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3

ISABELLA

—En esta ocasión vamos a hacer parejas, tenemos un trabajo... quizás es como una exposición. Cada uno tendrá que investigar acerca de su compañero de trabajo. Conocerse mejor, saber cuáles son sus gustos, lo que hace en su tiempo libre. Cosas así. Se trata de saber interpretar el lenguaje corporal. Después de platicar con su compañero ambos harán un resumen de lo que fue platicar con el. Quizás describan su forma de ser o de actuar. —nos explicó la profesora. En la pizarra empezó a anotar el trabajo dicho. Tomé una hoja y anoté con letra de imprenta. —Aquí tengo varios números, pasaré por sus lugares para que saquen un papel. Hay dos papeles con el mismo número y a quienes le salgan igual harán pareja.

La profesora empezó a pasar por nuestros lugares, cuando llegó a mi metí mi mano a la bolsa y saqué un papelito.

—Este trabajo es para el viernes, no quiero fallos. Pueden abrir su papel.

Abrí mi papel, tenía el número cinco.

—Muéstrenme sus números. —le enseñamos el papel—Isabella tiene el cinco, ¿quien más tiene el cinco?

Un chico se levantó de su silla tomando sus cosas y dirigiéndose a mi.

—Tengo el cinco.

Le sonreí mientras me hacía a un lado para que se sentara.

Los demás se fueron haciendo en pareja.

—Soy Alberto, por cierto —me sonrió.

—Isabella.

—No creo que terminemos este trabajo en los quince minutos que quedan de clase —comentó— ¿vives cerca o estás en las habitaciones?

—Pues en realidad trabajo un poco lejos de aquí —dudé un poco— No sabría cómo hacer para reunirnos.

—¿A donde trabajas? Puedo llegar en tus tiempos libres, por mi no hay problema —sugirió— La verdad no puedo darme el lujo de dejar clases, tengo una media beca y no quiero perderla.

—Te entiendo, también la tengo —pensé— Quizás podamos quedar en algún café. Yo trabajo con Harry Lee, pero casi no tengo tiempo libre, del trabajo vengo aquí y viceversa.

Achicó los ojos.

—¿Tu hora de salida?

—Terminamos el turno a las siete de la noche.

—Por mi no hay problema —musitó— Necesitamos hacer un buen trabajo, el mejor quizás.

Alberto se miraba que era bastante aplicando y preocupado por sus clases, cosa que yo he estado dejando un poco de lado y no podía seguir así. Debería de dejar de pensar en estupideces y concentrarme en las cosas importantes. Mi sueño es graduarme en psicología. Alberto parecía bastante animado también, me gustaba su actitud, era sereno, parecía que tomaba las cosas con calma pero con dedicación. No muchas personas se ven así. Pero si te fijas bien, la mayoría de los estudiantes de psicología eran así.

—Está bien, ¿hoy a las siete entonces? —me quise asegurar.

—Está bien. Mientras pasa la hora deberíamos de empezarlo —Alberto sacó una hoja en blanco y escribió el nombre del trabajo, la materia y mi nombre. Como todo un psicólogo anotando a su primer paciente. Así me sentía yo.

—¿Cuál es tu nombre completo?

—Isabella Juliette Fox —respondí.

—Juliette es un bonito nombre. Así se llama mi madre.

—Qué genial.

Hice lo mismo que el, tomé una hoja y empecé a anotar la materia, el nombre del trabajo y su nombre. Me gustaba esta clase, era tan pacifica y tan bonita.

—Me llamo Alberto Pierson —me dijo antes de que le preguntara.

—Gracias —lo anoté.

Alberto y yo pasamos los quince minutos haciéndonos preguntas y anotando en nuestros papeles. El tiempo que pasé con el me di cuenta de que es seguro de sí mismo, no titubea al hablar y tampoco se inmuta cuando le hacen una pregunta, ya sea yo o la profesora. Incluso aunque no sepa la respuesta no se pone nervioso sino que admite que no la sabe de una vez. Claro, no siempre tienes que saber todo. Era sincero, eso me gustaba. La verdad Alberto me cayó bien desde ya.

Cuando terminó la clase los demás salieron.

—Entonces llegaré por tu trabajo hoy —guardó sus cosas.

—Está bien —guardé las mías— Hasta entonces.

—Nos vemos, Juliette.

Alberto salió del aula, me quedé viéndolo salir porque me pareció extraño que me llamara Juliette, en realidad nadie nunca me llamaba así. Solo Isa o Isabella. Y se sintió bien.

Terminé de guardar mis cosas y salí.

Cuando Jared vino a traerme me subí al auto y esperé hasta llegar a la mansión.

Cuando llegamos, el auto de Harry aún no estaba, cosa que agradecí. Salí y me dirigí a mi habitación, dejé los papeles encima de la mesa para que no se dañaran o arrugaran y me desvestí, mi uniforme estaba limpio y planchado. Creo que Martha me había hecho el favor, me pareció lindo el gesto. Me puse el uniforme y amarré mi pelo en una cola alta. Al salir busqué las cosas de limpiar y busqué los baños de la planta baja.

Limpié los baños, los muebles, la sala, las escaleras. Estaba por llegar al segundo piso cuando me encontré a Helena al final de las escaleras. Ella seguía en pijama y no tenía buena cara. Me miraba como si me quisiera matar.

—Hasta que apareces —se cruzó de brazos— Necesito que limpies mi habitación —se dio la vuelta y se adentró al cuarto.

Respiré profundo y la seguí. Su habitación estaba hecha un desastre, había mucha ropa en el suelo, zapatos tirados, alguna lámpara rota. Había mucho trabajo que hacer. Helena estaba sentada frente a su espejo, tenía varias joyas encima de la mesa.

—Voy a salir así que cuando regrese quiero todo en su lugar —me dijo, adentrándose al baño. Rodé los ojos mientras me preguntaba qué había pasado aquí. Igual no es como que me importe; empecé a recoger la ropa sucia y poniéndola en el cesto de la ropa sucia. A los minutos Helena salió del baño lista, me dio una mala mirada para después salir de la habitación.

