4. BAJO SOSPECHA
Por otro lado, Siena Brabery se encontraba en su pequeño departamento. Estar en su cama junto a su adorado niño ya no le importaba nada.
Selim, aunque no vivía con ella, estaba en contacto constante. Mientras estaba acostada, jugando con las manitas de su bebé, fue interrumpida por el timbre de mensaje en su celular.
— Siena, mañana tengo una reunión de trabajo. Como eres mi asistente, debes acompañarme. Te espero en el restaurante Tex—Men a las nueve de la noche —al leer el mensaje de un remitente sin nombre, Siena no pudo evitar soltar un suspiro.
Era sumamente extraño para Siena que la citara en un restaurante un sábado por la noche. El simple hecho de que muy pronto lo tendría nuevamente frente a ella la hacía temblar. Una electricidad recorría su cuerpo cada vez que recordaba la mirada de Asher. Prefirió dormir junto a su hijo para descansar.
Al día siguiente, Siena tenía que ir de compras al supermercado, y Selim la acompañaría. Ambas se asegurarían de surtir sus provisiones, ya que muy pronto ella se mudaría con ella.
Dylan estaba profundamente dormido en brazos de su madre mientras Siena y Selim buscaban lo que necesitaban. Lo que Siena jamás imaginó fue que se encontraría con Starling en el mismo supermercado comprando. Pero, por caprichos de la vida, o más bien por alguna extraña gracia, Starling no la vio. Como si fuera un vil criminal, Siena tuvo que esconderse para que el gerente de la empresa donde trabaja no la viera.
— Siena, ¿qué sucede contigo? —Selim no esperó mucho para preguntar sobre aquella extraña actitud de su amiga.
— Baja la voz, que no te escuchen, especialmente el hombre que está frente a nosotros —Selim observó discretamente al hombre que estaba justo enfrente.
— Starling... Es el gerente, ¿por qué te escondes? —volvió a indagar. Esta vez, Selim bajó la voz.
— Para mantener el puesto, no revelé que soy madre. —al escuchar eso, Selim recordó las condiciones que tenían las asistentes para ocupar el cargo.
— Dame tu bolso, si descubre que soy yo la madre, no te afectará... También tu bolso. ¿Aun así sospechará? — Siena entregó su bolso, esperando que Starling no sospechara. Cuando Siena tomaba algo del supermercado, Starling la vio.
— Siena, ¿también estás comprando? Lo siento, permíteme presentarte a mi esposa Mirian. Mirian, ella es la nueva asistente del joven Asher. —Mirian era la típica mujer que no ocultaba sus pensamientos.
— Entonces te llamas Siena... Es un placer. Lamentablemente, tu belleza no te salvará de la ira de Asher Crosetti —Siena se sorprendió al darse cuenta de que ninguno de aquellos que conocían a su jefe tenía una buena imagen de ese ejecutivo.
— Selim, tú también estás aquí —Starling señaló a Selim, y ambos ya estaban en la mira de Starling.
— ¿Ambos están juntos? ¿Se conocen? —No tardaron las preguntas del gerente. Tanto Siena como Selim estaban nerviosos.
— Sí — Ambos respondieron al unísono.
— Oh, mira, Starling. El hijo de Selim es hermoso. Luego me pasas tu dirección, queremos ir a visitarte para verlo mejor — Tanto Siena como Selim se miraron al mismo tiempo.
Por un lado, Siena se sentía aliviada; al parecer, Starling y su esposa habían creído que el bebé era de Selim. Pero, por otro lado, sentía que a medida que pasaban los días se enredaba más en situaciones complicadas. Haría cualquier cosa por proteger a su hijo y mantener el trabajo. Jamás se le había ocurrido buscar a Samuel para decirle que había nacido el hijo de ambos. El orgullo de ella era más fuerte que sus dudas constantes sobre qué decirle a su hijo en el futuro sobre su padre.
Siena jamás había actuado de forma egoísta, pero esta vez sentía que lo haría. Había pagado caro por aquel amor que luchó contra todo y finalmente sintió la traición. Ahora, no dejaría que nadie la lastimara. Estaba dispuesta a ocultar la verdad de su padre siempre que ella y su hijo estuvieran seguros. Después de superar el primer obstáculo del día, se bajó del taxi frente a un restaurante frecuentado por personas influyentes. Siena se preguntaba qué hacía allí un sábado. El viento golpeaba su rostro mientras observaba el cielo, una lluvia se avecinaba, pero no era eso lo que le preocupaba, sino la persona que la esperaba dentro de aquel lugar. Asher ya se encontraba en el interior del restaurante, acompañado por una pareja elegante e influyente.
— Buenas noches... Disculpen mi demora, pero la carretera estaba muy congestionada — las palabras de Siena llamaron la atención de las dos personas que estaban frente a Asher, pero él simplemente sonrió levemente, como si lo que acababa de decir fuera una broma de mal gusto.
