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Diseños calientes

Había pasado una semana desde que Amber había llegado a la empresa, había vuelto a su puesto de trabajo, pero, después de ese beso, Andrea no volvió a acercarse a ella, hasta que la llegada de Fernanda los volvió a acercar, para mala suerte del italiano que lo único que quería hacer era olvidar el puto beso de sus labios.

—Quiero conocerla —entró Fernanda con un escolta a su lado. La chica era hermosa, sus cabellos negros traspasan sus nalgas y sus ojos azules se veían aún más brillosos por encima de los lentes para ver qué llevaba. Se parecía mucho a Eva, aunque en versión sexi y hermosa, parecía una actriz porno con inteligencia suprema.

—Me alegra mucho verte hermanita —Andrea subió la mirada para ver a la culpable de que estuviera trabajando horas extras.

—A mí también mi pequeño, gran gruñón —acarició sus mejillas pellizcando un poco de ellas.

—¿A quién quieres ver? Es solo una secretaria torpe que se confundió e imprimió penes vibrantes Fernanda, por eso no puedes hacer un show —exclamó Andrea en una mueca, pero el mismo no sabía si era una simple secretaria, porque no podía dejar de pensar en ella por más que quisiera, y eso, al magnate le molestaba, y le molestaba mucho.

—Andrea —hizo una mueca Fernanda—. Sabes muy bien que tengo mi corazonada para estas cosas, siento que esta chica nos será muy útil.

Andrea bufó molesto, sabía que Fernanda, cuando se le metía una absurda idea a la cabeza, no había nada que la hiciera cambiar de opinión, iba a objetar algo, pero, en ese momento, el que faltaba para completar el trío llegó como siempre, galante y mostrando los dientes.

—Me dijeron que la dueña de que Andrea no tenga cerebro está aquí —Fernanda se lanzó a él emocionada, no es que quisieran menos a Andrea, era que el hombre era tan amargado que odiaba el contacto físico.

—¡Déjate de boberías por dios! Has venido a conocer a la torpe, te llevaré con ella —se puso de pie abotonando su chaqueta.

Amber estaba concentrada haciendo unos cuantos diseños, era la hora del almuerzo y ella dejaba de comer para dibujar prendas de vestir, era su sueño algún día ser una diseñadora de moda, famosa. Cuando la puerta de su oficina se abrió, casi se queda boquiabierta al verlos a los tres juntos.

—¡Justo como me la imaginaba! —exclamó Fernanda con una sonrisa, mirando a Amber que estaba temblando al ver el parecido entre ellos.

—¡Son trillizos! —exclamó con emoción.

—Y no es nada, la calentura de mis padres los hizo tener seis hijos, después de nosotros vienen unos mellizos nada normales. Mucho gusto, mi nombre es Fernanda Laureti y son la culpable de que estos seres no tengan nada de inteligencia —se acercó a ella que estaba sonriente y musitó—: Me la robé toda. 

Las mejillas de Amber se tornaron coloradas, estaba tan roja como un tomate, no sabía qué pensar, a pesar de que apenas la vio, le agrado, tenía miedo.

«Seguramente ha venido, está italiana a terminar de echarme». Pensó tragando grueso.

—Amber Rodríguez, señorita —tendió la mano confundida.

—¿Y esto? —preguntó Fernanda viendo la libreta con varios diseños de prendas.

—Lo siento, era la hora del almuerzo. y yo …

—Tranquila, no soy Andrea Laurenti —subió una ceja. Andrea la fulminó con la mirada deseando salir de ahí, la chica lo volvía loco con solo su presencia.

—Me gusta diseñar, precisamente voy a estudiar diseño de moda, solo espero mis pagos para calificar en la universidad —contó con emoción.

—Te lo dije Andrea que ella es perfecta —exclamó Fernanda dejando a todos confundidos—¿Te gustaría diseñar para nosotros? Claro, sin descuidar tu trabajo como secretaria, sería un incremento aparte para que puedas estudiar en la universidad.

—¡Diseñar! Claro que sí… ¿Qué clase de ropa? Estaría gustosa —exclamó Amber sonriente.