Al menos pasaría toda la tarde en esto, así el día pasaría rápido. Admito que a veces me canso y solo quiero echarme en la cama y descansar un poco. No quiero ser presa de la rutina, no quiero volverme amargada. Si tan solo tuviera alguna ayuda de mis padres no me tendría que matar tanto, pero al parecer tengo que empezar a valerme por mi misma. Como si viviera sola y tuviera que mantenerme. Necesito unas vacaciones pronto, eso sí.

Después de organizar todo el cuarto de Helena me tocaba organizar las joyas. Las metí en su lugar todas y limpié un poco la mesa. Estaba todo listo, había quedado impecable, como si no hubiera habido un desastre hace unas horas. Tomé mis cosas de limpieza, la ropa sucia de Helena y bajé. En el cuarto de lavandería metí la ropa de Helena, cuidando que no se fueran a manchar o a dañar. Ahí estuve un buen rato. Tenía hambre, después de esto me haré algo de comer.

Mi celular sonó en una llamada.

Contesté sin ver el remitente:

—¿Hola?

—Suenas cansada —era Noah.

—Noah, ¿cómo estás? —sonreí aunque no pudiera verme.

—Muy bien ahora que escucho tu voz. Te extraño.

—También te extraño.

—¿Como vas en clases?

—Bien, hasta ahora voy muy bien.

—Eso me da gusto. Pienso mucho en el fin de semana que pasamos juntos.

—¿Ah si?

—Sí, todo el tiempo. Necesito más días así. Isa, ¿en realidad quieres que me cambie de universidad? Para que estemos juntos, pero necesito tu opinión.

Mordí mi labio inferior porque muchas veces lo había pensado, pero no estaba segura de decirle o no sé si se sentirá mal.

—Noah, allá tienes muchas cosas que quizás no tendrás aquí —le empecé a decir— El equipo, las oportunidades que te dan en él para tu futuro. Tus clases, tus amigos...

—Mis amigos... no son más importantes que tu.

—Yo lo sé, ¿qué le dirás a tus padres? Después de todo ellos te ayudan con la universidad. Además de que ellos quisieron que estudiaras ahí para un mejor futuro. No los defraudes.

—Entonces no quieres —sonó desanimado.

—No es que no quiero sino es que pienso más allá de una chica enamorada.

—Pero yo quiero hacerlo, Isabella.

—Yo te di mi opinión, Noah, ahora queda en ti.

—Sí, tengo que arreglar ciertas cosas aquí antes de todo.

Suspiré.

—Te quiero mucho —susurré.

—¿Me quieres? ¿Sabes, Isabella? He notado que me dices mucho ese "te quiero" ya ni siquiera me dices "te amo" no sé qué pensar de todo esto pero, ¿me tengo que preocupar?

Dudé. No me había dando cuenta de que llevaba varias veces que solo le decía un "te quiero". No quería ni imaginar cómo se sentía Noah con eso.

—Noah, no es eso —me retracté de inmediato— Es solo que no le veo nada de malo a decir te quiero, lo hago, al igual que... te amo —se me quebró la voz en la última oración. ¿Qué me pasaba últimamente? Sentí un dolorcito en mi vientre en ese momento y también sentí humedad aquí abajo. Eso solo podía significar una cosa.

Escuché a Noah suspirar.

—Tranquila, creo que exageré un poco. Confío en ti.

  Después de hablar con Noah sequé la ropa, había quedado bien. Subí a la habitación de Helena, la doblé y la acomodé en su ropero. Me sentía cansada y la espalda me dolía un poco. Cerré la habitación y bajé en busca de Martha.

—Isa, no te había visto—exclamó.

—Estaba limpiando la habitación de Helena —me senté— Tenía mucho desorden.

Ella dudó en decirme algo.

—¿Qué pasa?

Se acercó.

—En la mañana, después de que el señor Lee se fuera, Helena quedó echa una furia. Empezó a tirar ropa, aventaba cosas y gritaba. Quizás tuvieron alguna pelea o algo así.

Me sorprendí.

—Seguramente. Peleas de parejas.

—No lo sé, esta fue más fuerte. Trabajo aquí desde que se casaron y jamás la había visto así. Seguro pasó algo grave.

—Qué mal por ellos, igual no me importa —me encogí de hombros— Tengo hambre.

Miré el reloj de pared: eran las seis y cincuenta. Creo que Alberto vendría en cualquier momento y no me gustaría que me encontrara sucia y hedionda a basura. Me puse de pie y me lavé las manos.

—Prepararé algo de cenar —le dije, buscando algunas cosas en la nevera— Un compañero de clases vendrá más tarde, haremos un trabajo.

—No tienes que cocinar, la cena está lista.

La miré.

—Bueno, lo qué pasa es que me da un poco de pena. Tú cocinas para los dueños de esta casa.

—No seas tonta. Con toda la comida que me dan aquí hay de sobra. E incluso a veces se pierde. Además, mi trabajo es cocinar para todos.

Seguí dudando.

—Bueno...

—Ven, te sacaré —Martha buscó un plato y me sacó un poco.

—Gracias.

Seguía sintiéndome incómoda.

Después de cenar, fui a mi cuarto y me bañé un poco. Me puse ropa casual: short, camisa de tirantes y zapatos. Como estábamos cerca del mar era un poco más caluroso. A lo lejos se podían escuchar las olas romper en las piedras.

Dejé mi pelo suelto para que se secara, tomé las cosas de la universidad y salí a la cocina. Por el pasillo venía Martha y una figura masculina detrás. Era Alberto. Venía con short y una camisa. También traía su mochila. Se miraba más juvenil así.

—Isa, tu amigo llegó.

—Hola, Alberto —lo saludé.

—Hola, Juliette.

Martha frunció el ceño cuando Alberto me dijo así.

—Vamos a la cocina, estudiaremos ahí. Claro, si no te molesta —propuse.

—Para nada, con tal de que sea un lugar silencioso para podernos concentrar...

—Lo es.

Nos adentramos a la cocina y pusimos los cuadernos en la isla.

—No se preocupen, yo estaré afuera. De todas formas mi turno ya terminó—nos dijo Martha— También tengo que estudiar.

