Capitulo 4 El viaje al Rancho
Leyó en voz alta:
Querida y adorada nieta, estoy bien y me alegra saber que tu estas bien. Fue un fuerte impacto saber que tus padres fallecieron, pero yo si mi niña. Estoy deseando poder verte de nievo y abrazarte, por eso te invito a venir al rancho “El orgullo J.M” te estaré esperando mi niña el día que desees venir, solo avísame con tiempo para enviar una persona a recogerte al aeropuerto. Te echo de menos. Te quiere la abuela.
− Está bien Mel. Y me invito a pasar unos días en ese rancho, entonces tú y yo hagamos las maletas de una vez.
− Un momento. ¿Qué pasa con la casa? ¿Y tus negocios? tú no puedes dejar todo así tirado, tienes responsabilidades. Demonios, no podía viajar y dejar todo tirado así sin más. Debía ser más responsable.
− Tienes razón organizare todo para que podamos viajar lo antes posible.
− ¡De acuerdo, te ayudare con la casa!
Dicho aquello ambas mujeres se pusieron manos a la obra. Tres días después Megan respondió a la carta de abuela informándola que tenía que organizar sus asuntos de negocios en Atlanta para poder ausentarse un tiempo, que en tres días salía su vuelo para San Antonio especificando la hora de salida y de llegada para que las fueran a recoger.
− Muy bien, y ahora que se supone que voy a llevar para ese fulano rancho.
− Tienes mucha ropa refinada y de marca Megan. No creo que te sirvan de mucho.
− Pero no tengo nada más, tal vez un par de chores y unas blusas de algodón.
− ¡Necesitas vaqueros!
− Hmm… tengo una idea, como ya no tengo tiempo para salir de compras veamos tu armario y escogemos algunas prendas que me sirvan.
− ¡Pero si yo uso ropa muy sencilla Megan!
− Y eso es lo que necesito… vamos a ver que te sobro, somos de la misma talla así que no tendremos problemas. Cuando regresemos te quedas con mi ropa la que no he usado.
− Pero como vas a usar mi ropa, no creo que este bien eso.
− Está bien no hay problema, se ve muy cómoda. Además tienes muchos vaqueros, mama nunca me dejo comprar uno.
Megan armo su maleta con más pertenencia de su amiga Melisa que las de ella misma. Su vuelo salía al día siguiente, había dejado instrucciones en el banco, todo se lo harían saber al abogado de la familia y la casa estaba al cuidado de su mayordomo y del abogado.
− Estoy nerviosa Megan. ¡Nunca he subido en unos de estos aparatos!
− Tranquila no pasara nada, será un vuelo tranquilo. Allá no quiero que me llames señorita Blake, solo Megan de acuerdo se tu misma conmigo.
− Pero, ¿por qué? No quieres que sepan que eres rica y de buena familia.
− No es eso, solo que esa no soy yo la chica rica y de buena familia. Soy sencilla y común como cualquier mujer. Este viaje para ese rancho me ayude mucho. Quizás y podamos montar.
− Nosotras no sabemos montar Megan.
− Aprendemos, allá debe haber muchos cowboys guapos que estén dispuestos a enseñarnos. Le dio un codazo en son de broma.
− ¿Un vaquero atractivo? ¿Crees que alguno se pueda fijar en mí?
− Claro que sí, ¿por qué lo dudas? Tu eres muy guapa, ojala yo tuviera esos ojos azules y tu cabello rubio.
− Pero si tu cabello castaño es muy lindo Megan, deberías dejártelo suelto más seguido.
− Es muy largo. Bueno nos quedaremos en San Antonio por unos días, si un vaquero te propone tener una aventura tenla, dicen que ellos son muy ardientes.
Dijo Megan golpeándola con el codo en las costillas de su amiga.
− ¡Y toscos!
− ¿Quién te ha dicho eso? Pregunto la rubia ceñuda.
− Pues el señor Holmes, dice que son muy rabiosos y que siempre están de muy mal humor, también les gustan que todo se haga a su manera.
− Tal vez el señor Holmes exagera un poco Mel, sabes cómo es el. Cuando noto que desayuda en la cocina casi que le daba un infarto. No creo que los vaqueros de ese rancho sean unos cavernícolas. ¡Oh vamos es la llamada de nuestro vuelo!
− De acuerdo, pero si me enamoro será tu culpa, y regresaras sola a casa.
− ¿Bromeas?, no me dejaras sola en esa casa enorme. Además todo lo que dije fue en broma.
− Cuando el amor toca la puerta, la toca Megan.
Mientras caminaban hacia la salida para abordar el avión Megan iba refunfuñando.
− Ni se te ocurra enamórate y quedarte, eres mi amiga Mel.
− ¡Oh vamos! no sabes lo que nos depara en ese rancho. Seguramente habrá un montón de vaqueros horribles y panzones o desgarbados.
Ambas amigas entraron riendo al avión en busca de sus asientos. Megan había comprado billetes de primera clase para que pudieran conversar a gusto en el camino y más tranquilas. Ya que ambas estaban hechas un mar de nervios.
− Bueno si mi abuela nos invitó eso quiere decir que el dueño no le importa que pasemos unos días allí.
− ¿Crees que tu abuela tenga algo con ese señor?
− Espero que no, porque si ese es el caso no podre traerla de regreso.
− Creo que estamos sacando conclusiones precipitadas, es mejor que esperemos al llegar.
− Estoy nerviosa Mel, hace tantos años que no veo a mi abuela.
− Todo saldrá bien, no te angusties.
Eso esperaba se dijo Megan mientas veía como despegaba el avión que la llevaría con su adorada abuela.
− Mi nieta llegara en un par de horas, ¿a qué horas iras por ella?
− Bueno estaba pensando que Rodrigo fuera a por ellas. Le daré mi todo terreno para que regresen más cómodos.
− ¿Y por qué no las vas a recibir tú mismo?, eres el dueño de este rancho.
Cuál sería la diferencia, no tenía muchas intensiones de buscar a una joven que con la que quizás no se la llevara bien. Y si luego comenzaba a quejarse de regreso al rancho que por si el calor y el polvo, no estaba de humor para soportar berrinches.