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Capitulo 5 Atractivo Cowboy

− Rodrigo estará bien, él puede encargarse de la situación. Le diré que prepare un aviso con el nombre de tu nieta para que se puedan identificar.

− Hmm... ¿Qué te pasa? Es que no te agrada la visita de mi nieta. Te incomoda que pase unos días aquí con nosotros. Le acuso viéndolo a la cara fijamente.

− Claro que no, ¡es absurda tu pregunta! Tengo mucho trabajo me voy, regreso más tarde.

− ¡Bien como quieras! Y que Rodrigo no corra mucho cuando la traiga de regreso.

− Si de acuerdo. Dijo saliendo de la casa, luego Grisell observo por la ventana como Jack le daba instrucciones a Rodrigo y seguido este se subió al coche de Jack y salió disparado por el camino de tierra que conectaba con la carretera para San Antonio.

Por lo menos su nieta no estaría esperando tanto en el aeropuerto Rodrigo llegaría con tiempo de sobre.

En el aeropuerto descendía el avión de las chicas, mientras pasaban por las respectivas revisiones, luego fueron en busca de quien las iba a recoger. Su abuela había dicho que mandarían a alguien por ellas, así que no les quedó otro remedio que buscar de lado a lado un indicio de que alguien esperaba por ellas.

− Mira Megan ese hombre de allí tiene escrito tu apellido en ese cartel. Exclamo su amiga.

− Es cierto, tendremos que preguntarle tal vez sea otra persona.

− ¡Oh vaya ya te diste cuenta que es un vaquero guapo! Al parecer no son nada desgarbados. Rio su amiga.

− ¡Melisa por el amor de Dios! La riño Megan reprimiendo una sonrisa. A pesar de todo su amiga tenía razón ese vaquero no estaba nada mal, alto, moreno, muy musculoso, su cabello y sus ojos no se apreciaban por el sombrero pero tenía un mentón firme.

Se acercaron hasta el cowboy…

− Hola, ¿Ese cartel es por Megan Blake?

El hombre parpadeo un momento como si estuviera asombrado por verlas.

− Sí, estoy esperando a la nieta de Grisell.

− ¡Oh qué bien!, soy ella misma mucho gusto. Le tendió la mano. – Ella es mi amiga Melisa. Le tuvo que dar un codazo a su amiga para que reaccionara ante aquella belleza de hombre.

− Un placer señoritas. Se tocó el ala del sombrero en forma de saludo sonriéndoles. – Entonces yo llevare su equipaje, ¿Solo traen esas dos maletas?

− Si solo estas dos maletas.

− De acuerdo entonces vamos, estamos a media hora de camino al rancho.

− ¿Te fijaste en su acento? ¡Me encanta como hablan las personas de aquí! Le susurro a su amiga.

− Compórtate. Ese hombre te ha dejado embobada.

− ¡Y a quien no! Se abanicó con la mano mientras lo veía llevar las dos maletas como si no pesaran.

− ¡Oh por favor Mel!

− Este tipo de hombres no se ven en Atlanta Megan, ¿o es que crees que me gusta ver al cartero o el que trae la leche?

− No, pero… Oye ¿Qué tiene de malo el chico que reparte la leche?

− Nada, simplemente que su esposa y sus tres hijos no lo hacen para nada atractivo.

− ¡Oh eso no lo sabía! Reprimiendo una sonrisa.

− Bueno señoritas este es nuestro coche. Les anuncio Rodrigo metiendo sus maletas en la parte trasera del coche.

− ¿Iremos en este coche tan grande? Exclamo Melisa.

− Si, el jefe me lo dio para que pudiera venir a buscarlas y para que estuvieran cómodas.

− Entiendo, tu jefe es muy considerado. Recuérdame darle las gracias Melisa.

− ¡Claro que sí!

De camino al rancho Rodrigo les hablo del rancho y de las hectáreas que tenía, del ganado y la cría de los mejores caballos. Ambas mujeres estaban fascinadas por aquello tan nuevo.

− Rodrigo ¿crees que podamos montar a caballo uno de estos días? Pregunto Melisa.

− Por supuesto señorita. Yo me puedo encargar de eso, si no tienen problemas. Le dijo mirándola por el retrovisor.

Megan capto de inmediato esa batalla de miradas y comprendió que a ese tal Rodrigo le gustaba Melisa y ella estaba dejando la baba por aquel vaquero musculoso.

− Debes saber que nosotras no sabemos montar. Dijo Megan mirando por la ventanilla aquel maravilloso paisaje cubierto de pasto y tierra hasta donde le alcanzaba la vista, estaba comenzando a entender por qué su abuela seguía allí.