—Si quieres puedes hacerlo aquí —le sugirió Alberto.

Los miré.

—No, no quiero molestar.

—Para nada. Hay mucho espacio para todos.

Martha sonrió. Parecía tímida.

Yo también sonreí porque me pareció algo lindo. Estos dos parece que tienen cierta atracción.

—Claro, ve por tus cosas.

Martha salió.

—Bueno... —Alberto abrió su trabajo—... ¿en donde quedamos?

Media hora después Alberto y yo llevábamos bastante avanzado el trabajo, Martha también estudiaba y Alberto le ayudaba con ciertas cosas que no entendía. La casa se sintió en silencio un momento, pero cuando escuchamos el azotar de una puerta supimos que Helena había llegado. Y no sabía si Harry también, no lo sé.

Pero igual nosotros seguimos estudiando.

—Buenas noches—una voz masculina proveniente de la puerta nos hizo girar a ella. Sentí algo en el pecho al ver a Harry ahí de pie. Nos observaba neutro.

—Buenas noches, señor Lee, ¿quiere algo de cenar? —Martha se puso de pie.

—No, no. Ya cené. Sigue estudiando —le dijo.

—Está bien.

—Buenas noches —respondí yo— Disculpa que estemos estudiando aquí. Él es Alberto, compañero de clases. Estamos haciendo un trabajo.

—Así que Alberto... —murmuró Harry. Cualquiera diría que estaba celoso. —Está bien, pueden seguir estudiando.

Fruncí el ceño ante Harry, era muy raro.

—¡Harry! —era Helena— ¡Harry! ¡Me han robado! —Helena apareció en la cocina también.

—¿De que hablas, Helena? —le respondió Harry.

—Mi anillo, no está mi anillo de compromiso, Harry —se quejó. Miré a Martha y ella me miró a mi. En eso apareció Jared y el otro tipo robusto.

—¿Lo buscaste bien? Aquí nadie roba, nadie ha entrado.

—Nadie ha venido más que los mismos que estamos aquí —le dijo Jared, eran los de seguridad. Parece que esto se iba a poner más complicado. Me daba pena con Alberto, ni siquiera pudimos avanzar mucho en nuestro trabajo.

—Discúlpame, Alberto.

—No te preocupes.

—Yo me lo quité en la mañana cuando Isabella... —ahora me miró a mi—... fuiste tú, ¿verdad? —se acercó a mi pero Harry la detuvo de los brazos. Me puse de pie.

—¿De que hablas?

—Eres la única que entró en mi habitación a limpiar ¡fuiste tú quien se robó mi anillo! Ese anillo vale miles de dólares ¡eres una ladrona! —quería venir y abalanzarse hacia mí.

Pero me dio rabia, me dio mucho coraje que estuviera culpándome de algo tan grave como eso. Ahora todos me miraban. Me sentía tan humillada.

—¿De qué mierdas estás hablando, Helena? —me quise abalanzar hacia ella pero Alberto me detuvo a mi. —¡Suéltame! —me quise zafar— ¡Jamás me he robado un centavo de alguien!

—¡Acéptalo, maldita ratera!

—¡Helena, ya basta! —intervino Harry— Esto es un malentendido. ¡Jared!

—¿Si, señor? —revisa la habitación de Helena, debe de estar por ahí ese anillo.

—En seguida.

Jared se fue a revisar la habitación de la idiota de Helena.

Qué humillación.

—¡Ordena que revisen la habitación de Isabella! ¡Anda! —seguía exclamando Helena.

—No haré eso —contestó Harry.

—No, déjala que revisen. —les dije— Para que salgamos de esto de una buena vez. Alberto, puedes soltarme.

Alberto me soltó, así que me tranquilicé un poco.

—Isabella, no es necesario, el anillo debe de estar caído por ahí.

—Deja que revisen su maldita habitación —dijo Helena.

Harry la soltó. Helena se veía muy enojada en realidad. Estaba pasando la peor humillación y frente a Alberto, genial, esto no podría salir peor.

—No revisaremos su habitación —Harry se seguía oponiendo.

—Harry, por favor, Helena se dará cuenta de que se equivoca.

Harry me miró, parecía apenado por lo que su esposa hacía. Él no quería que revisaran mi habitación porque quizás sabía que no sería capaz de algo así y que el revisar sería como faltar el respeto.

—Está bien, si eso te hace estar tranquila —asintió— Vamos.

Todos nos encaminamos hacia mi pobre habitación.

—O está muy dolida o sabe fingir bien —me susurró Alberto detrás de mi.

Fruncí el ceño sin entender.

—Qué pena contigo —me disculpé— Jamás me había pasado algo así.

Al llegar a mi habitación el otro guarura empezó a abrir mis cajones, a buscar debajo del colchón, de la cama. Revisó mi ropa. En fin, habían dejado un tiradero ahora. Yo me sentía sin miedo  a nada porque yo no me robé ese anillo.

—No hay nada, señor —le dijo el tipo a Harry.

—¿Revisaste bien? —le cuestionó Helena, adentrándose a la habitación y dirigiéndose a mi mesita de noche. Allí tenía algunos libros y un frasco de vidrio transparente. Contenía un poco de arena de mar y conchitas dentro. También estaba decorado con conchas afuera. —¿Qué es esto? —y sin previo aviso lo aventó al piso.

—¡No! —exclamé al ver su crueldad. El frasco se hizo añicos, todo se arruinó.

Helena se arrodilló, rebuscó entre la arena y de ella sacó un anillo de diamantes.

Me quedé helada ante lo que veía.

No puede ser.

—Mi anillo.

Harry me miró.

—Harry... —no me gustaba la forma en la que me miraba, parecía que en realidad creía que yo me robaría el anillo. —Harry... —quise acercarme—... Yo no lo hice.

—Estaba en tu habitación. Lo tenías muy escondido, quién se lo imaginaría. —Helena estaba tranquila ahora— Suficientes pruebas hay para correrte, por ladrona.

Harry solo tenía la vista en el piso, ni siquiera decía nada.

