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Capítulo 3: Desconocidos

–¿Quieres bailar? –le preguntó el pelinegro luego de acercarse ya decidido en dejar las miraditas, Kim lo miró de cerca, el chico era mucho más alto que él, se veía como un activo bastante indomable, por ello tuvo cierto miedo de aceptar, ya que, en su cumpleaños planeaba dar y no recibir.

Hoy era su día, no sabía si era buena idea aceptar la propuesta de aquel chico o buscar a otro más sumiso, sin embargo, aceptó creyendo que aquel chico le dejaría llegar a tal punto de recibir lo que Kim tenía para él.

Los amigos de Kim lo miraron, luego miraron a Kim quien no dejaba de mirarlo a los ojos sin responderle, entonces uno de ellos respondió por Kim como si este necesitara ayuda para hablar, el pelinegro sonrió llevándose a Kim tras escuchar de parte de sus amigos que le encantaría bailar en la terraza, para su suerte no había nadie, la música sonaba con fuerza, podrían bailar con facilidad, sin embargo, no lo hicieron tras conversar sobre la fiesta y del calor que hacía en aquella terraza, el pelinegro compró una botella de licor fuerte para beber mientras hablaban, incluso para impresionarlo tras ser bastante caro, o al menos eso sintió Kim y simplemente aceptó, el ambiente entre ambos no tardó en volverse más suelto, ellos hablaban sin pudor alguno hasta que Kim ya un poco borracho le pidió al pelinegro si podía chupársela.

Kim estaba caliente, el pelinegro no sabía si debía aceptar una mamada así sin más, sin embargo, lo hizo consiguiendo poner a Kim de rodillas entre sus piernas mientras su cuerpo se erizaba con una sensación de calor, Kim succionaba, lamía, saboreaba e incluso besaba el miembro erecto del pelinegro sintiéndose excitado tras estar allí al descubierto, claro que también le llamaba la atención la forma en la que su cuerpo reaccionaba a medida que chupaba, llegó a creer que se podría correr con tan sólo chupar el pene de aquel pelinegro.

Era extraño, la manera en la que el pelinegro enredaba sus dedos en el cabello de Kim lo hacía sentir cosas que antes no había sentido, le estaba gustando el modo en la que lo tocaba y cabe mencionar que aquellos suspiros un poco roncos lo excitaban el doble, los consideraba demasiado masculinos, así que cada vez quería oír más, hasta conseguir que el pelinegro se corriera cuando usó su mano.

El pelinegro lo invitó a ir a otro sitio en donde Kim aceptó sin pensarlo, cuando entraron a un motel sabía que terminarían lo comenzado en la terraza, sólo que no estaba seguro de quien dominaría a quien, por supuesto que intentó ser el activo, trató de ponerse encima en reiteradas ocasiones, pero el pelinegro rápidamente tomaba el dominio dejándolo siempre abajo, Kim pensó que era culpa de los ardientes besos que se daban lo que le quitaba las fuerzas, sin embargo, perdió nuevamente quedando en cuatro sobre aquella cama de sábanas blancas donde el pelinegro estaba dispuesto a llegar al final.

Kim se sentía extrañamente más excitado de lo normal, la forma en la que aquel desconocido lo tocaba encendía cada músculo de su cuerpo, sentía un calor abrazador que no lo dejaba pensar hasta que sintió aquel primer dedo que irrumpía su interior, aquel dedo le hacía sentir cosas que lo dejaban babeando por más, además se corrió sin saber que llegaría a hacerlo. Si bien puede tomar el rol de pasivo o activo, normalmente prefiere ser el activo, además hasta ahora no había logrado encontrar a alguien que le hiciera sentir tal placer. El segundo dedo lo logró hacer temblar, sus gemidos resonaban y pronto rogaba por más consiguiendo que el pelinegro se acomodara por detrás de él antes de penetrarlo con cierta gentileza.

Para Kim era extraño sentirse de aquella manera, sentía que podría estar así por siempre, el modo en la que era embestido lo llenaba por dentro, el cuerpo del pelinegro era compatible con el suyo, llegó a correrse tantas veces que recordó aquella primera vez que tuvo a sus dieciséis cuando era un inexperto, recordó el calor, por un momento no se sintió vacío y comenzó a reír cuando aquel pelinegro comenzó a embestirlo de frente viéndolo a la cara, lo que más risa le daba era el hecho de sentirse tan bien con alguien que ni siquiera estaba seguro de su nombre.

–¿De qué te ríes? –le preguntó entre suspiros el pelinegro.

–D-De nada...– respondió cubriendo sus ojos con su antebrazo sintiéndose avergonzado– simplemente se siente muy bien...– confesó sintiendo como el tamaño del pene de aquel pelinegro incrementaba.

–Y eso que aún no he comenzado...– le dijo el pelinegro dándole tan fuerte que Kim llegó al orgasmo muchas veces seguidas, se sentía bien, pero sabía que no duraría aquel momento para siempre.

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