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Capítulo 4. Bajo las estrellas.

El sueño me venció con su imagen en mi mente. Desperté a las 3 de la mañana y ya no pude conciliar el sueño, el aplastante lunes empezaba y la misma rutina de todos los días. Solo que este lunes es diferente porque existe la posibilidad de ver a Samantha. Irónicamente quiero descansar, pero mi mente parece resistirse. Pienso una y otra vez en cómo es posible que Samantha este muerta. Pensar en esa palabra me produce escalofríos, de ser así me estaría enamorando de una mujer que ya no está con vida, pero que de alguna razón sigue en nuestro mundo.

¿Y si la vida y la muerte fueran 2 dimensiones en las que puedes ir y venir?. Qué tal si la muerte es solo en este mundo y hay algo más allá. Me temo que no puedo saberlo hasta que llegue mi momento. Ver la muerte de esa manera, nos brinda un poco de esperanza y optimismo, quizás sea una mentira que nos de un poco de tranquilidad.

Recapitulando todo lo que paso y pensando las cosas más tranquilo, existe la posibilidad de que Samantha fue la que encendió la TV en el momento en que Fabiola subió encima de mí, no le encuentro otra explicación a ese suceso. Algo o alguien quería que mirara la televisión en ese preciso instante, y si eso no hubiera pasado, tal vez caería inevitablemente en los encantos de mi ex.

Por otra parte, tampoco entiendo la actitud de Fabiola, ¿será que no es feliz? o quizás extraña lo que algún día tuvimos. No lo sé, pero es desconcertante su comportamiento. Los seres humanos extrañamos el objeto cuando no lo tenemos en nuestras manos y una vez que lo tenemos pierde completamente su interés.

Sin darme cuenta de la hora, ya faltaban 10 minutos para que la alarma empezara a sonar. Se me fue la noche en telarañas tejidas en mi mente. Con poca energía comienza mi día y abordó el primer metro que inicia su recorrido hacia el terminal politécnico, en cada estación cambié de vagón esperando verla sentada como la primera vez.

El metro llegó a IPN y Samantha no apareció, son 6:45 pero hoy entró al trabajo a las 8 de la mañana. Quizás me dé tiempo dar otra vuelta, así que cambio de anden para regresar a Pantitlán nuevamente.

En el trayecto de regreso, hago exactamente lo mismo, cambie de vagón en cada estación mientras escuchaba Creep, la canción que a partir de hoy será nuestra, no hay otra canción que pueda explicar mejor mi sentir. ¿Por qué será que buscamos una canción que concuerde con nuestra situación?, a veces no encuentras las palabras correctas para expresar lo que sientes hasta que las escuchas. En mi caso me encanta romantizar cada momento que vale la pena como esto que estoy viviendo, un amor sobrenatural. De hecho, llevo toda la mañana escuchándola, el número de veces ya no es tan fácil de contar. Decido cambiar la canción a "arrullo de estrellas" de León Larregui, la cual me recuerda a la noche que dormí en su regazo. Lo nuestro es algo místico, algo fuera de este mundo plano.

Son 7:40, llegué nuevamente a la estación politécnico, Samantha no está. Ni hablar, si pudiera lo intentaría todo el día, pero tengo que trabajar.

Al salir del andén y pasar por los torniquetes siento algo extraño. Como esa sensación de cuando olvidas algo, pero no recuerdas que es, me doy cuenta de que la echo de menos, la quiero y la necesito en mi vida.

Me dirijo a la taquilla a comprar un boleto más. No me importa el trabajo, solo quiero verla, aunque sea una vez más, necesito las respuestas a todas las preguntas que llevo haciendo en mi mente en las últimas horas.

Corrí de nueva cuenta al andén para regresar a la estación Pantitlán con la esperanza de encontrarla esta vez. Y sin esperarlo, ahí estaba ella, Samantha. Me miró y sonrió con dulzura e inmediatamente mi día se convertía en el mejor de todos.

