3. Una cena Familiar
Atrapada contra la pared de la terraza del edificio, Siena no tenía escapatoria.
—Por favor, déjeme ir... No estaba espiándolo ni nada por el estilo, señor. ¡Créame! —exclamó ella.
— ¿Y qué hacía aquí entonces?... ¿Hablando con su esposo? ¿O quizás con su prometido? —Él preguntó algo tan íntimo que a ella le resultó desconcertante que le interesara la vida personal de los demás, era inaudito.
—Mis disculpas —replicó él a Siena con tono irónico.
— Evidentemente, cometí un error. —se enderezó, pero eso no mejoró la situación. La mirada de Asher se intensificaba aún más, el brillo de sus ojos oscuros se volvió más penetrante y cuando sonrió burlonamente, Siena sintió un escalofrío.
—Vaya, me gustaría seguir conversando con usted, pero debemos trabajar —sintió un gran alivio al ver que su nuevo jefe la dejaba ir sin seguir interrogándola.
Salió rápidamente, prácticamente huyendo de ese lugar y bajó las escaleras. No sabía cómo no había tropezado y rodado por las escaleras con los tacones de sus zapatos. Se sentía incómoda con la presencia de ese hombre. La tarde iba llegando a su fin y Siena ansiaba la hora de salir de allí para ver a su pequeño niño.
Una ventana transparente separaba la oficina de Siena de la de su jefe. Asher, discretamente, observaba atentamente a su nueva secretaria. Algo en ella lo atraía, no sabía si era su belleza o su aura de misterio.
Después de haber pasado casi ocho horas detrás de aquel escritorio, ordenando, limpiando y organizando la agenda apretada de su jefe, la alarma de su celular sonó, indicando que era hora de retirarse. Siena tomó su bolso y se dirigió hacia la salida. Mientras tanto, Asher permanecía en la oficina, observando a Siena mientras ella se marchaba, y verificó la hora en su reloj. No tenía intención de detenerla, pero era evidente que buscaría sus datos personales.
No recordaba dónde o con quién la había visto. Asher pensó que tal vez estaba confundiéndola con alguna mujer que se había encontrado fuera de la empresa. Sin embargo, esa intriga lo acechaba y estaba decidido a averiguarlo.
— Starling, tráeme los datos personales de la nueva asistente a la oficina —demandó con voz seca. El gerente llevó el documento ante Asher antes de retirarse.
— Señor... ¿Está todo bien con la nueva asistente? —se atrevió a preguntar Starling.
— Sí, solo estoy verificando por rutina. Ya puedes retirarte, Starling —respondió Asher mientras ojeaba los datos personales de Siena.
Aunque nada de lo que leía le parecía extraño, el apellido Brabery llamaba mucho su atención. Después de haber quedado completamente solo, sentado en su silla frente a su escritorio, intentó recordar dónde la había visto, pero no logró recordar.
En el apartamento de Siena, madre e hijo estaban juntos nuevamente. El hecho de pasar tantas horas lejos de su bebé no agradaba en absoluto a la joven madre. Dylan tomaba su leche mientras su madre reflexionaba sobre todo lo ocurrido en la empresa.
A diferencia de su jefe, ella estaba cansada y no dudó en irse a dormir temprano. Al día siguiente, debía estar en la oficina antes que su jefe.
Las semanas transcurrieron de manera normal y Asher no se había presentado en la empresa desde hacía una semana, lo que dejaba a Siena más tranquila y cómoda.
Era viernes y para Siena era un alivio saber que pasaría todo el fin de semana junto a su hijo. Solo necesitaba dejar todo en orden para el lunes y retirarse más temprano. Mientras cerraba la computadora de su oficina, su celular sonó, pero ella, segura de que sería Selim, decidió no contestar.
Al salir de la oficina, una bocina de auto llamó su atención, pero prefirió ignorarla, sin interés en saber quién la llamaba. Caminaba alegremente por las calles cuando fue interceptada por el mismo auto y la persona a la que menos esperaba ver, la miraba de manera arrogante.
— Señor Asher, me tomé la libertad de salir un poco más temprano — dijo Siena, frustrada por ver a Asher Crosetti y saber que su plan de llegar a casa más temprano fue truncado.
— Por supuesto —añadió él, esbozando una sardónica sonrisa —Sube, por favor— concluyo.
Siena se sentía como una presa a punto de caer en las redes de un depredador, sujetando con más intensidad su bolso para reprimir sus miedos. Asher caminaba hacia la puerta del pasajero mientras abría la puerta del acompañante.
Luego tomó su mano, supuestamente para ayudarla a subir al coche. Fue como un estallido de fuegos artificiales. Aquello era una locura.
