre con Valentina de por medio, pero a ella no le importaba, aunque a él le sacaba de quicio.
Han pasado cinco días desde que Celina y Gregorio rompieron, y los cinco días los ha pasado con Sergio, recordando viejos tiempos.
Cada día que pasan juntos es mejor y para él eso es una buena señal.
Ese mismo día, Celina queda con Gregorio para hablar de la relación y dejar las cosas claras.
Quedaron en cinco minutos en el bar de la esquina, es el típico bar donde va toda la ciudad y se conocen todos, hasta los camareros.
La chica llega y él ya está sentado en una mesa:
- Hola Celina. ¿Cómo estás? – Pregunta el chico para romper el hielo.
- Hola. Bien, ¿y tú? – Contesta ella muy mecánicamente.
- Bien. Quería pedirte disculpas por no hablar contigo durante estos cinco días y por la conversación. Lo siento, no quise decirte nada de eso pero… - Celina le corta.
- Tranquilo, Gregorio. No pasa nada, te perdono. – Dice ella.
- ¿Por qué eres tan buena conmigo? ¿Cómo te tenido la suerte de conocer a una chica tan comprensiva como tú? – Se pregunta el chico.
Aunque por dentro Celina aún no le ha perdonado del todo, sabe que él es un bueno chico y un gran amigo, ante todo. Sonríe sin ganas y le contesta:
- Has tenido suerte, Gregorio. Procura que no vuelva a pasar, porque una vez perdono, dos ya no.
- Lo sé, princesa. Créeme que lo sé. Entonces, ¿pareja? – Pregunta él con los ojos vidriosos.
- Claro, cariño.
Ese cariño no ha convencido a Gregorio pero no dice nada.
En cambio, Celina lo ha dicho por no llamarme por su nombre.
Ha sido como llamar cariñosamente a un perro abandonado.
La normalidad vuelve a las dos vidas de los jóvenes y cierran esa etapa con un corto beso en los labios, pero nada es como antes.
O al menos, no para Celina.