#4 Salvar A Una
Lanzo un brazo hacia atrás para defenderme, que golpea repentinamente a una chica en la cara, la miro, es la rubia amiga de Paris, está tan borracha que cae al piso del golpe y se lleva las manos a la nariz.
- Tranquila - entonces veo a Paris que frunce el ceño en mi dirección, al parecer ella fue quien tiró de mi vestido.
Intento disculparme y voy directo hacia la rubia, la ayudo a levantar pero entonces me doy cuenta de que el taxi se ha ido.
- ¿Que querías? - pregunto irritada en dirección a la morena.
- Pues esta tonta no sabe en que país vive, y necesito ayuda para llevarla a su casa - dice con tono severo - Vive ahí.
Señala un edificio al final de la calle, comprendo entonces sus razones.
- ¿Y las demás? - paso el brazo de la rubia por mi hombro.
- Ojalá supiera - espeta ella - si al menos puedo salvar a una, viviré con eso.
Me da mucha risa lo que acaba de decir y ella lo nota, entonces intercambiamos una rápida mirada de complicidad.
Empezamos a caminar intentando que la chica no se desplome.
- Paris... Yo... Tú... Amiga mi, yo... - farmulla.
- No me vayas a declarar tu amor ahora tonta - dice Paris dirigiéndose a la chica ebria.
Ella ríe y en un rápido movimiento se suelta de nosotras para intentar caminar sola, sorpresivamente lo logra, pero nos quedamos atrás de ella.
Entonces lentamente llegamos hasta el edificio que Paris señaló.
- Acabo de recordar y creo que es en ese de allá - explica la morena señalando otro edificio un poco más lejos.
Frunzo el ceño.
- Sabes, soy lo suficientemente amable para ayudarte, ¿A donde debemos ir exactamente?
Ella me da una blanca sonrisa.
- Que inteligente - señala entonces un edificio tres calles más lejos - Es que no quiero ir sola.
Afirmo con la cabeza, apenas llevamos nuestra tercera conversación y ya he descubierto que tiene técnicas de manipulación.
Mientras seguimos el trayecto me fijo en sus zapatos, unos delicados T-Strap negros, siento entonces un extraño y repentino conflicto mental. Mi mamá trabajó en muchas cosas, pero recuerdo bien cuando tenía ocho años y me llevaba a una zapatería, yo literalmente pasaba horas reforzando teorías sobre la similitud entre el calzado de las personas y su rostro, los T-Strap estaban rigurosamente clasificados en dos categorías; tacón alto, putisima, tacón bajo, mojigata, y es el único zapato femenino que logra pasar por todo el espectro de la mujer hipersexualizada. Pero en su caso, un tacón medio que puede decir muchísimas cosas, me hizo sentir, durante las dos calles que los detallé, la mujer con menos gracia del planeta, porque ella... Es tan dominante ¿Como logra aparentar tanto? Quiero decir, apenas la conozco y no sé si debajo de esa ropa de discoteca haya una mujer sensible, pero es que...
Decido respirar profundamente el aire frío de la noche y aclarar mi mente.
- ¡Mierda! - escucho un grito, los T-Strap dan un salto.
Entonces observo como de repente la rubia borracha empieza a correr en dirección a la autopista y se tira en mitad de la vía sin razón aparente.
- ¡Dónde estás! - empieza a llorar y levanta los brazos arrodillada, ahí ¡En medio de la puta vía!
Paris corre hacia ella, pero entonces una moto pasa a toda velocidad pitando muy fuerte lo que la hace volver al andén, veo al final de la calle un camión dirigirse hacia la rubia, entro en pánico, Paris parece tener la intención de correr pero lo duda. Por un sólo instante visualizo la escena traumática que está a punto de suceder así que tiro del brazo de Paris llevándola de vuelta a la acera y salgo corriendo hacia la calle.
Tiro de la rubia como si fuera una bolsa de patatas y ella con quejidos logra moverse conmigo, llegamos a la otra acera y el camión pasa sin ningún problema, tal vez el conductor ni siquiera lo haya notado pero yo estoy a punto de darle un puño a la rubia.
