Capítulo 2
- Estoy hipotecando la casa para pagar parte de mis acreedores", papá está demasiado enfadado, y muestra su agresividad con demasiada claridad. - Una parte, ¿sabes? - No estoy seguro de cómo me siento al respecto -dijo, con los ojos brillantes, las fosas nasales encendidas como las de un dragón, el vapor hinchándose con el humo y el fuego ardiendo como un cerdo.
Apreté los dientes para no estallar. Será mejor que no diga nada, o habrá un escándalo. Ya habíamos practicado una vez nuestro ingenio y nuestras acusaciones el uno contra el otro, y aún me ponía enferma pensar en ello. Y dolía, porque sus palabras dolían de verdad.
Como si yo tuviera la culpa de la muerte de mi madre. Yo, no él, me arriesgué al aceptar una gran suma de dinero para promoverla. Y me arruiné. Y ahora tengo que pagar por todos sus pecados.
Culpable de los cargos. Tal vez yo también nací en el momento equivocado.
- ¿Dónde firmo? - Miro los papeles y mi padre se levanta de su asiento.
Por el rabillo del ojo, lo veo avanzar hacia mí a paso tambaleante. Cierto, ha bebido demasiado, le vendría bien una siesta. Pero es mejor no despertar a la bestia que lleva dentro. Ya es bastante difícil, y estoy a punto de empezar a resoplar.
- Aquí, aquí y aquí -señaló las líneas correctas, y yo firmé sin siquiera leer-.
Hoy he venido a por mi herencia, porque tras la muerte de mi madre una parte de la casa me pertenece. Y el banco no quiso darle un préstamo a mi padre hasta que cumplí los dieciocho.
Era una red de seguridad para que no hubiera problemas.
- ¿Y ahora qué? - Miro a mi padre y él desvía la mirada en respuesta. Demasiado inseguro, y en cierto modo sospechoso. - ¿De dónde crees que saldrá el resto del dinero? Y, por cierto, si no pagamos el préstamo a tiempo, ¿dónde viviremos?
- Hay un hombre que puede ayudarnos", mi padre me muestra la espalda y se dirige hacia su silla. Lo miro de soslayo y un escalofrío me recorre la espalda. Siento que estoy a punto de recibir otra "super" noticia.
A lo mejor ya no tenemos casa. ¿Y mi padre no piensa pedir un préstamo hipotecario? Y mi firma...
- ¿Qué clase de persona? - Casi lo deletreo, congelada en el sitio. Ahora mismo estoy imaginando cosas que no existen, pero no me gustan los ojos inquietos de mi padre. Tal vez sea el efecto del alcohol, porque él solía hablar siempre con firmeza y seguridad, mirando a la otra persona directamente a los ojos.
Y yo no soy una excepción: solía mirar fijamente a mi interlocutor. Podría considerarse un defecto mío, pero es así.
- Es a él a quien debo dinero -mi padre puso los ojos en blanco y luego suspiró pesadamente-. - Maldita sea, ¿cómo había calculado tan mal? Se suponía que el nuevo proyecto iba a salir adelante y yo habría conseguido...
- Deja de lloriquear. - interrumpo su triste historia-. - Dime lo que tengo que hacer.
- Ve a verle", mi padre parece confuso. - Pídele otro mes de aplazamiento.
- ¿Te has vuelto loco? - Salto de mi asiento y mi padre irrumpe tras de mí. Casi corre hacia mí, me agarra de la mano y me dice con una mirada suplicante:
- "¡Hija, sálvanos!
El miedo me envolvió lentamente. Es pegajoso, desagradable y demasiado intrusivo. Se me cortaba la respiración y no podía moverme. Era como si tuviera las muñecas encadenadas y un peso atado a los pies.
- ¿C-cómo?", tartamudeé mientras tartamudeaba. - ¿Por qué iba a acudir a él?
- Deja que una lágrima salga de tus ojos y dile lo duro que es para los dos", dijo como un desvarío, pero en realidad sonaba como los desvaríos de un loco. - "¡Hija, esta es nuestra única oportunidad!
- Esto es pura mierda", le arranco la mano y salgo enfadada del despacho, oyéndome la nuca:
- Estamos en bancarrota", hago una pausa. - Se acabó.
La última frase resuena en mi cabeza mientras subo corriendo las escaleras hasta el primer piso. Entro volando en mi habitación y caigo boca abajo sobre la cama.
Esto es un mal sueño, ¡eso es todo!
¡Esto no puede estar pasándome a mí!