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Capitulo 3 Pronto Visitas

El día pasó velozmente, y Jack estaba de muy mal humor. Había perdido un novillo, una vaca se había lastimado con el alambrado de la cerca y una de sus mejores yeguas que estaba en celo no le gustaba su alazán medianoche, quería hacer ese cruce de razas pero la yegua no cooperaba. No le había dado tiempo de ir a la casa para almorzar, estaba sucio y hambriento. Al entrar en la gran casa de dos plantas, el olor a comida hizo que le volviera el alma al cuerpo. Grisell siempre cocinaba de maravilla, no la podía cambiar por ninguna otra mujer, aunque esta estuviera empeñada hacer de casamentera.

Como si él quisiera tal cosa, se sentía muy bien como estaba, si le faltaba el calor de una mujer en San Antonio habían de sobra solo media hora de camino y podría salir con una chica guapa sin complicarse la vida. De momento seguiría así, además sus últimas citas habían sido de lo peor siempre terminaban antes de lo esperado, nunca pasaban de los tres meses ya que con las mujeres las que solía salir al final deseaban algo muy serio o mudarse a la ciudad, y él no estaba interesado en ninguna de las dos opciones.

− ¿Qué huele tan bien?

− ¡Has llegado ya! La cena está casi lista.

− Qué bien, me daré un baño y bajo en seguida.

Definitivamente su vida estaba muy bien así, sin ninguna mujer que lo volviera loco al llegar a la casa, o que estuviera encima de él, porque al final el rancho no era lo que quería para su vida y luego se viera obligado a tener que mudarse a la ciudad o bien sea tener que divorciarse. O peor aún casarse con una mujer que quiera tener una docena de hijos corriendo por la casa, el silencio que le daba su hogar le gustaba y quería que así fuera, por un largo tiempo. Cuando bajo Grisell ya estaba poniendo la mesa para que el cenara como todas las noches.

− Tu cena ya está servida, ven a comer antes de que se enfrié.

− Hmm... Esto tiene buena pinta. Grisell le había preparado un plato con bistec, puré de patatas, espárragos salteados y pan tostado junto con un gran vaso de té helado.

− Se lo que te gusta para cenar Jack.

− Si lo sé, por eso me gusta que cocines tú. Ven y siéntate conmigo y acompáñame a cenar, nunca lo haces y te lo he pedido muchas veces.

− ¡Oh no muchacho no podría!

− Tonterías Grisell, tu eres como de la familia. Además así aprovechas y me cuentas todo ese rollo de la carta de tu nieta.

− Está bien te lo contare todo.

Mientras Jack daba buena parte de la cena, Grisell se sentó a su lado sirviéndose un vaso de té.

− Bueno veras, cuando yo llegué aquí estaba divorciada de mi ex marido. De nuestro matrimonio solo tuvimos un hijo que en lo que tuvo la mayoría de edad mi esposo arreglo todo para que se casara y tuviera descendencia muy rápido, de ese arreglo nació mi nieta Megan. Yo me separe de mi marido y me fui de mi casa, dejando a mi nieta y mi familia no tuve más remedio, mi esposo era para ese entonces me controlaba la vida no me dejaba hacer nada por mi cuenta, ni trabajar, ni cocinar absolutamente nada. Y ya me había cansado de esa vida de privaciones por esa razón decidí divorciarme e irme de Atlanta.

− Entiendo Grisell, yo no soy nadie para juzgarte tranquila.

− Lo sé muchacho. Mi nieta me ha contado que su abuelo murió hace muchos años y mi hijo y su esposa fallecieron en un accidente aéreo hace unos tres meses.

Dijo aquello con mucho pesar, mientras ambos guardaban silencio por unos segundos.

− Lo siento mucho Grisell, debió ser duro saber todo eso simplemente por una carta. ¡Nunca nos dijiste nada acerca de tu familia!

− Está bien, las cosas pasas y nada podemos hacer. Mi ex no quería saber nada de mi después que le pedí el divorcio, y mi hijo quedo resentido porque él pensaba que lo abandonaba. Yo le dije cuáles eran mis motivos pero su padre lo había criada bajo sus principios. ¡Además él ya se había casado y tenía una familia, no era ningún niño!