Suspiro, Paris llega junto a nosotras, me mira por varios segundos y luego a su amiga.
- Me encargaré de que te vuelvas la esclava de Alice Springs - le dice Paris a la rubia mientras le da una mirada de decepción.
- Mi nombre es Sarah - corrijo a la morena.
Ella se toma un minuto entero para responderme.
- Lo sé.
La chica levanta a su amiga y le da un abrazo porque aunque casi se suicida de una manera muy tonta sigue sollozando.
- Sarah Pearson, estudiaste en Charles Darwin de Alice Springs, vives en un piso en Docklands - señala un llavero colgando de mi dedo que denota muy fácilmente mi residencia - Se puede saber tanto sobre ti...
Me quedo estática, me ha detallado también, entonces me pongo de píe firmemente y decido dejar de parecer un perro faldero a su lado.
- Paris Scott... - intento pensar en algo intuitivo que no sea demasiado obvio sobre ella... Pero ni siquiera sé su edad y apenas si pude preguntar su nombre, entonces simplemente me quedo callada.
Ella me ignora y seguimos caminando, siento el ambiente tenso, en apenas unas tres oraciones bien hechas me bajó la moral e hizo que me replanteara mi nivel de distracción.
- ¿Entonces estuviste en la facultad con Sergi? - pregunto.
- La misma carrera, fuimos laureados y por eso entramos a Polymorphic directamente - responde muy orgullosa de su misma.
- Siempre con la superioridad - murmuro casi para mi misma.
Llegamos al edificio de la rubia y Paris simplemente le entrega al guardia de la puerta la chica ebria como un paquete cualquiera, agradece al hombre, se acomoda el abrigo y vuelve a la calle con una sonrisa de satisfacción que en mi caso jamás lograría.
- Sarah Pearson... - pronuncia mi nombre como si estuviese a punto de darme un discurso, pero en cambio mira hacia la gran calle y avenida vacía para luego sacar un cigarrillo eléctrico y colocarlo en su boca - ¿Sabes que las mujeres que estudiamos computación somos una escasa minoría? - afirmo - y que las que ganamos un salario como el nuestro antes de los veinticinco también ¿Cierto? - vuelvo a afirmar.
Ella cala del aparato y expulsa el aire al espacio, se acerca a mi con sus piernas largas y esa mirada, ni siquiera tiene un color de ojos especial pero intimida que te mueres.
- Entonces dame una buena razón para no disfrutar de nuestra superioridad - lo dice y su encanto muere instantáneamente - En especial tú que vienes desde tan lejos.
- ¿Humildad? ¿Modestia?
Me da una de sus sonrisas.
- Que tierna eres.
- No me trates como tu perra - uso tono firme.
Ella sonríe, me mira de arriba a abajo cuál niña pija y se muerde el labio, mi respiración se corta.
Entonces sigue caminando ignorando lo que digo, parece que le encanta dejarme esperando sus respuestas, va en dirección opuesta como si quisiera volver a la discoteca.
- ¿Donde vives? - me apresuro a preguntar.
- Ven conmigo - espeta.
Observo varios taxis pasar por la avenida, siento la tentación de dejarla caminando sola, pero voy junto a ella.
Paris simplemente se mueve por las calles a mucha velocidad, hasta ahora no me percato de que somos dos mujeres solas con varios tragos encima caminando en medio de la noche sin rumbo aparente.
Entonces ella se detiene frente a un balconcito en la calle con vista al mar, apenas se percibe el sonido de las olas y nuestros zapatos al detenerse en el piso con restos de arena. Parece una zona turística.
- Vivo un poco a las afueras - me dice.
Me quedo un segundo pensando en lo inútil que fue su respuesta.
- ¿Intentas hacerte la misteriosa? - ella encarna una ceja.
- Que sincera estás hoy - vuelve a calar de su cigarrillo eléctrico.
De repente, cuando estaba a punto de empezar una conversación para que al volver a vernos en la oficina al menos se digne a saludar ella suelta un silbido cuál jugador de fútbol pero lo más sorprendente es que le responden desde una de las pequeñas tienditas de comida.
