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Capítulo tres

Sentada frente a sus dos amigos decidió olvidar todo y concentrarse en escuchar a sus amigos le parecía divertido y reía con mucha frecuencia.

—Creo que pronto terminarán casados —los miró a ambos mientras movía sus dedos alrededor del vaso con una pequeña sonrisa.

Sarah se sintió herida pero por nada lo demostraría. — No es gracioso, si mi padre te escucha se lo tomará enserio —regañó en tono molesta pero era una pequeña burla.

—Pero no escuchará ni está —Celia arqueó una ceja riendo.

—¿Cuándo hablarás con la secretaria para que te resuelvan lo del cambio?— preguntó Mike interrumpiendo las.

—Hoy mismo, cuando acabe nuestro pequeño almuerzo —explicó Celia en un tono feliz.

—Me alegra verte así.

—El inocente goza de la paz —Celia le brindó una sonrisa nostálgica.

Ella sabía perfectamente que su gran ánimo acabaría en cuanto viese a Santiago quien ha cambiado completamente su vida y lo seguirá haciendo.

Se despidieron y Celia tomó marcha hacia la oficina de la secretaria, si en verdad ella quería superarlo y empezar de nuevo debía sacarlo de su vida por completo pero por una parte sentía la sed de saber el porqué.

Tocó la puerta de color caoba una sola vez, miró sus dedos e hizo un gesto de dolor, nadie respondió ni abrió y como amiga de la secretaria decidió entrar bueno eso creía ella.

Miró a las dos personas frente a ella y sintió un Plomazo en él pecho y una bofetada en la mejilla.

Santiago sorprendido se alejó de la secretaria de manera rápida que sus labios se rozaron sino hubiera sido un casto beso tendría que empujarla para poder alejarse.

—Lo siento, no pensé que estabas ocupada —Celia pestañeo y decepcionada se marchó en dirección al baño.

Con el corazón en mil pedazos se preguntó un millón de veces—¿qué hizo mal? Una de las cosas que Celia más odiaba era la traición y tenía muy claros sus sentimientos y todo, no era la chica que se enamoraba de su mejor amigo o un compañero, ella siempre diferenciaba sus sentimientos, ella sabía lo que sentía por cada quien.

Justo en ese momento su pasividad la ayudó muchísimo ya que al estar destrozada no tuvo impulso de romper cosas, golpear la pared solamente llorar y observarse en el espejo preguntándose ¿porqué?

—Dios, yo sólo quería cambiarlo, pero aprendí la lección y es que el único amor real infinito es él tuyo.

El ruido de la puerta la hizo girar, su coleta cayó sobre su pecho de manera cámara lenta, sus ojos marrones se clavaron en los ojos negros del hombre alto parado a tres metros de ella.

—¿Por ella me dejaste?— preguntó Celia, era lo único que quería saber. —, no podías ser sincero conmigo, ¿qué costaba?, me lo hubieras dicho y te juro que hubiera entendido que te cansaste de mí y encontraste alguien más.

—Celia...

—¿Cuánto te costaba decirme la verdad?, bueno era lo único que quería saber, él porqué —Celia rascó su nariz, secó sus lágrimas y dejó su coleta sobre su espalda.

Santiago solamente observó con detenimiento cada movimiento y gesto de ella. Apunto de irse la detuvo de la muñeca con delicadeza. — No es...

—Lo que parece —completó Celia sonriendo sarcásticamente —, lo sé. Es lo que dicen todos pero no tienes que darme explicaciones.

Caminó apurada a la oficina de la secretaria, antes de entrar se tranquilizó y limpió rastro de lágrimas.

—Hola, Caroline —fingió una sonrisa cuando por dentro estaba de lo peor que tan sólo quería llorar.

—Hola —Respondió Caroline sorprendida. —¿en qué te puedo ayudar?

—Quiero...—Celia se acercó con pasos lentos —, podías cambiarme la sección de enfermería, por favor — suplicó con una mirada de deseo.

—Lo siento mucho, Celia, pero no será posible, estamos casi terminando él año y sabes perfectamente que los profesores invierten de manera muy diferente las clases —se explicó Caroline.

—Tienes razón, está bien, gracias de todas maneras — Celia agachó la cabeza para salir decepcionada y deprimida por tener que soportar a Santiago a quien no quería ver ni en pintura.

—Por cierto, Celia, disculpa el incidente —se disculpó Caroline con una sonrisa torcida.

—Descuida, no me meto dónde no me llaman —con esas últimas palabras Celia se marchó.

En sus últimas horas de clases se sintió fatal, el sueño la vencía a cada momento pero se esforzaba para que nadie lo notara.

La última clase la compartió con sus amigos y fue un placer salir juntos hasta que se mareó de repente.

—Hay chicos —llamó la atención de Mike y Sarah. — no me siento bien, no caminaré —, con una mano en su cabeza trató de respirar acorde y recuperarse.

—Toma un Taxi, cuando llegues nos avisas —Mike nervioso la miró preocupado.

