Capitulo 6 ¿Atracción?
− Mucho gusto señorita Blake. Bienvenida a mi casa, puede quedarse el tiempo que guste.
− Muchas gracias Jack. Pero llámeme Megan por favor. Ella es mi amiga Melisa.
− Encantado de conocerla Melisa.
− Gracias señor Jack.
− Entonces porque no entramos y nos refrescarnos con una limonada bien fría. Vamos Rodrigo debes estar sediento. Los invito Grisell.
Las mujeres siguieron dentro de la casa mientras Rodrigo y Jack bajaban las maletas.
− ¿Solo estas dos? Pregunto asombrado, él se esperaba un arsenal de maletas.
− Sorprendido ¿no?, con que una citadina malcriada. Riéndose a carcajadas.
− ¡Eres idiota! Como demonios iba a saber que sería una mujer madura, Grisell siempre hablaba de ella como si fuera una niña.
− ¡Será porque es su abuela! ¿Tú que te pensabas?
Pensaba de todo menos que ella fuera muy hermosa, que solo se trataría de una citadina joven y no aquella chica con los ojos marrones más bellos y una mirada tan dulce e inocente. Comenzaba a sentirse preocupado por la idea que se quedara mucho tiempo en el rancho, podría distraer a los empleados de sus labores incluso pensó que hasta podía distraerlo a el mismo y eso no le pareció nada bueno.
− Es mejor que entremos de una vez. Le dijo a Rodrigo.
− Claro, me interesa saber más sobre la señorita Me…
− ¡Un momento! No quiero que estés rondando como un cuervo ¿Estamos?
− Caramba patrón, si no lo conociera diría que esta celoso. Se detuvo a mitad de camino cruzado de brazos.
− ¿Celos? El sol esta calcinando tu cerebro. No quiero problemas con Grisell, además ella se irá pronto así que no te hagas muchas ilusiones ni te distraigas.
Esto último debía de aplicárselo para el mismo…
− Muy bien, pero dudo que tenga problemas con Grisell porque yo me refería a Melisa no a Megan. Le dijo achicando los ojos.
− La advertencia es por ambas mujeres. Demonios había reaccionado como idiota pensando que a su capataz podría gustarle Megan, aunque a cualquier hombre podría gustarle aquella mujer de piel de porcelana. – Lo mejor es que corras la voz, no quiero hombres desfilando por mi casa.
− Entendido patrón.
Una vez dentro las mujeres estaban sentadas en la cocina tomando limonada con galletas de chocolate que había preparado Grisell aquella mañana, mientras reían y charlaban animadamente.
− Llevare sus maletas arriba. Grisell, no sé qué cuarto has preparado para ellas.
− ¡Oh sí! arriba la del fondo es la de Megan, y como no sabía que Melisa acompañaría a mi nieta más tarde le preparare una habitación. De momento colócalas en la habitación de Megan.
¿La habitación del fondo? Pero si esa estaba al lado de su propia habitación. Trago saliva, tendría a esa mujer a escasos metros de, él, y no podía hacer nada al respecto, si hacia algún comentario las invitadas podrían sentirse ofendida o incomodas. Mientras que Rodrigo se había instalado al lado de la Melisa haciendo caso omiso de sus advertencias, se servía una limonada y les sacaba conversación a las féminas.
− Y bien abuela cuéntame que haces aquí al sur de Texas. Llevo meses buscándote en Atlanta pero no tenía nada de suerte ¡y ya me doy cuenta por qué!
− Cuando me fui de la casa trabaje en muchos restaurantes en la ciudad, pero sabía que podía encontrarme con tu abuelo en cualquier momento, así que decidí venir hasta aquí. En San Antonio trabaje en un café y conocí al padre de Jack le gustaba como preparaba los desayunos así que me dio trabajo en su casa y me quede.
− Qué vida abuela. ¿La has pasado mal?
− No mi niña para nada. Mi vida ha sido muy buena. Extrañe mucho a tu padre y a ti en especial, pero no soportaba a tu abuelo y esa vida que él decía que era lo mejor.
− Te entiendo abuela, he tardado tanto en dar contigo le había pedido a mi padre para buscarte pero se negó. Cuando murió me propuse hacerlo y aquí estamos.