No lo pude evitar y aceleré el paso hasta llegar a 10 centímetros de ella. Rodeo mi cuello con sus delgados brazos y yo tomé su pequeña cintura. Me beso con la ternura a la que empezaba acostumbrarme. ¿Cómo no corresponder el anhelado beso?. Me hacía sentir que éramos novios, aunque llevamos 4 días de conocernos, los suficientes para hacerme volar la cabeza. No encontraba las palabras para decirle lo que ahora ya sabía.

— Sabes mi verdad, ahora quiero saber qué piensas al respecto Mateo. — Contesto Samantha sin dejar de rodear mi cuello con sus brazos. Esto rebasaba toda lógica, de alguna manera sabe que me entere de la verdad. Lo ultimo que quiero es incomodarla, y a decir verdad no me interesa lo que sea ni de donde venga, quiero estar con ella de cualquier manera. —Tengo muchas preguntas de las cuales ninguna respuesta me interesa, solo una. —Conteste.

—¿Ah sí?, ¿Cual?. — Respondió Samantha. Quería decirle a gritos que se convirtiera en mi novia, pero no de la manera más común. Siempre había querido darle un significado al libro que leí de un escritor llamado Bauman y ahora tiene todo el sentido del mundo. —¿Quieres ser mi amor sólido?. — Samantha sonrió, no tenía la menor idea de lo que eso significaba y moría de curiosidad, lo podía ver en la expresión de su rostro.

—Te respondería si supiera que es lo que significa. — Contesto entre pequeñas risas a las que respondí con una pequeña mueca. — El amor sólido es aquel que pretende durar para toda la vida, es aquel que es estable, que perdura, permanece y entrega desinteresadamente. A diferencia del amor líquido el cual condiciona, es inestable, no es permanente, básicamente hoy te amo, pero si mañana no obtengo los beneficios que espero ya no. Por eso quiero desesperadamente que seas mi amor sólido. — Dije tomándola de las manos.

—Daría lo que fuera por no tener el tiempo contado para estar contigo, pero no puedo prometer algo que no se si pueda cumplir, hoy estoy aquí contigo, pero mañana no lo sé, ya no hay un futuro para mí. Lo que, si sé, es que te espere durante mucho tiempo hasta que tuvieras la edad. — Contestó Samantha con lágrimas a punto de desbordar. Y al mirarla tan conmovida sentí un nudo en la garganta y no pude decir nada hasta que continuo.

—Llevo 16 años aquí, veo a tantas personas todos los días. Pero ellos no me pueden ver, solo tú, la primera vez que te vi, tenías no más de 11 años. Ibas acompañado de tu mamá. No recuerdo exactamente en qué estación, y desconozco a dónde ibas. Pero nos miramos uno al otro, te salude con la mano y tu inocentemente contestaste el saludo. Me acerque a ti y frote tu cabello, tú me sonreíste. Sabía que si tu podías verme era por alguna razón. Desde ese momento mi alma te reconoció. —

—A mí me pasó lo mismo, algo me decía que ya te conocía de algún lugar, y al tocarte, al besarte, al abrazarte, al charlar contigo, es hacer recordar a mi mente algo que ya viví. Ahora comprendo porque me besaste el primer día de conocerte. — Dije en tono de burla.

— Mateo, no me importa de qué forma pero quiero estar a tu lado, quiero ser tu amor sólido, tal y como lo dices.— Samantha me apretó junto a su cuerpo y me beso con desesperación como si el tiempo estuviera en nuestra contra.

— No puedo quedarme mucho tiempo, soy un espíritu. Un espíritu atrapado en el lugar de su muerte, no puedo ascender. Te amo, no necesito más tiempo para volverlo a decir.— Sin poder decir más se desvaneció junto con un aire frío que chocó en mi rostro. Los minutos que pase con ella se hicieron segundos.

La gente que pasaba por el andén me miraba de una manera extraña, incluso una señora del otro andén apunto su dedo hacia mí para que otra mujer que la acompañaba volteara a verme.

No es difícil saber lo que piensan, quizás digan que sufro de mis facultades mentales o que estoy loco, pero quien que está enamorado no posee un poco de locura. Todos en algún momento deliramos por amor, cómo decía Paulo Coelho "La locura del hombre y de la mujer es el amor", y tiene toda la razón, mi locura ha sido el amor sea o no correspondido me entrego completamente.