—Isabella, recoge tus cosas —empezó a decir la bruja de Helena— estás despedida.

Sentí un sabor amargo en mi garganta, también sentí algo raro en mi estómago. No, es que ¿cómo llegó eso ahí? No podía ser. Yo no puse eso ahí, ¿quien sería capaz de hacer eso?

—Harry, Martha, yo no lo hice. No robé ese anillo.

—¿Y quien más podría haberlo hecho? Eras la única aquí, en mi habitación. ¿Creíste que no nos daríamos cuenta? —Helena disfrutaba esto— Si te hubieras robado cualquier otra joya después de arreglar mi joyero quizás no me hubiera dado cuenta. Pero te llevaste mi anillo, el que Harry me dio cuando nos casamos. ¿Qué creías? ¿Que no me daría cuenta? Eres una ladrona.

Eso fue lo único que faltó para abalanzarme a Helena y tomarla del cabello. Mi habitación se convirtió en un caos.

—Eres una maldita bruja —la tiré al piso— ¿tú hiciste esto, verdad? Lograste lo que querías.

Unos brazos fuertes me tomaron y me quitaron de Helena.

—Isabella, ya basta —era Harry.

Helena se levantó del suelo, su pelo estaba hecho un desastre ahora.

—¡Lárgate! ¡Sácala de aquí! —le dijo al tipo.

El tipo me tomó de los brazos.

—¡No la toques! —Harry intervino— Lárgate a la puerta.

—No es necesario que me saquen —me zafé— Me voy sola. —empecé a recoger mi poca ropa que tenía y la empecé a meter en mi maleta.

—Isa, ¿qué haces? —me preguntó Harry.

—Como soy una ladrona me iré.

Alberto y Martha también me ayudaron. Mi frasco con arena quedó en el suelo, ya no servía.

—Sí, lárgate y no vuelvas —Helena salió de la habitación. La caminata que hizo fue triunfante.

—Hablaré con Helena. Isa, por favor no te vayas. Esto se resolverá.

—¿Para qué? —lo encaré— Si no me crees —espeté— tu mirada lo dice todo.

Estaba tan dolida. ¿Cómo puede pensar Harry que soy una ladrona? Qué decepción.

Tomé mi maleta y el resto de mis cosas. Las lágrimas querían salir de mis ojos pero las detuve.

—Adiós, señor Lee —salí de la habitación.

—Te llevo a la universidad—se ofreció Alberto.

—Bien.

—Isa, espera. —Harry venía detrás de nosotros— ¡Isabella!

Al salir me monté al auto de Alberto de inmediato, él se montó al conductor.

—¡Isabella, abre la puerta! —siguió Harry.

Pero bajé la ventanilla.

—¿Qué? ¿Quiere revisar mi maleta, señor Lee? Usted estaba ahí cuando empaqué mi ropa. Estoy segura de que no me robé nada esta vez. —Y subí la ventanilla de nuevo—Vámonos, Alberto.

Alberto arrancó.

Por el espejo retrovisor noté cómo salía Helena y detenía a Harry.

Una de las cosas que desde pequeña me enseñaron fue respetar lo ajeno y yo estaba segura de que no había robado ese anillo, pero lo más doloroso no fue solo eso, sino que también Harry por un momento vi que sus ojos dudaron de mi, no puedo creer que en el poco tiempo que estuve con él, no se dio cuenta de la mujer que soy yo, pero no me extraña, así son los hombres, se ciegan ante una mujer que los ha vendado, esto no se quedará así, ademas mi corazón se rompió en Mil pedazos cuando mi frasco de arena cayó al suelo, para mi era algo valioso, pero claro, a la sirviente no le creen...

—Tranquila—dijo Alberto palmeando mi hombro—no te preocupes que en el poco tiempo que estuve ahí me di cuenta de dos cosas: la primera es que tú no lo hiciste, yo creo en ti y no eres de esas mujeres rateras que le roban a su jefe, es más, creo que esa mujer tuvo que ver con esa desaparición del anillo, se mira que es bastante celosa y lo otro es que observé que ese hombre que es tu jefe se siente confundido, es de los hombres que no reaccionan en el momento sino hasta que las cosas ya han pasado, pero bueno, así es el mundo y no lo podemos cambiar—sus palabras al menos me habían consolado, el recién me conoce y dedujo esas cosas, que bien se siente conocer a un hombre muy seguro de sí mismo, quizás en otra vida él y yo...

—Te lo agradezco, al menos tu crees en mi—observé la ciudad a través de la ventana. Las calles estaban vacías y los edificios iluminaban la ciudad, todo era muy diferente por acá y no me refería a las cosas materiales, sino la vida, desde que vine acá ha sido muy cruel conmigo, desde un asesinato y ahora juzgada por ser una ladrona, como extraño los tiempos en que jugaba en la calle con mis amigos de niña, ahora más que nunca tengo claro de una sola cosa y es que a medida que creces la vida se te jode, todo lo contrario que pensé cuando apenas era una niña, siempre quería ser mayor para valerme por mi misma y esas cosas, pero ahora veo eso, existe el estrés, la ansiedad, los problemas y todo eso me afecta. No puedo creer que Harry no me haya defendido a como se debía.

—¿Cómo piensas hacer ahora?—preguntó Alberto, el pobre chico se sentía preocupado, me imagino que fue la peor experiencia en cuanto a encontrarse con un compañero de clases para trabajar.

—Si te refieres al trabajo y a pagar las cosas de la universidad, no se, creo que con lo poco que ahorré puedo sobrevivir ciertos meses, mientras tanto podría buscar otro trabajo, ademas espero me paguen el tiempo que estuve con ellos—en realidad no lo había pensado, una chica como yo, que no sabía hacer muchas cosas creo que le costaría un poco encontrar trabajo, pero de algo estaba segura y es que a esa casa no volvería a poner un solo pie.

—Si quieres puedo ayudarte con eso, mi padre tiene bastante influencia en esta ciudad y podría hablar con él para que te consiga un trabajo que se apegue a tu tiempo en la universidad y esas cosas—que caballeroso, ademas de inteligente hasta atento había salido Alberto.