—Sí, no se preocupen, es sólo un mareo —Celia no solía enfermarse al contrario siempre fue muy sana y lo único que ella odiaba como muchas chicas era estar en sus días.

—Cuídate —exclamó Sarah al verla tomar un taxi.

~•~

Hizo lo posible y llegó temprano a la universidad y como los días anteriores entró sin mirar a nadie menos hablar con alguien.

Santiago desde su escritorio la observó mirar su butaca, suspiró y se paró para darles un anuncio.

—Chicos —llamó su atención —, hoy tenemos práctica e iremos al salón azúl.

Algunos estuvieron contentos otros no tanto, un par se irritaron pero ella no tuvo ninguna emoción en particular.

—Una pregunta por persona, rápido para que todos puedan participar hoy — informó con su vista en ella quien alzó la cabeza y al chocar miradas la apartó rápidamente.

Mientras todos preguntaban ella empezó a recoger sus cosas guardando todo en su mochila con diseños de lana hechos por ella.

Al nadie tener más preguntas tomaron rumbo al cuarto azúl donde realizaban prácticas de enfermería. Había un pequeño espacio separado con vidrios donde había una cama tendida de blanco y objetos al lado como un cuarto de hospital. Todos sentados en pequeños pero largos bancos frente al profesor fijaron su vista en la habitación donde estaba recostada un maniquí que extrañamente parecía real.

—Por elección aleatoria — Santiago fijó su vista en la hoja entre sus manos. — señorita Oliveria Gomes.

Celia se friso al escuchar su apellido, abrió los ojos como platos y miró al hombre de ojos negros que vestía una camisa azúl cielo. Cerró la boca y depositó su mochila sobre él banco y se paró, llevaba puesto un pantalón jeans negro y un abrigo blanco un poco largo, entraron juntos a la pequeña habitación y Celia entró en pánico, se colocó en una esquina de la cama y Santiago en la otra.

—Sólo tienes que cocer la herida, te indicaré — Santiago la observó mirar el cuerpo asustada. —, tranquila —rió y ella al fin lo miró a los ojos pero rápidamente miró de nuevo el cuerpo.

—Rompe la camisa —ordenó Santiago.

Celia asustada y nerviosa rápidamente hizo el pedido pero quedó completamente estática al ver tanta sangre, su vista se nubló y sintió como si el mundo dara vueltas, en cuestión de segundos su cuerpo quedó estampado contra el suelo. Santiago quedó completamente sorprendido y rápidamente se acercó a ella, tomó su cabeza con una mano y con la otra empezó a darle palmadas en la mejilla.

—Celia —exclamó asustado. En vez de olvidarla la amará más, se asustó tanto que actuó torpemente buscando alcohol para hacerla despertarla, su corazón latía con fuerza y a la vez se apretaba con sólo verla así para él parecía un cuerpo sin vida. Los demás chicos estaban atentos a ellos también estaban preocupados por saber que ella estuviera bien.

La notó parpadear y un gran respiro y suspiro demostró lo aliviado que estaba. —Celia, ¿estás bien?—preguntó angustiado.

Celia lo miró confundida y frunciendo él ceño alzó la cabeza. —¿Qué me pasó?— preguntó confundida.

—Te desmayaste —explicó Santiago. — me diste un gran susto —confesó.

Celia se paró inmediatamente y arregló su cabello, tocó su cabeza mientras se dirigía hacia él maniquí. —Yo lo siento, pero... no puedo, ¿podría ser la última?—preguntó sin mirar a Santiago.

—No tienes porqué hacerlo si no te sientes bien —aclaró Santiago mirándola.

Celia asintió con la cabeza mientras arrastraba sus pies para salir de la pequeña habitación con grandes ganas de llorar nisiquiera ella entendía cual fue la emoción si ya lo había soportado desde un comienzo.

Se mareó y a punto de caerse trató de apoyarse a la pared. Santiago al notar su debilidad rápidamente la ayudó sosteniéndola de la cintura.

—Deberías tomar aire — comentó ayudándola a caminar —ahora regreso chicos —informó y salió con ella para guiarla al jardín. Celia no protestó ya que realmente se sentía muy mal, llevó una mano a la pared y se alejó de Santiago.

—Puedes dejarme aquí, estoy bien —le aclaró mirando el camino hacia él jardín.

—¿Segura?—Santiago la miró no tan convencido. Ella asintió y él decidió marcharse, Celia procedió por sacar su cell y marcarle a Mike.

—Mike —pronunció entre cortada y Santiago frenó al escuchar él nombre, unas ganas muy grandes de ir y llevársela a su casa para cuidarla se apoderaron de él pero recordó que él mismo la había dejado y no hizo más que sólo marcharse.

Mike preocupado no dudó en salir de su salón ya que sabía que sino fuera grave Celia no llamaría. La buscó con la mirada y al verla apegada a la pared caminó deprisa hacia ella.

Al estar frente a ella tomó su rostro entre sus manos e hizo que la mirara. —¿Te encuentras bien?¿qué sucedió?