− Eso no se será problema, tenemos los mejores caballos lo más dóciles. Enseñarles a montar no será problema para mí, y dudo que mi jefe tenga problemas tampoco.

− Eso es genial. Estoy impaciente por aprender.

Dijo Melisa disfrutando de cada minuto del viaje.

− Entonces serás nuestro entrenador Rodrigo, siempre y cuando no interfiera en tu trabajo. No queremos importunar y que tengas problemas de tiempo.

− Tranquila señorita, ¡soy el capataz suelo tener muchos ratos libres!

− Llámame Megan por favor, y a ella puedes llamarla Melisa.

− ¡Bueno si es lo que quieren así será!

Estaba harta del señorita esto, señorita lo otro. Porque no podían llamarla por su nombre como a todo el mundo.

− Si nos parece bien que nos llames por nuestros nombres de pila.

− Muy bien, espero que el patrón no objeciones por eso.

− ¡Descuida no habrá problemas!

− Bueno ya estamos llegando al rancho, pronto vera a su abuela.

− ¡Gracias a Dios!

− Aquí la temperatura es algo cruel, y más lo debe ser para ustedes que vienen de la ciudad y su piel es más delicada que la de todos nosotros que estamos acostumbrados al clima de aquí. Les recomiendo que se estén más dentro de la casa, es mucho más fresca.

Entendía que quisiera aconsejarles que se estuvieran con cuidado con respecto al clima, pero porque todo el mundo se empeñaba en decirle lo que tenía que hacer.

− Gracias por preocuparte Rodrigo, te aseguro que estaremos bien.

− ¡Muy bien ya llegamos!

Jack se encontraba en la cocina con Grisell tomando una limonada cuando escucharon el ruido de su todoterreno. Eso quería decir que la tal Megan ya había llegado, se levantó de la mesa para acompañar hasta la puerta a Grisell que saltaba de la emoción. Cuando abrieron la puerta y este miro en dirección del coche este se quedó helado, ¿aquello era una broma? Rodrigo lo observo y solo le sonrió tocándose el ala del sombrero. Grisell salió disparada hacia el encuentro de la mujer que era su nieta y que era realmente hermosa.

No se lo podía creer, no era ninguna cría. Era una mujer hecha y derecha tan hermosa como una rosa, de baja estatura, su piel era tan blanca como la nieve y su cabello estaba recogido en una espantosa trenza. No llevaba joyas ni ropa de marca, simplemente iba vestida con unos vaqueros que de ser ilegales la encarcelarían, en conjunto con una camisa tres cuarto color rosa de cuadros y unas zapatillas.

Esa mujer no era nada de lo que él esperaba, tendría más de unos veinticinco años. Observaba como Grisell le daba un fuerte abrazo muy cariñoso colmándola de besos, igualmente lo hacia su nieta. Era muy notorio que ambas se querían mucho, y si Grisell quisiera marcharse con ella él no tendría el valor para impedírselo. ¿Pero qué estaba haciendo allí parado como idiota?, miro a Rodrigo y este solo lo miraba y se reía de él, “idiota seguro se estaba burlando de él” seguramente por lo que le había dicho, que estuviera atento porque la visita podría ser una snob.

Bajo los escalones y se acercó a la reunión familiar, no se sentía culpable por pensar así, aún no había tratado con esa mujer todo dependía del trato.

− Bienvenidas señoritas. Miro a Rodrigo de reojo y vio que reprimía una sonrisa, ya le daría un castigo por su burla.

− ¡Oh Jack hasta que por fin te acercas! Te presento a mi nieta Megan y su amiga Melisa.

¡Demonios! Que ojos más hermosos tenía aquella mujer, marrones como la miel pura.

− Mucho gusto señor Jack.

− Oh no hija, solo dile Jack. ¡Él es el dueño del rancho!

Megan abrió los ojos como platos, ¿entonces no era un señor mayor el dueño? Entonces aquel tenía que ser su hijo Jack Manson. No podía negar que los vaqueros de aquel lugar eran muy guapos, porque el dueño no se quedaba atrás, era peligrosamente sexy de hecho su mirada dejaba mucho que decir y esos labios estaban hechos para ser besado por toda una vida entera.

Él se quitó el sombrero se lo coloco en el pecho y le tendió la mano para estrechársela, aquella mano era firme y se sentía áspera, manos de hombre que trabajaba duro a diario. El sol le había bronceado la cara dándole un aire de masculinidad que a cualquier mujer le haría perder los estribos, lo miraba de arriba hacia abajo ya que era extremadamente alto y musculoso.

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