El alma es algo inmaterial que puede pensar, sentir o recordar. Esa parte que se va cuando el cuerpo muere y que de alguna manera puede regresar a otro cuerpo en determinado número de años, la reencarnación. No encuentro otra explicación acerca de la conexión entre Samantha y yo. Trasciende el tiempo y espacio.

El alma de Samantha no puede descansar en paz, porque sigue atrapada en esta realidad. Somos dos almas que se buscaron y por fin se han encontrado, no se después de cuánto tiempo, pero ahora están juntas.

Pasa por mi mente tantas cosas y entre ellas ayudarla, pero no sé cómo. Y si encontrara la manera de hacerlo su alma puede descansar e irse y nunca más la volvería a ver, o al menos no sería pronto.

Si soy egoísta y solo pienso en mí, lo mejor sería seguir así aunque eso implique verla no tan seguido como quisiéramos, pero es eso o nada. Esto va en contra de mi significado personal del amor, mi deber es ayudarla. Es muy tarde, por el día de hoy no volveré a ver a mi amor asique ya no tengo nada que hacer en el metro, cuando mi jornada laboral esta a punto de comenzar.

Son las 7 de la noche, este día en especial las paredes de mi habitación lucen sombrías y a cada respiro me siento más enclaustrado en mi departamento.

Mi mente se atormenta pensando en que la única manera de ayudar a Samantha sea en hacer pagar a su asesino y no es metiéndolo a la cárcel, ya que su madre lleva mucho tiempo intentando que se haga justicia sin tener éxito. Asesinarlo es la única manera, arrebatando su vida, así como él lo hizo con Sam.

Pero con esto viene el análisis de las consecuencias, la cárcel es lo que me esperaría si cometo ese delito. Mi madre se decepcionará de mí, que aunque nuestra relación no es muy cercana. Trato de visitarla frecuentemente, somos muy distintos y esto nos hacía pelear a menudo, por eso decidí vivir solo desde los 20 años. El dolor que le causaría sería eterno, ya que la pena aquí en México es de 12 a 20 años de cárcel.

Pero al final Samantha vale la pena correr ese riesgo, aunque sé cuál es mi destino, un destino que es tan obvio, ojalá así fuera todo. Saber con certeza lo que va a pasar y poder tomar mejores decisiones, desafortunadamente no es así.

Tengo que saber más de Rafael Altamirano, y Sam es la única manera. El sonido de la puerta interrumpe mi conflicto interno. Levantó mi cuerpo de la cama con una pesadez enorme.

—¿Quien?. — Pregunte.

—Fabiola. —

No podía creer que fuera ella después de lo que pasó el día de ayer. Y llega en un mal momento. Espero esta vez sea para algo importante. Abrí la puerta sin invitarla a pasar. —Hola, ¿Cómo estas? — Pregunte, no sabia como saludarla, ahora me doy cuenta de que se ha vuelto una completa extraña para mí.

— Que pasa contigo Mateo llevo horas marcando a tu teléfono celular y mandando mensajes de WhatsApp. Tu última conexión es de hace días, me preocupas mucho. — Respondió Fabiola, como si nada hubiera pasado.

Se acercó dándome un abrazo y rodeando mi cintura con sus brazos cortos, su rostro quedó a la altura de mi pecho como en incontables ocasiones lo hacía. Su perfume con olor a melón llegó a mi nariz, ese perfume que no podía oler en ninguna parte porque me provocaba una sensación muy desagradable. Una especie de excitación sexual con un sentimiento de celos incontrolables. Ya que antes de ver a su actual pareja se perfumaba, muy difícil de explicar. Pero esa sensación ya no aparece más, de alguna forma mi mente y mi alma están sanando.

—Me haces mucha falta Mateo, las cosas con Erick no son como yo imaginé. No sé cómo pude dejarte ir, al verte en el centro comercial, me moviste muchos sentimientos en mi interior, llevo días deseando verte pero no me animaba a buscarte por miedo al rechazo de tu parte. — Dijo Fabiola.