—Sólo me desmayé, llévame a casa que no me siento bien —confesó Celia y fue lo único que faltaba para volver loco a Mike.

—Y si vamos al hospital — propuso Mike.

No le gustaba verla así además si le pasaba algo eso lo destrozaría por grandes sentimientos ocultos. Aveces no es miedo ni cobardía al contrario es respeto y amor para no lastimar o arruinar alguna hermosa relación, una declaración de amor puede alejarte de una persona sino es correspondido.

—A casa —pidió Celia y Mike asintió no tan convencido pero la llevó a casa.

Tan pronto llegaron al departamento Celia se acostó y Mike tan sensible decidió prepararle una sopa china que venía preparado por ende sólo debía hervirlo.

Se adentró al cuarto y su vista cayó sobre él dibujo en la pared, habían unas imágenes más pero no les agradaba del todo ya que eran de Celia y Santiago.

—No me he atrevido a tirarlo — la voz de Celia lo sacó de sus pensamientos.

—Los recuerdos son difíciles de olvidar o deshacerse de ellos —comentó Mike con una sonrisa torcida y se acercó a la cama para darle la sopa, se sentó al borde y Celia se incorporó quedando sentada.

Tomó la sopa con ambas manos y al tiempo que él olor inundó sus fosas nasales quiso salir corriendo. —Está caliente —comentó Mike.

Celia negó con la cabeza rápidamente mientras le extendía el plato, al momento que Mike lo tomó de sus manos, fue corriendo hacia él baño, se colocó de Cuquillos y vomitó. Sus manos apretaron alrededor del inodoro con fuerza mientras que el sonido de como tosía hacia eco en él baño llegando afuera preocupando a Mike.

En un rato salió del baño y se sentó en la cama, Mike la miraba confundido y preocupado por lo cual ella nisiquiera esperó que le preguntará y le respondió.

—Estoy bien, gracias por todo, deberías irte.

—¿Estás segura?—Mike no estaba convencido de eso, él rostro pálido de Celia le indicaba todo lo contrario y dudaba mucho en dejarla sola — puedo quedarme, no te preocupes.

—Estoy bien, ya pasó él mareo —Celia le sonrió sinceramente. Estaba loca para que se fuera no porque no querría estar con él a solas sino que estaba asustada por algo que había pasado por su mente en el baño.

—Está bien —Mike se paró. —cuídate mucho —besó la frente de Celia y se marchó.

Se acomodó sobre la cama y se sentó como indio, observó él alrededor de su habitación viendo todos los recuerdos con una sonrisa de corazón. A su izquierda había una cartulina blanca con fotos y una pequeña letra en lo último que decía Mwe san toi, toi san moi.

Sonrió al leer las palabras que fueron escritas por ambas personas, sus ojos se perdieron en la cartulina y empezó a recordar esos momentos.

«— Alejate que yo escribo mejor — lo empujó y tomó él bolígrafo.

— Desafiando a un profesor — le arrebató él bolígrafo.

— De enfermería no literatura ni lengua española, además yo sé más de literatura que tú — le reprochó intentado quitarle él bolígrafo pero falló.

— Te la daré con una condición — alzó él bolígrafo y la miró con picardía — un beso.

— Te la quitaré — amenazó.

Se acercó al rostro de ella dejando tan sólo una pizca de espacio que sus respiraciones se mezclaron. — ¿A poco no te gusta que te bese?

Ella sonrió y llevó una mano a su cuello. — Me encanta — lamió sus labios y lo besó. »

Unas grandes ganas de vomitar la hicieron correr nuevamente al baño.

—¿Otra vez?—con el ceño fruncido se dirigió al espejo para verse. Un millón de pensamientos se apoderaron de su cabeza al borde de un dolor de cabeza pero hubo una suposición que la dejó estática, en seco, inmóvil como un lápiz clavado en tierra.

—Hay no, hay no puede ser, Dios mío —tomó su pelo con ambas manos y miró él suelo. —Diosito te lo suplico, no eso, eso no, ese será mi peor castigo.

Bajó sus manos a su vientre y aterrorizada lo tocó, bruscamente lo apartó de su abdomen. —¡No!, es imposible, Santiago me dió una píldora.

Apura demente salió del baño, temblando tomó su celular, sus ojos ya estaban cristalizados amenazando con dejar caer gruesas lágrimas de su mejilla.

—Sarah —susurró inaudible mientras sostenía su cabello hacia atrás.

—¿Celia?, ¿qué pasa?, no te escuchas bien —respondió Sarah saliendo de una cafetería.

—Necesito que vengas a mi departamento inmediatamente — pidió entre cortada. Ya había hecho lo que tanto evitó porqué tratar de seguir fingiendo estar bien cuando ya estaba llorando incontrolable mente.

—Está bien, tranquiliza té — pidió Sarah confundida.

—Ven con una pru-eba de...—su voz quebró y terminó sentada en él suelo llorando. —de embarazo.

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