— Señores, les presento a mi nueva asistente, la señorita Siena Brabery. Siena, te presento a los inversores de Canadá, la señora Leticia Marín y su esposo Anthony Casanova —Asher sabía que apenas comenzaba su pequeña venganza por atreverse a mentirle fríamente.
— Un gusto conocerlos —manifestó Siena mientras saludaba cortésmente al matrimonio.
Las horas pasaban y Siena estaba atenta a cada conversación entre su jefe y los inversores, sintiéndose incómoda, como si estuviera de más. Aun así, intentaba mostrarse tranquila con una sonrisa que contagiaba hasta a los meseros que se acercaban a dejar los pedidos de los clientes.
— Hemos pasado dos horas hablando de trabajo. Señorita Siena, veo que usted no habla mucho. Dígame, ¿qué opina del proyecto Centurión? —Las miradas de Asher y del matrimonio estaban fijas en ella.
— Bueno, pienso que si está destinado al turismo, debería haber en este punto, aquí y otro más aquí, un complejo donde las madres puedan llevar a sus hijos para disfrutar de un parque recreativo, y además, tener un lugar donde preparar sus almuerzos para compartir en familia —Todos quedaron en silencio al escucharla. Siena sintió presión al terminar de dar su opinión, sin saber si había hecho bien o si había perjudicado a su jefe. El silencio entre los tres era alarmante para ella.
— Vaya, jamás se nos había ocurrido. Creo que es una gran idea. ¿Qué opina, Sr. Asher? —Asher, tras escuchar las palabras de su asistente, aclaró la garganta antes de dar su respuesta.
— Sí, supongo que los complejos para los más pequeños estarían muy bien ubicados. Pero todos sabemos que sería más costoso al momento de invertir en ello —Siena, era la primera vez que daba su opinión en un proyecto de trabajo de esa magnitud. Ni siquiera cuando estuvo casada con Samuel se atrevía a opinar en asuntos relacionados con su trabajo.
— No importa lo que cueste, quiero esos complejos allí. Podemos establecer el costo y la fecha de finalización de la construcción, Sr. Asher. Mis abogados se pondrán en contacto con ustedes para firmar y comenzar con esto —dijo Casanova, extendiendo la mano para estrecharla con la de Asher.
— Señorita Siena, esperamos que, cuando el complejo esté terminado, traiga a sus hijos y a su esposo a nuestro complejo — El rostro de Siena palideció al escuchar esas palabras.
— Ella no está casada ni tiene hijos. Si los tuviera, créanme, no estaría trabajando conmigo — Asher pronunció esas palabras mientras clavaba sus ojos en el rostro de ella. Siena, sintiendo esa mirada penetrante y desafiante, apretó las manos nerviosamente.
— ¿Cómo? No entiendo —exclamó Leticia, sorprendida por las palabras de Asher.
— ¡Es una política de mi empresa! —Asher mostró una pequeña sonrisa mientras guiñaba el ojo en complicidad con los dos inversores. Estaba claro que lo tomaban como una broma para intimidar a la asistente, aunque ellos no sabían que esa era realmente la política de la empresa Cielo Digital.
Después de despedirse de los inversores, Siena no dudó en hacer lo mismo. Miró la hora en su reloj de mano, un poco desgastado por el uso, y tomó su bolso. Una mano fuerte y grande detuvo sus acciones. Levantó la mirada hacia Asher, que la fulminaba con la mirada. Si las miradas de enojo mataran, Siena ya estaría muerta. Tragó saliva con dificultad y se mantuvo en la misma posición.
— ¡Te llevaré a casa! —sentenció Asher, haciendo que Siena sintiera el verdadero peligro que se cernía sobre ella.
— No, no es necesario. Llamaré un taxi para que me lleve. No quisiera perturbar su tiempo, señor — Siena retiró su bolso y sus manos, saliendo prácticamente huyendo de su jefe.
Asher la siguió para abrir él mismo la puerta del taxi a su asistente. Aunque estuviera enojado, no iba a dejar de ser caballeroso. Cuando el taxi partió, alguien del restaurante trajo su automóvil. Sin duda, la seguiría. Siena, ajena a las sospechas de su jefe, estaba contenta de regresar a casa. Bajó del taxi y se dirigió hacia el edificio, uno que Asher conocía perfectamente, como varias otras propiedades que poseía en la ciudad.
El joven empresario decidió no bajar y averiguar personalmente. No quería verse envuelto en una situación comprometedora, pero al menos ahora sabía dónde vivía su asistente.
—Hola Kent, tengo un trabajo para ti. Te enviaré los datos de una persona; quiero que averigües todo sobre ella y me mantengas informado —demandó Asher. Kent, su hombre de confianza y mejor amigo, solía estar a cargo de las demás empresas y, por lo general, viajaba por motivos de negocios.