—No entiendo Fabiola, ¿y como creíste que serían las cosas?.—

—Pues, creí que el me respetaría, que me amaría aunque sea la mitad de lo que tú me amas. —

Aparte a Fabiola de mi cuerpo. —¿Y qué te hace pensar que aún te amo?, me destruiste de la manera más cruel. Metiste a un hombre a nuestra cama mientras yo trabajaba, y ese mismo día dijiste que no sentías nada por mí. Mientras él se vestía en la habitación que duermo todos los malditos días. Saliste por la puerta presurosa sin empacar tus cosas. No conforme con eso, el día que regresaste a nuestro hogar a empacar tus cosas lo único que tenías para mí era la frase "no eres suficiente hombre para mí", al preguntar porque me habías engañado. ¿Lo recuerdas?.— Al hablar de eso, me hizo recordar cada detalle de esos recuerdos suprimidos, pero que ya no dolían con la misma intensidad. La caja de pandora fue abierta y no causo el caos que yo esperaba.

—Te perdono Fabiola, aunque jamás lo hayas pedido. — Por un momento Fabiola me miró con cara de ilusión, paso por su cabeza regresar y recuperar lo perdido. Pero lo perdido no siempre se puede recuperar.

—Pero eso no significa que puedo volver a estar contigo, porque sería no tener amor propio. Cada día seria recordar todo lo que sufrí y eso no es lo que quiero para mi vida. — Continúe terminando la frase.

Ella apretó ambos párpados, y bajo poco a poco su rostro. Debo confesar que mi corazón se estrujo, no quería verla sufrir, pero ya no podía hacer más por ella. Si siguiera mis impulsos carnales, ya estaría en la cama con Fabiola. Pero eso sería engañarme a mí y utilizarla a ella, a pesar de todo no es algo que quiera llevar en mi consciencia.

—Te entiendo, y no te culpó. La verdad es que no soy feliz, siempre regresamos a donde alguna vez lo fuimos. Se que ya hay alguien más en tu vida y espero que ella si sepa valorarte. —

—¿A qué te refieres con alguien más?.— Pregunte.

—Si, te vi abrazando a una chica de cabello negro en el metro. Creí que quizás era una amiga tuya, pero ahora veo que no. Suerte Mateo que seas muy feliz, solo no me alejes por completo, déjame seguir a tu lado, aunque sea como una vieja amiga. — Fabiola tomo su bolsa y salió de mi departamento, ¿Cómo es que ella pudo ver a Samantha?, si según Sam solo yo podía verla. Algo aquí no me esta cuadrando.

Son ocho y media de la noche, al regresar a mi habitación. Samantha estaba sentada en mi cama, a decir verdad, ya no me sorprendía tanto, creo que empiezo a acostumbrarme a esas apariciones repentinas cuando menos me lo espero.

—Era "ella" verdad, sigue buscándote. — Dijo Samantha en un noto de disgusto.

Me senté a un costado de ella. —Si, y si escuchaste todo, ya sabrás que la rechacé una vez más. — Samantha sonrió y me miró dulcemente. Intenté tomarla de la mano y no pude, mi mano se introdujo en su silueta hasta tocar la cama. Este hecho me hizo rápidamente retirar mi mano.

—Tranquilo, no pasa nada. No puedes tocarme porque no tengo la energía para materializarme, soy una clase de holograma con voz.—

—No te preocupes, no tienes por qué disculparte, ya entiendo. Solo cuando te materializas pueden verte los demás. — Conteste.

—No todos, solo algunos, hay gente que puede y hay gente no. Pero tú puedes verme y escucharme de las dos formas. — Respondió Samantha.

—¿Cómo puedo hacer algo por ti?, me da impotencia no hacer nada y quedarme a esperar que la vida nos vuelva a encontrar. —

—No puedes hacer nada cariño, mi vida terminó en 2003. Mi madre nunca superará mi muerte. ¿Qué madre podría superar el asesinato de su hijo o hija?, y veo muy difícil que se haga justicia. — Interrumpió.

Ella se recostó en la cama y yo hice lo mismo, de manera que los dos quedamos mirando el techo de color blanco. Pensé en contarle mis intenciones de asesinar a Rafael. Pero no sabía cómo iba a reaccionar o como tomaría aquella revelación.