—Pues, no es ropa, quiero que nos ayudes a diseñar juguetes para adultos, todos los que tu mente imagine, y todo lo que quieras ver o usar ... Algún día —Amber sonrió tímidamente, era una joven de apenas diecinueve años, aunque sabía mucho de las relaciones sexuales jamás había tenido una, aunque si se la imaginaba.

—¡Te volviste loca, Fernanda! Para eso tenemos al equipo de diseño…—intentó intervenir Andrea.

—A mí me parece excelente idea, quien más que una mujer, que sabe lo que le gusta, es ideal para hacer este diseño —intervino Fernando.

—¡¿Verdad que si?! Entonces, ¿hacemos un trato? —tendió la mano.

Amber pensó por un segundo, realmente necesitaba el dinero,¿y qué podría salir mal por dibujar unos penes andantes?

—Trato hecho —exclamó tendiendo la mano con emoción.

—Yo me largo —respondió Andrea saliendo de la pequeña oficina dando un enorme portazo.

—No le hagas caso, eso sí, le pasa los diseños a ellos para que me lo hagan llegar y así hacer los aparatos, un placer Amber.

A la siguiente semana ya Amber tenía varios diseños de distintos juguetes para adultos, no sabía que le gustará tanto dibujar miembros de distinta formas, incluso, había dibujado una bicicleta que mientras la manejaban daba placer, y eso, lo había sacado de su mente.

—Señor Fernando, aquí hay unos diseños —Fernando ni siquiera la vio.

—Muéstraselos a Andrea, —dijo haciendo señas con la mano.

Amber mordió su labio saliendo de la oficina, era justo lo que estaba evitando, mostrarle a su jefe las imágenes de lo que su mente cochambrosa estaba pensando.

Tomó el portafolio lleno de papeles y caminó a la oficina intentando bajar su falda, sabía que era corta, pero, no podía hacer nada, la mayoría de su ropa era extremadamente sexi.

Iba a tocar la puerta, cuando una figura femenina la abrió, provocando que Amber cayera de bruces.

—Niña, ten cuidado —exclamó la mujer.

Amber se puso de pies rápidamente tomando los papeles que había esparcido por el piso, miró a la mujer salir con las manos empuñadas como si estuviera molesta y luego miró a Andrea que tenía la vista metida en la laptop como si no quisiera verla.

—Señor, aquí le tengo los diseños que pidió Fernanda —puso el portafolio en el escritorio para irse.

Andrea subió la mirada suavemente, mientras veía como Amber salía de su oficina, podía ver su trasero moverse de un lado al otro al caminar, y sus piernas blancas se podían apreciar con claridad. 

Tragó saliva bajando la mirada y tomando el portafolio para mirar, quería, deseaba, enviarle los diseños a Fernanda, pero, la curiosidad de ver los juguetes que ella había hecho producto de su imaginación terminó por convencerlo de abrir la carpeta.

«¡Vaya! Sí que le gustan grandes, y tan pequeña que es» Pensó Laureti al abrir el primer diseño. Era una miembro largo, grueso, con una base que se adhería a la pared y con un botón vibrante que esparcía espuma.

Comenzó a hojear los demás diseños, quedándose atónito, por lo que la mente de su secretaria maquinaba. Terminó por cerrarlo y enviar los documentos a Fernanda sin darse cuenta, había comenzado a sudar y su miembro estaba tan hinchado sin ninguna razón, y no, no era por ver vibradores, era porque el tamaño de los juguetes eléctricos que maquinaba su secretaria mentalmente era igual al de él, solo que de carne y hueso.

—Te daría tanto placer sin necesidad de usar esos aparatos —exclamó temblando mientras imaginaba la pequeña boca de Amber en su zona íntima—¿Qué dices Andrea? Jamás te acostarías con una secretaria —dijo poniéndose de pie y entrando al baño para limpiarse, pero, terminó por ahogar a su amigo mientras recordaba a Amber una y otra vez.

Salió de su oficina más relajado después de varios minutos, y bajó a la cafetería por un capuchino, ahí, pudo verla, estaba intentando sacar una bebida de la máquina, pero era tan torpe que no lograba darse cuenta de que debía bajar la palanca para que este saliera.

Por un instinto extraño se acercó a ella y bajó la palanca entregando la bebida en sus manos.

