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Capítulo dos

La alejó bruscamente y ella quedó detrás, sus ojos estaban a puntos de traicionarla y echarse a llorar frente a las tres personas delante de ella.

—Necesito respirar —dijo y se fue corriendo sin mirar atrás.

[.....]

Sentada en el sofá frente al televisor despejó su mente por un momento.

—El amor es ciego — comentó concentrándose en la serie, estaba tan concentrada que nisiquiera sintió ni escuchó cuando alguien entró.

Santiago se tumbó a su lado y la abrazó luego la llenó de besos.

—¿Qué haces aquí?— preguntó seria.

—No puedo visitar a mi novia. —dijo y le empezó a hacer cosquillas —. Sonríe, ya olvidemos lo ¿sí?

—¡Basta!, Santiago detente — pidió sin poder evitar reír.

—Ahora si —sonrió y rodeó sus brazos para ver juntos la serie.

—¿No se supone que tienes turno hasta la noche en la clínica hoy?—giró y se acomodó sobre él quedando acostada.

—La señora Masson me cubrirá, no me gusta verte triste además siempre dices que siempre hay que estar feliz de tener la oportunidad de estar vivos y sanos gracias a Dios —apretó él buche de Celia quien sonrió.

Se inclinó y la besó, ella alzó sus brazos y rodeó su cuello con ellos haciendo el beso más largo y profundo, bajó sus besos a su cuello y Celia al sentir que correspondería quiso parar antes de no poder hacerlo.

—Espera —lo detuvo y él la miró a los ojos —, un pecado no se comete dos veces.

—Lo sé —le acarició la mejilla —. Eres con la mujer que me quiero casar y si nadie nos separa, esto lo veremos sólo como un recuerdo pero no te pongas así.

Celia lo miró con entusiasmo, le creyó fielmente como si le creyera a una persona que si sabe que tiene poder de hacerlo, no es que lo decía por decir pero pronto olvidaría su promesa.

Juntaron sus manos y se profundizaron en otro gran beso.

—Ya que estás aquí —dijo Celia al quedarse sin oxígeno —, me ayudas con las clases — se enderezó para buscar sus libros y cuadernos sobre la mesita.

—Ni de bromas te haré lo que yo mismo te pongo — aclaró Santiago mirándola de reojo y odiándose por tener a tan maravillosa persona en sus manos y no poder ser suficiente para ella.

—Claro que sí —le entregó él cuaderno y se quedó con un libro —, aunque sea explica melo.

—¿Porqué quieres estudiar enfermera cuando no hay nada en común de eso con administración, diseño, moda?—preguntó frunciendo su ceño.

—Es sólo para complacer a mi madre, y bueno me alegra porque...

—Te conocí —dijeron al unísono.

Santiago apagó la tele y ella lo miró con cara de porqué. —No se estudia con la televisión prendida, y quiero que saques buenas notas — la señaló divertido.

— Es relajante estar contigo —se acostó nuevamente sobre él con la vista en él techo.

—¿Recuerdas la vista más hermosa de tu vida?— preguntó Santiago.

—Las estrellas y galaxias, fue una noche hermosa, ¿crees que si un día te llegó a presentar a mis padres le agradarás?—giró su vista para mirarlo a los ojos.

—De verdad no lo sé y ¿tú?— preguntó Santiago.

— Tomaran su biblia y reprenderán todos los malos pensamientos de mi cabeza y a ti te volarán los sesos — dijo Celia a carcajadas y contagió a Santiago.

—Es enserio, Celi — reprochó haciendo puchero.

—No lo sé, tal vez te obliguen a amar a Dios y luego casarte conmigo —Celia se encogió de hombros con una sonrisa burlona.

—Buen chiste —Santiago meneó la cabeza y se echaron a reír a carcajadas.

[...]

Pasó una día y Mike no le dirigió la palabra aún peor nisiquiera lo vio pero estaba más preocupado por Santiago que por él quién estuvo muy distraído.

Tocó él timbre desesperada, tan pronto salió de la universidad fue a verlo pero abrió Leah la hermana.

—Hola —dijo emocionada.

—Tú por aquí —reprochó entrando.

—Vine a ver la versión nueva de mi hermano —río la chica de ojos cafés.

—¿No está?, ha estado muy raro —comentó Celia.

— No, no está — negó la enana de larga melena — y si, ha estado muy pensativo, ¿le has roto él corazón?

—Claro que no, ¿estás segura de que cambié a tú hermano?—preguntó Celia indignada tenía miedo de que sus sacrificios fueran en vanos.

—Por favor, si hasta empezó a tratarme bien, ya que estás aquí paseemos en bici, ¿plis?—pidió Leah con cara de ternura.

Celia podía ser una persona clara y sincera pero no le gustaba decepcionar a las personas en cuanto Leah era una persona igual de maravillosa una chica de diecisiete que veía la vida de rosa, no tenía novio sólo amigos y para ella era suficiente, no era una persona apresurada al contrario le gustaba las cosas con tiempo y de dedicación.