—Haría lo que fuera por ti Sam, lo que sea. Te amo y no sé si este bien decirlo en tan poco tiempo, claro relativamente porque estoy seguro de que en otra vida nuestras almas estuvieron juntas. Es como si recordará mi amor hacia ti al verte. —

— Corazón, no sé si puedas hacer algo. Lo que paso en 2003 quizás en parte fue mi culpa por permitir agresiones físicas en la relación y no terminarla a tiempo. Ese es el error de las mujeres, creer que es amor cuando no lo es. Tuve muchas oportunidades de terminar con él y no lo hice. Rafael vivía a dos calles de mi casa donde vivía con mi madre, nos conocíamos desde niños. Comenzamos una relación desde que yo tenía 16 años y el 19, al principio como todo, era lindo. Pero como fuimos creciendo y la relación cambiando, aparecieron los celos y problemas. Los cuales no supe en qué momento se salieron de control. Ese día era sábado, el iría por mí a la escuela ya que estaba tomando curso de inglés los fines de semana, pero se tardó más de lo esperado y camine hacia el metro politécnico para dirigirme a casa junto con un compañero de mi clase. Al llegar al andén, Rafael venía bajando de uno de los vagones y nos vio. No estábamos haciendo nada malo te lo juro, solo hablábamos de la escuela y los profesores, mi pecado fue despedirme con un beso en la mejilla de mi compañero. En ese momento no lo reconocí, algo cambió en su rostro, mi compañero se fue inmediatamente, él se acercó. Me tomo del brazo fuertemente y me llevó al fondo del Anden, me comenzó a insultar y a golpear en el estómago. Casi no había gente ya que era sábado y los pocos que había no hicieron nada por ayudarme. No era la primera vez que se ponía así, pero si la primera vez que vi esa mirada aterradora. — Samantha se detuvo, aun le dolía recordar, pero al final continuo. —El metro venía arribando a la estación, Rafael se dio cuenta, yo sé que él se dio cuenta, en ese, momento me arrojó a las vías, estoy segura de que no fue un accidente. En ese momento el chófer no pudo detenerse. No sentí dolor o al menos no recuerdo haberlo sentido. Al poco tiempo estaba nuevamente en la estación, pero ya no formaba parte de este mundo. Vi como los forenses retiraban los restos de mi cuerpo de las vías del metro, fue ahí cuando me arrepentí por no poner un alto a tiempo a ese hombre violento. — Pude ver la tristeza y a la vez impotencia de Samantha al recordar su muerte, no quise que siguiera. No necesitaba saber más Rafael, definitivamente merecía morir.

—Lo lamento como no te imaginas, creo que llegue tarde a tu vida Sam. —

—O llegaste en el momento indicado, no hay casualidades Mateo, no existen. —

No podía preguntarle sobre el paradero de Rafael directamente, sospecharía y además no es algo que quiero que recuerde.

—¿En dónde vivías? — Respondí, cambiando de tema drásticamente para no causarle más sufrimiento.

—¿Conoces cerca de metro Chabacano?, en Oriente 107 número 35. Ahí viví muy feliz con mi madre, de mi padre no supe nada en toda mi vida hasta el día de mi funeral, ese día se apareció y mi madre reaccionó de la manera que yo jamás imaginé. Lo abrazo y dijo: —Nuestra niña, nos quitaron a nuestra niña. — Rota en llanto, pero el no tuvo ninguna señal de estar sufriendo por mi partida y después de ese día no lo eh vuelto a ver.—

Sea cual sea lo que le pregunte a Samantha todas tienen respuestas que la llevan a recuerdos dolorosos. Qué difícil es tener una conversación sin hacerla sentir triste.

—Dejemos de un lado todos esos recuerdos y momentos desagradables. Imagina que el techo es el cielo y en esta pintada la luna iluminando ligeramente la noche, haciendo juego con las estrellas, unas más pequeñas que otras y sobre todo ese hermoso paisaje, hay un dios que fue su voluntad hacer estas dos almas que se buscaron por mucho tiempo estén juntas de nuevo. —

—Y así será por siempre, mientras sigas mi camino "Mat". Mi amor sólido. —

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