Capítulo uno
No todos podemos ser buenos solamente, también tenemos un poco de maldad por un lado pero a veces la llegada Dr. una persona a tu vida puede cambiarlo tanto para bien como tal vez para mal.
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Con un lápiz en la mano izquierda golpeó una y otra vez su escritorio, no sabía que hacer, el hecho de que tal vez todo haya sido un error lo lastimaba no sólo eso sino que ella no se lo merecía.
Sus ojos cayeron sobre ella, su pelo castaño peinado hacia atrás y dos mechones detrás de su oreja, sus ojos marrones estaban clavados en el libro mientras sus dedos sostenían la parte de atrás del libro dejando ver sus largas uñas de color natural. La chica arqueó una ceja y luego sonrió, sintió la mirada pero no quería alzar la cabeza y enfrentarlo pero él no dejaba de mirarla.
Alzó la cabeza y miró el hombre de ojos negros, le sonrió y él igual. Tomó una hoja y empezó a dibujar mientras que ella seguía leyendo concentrada mente.
Horas más tarde todos salieron y sólo quedaron ellos dos, ella tomó sus cosas pero primero se acercó a despedirse.
—Una operación de ojos —comentó la chica burlona.
—Hay, mi Celia —suspiró el ojos negros negando con la cabeza.
—Hay, mi Santiago —dijo ella de la misma manera que él.
—¿Dónde quedó el señor Johson?—preguntó coqueta mente y se paró frente a ella, quien tuvo que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos.
—En él lugar dónde dije, sí acepto —contestó Celia sin pensar.
—Mire, señorita Celia Oliveira Gomes —le mostró el dibujo y ella abrió la boca y los ojos sorprendida.
—Es hermoso, además de doctor, profesor, pintor —farfulló Celia sorprendida, intentó tomar la hoja pero él la alejó.
—No.
—Acaso no es para mí — dijo tratando de quitárselo.
—Sí, pero no —negó alejándose y ella empezó a perseguirlo queriendo arrebatárselo.
—Chester —gruñó desanimada.
—Te dije que no me llamarás por mi segundo apellido —reprochó él parándose frente a ella.
—Pues, dame a mi misma —le extendió su palma. La tomó de la cintura y la pegó a él, rodeó sus brazos por su cintura dejando las hojas detrás.
—Deja que la pinte, para que esté perfecta al igual que tú — le sonrió y la besó. Celia con una mano ocupada de libros alzó la otra para llevarlo al cuello de Santiago mientras se ponía de puntillas para profundizar él beso.
Se separaron por la falta de oxígeno y se miraron a los ojos. — Se supone que los hombres son más fuertes que las mujeres, entonces ¿porqué contigo me siento tan débil?
—Nadie es perfecto, la vida se basa de sacrificios, errores, pecados, arrepentimientos pero todos quieren lo mismo lograr la felicidad pero lo que muchos no saben es que esa felicidad es Dios, la paz no se compra con dinero y menos él amor —respondió Celia acariciando su mejilla.
—Te amo, amo tus pensamientos, tu manera de expresar y de ver la vida —le sonrió y la abrazó como si fuera él último abrazo que le daría, cosa que estaba entre una balanza de sí o no.
Se despidieron y él se quedó solamente para pensar, no porque tenía algo más que hacer en la universidad sino una duda que no lo dejaba respirar si era lo mejor.
—Veo que todavía no le has dicho —entró la secretaria.
—No puedo —negó parándose —. Ella no se lo merece, pensará que jugué con ella.
—Es lo mejor, Santiago, mira la bien son muy diferentes, se merece algo mucho mejor, es joven está empezando y tú estás terminando —la peli-negra se exaltó.
—Es que con ella me siento bien, no tengo miedo, si tan sólo la conocieras, su fé todo de ella me gusta pero tengo que dejara la ir —se sentó y desordenó su cabello negro.
—Por amor, le quitarás su juventud, tantas cosas que los jóvenes quieren experimentar será por su bien, se merece alguien de su edad pero sobre todo de su clase, sabes que soy tu amiga y sólo quiero ayudarte —se le acercó y tocó su hombro.
—Pero tal vez a mis padres no les moleste — la miró a los ojos.
—Pero de todas, sabes que no debes involucrarte con tus estudiantes, lo bueno es que ella es mayor de edad pero reglas son reglas.
—Pero nos conocíamos antes de eso pero tampoco quiero arruinar su reputación, lo pensaré —agachó la cabeza y jugó con su lápiz de manera rítmica.
—Pero se supone que ella es una chica cristiana o ¿no?—preguntó.
—Empezó a crear una nueva persona en mí, es como si Dios la hubiera puesto en mi camino pero debo dejarla ir.
—¿Qué te puede ofrecer una niña como ella?, es lo primero que diría tu padre —dijo con ironía.