Las sensaciones galopaban en su interior. Era como un incendio que la envolvía por completo, haciendo que la ciudad y toda su historia desaparecieran, como si nunca hubieran ocurrido. Haciéndola preguntarse, anhelar...
Quería apartar la mano, como solía hacer siempre que alguien la tocaba sin su permiso, pero no lo hizo. Porque por segunda vez en su vida quería seguir tocando a un hombre. Esa asombrosa verdad provocó un terremoto en su interior.
— No podremos irnos si no subes al coche —dijo Asher, mirándola de una manera que la dejó sin aliento.
Su voz parecía avivar un fuego dentro de ella, como si el roce de su mano fuera un acto sexual. Y eso sería una tragedia, ¿verdad? Siena no podía respirar y temía que la sensación que la envolvía no fuera pánico. Porque ella sabía lo que era el pánico y aquello era mucho más profundo. Era algo que te cambiaba la vida, pensó, atónita.
Pero lo único en lo que debía pensar era en su hijo que la esperaba en casa. Intentó apartar la confusión y subir al coche antes de que sus piernas flaquearan. Antes de hacer algo que luego lamentaría, como acercarse más a ese hombre que la estaba llevando a experimentar una vez más el fino camino de volver a sentir amor por alguien más.
— Dime tu dirección, te llevaré a tu casa —Siena abrió los ojos, ya que no tenía previsto que la llevaran directamente a su casa. Esto aumentó sus nervios, ya que no quería revelar que era madre soltera. Sabía que si su jefe descubriera que tenía un hijo tan pequeño, correría el riesgo de perder su trabajo.
Asher observaba detenidamente a Siena y notaba su incomodidad ante la propuesta.
Una sonrisa forzada apareció en el rostro de la joven madre — Sí, claro. Pero si tienes prisa, puedo tomar el autobús. No será un problema para mí —dijo Siena mientras intentó salir del auto, pero escuchó que se cerraban las puertas automáticamente.
—No, no tengo prisa... ¿Tú la tienes? —interrumpió de repente Asher, dejando a Siena sin palabras ni posibilidad de responder.
—No, no, claro que no —respondió Siena, nerviosa. El viaje fue incómodo, Siena evitó hablar, sintiendo que Asher la estaba examinando, como si estuviera esperando que cometiera un error para despedirla.
— Aquí es... Disculpa las molestias de cruzar toda la ciudad —Asher se inclinó para ver el edificio cercano. Todo aquello le resultaba extraño; solo se le ocurrió que quizás ella había proporcionado una dirección falsa para no ser rechazada.
— ¿Vives aquí?... ¿No está muy lejos de tu trabajo? Si quieres, puedo pasarte a recoger —propuso Asher. Siena, preocupada, no quería pensar en lo que su jefe diría si descubría que había dado una dirección falsa para mantener el trabajo. Un nerviosismo disfrazado de risa se escapó de Siena. Por su parte, Asher la miraba atentamente, seguro de que algo en ella no era normal.
—Nos vemos el lunes... ¡Que tengas un buen fin de semana, señor! —Siena dejó a Asher con la palabra en la boca y se adentró en el edificio. Asher decidió marcharse, pero en el camino recordó que ella había dado esa dirección. La duda se instaló desde el momento en que notó su extraño comportamiento. Estacionó su auto al lado de la carretera. Asher solía seguir su intuición, algo que no hacía con frecuencia, pero casi nunca fallaba.
«Qué tontería» «Pero, no pierdo nada con comprobarlo» pensó para sí mismo mientras volvía al edificio. Abrió el maletero de su auto y tomó una carpeta con documentos; tendría una excusa válida, la carpeta contenía documentos para que ella firmara y se inscribiera en un seguro médico.
Caminó hacia la puerta del edificio con la carpeta en la mano y extiende la mano para abrirla justo en el momento en que una mujer de edad avanzada lo hace.
— Disculpe... Estoy buscando a una joven llamada Siena Brabery —dijo Asher. La mujer lo mira como si fuera de otro planeta o como si estuviera hablando otro idioma.
—No conozco a ninguna mujer joven viviendo aquí, jovencito —responde la mujer, dejando a Asher perplejo. No podía creer o no quería creer que Siena hubiera mentido descaradamente.
— Un momento, ya no la molestaré... ¿Ha visto a esta mujer entrar aquí o venir con frecuencia? —preguntò Asher mientras le muestra una fotografía. La mujer observa con atención y luego mira detenidamente al joven.
— No, joven, jamás la he visto. ¿Y qué haría aquí, joven? Esto es un albergue para ancianos. ¿Tiene familia aquí, joven? — responde la mujer. Una vez más, Asher había confiado en sus intuiciones y, por supuesto, no le habían fallado.