− Me alegro mucho que lo hayas hecho mi niña. Perdóname por no contactarte nunca, pero si lo hacía me daba pavor que tu abuelo diera conmigo.
− Descuida abuela ahora estamos juntas y nadie nos separara.
Estaba claro que pensaba llevarse a Grisell a Atlanta, y ella como era una mujer mayor seguramente aceptaría irse con su único pariente pensó Jack al pie de las escaleras. Carraspeo y entro en la cocina.
− ¡Oh Jack! ven y siéntate con nosotros para que conozcas más de mi nieta.
− Por ahora tengo mucho trabajo no quiero parecer grosero damas, pero Rodrigo y yo tenemos trabajo en el campo. Además ustedes querrán ponerse al día, nosotros solo estorbamos aquí.
− No hay problema Jack. Le dijo Megan con una media sonrisa.
− Bueno, gracias por las galletas Grisell. Hasta luego damas, Melisa. Se tocó el ala del sombrero y se marcharon.
Salieron juntos hacia los establos, no había mentido sobre el trabajo tenían que marcar algunas vacas y revisar la vaca que se había lastimado hace unos días. No era porque se intimidara por Megan, claro que no.
− Deja de flirtear con esa chica Rodrigo. Advierte su jefe.
− ¿Y qué pasa? Es asunto mío patrón. Tal vez y nos gustemos mucho.
− Es una mujer de ciudad aquí no tiene lugar y lo sabes, no encajaría.
− Eso dices tú, pero a mí me parecen unas mujeres sencillas y capaces de adaptarse.
− ¿Adaptarse? Crees que eso va a pasar. Lo que harán es convencer a Grisell para regresar a su casa de la ciudad.
− ¡Lo dudo! Grisell ama estar aquí no se ira, además esas citadinas al parecer están fascinadas por este campo hasta me pidieron que les enseñara a montar.
− ¿Tú qué? Se detuvo en el camino con el ceño fruncido.
− Bueno me ofrecí ayudarlas, no hay nada de malo en ello. Se encogió de hombros y siguió caminando.
No podía creer que esa mujer quisiera montar a caballo y menos que le gustara el campo. Por muy sencilla que se vistiera y aparentara ser estaba seguro que no duraría ni una semana en el rancho, cuando el calor, el polvo, los insectos y el olor a ganado y caballo la abrumen saldría corriendo a refugiarse en su mansión rodeada de su decena de sirvientes.
Tenía que olvidar el asunto de la visita y dedicarse a lo importante que era su rancho. Le había prometido a su padre que cuidaría de él ya que en ese rancho, su madre y su padre habían pasado sus mejores años de matrimonio y hasta el mismo había crecido en ese rancho. En algún momento tendría que sentar cabeza y seguir los consejos de Grisell, el rancho no podía quedarse sin heredero y él no podía estar solo por el resto de su vida, tendría que casarse y formar familia como lo habían hecho sus padres. Pero de momento esa idea no le parecía muy buena.
− ¡Abuela esta casa es hermosa! No me esperaba nada así.
− Sí que lo es, cuando yo llegué aquí la señora ya no estaba. Jack me conto que su madre le había remodelado a su gusto, decía que a pesar de vivir alejados de todos no era una razón para no tener una casa lujosa.
− Ya veo es muy preciosa, además es fresca aquí adentro. Afuera el calor es insoportable.
− Pronto te acostumbras al calor mi niña.
− ¿Y el señor?
− El padre de Jack murió hace tres años, era muy buen hombre. Por eso te dije que Jack era el dueño de todo es hijo único.
− ¡Oh que mal por el! Mi investigador no menciono que tuviera un hijo. ¿Estás segura que no incomodamos a Jack?
− No para nada, Jack es muy buen muchacho, él no tiene problema ya te lo había dicho cuando te dio la bienvenida.
− ¿Pero no está casado? O tal vez una novia que no le agrade que dos mujeres más se queden en su casa.
− ¿Casado? Grisell rio a carcajadas. –Ese chico no quiere que le echen el lazo, pero yo le voy a dar un empujoncito para que cambie de parecer.
− Abuela no deberías de meterte en eso, ¡el decidirá con quien casarse o no!
Su nieta la reprendió… como que era de familia inmiscuirse en los asuntos amorosos de otros.