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Juguetes eléctricos

«¡Dios mío, no puede ser que el pavo real sea mi jefe!». Pensó Amber mordiendo su labio fuertemente.

—Dime, pues, ¿qué haces en mi oficina? ¿No me digas que vienes a aquí molestarme? O acaso vienes, mmm…—pensó por varios segundos — ¿Quieres disculparte por tumbar mis papeles? Porque te lo digo eh, no voy a tolerar que te la pases por mi empresa dañando cosas, con esas manos de aceite que tienes —Amber lo miró con una ceja alzada. 

Ella no tenía manos de aceite, ¿o si? 

Subió la ceja un tanto molesta, pero, debía conservar el empleo, debía hacerlo. Tragó grueso calmando la molestia y las ganas de insultar a su jefe.

—Soy Amber Rodríguez, seré la suplente de Lucía del castillo, su secretaria —Amber le tendió la mano a Laureti que la miraba como si estuviera completamente loca.

—¡Tú no puedes ser mi secretaria Joder! ¿No eres mesera? —preguntó con desconcierto.

—Sí, pero por su gran culpa me despidieron, ¿lo olvida? —lo señaló con el dedo.

Una suave sonrisa se dibujó en los labios de Andrea por unos segundos, solo unos segundos porque el hombre era tan cara de papa que enseguida cerró sus cejas con desagrado.

—¡No es mi culpa que andes lanzando bebidas como loca! —alzó un poco la voz.

—¡Tampoco es mi culpa que usted se la crea Henry Calvin y ande caminando en el aire como miss universo! —Andrea apretó los puños, molesto ¿Esta mujer no había empezado a trabajar y ya iba a ser despedida?

—¿Cómo me dijiste? —preguntó Laureti con rabia.

Amber rascó su nuca.

«Controla la lengua Amber, necesitas el empleo». Pensó sabiamente.

—Que usted se parece a Henri Calvin, y que estoy a sus órdenes, señor Laureti —dijo haciendo ojos de gato tristes, mostrando más aún sus hermosos ojos debajo de las largas y rizadas pestañas.

Laureti la miró por unos segundos con duda, para luego tomar el teléfono.

—¿Va a llamar a la policía? —pregunto Amber nerviosa—. Porque yo no he hecho nada, lo juro de verdad —Andrea rodó los ojos.

—Deja el show, niña, voy a llamar a Lucia —le hizo señas con las manos para que hiciera silencio—Aló, ¿cómo estás querida Lucía? Espero que estés mejor, llamo para preguntarte, ¡¿quién es esta loca que me mandaste de secretaria?! —preguntó arrugando el entrecejo, mientras mentalmente Amber le decía que más loca era su abuela que ella.

—Señor, sé que Amber parece un poco ingenua, pero ella necesita el trabajo, además, es muy responsable y aprende rápido, téngale paciencia —suplico Lucía, a quien Andrea le tenía mucha estima.

Laureti la miró de arriba abajo para detallarla con detenimiento. No parecía una persona muy necesitada, llevaba unos zapatos de una buena marca de diseñador, además de una falda muy corta, pero linda, muy corta «¡Joder!» Exclamó mentalmente él hombre al ver sus piernas gordas y formadas y llenas de mucha pecas.

—No me vea así, oyó, mire que yo no soy una de esas mujeres facilitas…

—¡Cállate! Que ni en tus sueños me acostaría con una secretaría —interrumpió Andrea.

—Ni yo con un hombre tan obstinado como usted —exclamó Amber, pero, ¿por qué estaban hablando de sexo? ¿Quién había dicho que querían acostarse el uno con el otro?

—Bueno —colgó el teléfono Andrea—. Vas a estar a prueba unos días, si veo que causas muchos problemas serás irrevocablemente despedida —Amber asintió con la cabeza.

—Trato hecho, ya verá que no me va a sentir —dijo saliendo de la oficina mirando a Andrea sin ni siquiera mirar al frente y chocando de bruces  con la puerta de cristal de la oficina de Andrea.

—¡Ah! —fue lo que soltó al sentir su cara estrellarse al cristal.

—¡Joder niña! ¡Serás tan torpe! —exclamó conteniendo la risa al ver cómo su cabeza rebota en el cristal.

—Lo siento, lo siento —salió cerrando la puerta para luego entrar de regreso.

—Se me olvidaba, ¿cuál es mi área de trabajo? —rascó su nuca.

—La oficina de al lado, dice secretaria, por favor, imprime las imágenes de los juguetes eléctricos en la computadora y está lista en cinco minutos, tengo una reunión de juntas —respondió Andrea mirando su laptop.

Amber salió a su oficina nerviosa. Sentía una emoción por su nuevo empleo, no sabía cuánto iba a ganar, pero sabía que sería un buen sueldo porque su amiga vivía decentemente desde que había conseguido trabajar para la empresa. Cuando entró a su oficina se quedó maravillada. Parecía la oficina de una ejecutiva, tenía su propio escritorio, una laptop y un estante lleno de muchos archivos organizados por orden alfabético.

Se sentó en el escritorio y encendió la laptop. Estuvo buscando por varias horas las imágenes de los juguetes eléctricos, pero no logró encontrar nada, así que decidió buscarlos por internet e imprimir muchos de ellos.

—No sabía que esta empresa se dedicaría a elaborar estos juguetes —pensó Amber al ver las imágenes en la pantalla.

Llevó el pendrive, los archivos y salió a buscar donde imprimirlos.

La empresa era grande, pero preguntando pudo llegar al área de fotocopias. Un joven con lentes y apuesto la atendió.

—Hola, por favor para imprimir unos documentos —le pidió.