Camina en esa dirección, decido seguirla, sale entonces de la tienda una persona cuyo género no identifico vestido con un cortavientos.
- Paris, que guapa- dice aquella persona - Cada vez vienes más tarde.
- Que te digo, hoy traigo a una turista del desierto - me señala - ¿Que me recomiendas?
Entonces aquella persona vuelve a entrar a la tiendita.
- ¿Quieres probar un postre de Melbourne, Alice Springs? - me pregunta sentándose en el piso repentinamente - para no deberte nada.
Tomo asiento junto a ella, es un lugar muy bonito pero no termino de entender porqué ha dicho que me debe algo algo.
- Lo de ayudar a tu amiga fue un favor - aclaro.
- Ya sé, pero no quiero que creas que soy una fresca - responde con desdén - De favores no vive la gente.
Llega entonces la persona con un plato donde hay dos cosas que parecen turrones de chocolate, entonces le agradece y me hace una señal para que lo pruebe, yo soy exceptica.
- Tienes que tomarlo de abajo, porque puede romperse - me indica como comer el turrón - y luego lo metes todo a la boca - hace aquello con muchas ganas y luego con la boca llena me dice la última indicación - y lo saboreas por un montón de tiempo.
Titubeante, tomo el alimento como ella dijo y lo miro, luego la observo a ella, tiene una de esas miradas que hacen que todo el mundo les haga caso.
Meto el turrón y comienzo a masticar, me sorprendo, es chocolate efectivamente pero amargo, con relleno de cerezas y un raro sabor cítrico... Que inesperado, me encanta, le doy una mirada de aprobación a la chica.
- Es.. Nis.. Mo - digo con la boca llena.
Ella dice "Ehh" que es como un "Qué" pero aún con el turrón metido.
- Ehh, eee... Nis mo - vuelvo a articular intentado decir "Es buenísimo".
Ella suelta una risa ahogada igual que yo, afirma varias veces y responde "iii".
Después de un rato de masticar y reírnos por hablar como morzas logro articular algo coherente.
- Borracha me has caído mejor - digo y por un segundo siento que ha sido ofensivo, pero ella sonríe.
- La que está borracha eres tú Alice Springs - responde, creo que tiene razón.
Esa noche acabó de forma simple, alguna que otra conversación tonta, que al final se tornaba intensa con las respuestas tan inoportunas de la chica, tan rápidamente como la he conocido me encuentro con que tiene un montón de estados de ánimo, yo siempre soy igual y me parece intrigante que existan personas que son sólo una cosa.
Pero entonces al día siguiente, que es lo más sorprendente de los habitantes de Melbourne, la capacidad que tienen para ir de fiesta un lunes, llegué al trabajo como siempre, y aunque no lo quisiera admitir, realmente esperé a Paris para empezar el primer trabajo, y que me dijera algún aburrido y denigrante "Hola Alice Springs", pero ella fue a su escritorio y ni siquiera sus ojos cayeron en mi.
- Hey Sarah ¿Llegaste bien anoche? - me giro de golpe para ver a Sergi.
Me dan ganas de contarle lo de la rubia y los turrones de cereza y chocolate.
- Sí - decido responder simplemente.
- Sabes, estuve comparando algunos datos del ge... - empieza a hablar el chico pero su voz se dispersa en mi cabeza en el segundo que siento un movimiento a mi izquierda.
Tras el cristal Paris Scott se ha levantado con el disco duro entre sus manos, camina para dar la vuelta hacia mi oficina con ese porte que tiene y lo deja en mis manos.
Tomo el valor de mirarla a los ojos porque quiero ese saludo, me tiene harta sentir incomodidad cuando le hablo, y entonces observo como sus párpados se abren un milisegundo para luego hacer algo que a duras penas se le llamaría sonrisa, el saludo más discreto y poco formal que me han dado en la vida... Pero eso no impide que ese insignificante gesto me deje rendida, Literalmente tiemblo al verla salir de mi oficina... ¿Cómo es que tiene tanto poder?