—Lo pensaré...—sonreí en una sola línea, no quería darle trabajo a él, tan solo nos estábamos conociendo y como que no.

—Bueno, ten eso presente entonces—ya casi llegábamos a la universidad, a la triste y fría universidad a la cual creo que nunca debí salir, por estas cosas es que me gustaba no existir en el mundo real, sino en mi mundo. La vida real era cruel, llena de solo personas malas.

ANTERIORMENTE, ANTES DE LO SUCEDIDO

HELENA

—¡Qué hermosa que te veo amiga!—Marie me recibía con los brazos abiertos, ella era una de mis mejores amigas y nos estábamos reuniendo en uno de los restaurantes más famosos de la ciudad, tenía un asunto pendiente.

—Gracias, tu no te quedas atrás—observé de pies a cabeza y portaba unas sandalias de plataforma de color blanco, un vestido amarillo con un diseño de flores blancas, unos lentes para sol de color café y por supuesto su cabello con un partido en el centro, ella era la esposa de uno de los diseñadores más famosos de California, era lo bueno de mezclarse con gente a nuestra misma altura, no como el tonto de mi esposo que últimamente se relaciona con la servidumbre.

—No perdamos más el tiempo—me dijo tomando mi mano—busquemos una mesa que hay muchas cosas de que hablar, si te contara...—seguimos caminando, dirigiéndonos a la puerta principal.

—Bienvenidas, señoritas—el portero nos recibían—nosotras como siempre no alzábamos a ver a los sirvientes, al menos a mi me daba repudio toda esa gente, para lo único que sirven son para ser esclavos de nosotros los ricos.

Marie y yo nos sentamos en una mesa que tenía al frente una ventana bastante grande, era una mesa de dos personas, tenía un centro de cristal y sillas de mármol con cuero suave encima.

—Lo que vayan a ordenar solo me indican y yo vendré—dijo un mesero llegando a nuestra mesa, lo quedé viendo con repudio.

—Ok—le hice seña con la mano que se retirara.

—Y bien, dime ¿Cómo van las cosas con Harry?—ella ya sabía lo del divorcio—¿aun tiene esas ideas absurdas de querer divorciarse de ti?

—Así es y créeme que esta vez no tengo idea como retenerlo, tú sabes que le saco mucho provecho a él y a su posición social que tiene en esta ciudad, los lujos se me acabarían y eso sería un desastre para mi vida—mordí mis labios tan solo haberme imaginado que ya no tendría las mismas condiciones de vida.

—Entiendo—negó con la cabeza, pero se le notaba lo pensativa que estaba, seguro ideando la próxima jugada—¿conoces a la chica?—pregunto y fruncí el ceño.

—¿A que te refieres?—volteé mis manos.

—Si, Helena. Los hombres cambian solo de una forma y es que seguro debe de estar interesado en alguien más, eso es más que obvio—rodó sus ojos—no creo que no te hayas dado cuenta todo este tiempo, Harry le debe de estar gustando otra persona.

En ese momento mis sentidos se abrieron aún más de lo que ya estaban, pero hice memoria de quien podría ser esa hija de perra que quería quedarse con lo mío, pero no se me venía nada a la mente.

—Vamos, Helena, piénsalo bien—entrecerró sus ojos.

La única mujer que se me vino a la mente en ese momento fue esa maldita sirvienta, no era la primera vez que presenciaba cosas entre ella y la cocinera, como por ejemplo el día de la fiesta en la playa y las otras atribuciones que se ha tomado mi esposo con ella, pero...

—La única mujer que pienso es en la sirvienta—le dije y empezó a reírse—¿de que te ríes? —esta vez fui yo quien rodó los ojos.

—No te lo tomes a mal, pero en serio ¿crees que Harry se va a fijar en una chica que tiene de sirvienta? Vamos, tu esposo es súper guapo y las mujeres que tiene de...—se quedó en silencio—...tras son mucho mejor, tampoco quiero que te lo tomes a mal sino que solo te estoy diciendo la pura verdad, pero no deberías de temer por una sirvienta.

—Bueno, pero ese no es el caso, igual esa maldita me cae bastante mal—en realidad desde que pisó mi casa me cayó súper mal.

—Tengo entendido que ella duerme en la misma casa, ¿no?

—Así es.

—Lo tengo—entrelazó sus dedos y sonreía malévola, si se trataba de maldad, Marie y yo éramos las mejores.

Me dirigía en mi coche hacia la mansión, ya tenía el plan perfecto para desahecerme de esa tonta, espero no salga nada malo, porque si se cumple a como lo pensamos será un éxito, aceleré el coche, estaba ansiosa por realizarlo.

Finalmente llegué a la mansión, entré a la sala, no había nadie por el momento, solo pude sentir olores provenientes de la cocina así que me dirigí para ver si Isabella estaba ahí junto a Martha.

—Martha, ¿Dónde está Isabella?—quise saber, ella estaba de espaldas cortando unas verduras.

—Se fue para la universidad hace poco, ¿necesitaba algo?

—No, tranquila—me fui.

Llegué a la habitación de ella, la aseguré para que nadie pudiera entrar, estaba muy ordenada, a pesar que ella me cayera mal, no podía quitarle el mérito que era bastante ordenada, había poca ropa en su ropero, nada comparado al mío, pero claro, había una diferencia abismal entre nosotras, el plan que había tramado con mi amiga no podría salir más que perfecto, pero ¿Dónde demonios lo meteré para que sea creíble? No había nada por acá, simplemente una cama y unas cuantas cosas personales de ella, hasta que mi vista se dirigió a un frasco lleno de arena de mar y unas cuantas conchas, ¡bingo! De esta no podrás salir maldita, de inmediato salí del cuarto cerciorándome que nadie me pudiera ver. Ahora solo tocaba esperar a que viniera.

Finalmente venía, la observé desde la ventana de mi cuarto, estaba cayendo en la trampa como una rata.

—¡Harry! —tuve que fingir el drama— ¡Harry! ¡Me han robado! —Me dirigí a la cocina, ella estaba ahí con un chico que no conocía, pero era el momento perfecto para exhibirme, todo el plan que había armado con mi amiga se levaría acabo.