Celia tenía ese don de hacer las personas ver la vida de otro modo pero era tan grande su afán y sus sacrificios que hasta perjudicarse y pecar ha llegado.

[.....]

Observó entrar a la pelinegro y suspiró, ya habían hablado, ¿porqué regresó?se preguntó a si mismo frustrado.

—Que no perjudique tú trabajo, no se mezcla con placer —dijo y se marchó.

Aveces los buenos consejos no siempre son para bien, tal vez te parezca que tienen razón pero eso solamente les puede convenir pero es muy difícil desconfiar de una amistad de años, Santiago la admiraba y la quería mucho por ende creía ciegamente que sólo quería lo mejor para el además de que ella todavía era joven pensó que por eso podía interpretar los gustos y sentimientos de una joven como Celia.

Celia estaba feliz de que lo vería ya que desde que se fue de su casa no lo volvió a ver y él no llamó por ende estaba preocupada.

Dio pequeños pasos leves y con una sonrisa caminó hacia él salón, miró él reloj en su muñeca y notó que sólo tenían 10 minutos que para ella parecían ser suficientes.

Entró y serró detrás de ella, el hombre de ojos negros giró a verla, le sonrió pero ella notó rápidamente que no era una se esas sonrisas que se daban, se perdió por un momento en sus hoyuelos pero luego reaccionó.

—Hola —saludó acercándose.

—Hola.

Se sorprendió al escuchar lo seco y cortante que sonó, como si saludara a cualquiera.

—¿Pasa algo?—indagó indignada apoyándose al escritorio de espaldas quedando a su lado.

—Nada, mira ya pinté él dibujo —retiró una hoja debajo de un cuaderno y se lo entregó, ella lo  miró y le pareció más que hermoso.

—Es hermoso, me gusta — sonrió. El dibujo era ella leyendo concentrada mente.

—Sabía que te gustaría, bueno no estuviste muy quieta pero está perfecta — dejó unos folios al lado de ella y al fin se dignó a mirarla a los ojos.

—Muy frío hoy —comentó Celia.

—Hablamos cuando cúlmine la clase ¿te parece?— propuso él serio

—Claro —se alejó del escritorio y se acercó para besarlo pero él no se dejó. Santiago se contuvo para no mirarla con pena ya hacerle esto le rompía en par.

—Alguien podía entrar —se excusó al no saber que decir. 

—Ok —lo miró a los ojos por un rato y decidió tomar asiento avergonzada y decepcionada.

Rogó para que la clase culminará rápido y saber que le pasaba y ¿porqué la trató así?

El mantuvo sus ojos sobre ella toda la clase, observó cada movimiento, cada suspiro también se dio cuenta de que no prestó atención a nada.

Al culminar la clase la primera que salió disparada del salón fue ella, se dirigió al patio trasero donde siempre se sentaba a comer con el en vez de ir a la cafetería.

Unos cinco minutos después él llegó, ella se paró y lo observó sin decir nada esperando que él hablara.

—Lo siento Celia —susurró y ella fruncio el ceño confundida —, no podemos continuar, terminamos — soltó al armarse de valor.

Celia quedó en shock por un momento, sin saber ¿qué decir?¿qué contestar?parpadeó varias veces y fruncio sus labios.

—¿Hice algo malo?— preguntó Celia con ironía.

—No, no eres tú —negó mirándola con frustración.

—¿Por qué?

—Sólo no podemos seguir — se acercó besó su cabeza admirando el aroma de su cabello y se marchó dejándola tan sólo con su aroma varonil.

Lo observó irse, juntó sus labios y sus ojos se cristalizaron pero no quería llorar. ¿Acaso ya consiguió lo que quería? y entonces se marchará, después de haberse arriesgado a no perderlo y acostarse con el me corta. Se hizo un millón de preguntas a si misma, no lo podía creer.

No le rogaría que no la dejara, si lo amaba pero jamás caería tan bajo como para rogarle a un hombre que no la dejara. Echó la cabeza hacia atrás para contener sus lágrimas y al rato se marchó, se fue caminado para observar la calle y recordar buenos y lindos momentos que sólo eran recuerdos ahora pero aún peor pasado.

Llegó a su departamento y lo que hizo que fue acostarse y observar por la ventana, no había derramado ni una lágrima pero por dentro se quemaba, se quedó pensando en ¿qué hizo mal?¿por qué?lo que más le dolía era que nisiquiera le dio un motivo por él cual terminar.

Celia jamás lo había alejado sin motivos al contrario tenía una explicación para todo y un espíritu de convencimiento.

Escuchó la melodía de Way Maker mientras su cell vibraba sobre la mesita de luz al lado de su cama, lo tomó observó la pantalla la cual decía Mother tenía casi todo en inglés ya que le gustaba pero también se le dificultó aprenderlo rápido hasta que conoció a Santiago, dejó él cell como estaba y siguió sumisa mirando por la ventana.

~•~

Con el alma destrozada se adentró a la universidad, llevaba un gorro negro en la cabeza y él pelo suelto, su pequeña mochila al hombro y sus zapatos negros como de costumbre combinaban con su vestido jeans negros que le quedaba sobre las rodillas.