Mientras la mujer de edad avanzada se aleja, Asher observa el edificio. Arruga con fuerza el documento que tiene en la mano. La fotografía que le había quitado a Siena le había ayudado a descubrir la mentira que ella había creado.
Mientras conduce de regreso a casa, Asher sigue intentando entender la actitud de esa mujer que le pareció interesante. La belleza de ella lo había cautivado, pero al mismo tiempo le había desafiado a descubrir el secreto que su asistente intentaba ocultar con tanto afán.
Una llamada interrumpe su concentración —Hola... ¿Dime, Katherine? ¿Qué sucede? —pregunto Asher, curioso al ver que era su hermana quien intentaba hablando con él. Había pasado mucho tiempo desde que se había casado con el empresario e incompetente directo de la empresa "Cielo Digital".
— Estamos en la casa de nuestro padre, quería invitarte a una cena que tendremos con él — Dice Katherine. Asher sabe que esa cena no será una ocasión ordinaria. Tener que aguantar la presencia de su cuñado será una verdadera pesadilla.
No sabe cómo ni cuándo su hermana se enredó con un hombre como Samuel Crawford. Ya ha habido suficientes escándalos, suficiente desenfreno irresponsable y egoísta por parte de ese hombre. Asher ha pasado toda su vida solucionando los conflictos creados por su padre, su hermana y su esposo, uno de sus mayores quebraderos de cabeza.
Samuel Crawford representa el licencioso libertinaje de su familia y su padre quiere que desaparezca, junto con los recuerdos de las erróneas decisiones de su sobrina. Pero nada de lo que el padre de Asher desee podrá hacerse realidad. La situación se complica aún más porque su hermana está embarazada. Enormemente, innegablemente, irrevocablemente embarazada.
Por supuesto, todo lo que el padre de Asher desea se frustra debido al embarazo de su hermana. No puede hacerlo, no al precio de la felicidad de ella y la dulce espera que tiene por delante, aunque eso signifique que los constantes conflictos en el seno familiar sigan creciendo.
Lo único que podía esperar era que el hijo de esa mujer no fuera de Samuel, pero eso sería demasiado optimista. La obsesión de su hermana por ese lamentable hombre había durado algo más de un año.
Ella se había enamorado cuando tenía diecisiete años, y él la había instalado en su apartamento sin importarle que no fuera más que una ingenua muchacha con un nombre inventado, que ni siquiera era mayor de edad. Los paparazzi prácticamente daban saltos de alegría en la calle.
—Katherine se cansará de él —había dicho su padre, después de leer un insultante artículo. Omar Crosetti decidió enfrentar a Samuel, amenazándolo con comprometerse y casarse con su sobrina en poco tiempo. La doble vida que Samuel debía llevar lo había convertido en un ser duro y frío, a punto de ser expuesto ante la sociedad por el tío de una de las mujeres más codiciadas por los solteros de Nueva Italia. Pronto, Katherine acudió a Asher para convencer al hombre de sus sueños de casarse con ella. Asher, con su influencia, se encargó de comprar la mitad de las acciones de la empresa de Samuel, utilizando artimañas para lograr su objetivo.
Ajeno al hecho de que el empresario de esa empresa estaba casado con otra mujer, pocos meses después ya se estaba planificando el compromiso de Katherine Crosetti con Samuel. Solo tenían que esperar a que ella cumpliera la mayoría de edad para casarse con Samuel.
Asher ya se encontraba sentado en la misma mesa que su rival de negocios. Ambos cruzaron miradas, pero no eran miradas comunes, sino miradas cargadas de rivalidad y enemistad. El silencio en esa reunión era impredecible y aterrador. Solo Katherine y su tío estaban contentos y no paraban de conversar para ponerse al tanto.
— ¿Cómo te ha ido con los accionistas en Europa? —preguntó Omar. Samuel terminó de beber su vaso de agua y respondió.
—Nos fue bien. De hecho, en unos meses abriremos una sucursal en Europa. ¿Y cómo le ha ido a Cielo Digital? —Samuel Crawford no perdió la oportunidad de irritar a Asher.
—No podemos decir que nos fue mal. Al contrario, hemos estado mucho mejor que en años anteriores —se podía sentir la energía competitiva en el ambiente. Estaba provocando, aunque no entendía por qué. Samuel y Asher se miraban, mostrando enojo en sus rostros.
Finalmente, la cena llegó a su fin. Asher prefirió no continuar la conversación con el esposo de su hermana. Katherine, a pesar de ver que las dos personas que más adora en su vida no podían estar en el mismo lugar sin provocarse mutuamente.
Cuando la visita de Katherine y Samuel llegó a su fin, Asher decidió ir a ducharse después de un día lleno de reuniones y visitas a cada una de sus sucursales y clientes importantes. No veía la hora de descansar.