—Hola, pasa, puedes usar cualquiera de las máquinas —le indico el chico —¿Sabes usarlas? —preguntó amablemente.

Ella cuando estudiaba sacaba muchas copias para sus trabajos, así que creyó que no sería tan difícil.

—Si, eso creo, gracias — entró al cubículo, y se quedó sorprendida con el interior de este. Eran unas máquinas enormes, había alrededor de diez entre fotocopiadoras e impresoras para distintos tipos de papel.

Se dirigió a la impresora y metió el pendrive, pero, no encontraba el mousse por ninguna parte para mover la computadora.

—¡Maldición! ¿Dónde estará el mousse? —se preguntó impaciente 

Caminó a ver al chico que atendía el área de fotocopiadora, y estaba ocupado con otras personas de diferentes departamentos que habían venido por copias, así qué, se dirigió de nuevo a la máquina y comenzó a golpearla.

—Mendiga máquina de mierda, necesito como mil impresiones de ese archivo —habló cerca del lector de voz de la máquina, que era manejada robóticamente.

La máquina captó la orden, y comenzó a sacar las impresiones.

—¡Guao! —exclamó Amber que comenzó a ver cómo la máquina sacaba sus archivos. Cuando vio que era suficiente, tomó las copias y salió de ahí sin preocuparse por nada, pero, la máquina se comenzó a volver loca y sacó muchas copias más.

Apenas llegó a su oficina, su jefe la estaba esperando en la puerta impaciente.

—¿Ya tienes todo listo? —preguntó un poco molesto.

—Sí, sí, vamos —caminó detrás de él.

En la sala de juntas estaban varios miembros de la empresa, como un socio ruso que trabajaba con Fernanda en Rusia y quien venía a formalizar la propuesta para elaborar los juguetes.

—Sí que está para chuparle esos labios rojos a tu secretaria, eh —le metió un codazo Fernando a Andrea, que estaba como siempre, serio.

—Es una niña, no seas asqueroso Fernando —respondió molesto el mayor por unos segundos de los trillizos.

Después de que todos dieran su punto de vista, Andrea pidió la palabra para hablar sobre el proyecto, que estaba seguro de que sería todo un éxito, como todo lo que se inventaba su hermana.

—Cómo verán, nuestra empresa está iniciando en el mercado un nuevo proyecto creado por mi hermana Fernanda, que son los juguetes eléctricos, a continuación mi asistente le mostrará cuáles son más o menos los diferentes juguetes que queremos elaborar.

Amber mordió su labio, nerviosa. Caminó hasta la enorme mesa donde estaban sentados los más importantes miembros de la empresa y comenzó a repartir las imágenes de "los juguetes eléctricos"

Cuando los miembros comenzaron a ver las imágenes, unos comenzaron a reír, otros casi se ahogaban de los nervios.

—¿Qué pasa? —preguntó Andrea extrañado al ver los cachetes rojos de todos 

—Que mi hermanita Fernanda tiene ideas geniales —exclamó Fernando con una sonrisa, burlesca.

El socio Ruso, que estaba interesado en el proyecto de Los juguetes para niño, tomó el folleto molesto.

—¡Me parece que esto es una broma de mal gusto, señor Andrea! ¡Que falta de respeto para mi persona! — exclamó poniendo de pie.

—¡Espere, señor Caruso! No entiendo nada, ¿qué pasa?—preguntó asombrado por la reacción del anciano que casi no podía respirar.

—Para ver qué le mostraste Amber —le arrancó la pila de folletos de la mano a la muchacha que miraba a todos con desconcierto

Andrea casi le da un infarto al ver las imágenes, Amber en su mera torpeza había impreso millones de juguetes sexuales, vibradores, y de todo tipo de ellos.

Andrea no sabía cómo reaccionar, estaba tan atragantado que casi no podía hablar, Fernanda lo iba a matar, además, de que su madre seguramente le daría el más grande sermón. 

—Qué… ¡¿Qué es esto?! —preguntó con ira.

—Son los juguetes eléctricos que me pidió —respondió la pobre joven bajando la mirada con nervios.

—¡Eres loca! ¡Juguetes de niños! ¡Juegos para niños! ¡No estás cochinadas!

—¡Cochinadas! Y seguro, hasta los usa —Andrea miró a todos los ejecutivos que estaban aún en la sala, nervioso, sin saber cómo responder, porque, a decir verdad, sí, si los usaba con su amante, que era una completa glotona, pero ¿Qué tenía que ver eso? ¿Por qué su torpe secretaria le hablaba de esa manera?

Iba a hablar, pero en ese momento, Ángelo, el chico encargado de la fotocopiadora, entró con una carpeta llena de esas imágenes "cochinas" a la sala de junta, echó un lío y desarreglado.

—Señor Laureti, la máquina de imprimir se dañó porque su secretaria —la señaló molesto —. Mando a sacar 1000 impresiones de un solo golpe, además que golpeó la máquina.

Andrea miró a Amber con los ojos rojos a punto de asesinarla.

—¡Estás despedida! ¡Despedida, me oyes! —gritó en su dirección.

Amber no sabía qué hacer en ese momento. Caminó a su oficina con un nudo en la garganta a punto de llorar.

—No me importa, tampoco quería este empleo —susurró con lágrimas en sus ojos para luego pegar una carcajada como loca.

—Ja, ja, ja, bien que se merece la vergüenza que pasó por malhumorado, lo que tiene de hermoso lo tiene de amargado. Espera Amber, no es que es un pajarraco, ¿o es que en realidad te parece hermoso tu jefe o tu ex jefe?

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