Amber lo miró con ternura, provocando que sus mejillas se tornaran coloradas.

—Gracias —musitó ella tomando la lata y caminando por su lado.

Andrea tragó grueso, mirando en su dirección, había algo, había algo en ella que lo volvía loco, desde ese día que la vio en el restaurante y la chica derramó la bebida en él, sus ojos y su figura había quedado grabada en su mente.

—Divina, ¿no? —preguntó Fernando a su lado poniendo una mano en el hombro de Andrea.

—No sé de qué hablas —respondió este caminando con su gemelo pegado a él.

Era evidente cómo las miradas de las mujeres de la empresa estaban en los jóvenes más cotizados de Estados Unidos, eran hermosos, inteligentes, galantes y sobre todo sexis, muy parecidos a su padre, y eso los empleados que llevaban muchos años ahí, lo sabían muy bien.

—No te hagas Andrea, la chica es hermosa, ¿por qué no la invitas a salir? —lo presionó.

—Es mi secretaria…

—¿Y eso qué? Es evidente que te gusta.

—Tiene diecinueve años, y yo voy a cumplir veinticinco, además, tengo un hijo Fernando, un hijo —su voz se quebró, sentía que a ninguna mujer le gustaría estar con un hombre con hijos.

—Ella no ve que le importe eso.

—Ocúpate de tus asuntos —respondió sin más, dándole el vaso con café a Fernando y saliendo del edificio.

Sentía un nudo en la garganta cada vez que pensaba en Dante, le aterraba que la persona que eligiera para ser su compañera no lo aceptara.

Cuando llegó a la mansión, se encontró con un auto extraño en casa.

Bajó de su camioneta, con los escoltas detrás de él y entró casi corriendo a la sala.

—¿Qué pasa aquí? —preguntó asombrado.

Una agente de protección a niños huérfanos le tendió la mano.

—¿Cómo está, señor Laureti? Espero que bien, ¿nos regala unos minutos? —preguntó la chica amablemente.

Andrea sintió que su cuerpo comenzaba a tensarse en ese momento al leer las siglas en la camisa de la chica, se sentó mientras removía el nudo en su corbata.

—¿En qué le puedo servir? —preguntó él 

temiendo su respuesta

—Nos ha llegado una denuncia, sabemos que el niño Dante Herrera no es su hijo, y que…

—Disculpe, él niño es mío, está conmigo desde que tenía apenas un año de nacido, ¿por qué dice que no lo es?

—No lleva su sangre, estamos valorando la posibilidad de que se quede con usted, a pesar de la denuncia que nos hicieron al no llevar su apellido.

—No lo he hecho porque la madre de mi difunta esposa no me ha querido firmar los papeles —exclamó apretando los dientes.

—Entiendo, señor, cálmese, que nosotros no queremos quitarle al niño, es solo, que queremos lo mejor para él, y pues, el pequeño necesita una familia completa, con una madre que vele por él, y usted no califica del todo para ese puesto, me temo que si usted no está casado y no le brinda una mejor acogida al pequeño nosotros procuraremos llevarlo a un hogar mejor —Laureti se quedó perplejo. Rascó su nuca, nervioso.

—El niño lleva conmigo la mayor parte de su vida, el niño no va a estar mejor que conmigo —dijo molesto.

—Entiendo, pero no lleva su sangre, y en este caso su tía está casada y puede brindarle algo mejor al pequeño, lo siento mucho… —las manos de Andrea comenzaron a temblar. Subió las escaleras corriendo dejando a los agentes que fueron despachados por Ramona y subió a la habitación del niño. 

Lo encontró jugando con juguetes armables, se acercó a él con lágrimas a punto de salir, haría lo que fuera por tenerlo con él.

—Campeón —susurró. El niño lo miró contento y se levantó para abrazarlo.

—Has llegado antes hoy, papi —dijo con emoción.

—Si, porque quería verte, ¿qué te parece si armamos ese camión hoy? —preguntó con entusiasmo.

—¡Sí! … —exclamó el niño emocionado.

Mientras jugaban, Andrea no pudo evitar pensar en los agentes que estaban en su casa.

—¿Necesitas una madre? Te daré una, pero nadie me puede apartar de tu lado hijo.

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