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4

Hunter pone los ojos en blanco y no entiendo porque lo hace. Se levanta de la silla y comienza a caminar, hasta quedarse a unos metros de mí. Su espalda se pega a la mesa de la cocina y se queda así, mirándome como si fuese un gilipollas.

—Le das más importancia de la que deberías —dice sin más —. Si su madre supiera que no fueses un buen chico, primero no te habría dejado que te acercases a su hija. Las madres ven el peligro de lejos... —susurra con tranquilidad y pone sus brazos en jarras —. Y segundo, no la habría dejado irse a vivir contigo. —Levanta las cejas y yo me quedo sorprendido por lo que acaba de decir.

—¿Cómo sabes que Scarlet vive aquí?

—Soy muy observadora, Adrián. Y nada más entrar he visto libros clásicos sobre la mesa que hay frente a la televisión, ropa femenina y unos zapatos de andar por casa por una esquina del salón. Y admitámoslo, como tus pies no se hayan encogido, va a ser difícil que te pueda caber una talla tan pequeña... —intenta aguantar la risa mientras ve que estoy asombrado por lo detallista que es ella —. La pregunta aquí es, ¿por qué está viviendo contigo y no con su madre?

—Ella, vive conmigo porque su madre está haciendo un curso en Canadá y poder seguir con sus estudios aquí. A parte de que Scarlet ahora está allí con su madre pasando las navidades.

—¿Ves? Hablando se entiende la gente.

Yo la miro con extrañeza al ver que en su mirada hay oscuridad, como si hubiera pasado unos días duros ella sola y llevara esas maletas detrás suya, a cuestas.

—¿Qué te pasa? —pregunto —. Te veo muy decaída.

Ella pasa su lengua sobre sus labios y respira profundamente.

—Mis padres me están buscando pareja para que me case con él... Un matrimonio de conveniencia —dice con rabia mientras se muerde el labio inferior.

Normalmente cuando se muerde los labios es porque realmente está enfadada con alguien de su entorno. Y pensándolo bien, conociendo también a sus padres no me extraña nada que la quiera casar con cualquiera que tenga dinero.

—No me jodas, Hunter.

—Sí, Adrián... Mis padres quieren aumentar su imperio y la única manera es que me case con el hijo de otra familia rica. Yo solo quiero vivir el día a día, si un día encuentro el amor, bienvenido sea... Pero el amor no se puede forzar de esa forma. —Se calla por unos segundos —. Y eso es lo que mis padres no entienden.

—Sabes que si necesitas ayuda... —comiLucas a hablar, pero ella me corta.

—En esto nadie me puede ayudar, Adrián. Te agradezco mucho tu ayuda, pero nadie puede ayudarme en esto.

El día pasó lento. El trabajo fue horrible y el vacío de mi corazón se hace más grande a medida que pasan las horas sin Scarlet.

Cuando Hunter se marchó a su próximo viaje, sabía que aunque hablase conmigo de lo ocurrido, nada iba a cambiar para ella después de lo que me contó que harán sus padres para que siente la cabeza. Me alegré de verla y hablarle de la chica que me ha estado quitando el sueño. Pero terminar con esa conversación hace que uno tenga mal sabor de boca cuando te obligan a casarte con alguien a que posiblemente no conozcas.

Ahora estoy frente a mi cama, observando el piso de la madre de Scarlet. Esa ventana guarda muchos recuerdos de lo que hacíamos los dos en verano de este año. Aún me acuerdo cuando casi la veo un pezón intentando quitarse la toalla para ponerse su pijama. Esa escena hizo que tuviera una erección, pero se me quitó rápidamente cuando ella me tiro uno de sus zapatos en toda la cara. Observo esa ventana con cariño cuando hablábamos mediante hojas y lo pegábamos a la ventana. Esos pequeños metros que nos separaban parecían kilómetros para mí...

¿Quién iba a pensar todo lo que iba a pasar después de este verano?

Mi teléfono suena y rápidamente voy a agarrarlo para contestar, pensando que es Scarlet para darme las buenas noches. Pero al mirar la pantalla, observo que pone "número privado". Normalmente no suelo contestas estas llamadas cuando no conozco el destinatario, pero por alguna extraña razón, esta vez lo hago.

—¿Diga? —pregunto con cautela, mientras observo tras la ventana como las calles de Seattle están completamente cubiertas por nieve.

Una respiración extraña suena de fondo, como si alguien tuviera asma y necesitase su aerosol. Una mala espina comienza a crecer al sentir que se me ponen los pelos de punta cada vez que escucho esa respiración tan irregular y fuerte.

Pero al ver que no contesta, vuelvo a hablar.

—¿Quién es?

—Después de varias veces, ¿aún no sabes quién soy yo, Rich?

Un escalofrío recorre mi espina dorsal al escuchar esa voz de horrible, que incluso la he escuchado en sueños.

—Papito.

—Es extraño que en Estados Unidos me llamen así, cuando en Cuba me llaman "El Diablo". Es divertido también que varias veces me hayan comparado con Jigsaw por mis juegos macabros y no exactamente por los juegos que salen en esas películas de terror.

—¿Qué es lo que quiere? —pregunto lentamente, sintiendo que la vena de mi brazo izquierdo comienza a hincharse.

—Te llamo para que sepas que el viernes, trece de febrero, tu novia va a luchar con King.

Trago saliva al escuchar eso y ahora soy yo el que tiene la respiración irregular.

—Le suplico que por favor, la dejes fuera de todo esto. Se lo suplico.

—Haberlo pensado antes de meterte en toda esta mierda.

Meto mi puño en mi boca, comenzando a morderme los dedos con tanta fuerza, que empiezo a sentir el sabor de la sangre.

—Y si tú desobedeces lo que digo, la pelirroja cobrará tus consecuencias.

—Por favor...

—Me divertiré viendo como la mato delante de tus ojos.

ComiLucas a temblar y las lágrimas cubren mis ojos, impidiéndome ver perfectamente lo que hay frente a mí.

—Como la hagas daño... —digo entre dientes y con temblores en mi garganta.

—Si he sido capaz de matar a mi propia hija, no me temblará la mano matar a tu novia delante de tus ojos, Adrián. Todo lo contrario, disfrutaré viendo como sufres al ver que pierdes a alguien que amas.

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