—¡Cristiana!—exclamó el alto pelinegro de ojos azules poniéndose frente a ella.

—No estoy de humor, Flecher —lo miró a los ojos y trató de marcharse.

—No tan rápido linda, quieres que toda la universidad se entere de que andas con el profesor de enfermería —dijo con una risa burlona. Flecher no quería molestarla al contrario quería su atención cosa que jamás conseguiría con esa actitud porque si en algo Celia era una diva era ignorando.

—Sé que sólo quieres saber si ando con él —volvió a mirarlo —, no, espero que al fin estés feliz.

Siguió de largo y entró al salón de enfermería, su tortura del día, era su primera clase y se alegraba de que los miércoles sólo fuera una hora.

—Buenos días —no miró a nadie sólo se metió en la última fila y se sentó. Al pedir los cuadernos ella le pasó él suyo a un chico para que le hiciera él favor cosa que agradeció mucho.

—Dios —fue lo único que susurró para si misma.

Santiago al tomar su cuaderno notó en la parte de atrás pegada el dibujo que le había hecho pero era una copia.

Al culminar todas sus horas de clases, lo vio pero no lo miró a los ojos, sólo siguió de largo, sintió su pecho apretarse al pasarle por el lado sin decir nada como si nunca se hubieran conocido.

Rápidamente se metió al baño y de tanta desesperación se equivocó de baño pero para su buena suerte sólo estaba Mike lavándose las manos.

Lo miró y se abalanzó sobre él, lo abrazó con tantas fuerzas que lo pegó contra la pared.—Lo hizo — sollozó — me dejó, tenías razón, lo siento tanto.

El chico sorprendido solamente la abrazó y acarició su lacio pelo. — Tranquila, ya, todo está bien, aquí estoy.

—Me siento tan sucia por dejarme usar — apretó al chico contra él.

—No lo creo, se supone que él te amaba —Mike no se lo podía creer fue lo único que le pudo decir.

— Sólo me dejó sin explicación ni nada — él trató de soltarla pero ella se aferró más por ende no la soltó.

—Él me dijo que te amaba — dijo Mike confundido. Luego de su enfrentamiento, Santiago había hablado a parte con él cosa que lo confundía aún más.

La alejó y tomó su rostro con ambas manos, secó sus lágrimas y la miró a los ojos.

—Tranquila, siempre me pides tranquilidad ahora práctica lo tú — le pidió.

—Puedes estar molesto conmigo —Celia pasó un mechón detrás de su oreja mirándolo a los ojos. Se sentía tan mal y arrepentida, si tan sólo no se hubiera acostado con él no sería nada pero no le hizo caso a su amigo.

—Vamos —Mike pasó su brazo por el cuello de Celia y se fueron juntos a casa de Mike.

Cuando llegó a casa le preparó chocolate caliente en vez de café ya que ella no tomaba café.

Celia se sorprendió al ver que él no la regañó al contrario la apoyó y la acompañó. Lo miró apenada y él sólo le sonrió.

—Para eso están los amigos, perdón por juzgarte, no juzguéis para que no seáis juzgados —le acarició el hombro levemente a Celia quien sólo le sonrió.

—Creo que debería irme... antes de que tus padres lleguen —comentó Celia nerviosa.

Celia sabía perfectamente lo informal que era estar a solas con un chico pero sólo le preocupa que podían decir los padres de Mike.

—Celia tranquila, mis padres te conocen y falta bastante para que lleguen —Mike le brindó una sonrisa y miró el reloj en su muñeca.

—Me cambiaré y te llevaré a casa —propuso Mike y subió a su habitación.

Celia depositó el vaso sobre la mesita y se abrazó a si misma, en California no hacía para nada calor y eran muy pocas veces las veces que lo hacía pero Celia no estaba acostumbrada a durar tanto tiempo sólo en frío. 

La intriga del porqué la dejó rondaba en su cabeza, ella nunca hizo nada malo y hubo muy pocos malos entendidos entre ellos ya que mantenían una gran confianza.

—¿Por qué?

Mike bajó las escaleras y la observó con pena, le parecía que él la merecía más que Santiago y que sí podía darle una relación normal pero él era un simple amigo para ella.

—Vamos, te llevaré a casa — Mike le propuso extendiéndole su mano.

Celia alzó la cabeza y lo miró tímidamente pero luego aceptó, al estar de pie se mareó y terminó apoyada en él hombro de Mike quien la sostuvo de la cintura.

—Lo siento —Susurró Celia por él hecho pero fue un simple mareo del cual se debió preocupar más pero como siempre nosotros los humanos ignoramos lo que está en la punta de nuestra nariz y bueno es nuestra naturaleza.

—Celia, ¿estás bien?—Mike preocupado le alzó él mentón para observarla bien. —, puedes quedarte un poco más — propuso.

—No, estoy bien —Celia le brindó una pequeña sonrisa cosa que convenció a Mike y sin más la llevó a casa.

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