—No sé trata de ofrecer, y si fueras tú ¿eh?, sabes porque la dejaré, no quiero que sufra por mi culpa ya que conozco a mi familia pero no por que sea una pequeña indefensa, es más que físico.
Sin más que decirlo recogió sus cosas y se fue molesto de la universidad.
Llegó a su casa, se relajó y fue a la habitación dónde estaba planeando una sorpresa de cumpleaños, sonrió al ver la fotografía en la pared que decía come in My life.
No pudo evitar recordar cuando la conoció. Ella estaba buscando donde esperar que pasara la lluvia, justo frente a la casa de él quien cuando la vio la invitó a entrar, pasó la noche ahí a la mañana siguiente se fue dejando una nota apenada por lo que pasó, luego se volvieron a encontrar en la clínica y casualmente ese día de lluvia ella se inscribía en la universidad donde él era el profesor y la tercera vez que se vieron fue él primer día de clases.
—Si es nuestro destino habrá algo que no me permita dejarte, un motivo grande, dices que Dios no se queda con lo de nadie y es fiel —miró alrededor con ganas de arrancarlo todo pero no, al contrario quería sorprenderla.
Se tumbó en un sofá y prendió la tele mientras se quitaba la camisa, de repente sonó el timbre y gruñen do se paró a abrir. Su desanimo y tristeza desapareció al ver a la chica de ojos marrones y pelo castaño.
—Hola —exclamó emocionada y entró ya que él parecía estar en otro mundo. —veo que olvidas que hoy hay estudio bíblico — le reprochó.
—No creas que no esté interesado es sólo que me siento abrumador — se volvió a tumbar en él sofá.
—Tendré que darte un poco de mi espíritu juvenil —propuso juguetona y él se friso pensando.
—Tienes razón —meneó la cabeza recordando las palabras de la secretaria — Celia…
Celia lo observó y solamente con verle la cara supo de que hablaría. —No quiero hablar de eso, no me lo recuerdes por favor — pidió dándose la vuelta.
—Deberíamos hablar de ello y salir de eso —la miró con seriedad.
—¡¿Hablar de que tuve relaciones antes de casarme?!— exclamó Celia molesta — mis padres se enteran y me cuelgan del cuello y no sólo eso no me importa su opinión sino que le falle a Dios, no puedo cambiarlo pero si arrepentirme.
—¿Arrepentirte de haber pasado nuestra primera noche?—preguntó Santiago con ironía.
—Sí y sabes porque, no hay que hablarlo sólo admitirlo, iré al estudio bíblico con Sarah —giró su rostro para marcharse pero escuchó una risa burlona.
—Que estúpido, Sarah es la hija del pastor y obvio que irá —negó con la cabeza.
Celia meneó la cabeza y se fue con suma rapidez de ahí. Siempre que le decía algo del tema ella huía de hablarlo pero él más grande problema es que su gran amigo Mike le había advertido.
Llegó y se paró frente al templo y observó llegar a su amiga desde lejos quien no parecía tan feliz.
Tan pronto que llegó frente a ella se la llevó arrastrada del brazo. —Ven conmigo.
La morena alta de cabello hasta la espalda la miró con sus ojos negros. — Sabes que si mi padre se entera nos separará, dirá que eres una mala influencia para mí.
—¡Que acaso todos solamente le interesa eso!, no quiero recordarlo, ¡sé que hice mal pero ya pasó!te juro que si pudiera cambiarlo o devolver él tiempo lo haría — gritó con tanta rabia que enrojeció al instante y salió corriendo de ahí.
Ala mañana siguiente fue a clases y antes de entrar vio a la morena de larga melena, se acercó a ella y no le dijo nada solamente la abrazó.
—Lo siento, solamente debí apoyarte en vez de juzgarte — susurró Sarah.
—No se lo podré decir a Mike — se apartó y miró a su amiga quien tenía una cara de horror.
—Lo hiciste ¿verdad?— escuchó una voz varonil a su espalda y giró como una maquina a ver al rubio.
—¡Fue lo primero que te advertí, cómo puedes seguir hiendo a la iglesia después de todo, eres una sínica sin vergüenza, pensé que eras sabia!— le reprochó furioso.
—¡Ya basta Mike!— pidió.
La tomó de los hombros y la sacudió. — Cuando te deje te arrepentirás y dirás que te lo dije Celia, todo pecado tiene un precio y tendrás que pagar el tuyo sola — la sacudió más fuerte hasta marear la.
—¡Suéltala!— gritó alguien apartándolo de ella — a ti ¿qué te pasa?
Son muchas las estupideces que se comenten por amor, pero nunca hagas nada sino es por tú voluntad para complacer a nadie, la que saldrá perjudicada serás tú.