Luego de semejante escándalo que había armado en la casa disfruté tanto ver la expresión de ella cuando descubrí el anillo que había escondido dentro del frasco con arena, parece que todo marcha a la perfección y estaba gozándolo e incluso pude notar que Harry se había molestado un poco y hasta había dudado de esta chica.

Después de todo se lo merecía por las cosas que había hecho en esta casa le tenía que dejar claro quién era la que mandaba acá y de esa forma se largó la perra, así misma como un animal se fue con el rabo entre las piernas.

—¿Dónde crees que vas?— tomé el brazo de Harry ya que él quería seguirla— Ella tan sólo es una simple empleada y además de eso es ladrona.

—Pero ¿como puedes tratarla así? si tú no la conoces perfectamente e incluso veo que hay como una pequeña rivalidad entre ustedes lo cual no me gusta, este tiempo que yo he estado conociéndola no puedo creer que ella sea ladrona, siento que aquí hay un mal entendido y debemos de aclarar las cosas ¿no lo crees?— en verdad él estaba defendiendo a la servidumbre.

—¡Eso jamás!— le contesté prepotente—ya vimos lo que teníamos que ver y qué más pruebas quieres después que encontré mi anillo en ese frasco de arena que estaba en su cuarto, no hay nadie más que haga eso sólo estaba ella, no puedo creer que aún con lo que has visto sigues cuestionándote—entramos a la casa, no había nada más que me enojara tanto como un hombre que no confiara en lo que decía.

HARRY

Algo no está cuadrando bien acá, aunque haya visto eso no termino de creerlo, sé muy bien el tipo de mujer que Isa es y algo estoy muy seguro que delincuente no es, Sin embargo no puedo quedarme de brazos cruzados tengo que hacer algo al respecto y de inmediato no puedo quedar como el hombre que no hizo nada frente a ella así que tendré que viajar hasta esa universidad.

ACTUALIDAD

ISABELLA

Finalmente habíamos llegado a la universidad tal y como lo pensé, estaba vacía quizás algunos andaban en discotecas otros estaban dormidos y yo recién estaba llegando.

—¿Quieres que te vaya dejar hasta tu habitación?—Alberto quiso ser todo un caballero.

—No hace falta—le sonreí —ya has hecho demasiado como para que te tomes la responsabilidad de irme a dejar hasta el cuarto, tranquilo, yo conozco perfectamente este lugar y créeme que no me pasará nada malo, pero nuevamente te agradezco por la atención que me has dado y por quererme ayudar en esta situación en donde se conocen los verdaderos amigos.

—Bueno, está bien, cualquier cosa me mandas un mensaje o si quieres puedes llamarme y yo veré en qué puedo ayudarte—se despidió diciendo adiós con la mano y se fue.

Entré a la habitación, creí que mis exs amigas estaban acá haciendo de la suyas pero increíblemente no estaban; vale más que el cuarto estaba solo; tomé mis maletas y desempaqué prenda por prenda; mi conciencia estaba limpia de que yo no había sido quien había robado ese anillo mas sin embargo me dio mucha vergüenza con las personas que estaban ahí y con Alberto aunque yo sé que en el fondo me creen.

Justamente a la hora en la cual había desempacado todo por completo y estaba quitándome la ropa que llevaba puesta para ponerme una pijama más cómoda tocaron la puerta; creí que era Alberto que necesitaba algo más o me diría otra cosa, caminé lentamente hacia la puerta sin ni siquiera preguntar quién era porque supuse que era Alberto y mi susto fue cuando abrí esa puerta.

Era el mismísimo Harry Lee, en realidad no sabía qué estaba haciendo acá pero ya me había quedado muy claro las cosas cuando pasó lo que tenía que pasar y él ni siquiera reaccionó.

—Buenas noches, Isa, necesito que hablemos respecto a lo que acaba de pasar ¿puedo entrar?— preguntó con aquella mirada arrepentida.

En ese momento me debatí en si dejarlo pasar o no; no quería caer en los juegos de él pero si se había tomado la molestia de venir hasta acá al menos le daría el momento en que pudiera explicar las cosas a como él creía.

—Está bien, pasa delante—inmediatamente el atravesó la puerta y la aseguró, estábamos sólo él y yo en este cuarto solo y frío.

ISABELLA

    Harry estaba aquí, en mi habitación. Estábamos en silencio, él por una esquina. Se miraba pensativo o quizás avergonzado. Ni siquiera sabía qué estábamos haciendo o qué estaba pasando entre ambos. Actuábamos como si fuéramos... algo más que jefe y sirvienta.

    —¿Qué haces aquí, Harry? —lo miré, necesitaba saber qué pensaba. Aunque creo que me creía una ladrona ahora. Era un poco decepcionante. Incluso Alberto que me acaba de conocer se pudo dar cuenta de la verdadera situación y de la verdadera intención de su esposa. Porque estaba segura de que ella me había puesto una trampa. Y Harry cayó redondito.

    —Tratando de entender —respondió sin levantar la vista. No entendía a lo que se refirió.

   —¿Entender qué? ¿Cómo es que soy una ladrona? ¿Cómo es que robé ese anillo tan caro de tu esposa? Dime, ¿qué quieres entender?

    Ahora sí me miró.

    —No estoy hablando de eso, Isabella —se acercó. Harry usaba una chaqueta negra, su pelo estaba despeinado. Afuera hacía algo de frío. Creo que se avecinaba una tormenta.

   —Entonces... —empecé a decir. Confieso que Harry me confunde, siento muchas cosas con el, soy como otra persona. Me preocupa, lo hecho de menos cuando no está. Pienso mucho en el. Pero es que... yo tengo novio. Un novio que está a muchos kilómetros de aquí, un novio que es más mi mejor amigo que eso.

Noah, quisiera que me perdonaras por hablar así.

   —Isabella —Harry tomó mi cara— Discúlpame por haber reaccionado de esa forma cuando Helena te inculpó. Admito que me confundí un poco pero ¡entiéndeme! No sabía qué hacer. Luego me maldije a mí mismo por no creerte. Te creo, no necesito pruebas, sé que no lo hiciste. Y también sé el por qué Helena querría que te fueras.