— Sí, Asher, está bien. En el transcurso de la semana te enviaré el informe del hotel Techo de Cristal —Kent era muy eficiente y rara vez dejaba pendientes las tareas que debía presentar ante Asher.
— Y Kent... Esto es confidencial, nadie de mi familia debe saber sobre esta persona aún —para el joven empresario, esa asistente elegante y llena de secretos lo había cautivado desde el primer momento en que la vio.
El domingo pasó rápido y, de repente, Siena estaba acostada junto a su hijo, jugando con sus manitas y observando cómo crecía rápidamente. Se sentía feliz de estar haciéndolo bien como madre soltera. Ambos se estaban conociendo poco a poco, adaptándose día a día. Siena aprendía a ser una mejor madre, mientras que Dylan disfrutaba de la leche materna y del amor más puro que alguien puede tener al llegar a la vida.
— ¡Buenos días, señorita Siena! — Siena se quedó paralizada al ver a su jefe ya en la oficina, miró su reloj y apenas eran las siete y media.
— Señor Asher... ¿Usted aquí a estas horas? —pregunta con extrañeza. Asher, en cambio, camina hacia ella. Siena, al ver que se acerca de manera amenazante, retrocede a medida que avanza el joven empresario. Cuanto más retrocede, más nerviosa se pone. La fría puerta detrás de ella le deja claro que no tiene más lugar donde retroceder y que se encuentra acorralada ante aquel hombre.
— Señorita Siena, ¿por qué siento que mi presencia la incómoda? —ella sujeta con firmeza los dos vasos de café que lleva para poner en el escritorio de su jefe.
— No, son ideas suyas, señor —respondió con voz temblorosa. Lo cierto es que cada vez que tiene cerca de Asher Crosetti, todo en ella se activa en alerta.
— ¡Estupendo! Entonces prepárese porque viajaremos a Londres por negocios —Asher toma los dos vasos de café que Siena sostenía para salir de su espacio personal.
Ella queda perpleja al escuchar aquella noticia, el pánico la estaba acechando, dejándola fuera de sí. Asher seguía hablando mientras bebía su café, mirando por aquel ventanal y admirando la belleza que podía ver desde allí.
Un golpe seco logra llamar la atención del joven empresario. Al voltear para ver qué sucedía, nota a su asistente tirada en el suelo, completamente inconsciente. Verla así alarma a Asher, se apresura a ir y sostenerla en sus brazos.
— ¡Señorita Siena, abra los ojos!... ¿Me oye? — Asher golpea las mejillas de Siena, no demasiado fuerte, pero lo suficiente para que ella recupere el conocimiento.
Al ver que Siena aún estaba inconsciente, la preocupación de Asher iba en aumento. Verla así en sus brazos provocaba una sensación extraña que empezaba a crecer en su interior.
— ¡Starling!... ¡Starling! — grita desde el interior de su oficina. Mientras llamaba a su gerente y jefe de personal, toma en sus brazos a Siena y la lleva al salón que se encontraba en su oficina.
— Sí, señor... Estoy aquí — dice Starling, entrando de manera improvisada en la oficina de su jefe. Lo que ve deja a Starling sin palabras. Como era costumbre, detrás de él, entran sus otros empleados. Martina, al ver que Siena se encontraba desmayada, se acerca a ella.
— ¿Qué le ha pasado a Siena? —preguntò sin reparos, tomando las manos de Siena entre las suyas.
—Starling, ve y trae algún perfume o algo que la pueda despertar. ¿Qué esperas? ¡Starling, apúrate!—eleva su voz Asher.
—Sí, sí, señor — responde Starling, saliendo apresuradamente de allí.
—Yo, yo tengo una colonia, eso le ayudará a despertar —dice Martina antes de salir de la oficina. Antes de que regrese Starling, Martina ya estaba despertando a Siena con la ayuda de la colonia. Poco a poco, Siena Brabery estaba volviendo a sus sentidos. Los demás que estaban allí observándola no entendían qué le había ocurrido para que se desplomara en el suelo. Asher, sentado a un lado de ella, fija sus ojos en ella. En su interior, se instalan ciertas preguntas, pero para él no era el momento de hacerlas.
— Siena... ¿Qué ha ocurrido? Tienes el semblante pálido, es como si hubieras visto un fantasma —pregunta Martina mientras seguía frotándole las manos.
— Estoy bien, les pido disculpas por el susto. No me he sentido bien estos días, quizás fue la lluvia de la otra vez. Supongo — Siena no supo qué disculpa dar. Lo único que se le ocurrió decir fue eso, sin dejar claro que se había desmayado por el susto de tener que viajar y dejar a su pequeño hijo aquí.