   Fruncí el ceño.

   —¿Por qué será? Es obvio que está celosa de mi.

   —No tiene motivos para estarlo.

   Lo miré mal.

   —No, es cierto. —me zafé de su agarré y me crucé de brazos, dándole la espalda. La ventana que estaba frente a mi me daba la vista de la ciudad. Se veían unos relámpagos a lo lejos.

  —No me refiero a eso. Quiero decir que... hasta aquella noche que te di el beso yo... no le había fallado a Helena y siempre le había dado su lugar. Te confieso que en un inicio me confundí; además de que me sentía solo. Mi padre había muerto... mi madre... —se detuvo en seco. Por primera vez sentía que Harry se estaba abriendo conmigo—... En fin. Helena estuvo ahí conmigo, vi en ella una mujer que me ayudaría a salir adelante. Pero no amor. Y creo que confundí el cariño con el amor. Ahora me doy cuenta de eso porque... te conocí.

   Sentí algo extraño en mi pecho cuando Harry confesó eso. Yo... no sabía qué decirle.

   —La primera vez que te vi fue cuando chocamos en la ducha y me fulminaste con tu mirada. Te confieso que cuando te volteaste para irte te miré las piernas. Luego te volví a encontrar, me llamaste por teléfono por el trabajo. Cuando fuiste a mi casa chocamos de nuevo. Creo que no hemos tenido buenos comienzos. Tus ojos, Isabella, tu rostro, pero además de todo me llamó la atención tu valentía y tu corazón. Tu forma de pensar. La verdad es que no sé lo que me pasa contigo —pausa— pero ahora sólo pienso en ti.

   Quería llorar por todas las cosas que me estaba diciendo, resolvía todas las dudas que tenía. Todo lo que pensaba de él, si quería a su esposa en verdad o no. Si existiría la posibilidad de que se fijara en... mi. Y aquí tenía las respuestas. Es solo que no tenía ni idea de lo que hacer con ellas.

   —No hagas eso —pedí.

   —¿Por qué no? Al fin tengo el valor de venir y decirte todo esto. Aunque fallé, no lo hice viéndote a los ojos.

  —Deberías de parar —continué— Yo tengo novio.

  Sus manos tomaron mis brazos y me giraron. Sus ojos se miraban enojados ahora.

  —¿Novio? Sé que también sientes lo mismo que yo, Isabella. ¿Lo vas a negar ahora? Tu novio... no sé lo que sientas por el pero estoy seguro de que no es amor.

  Ya hasta, Harry, si sigues así no me podré resistir. Jugué con el anillo que Noah me había dado y pensé en el. Pensé en que no lo podía traicionar.

  —No puedo, Harry —me zafé, avanzando hacia la salida—No puedo hacerlo. Además, ni siquiera me creíste en ese momento.

  —Te creo ahora.

  Lo miré mal.

  —Te felicito —mi semblante cambió a enojo— ¿Por qué me haces esto? Por las noches te follas a tu mujer y por el día juegas al enamorado conmigo. ¿Qué es lo que planeas conseguir conmigo? ¿Acaso estas jugando con las dos? ¿Qué es lo que te pasa, Harry?

  —¡Yo no follo a Helena! —exclamó de golpe. Parecía que decía la verdad. Pero eso no lo creía, aún tengo la imagen de esa primera vez que lo vi follandola, haciéndala suya. No podría estar con Harry porque soy muy celosa y pensaré en las mujeres que han estado con el antes de mi, pensaré en que quizás les dijo "te amo" a cada una, que les hizo el amor hasta que se cansó. No debería de ponerme así porque yo hacía lo mismo con Noah. Pero no podía evitarlo.

   —¡Te digo que no puedo con esto! —exclamé más alto— ¡Estoy harta de todo, de tu desconfianza, de que me incluyan en un asesinato y de que me tachen de ladrona! —exploté— ¡Pero sobre todo estoy cansada de todos estos sentimientos que he desarrollado por ti! ¡No puedo más, Harry! ¡Haz lo que quieras!

  Y en ese momento Harry me besó.

  Su beso me tomó desprevenida, pasó todo como en cámara lenta. Como si fuera producto de una película. Sus labios estaban fríos, quizás por el clima. Sus manos estaban a cada lado de mi cara, sosteniéndola para que no me pudiera zafar. ¿Mis manos? Mis manos no se pudieron mover y empujarlo, alejarlo de mi para que no siguiera besándome. Pero no pude, el sentimiento fue más grande que yo. Sus labios me hacían sentir tan bien, me provocó cosquillas en mi estómago. Me provocó una sensación de paz que nunca jamás había experimentado con nadie. Ni siquiera con Noah. Al final dejé de empuñar mis labios y los solté, para que Harry pudiera besarme mejor. Elevé mis manos, no para apartarlo sino para atraerlo más a mi. Enrosqué mis manos detrás de su cuello, acaricié su pelo. Harry bajó una mano a mi espalda baja y me atrajo más hacia el. Dios, sentí tanta excitacion y deseo.

   Lo necesitaba conmigo. Lo necesitaba mucho. Harry me encaminó hacia mi cama y me dejó caer, él estaba encima de mi, sus labios nunca se apartaron de los míos. Enrosqué mis piernas a su cintura mientras su lengua se abría paso en busca de la mía.

  —No nos neguemos esto por favor —susurró entre el beso— Sentimos cosas el uno por el otro, son más fuertes que todo, Isabella —me siguió besando. Yo no quería parar. Si seguía así creo que... —me divorciaré. 

   Eso fue lo único que faltó para que yo parara y lo viera.

  —¿Qué?

  —Así es.

  —Quítate —le dije.

  —Isabella...

  —Harry, por favor... —supliqué. Él se apartó así que pude ponerme de pie, no podía creer que se divorciaría. Me tomó por sorpresa— No puedes hacerlo.

  —Claro que puedo. Yo no la amo.

  —Estas confundido nada más. No está bien.

  —Nunca he estado más seguro en mi vida, Isabella.

  —Harry... —arrugué mi cara. Él se acercó y acunó mi rostro en sus manos.

  —Es lo que haré, está decidido.

  —Ahora entiendo por qué tu mujer se la agarró contra mi.

  —No es mi mujer.

  —Sí lo es —lo miré mal. Y me da rabia admitirlo.

  Harry suspiró. Parecía que sabía que discutir conmigo no lo ayudaría en nada. Siempre buscaba algunas formas de ganar.

  —Isabella... necesito que me des una respuesta.

—¿Respuesta de qué? —rodé los ojos.

—De nosotros.

  En Noah, Isabella, piensa en Noah. Él es tu novio e incluso está pensando en dejar la universidad para estar cerca de ti. Con el haz pasado muchas cosas y no puedes dejarlas por un sentimiento que no sabes si es real. Aunque en el fondo sabes que sí. ¿Qué te garantiza que no eres nada más que una conquista más de Harry? Que luego se aburrirá como se está aburriendo de su esposa ahora. No deberías arriesgar tu futuro por algo que no lo tiene. Son diferentes, vienen de mundos diferentes. Harry solo está confundido por la rutina. Nada más.

  —No hay un nosotros, Harry —me dolió decir eso. Pero más me dolió ver la mirada dolida de Harry— No puedo dejar a Noah, es mi novio y lo quiero.

  Harry no dijo nada. Solo me miró. Por primera vez quisiera que dijera algo, que me gritara o expresara sus sentimientos. Pero solo me miró con, creo yo, decepción.

  Si quiero a Noah, ¿entonces por qué me duele tanto dejar a Harry? Cortar lo que estábamos empezando a tener. Si estuviera soltera quizás hubiera empezado algo con el, pero me dolía más lastimar a Noah. Aunque tuviera que sacrificar mi propia felicidad por eso. Estoy segura de que seré muy feliz con Noah, tengo que serlo.

  —Harry, ¿por qué no dices nada? —tanteé, porque seguía mirándome nada más.

  Harry retrocedió despacio, se miraba dolido.

  —¿Harry? —me quise acercar, pero Harry dio media vuelta y salió de mi habitación. Quise seguirlo pero me detuve. No podía. Había logrado lo que quería, que Harry se alejara de mi.

   En la cama, más noche, no lograba conciliar el sueño, daba vueltas y vueltas tratando de averiguar por qué me sentía tan mal. Quizás porque por dentro me sentía triste, quería estar con Harry, quería ir y besarlo. Quería verlo. Me puse de pie y salí de mi habitación, necesitaba aire fresco y pensar. Afuera llovía, no tan fuerte pero lo suficiente. Me senté en el borde de una ventana que daba al parqueadero. Ahí pensé. Mi celular sonó anunciando un nuevo mensaje de WhatsApp, el número no lo tenía registrado pero de igual forma revisé. Era una imagen. En la imagen aparecía Harry, estaba sentado en la barra de un bar con un vaso lleno de alcohol. Se miraba derrotado. La imagen venía con un mensaje:

   Pobre Harry, parece que le han roto el corazón :(

  ¿Quién pudo haber sido? Guardé el celular y solo me dediqué a ver por la ventana.

  —Sabía que te encontraría por aquí.

  Miré a Alberto de inmediato.

  —¿Alberto? ¿Estás en los dormitorios?

  —Así es. —se sentó a la par mía.

  —No podía dormir —admití— No ha sido un buen día para mi. En realidad no recuerdo la última vez que tuve buenos días. Quizás cuando Noah vino. Él me hace sentir bien.

  —¿Noah?

  —El es mi novio.

  —¿En serio? Pensé que no tenías.

  Lo miré.

  —Pero lo tengo.

  —¿Sabes? No te conozco mucho pero sé que hay algo que no te deja estar bien contigo misma. Siento que te sientes presa, que sientes impotencia por dentro.

  Fruncí el ceño, ¿Alberto era brujo o qué?

  —Olvidé que estudias psicología.

  —No todos tenemos ese don, estudien o no. Lo he notado. También noté cómo Harry y tu se miraban, cómo luchaste porque te creyera. Luego lo confirmé cuando Harry venía detrás de nosotros llamándote.

  Parecía que nada se le escapaba a Alberto. Pero no podía seguir negándolo más.

  —Pues eres muy observador.

  —¿Sientes cosas por el, cierto?

  —Siento muchas cosas, cosas que no puedo explicar. Ni siquiera sé cómo empezaron o en qué momento. No sé por qué. Tengo novio y debo quererlo solo a él.

  —¿Te estás escuchando acaso? Dices que "debes" quererlo. El hecho de que lleves años con el no significa que tengas algún tipo de contrato. Quizás tus sentimientos por Noah sean de cariño, quizás te sientes así porque el fue el primer hombre en tu vida.

  Miré a Alberto, esas cosas que decía...

  —Algo así —respondí de todas formas.

  —Pasé por algo similar. Pero le romperás el corazón a Noah si no terminas con el y empiezas a actuar extraño. Duele más el desinterés, ¿sabías?

  —Quizás tengas razón —lo pensé bien— Pero no quiero lastimar a Noah, no se lo merece.

  —Sé que eres valiente. Sabrás lo que es mejor.

  En ese momento tomé una bocanada de aire y lo exhalé. Alberto me había hecho pensar muchas cosas, muchas cosas que había omitido. Cuando abrí la boca para responder mi celular sonó en una llamada. Era Martha. Supongo que estaría preocupada por mi.

  —Es Martha —le dije— Discúlpame —y contesté—: ¿Martha?

  —Isa... —su voz se escuchaba entrecortada.

  —¿Martha? ¿Qué pasa?

  —Isa, pasó algo horrible.

  Sentí algo en mi pecho.

  —¿Qué pasó? Por favor no me asustes.

  —Es Harry, Isabella, el...

—Martha, habla por favor —pedí. Mi corazón empezó a latir más a prisa. La ansiedad se apoderó de mi.

  —Harry acaba de tener un accidente y se lo acaban de llevar al hospital.

  Lo que dijo me dejó en shock, paralizada, sin habla.

Harry. Tenía que ir con el.

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