− Claro comprendo. A veces los hijos somos muy cabezotas.

− ¡Sí que lo son! Desde luego yo no quise tener más hijos con mi esposo y menos con un snob, intente criar a mi hijo de una forma más normal para que fuera una gran chico que sociabilizará con todo el mundo pero su padre no me lo permitía, pronto se fue convirtiendo en una persona que yo no quería que fuera, su esposa se adaptó a esa vida y bueno encajo muy bien también era otra snob, por lo tanto mi hijo no tuvo problemas con ella.

− Eso suena horrible Grisell. ¿Y cómo que se adaptó a esa vida? ¿Qué vida es esa?

− Pues, mi ex marido era una persona adinerada y cuando murió le lego todo a mi hijo, que a su vez le dejo todo a mi nieta.

− Entonces, ¿tú eres rica Grisell?

− ¡Oh no!, no. Yo no soy rica, mi nieta sí que lo es.

− ¿Entonces tu nieta también es una persona así de frívola como sus antepasados?

− Espero que no sea así. Me dolería muchísimo que lo fuera. Es por eso que quiero preguntarte si la puedo invitar a pasar unos días aquí en el rancho.

Jack bebía té en ese momento y al escucharla se atraganto de golpe. Si su abuelo y su padre eran unos snobs no se quería imaginar cómo sería la tal Megan. Seguramente era una niña mimada que obtenía todo lo que deseaba con solo pedirlo. El rancho tal vez no le sentara nada bien, al final de todo era una citadina estirada. Dudaba que el olor a ganado y caballo, le fueran de su agrado. Bueno su casa no era en lo absoluto fea, era muy elegante su madre se había encargado de remodelarla y dejarla hermosa digna de ser la casa de su madre.

− Bueno Grisell, ¿no crees que a tu nieta le incomode el rancho? Ella es una mujer joven y de ciudad.

− No lo creo, dudo que mi nieta sea una snob me niego a creer tal cosa.

− Sabes cómo es la vida aquí, no es lo mismo que la ciudad los mismos lujos en los que ella está acostumbrada a vivir.

− Tu tranquilo que de eso me encargo yo. Solo quería pedir tu consentimiento para que ella pase unos días aquí y conozca lo que yo hago.

− Grisell no te has puesto a pensar que tal vez ella quiera que te marches con ella a la ciudad.

− Si lo he pensado. Estoy segura que ella querrá que me devuelva. Pero su carta decía que quería estar conmigo donde quiera que este así que tomare eso como luz verde, tal vez la convenzo y se queda aquí en Texas.

− ¡Si tú lo dices! Por mí no hay problema puede quedarse el tiempo que desee.

Y con eso tenía que decirle adiós a la paz en aquella casa. Traer más mujeres no parecía la mejor de las ideas.

− Gracias muchacho, entonces le responderé su carta y la invitare mañana mismo.

− ¿Mañana? ¡Tan rápido!

− Claro, mientras más rápido llegue mejor, quiero verla y ella debe sentirse igual. Si no, no me hubiera buscado.

Al parecer la iba a tener en su casa lo antes posible, aquello comenzaba a ser un dolor de cabeza. ¿Cómo sería? Una adolecente, o una mujer pero con personalidad de adolecente. Bueno ya no podía hacer más nada al respecto, Grisell tenía derecho de ver a su familia.

− Bueno espero que tengas suerte y des con ella Grisell. La cena estuvo estupenda como siempre. Cuando quieras prepara alguno de los dormitorios desocupados para tu nieta.

− Gracias Jack yo me ocupo de eso. Le dijo con una reluciente sonrisa.

Este se dirigió a su despacho y se encerró. Grisell organizo la cocina y se dirigió a su habitación para redactar la carta para su nieta. Solo esperaba que todo saliera muy bien, así todos saldrían ganando.

Dos días después en la ciudad de Atlanta, melisa recogía la correspondencia y entraba en la cocina donde Megan desayunaba tostadas con mermelada y café, había tomado ese hábito de desayunar en la cocina mientras leía el periódico, sus padres nunca habían aprobado desayunar en la cocina, siempre lo hacían en el gran comedor.

− Tienes correo Megan. Le dijo Melisa moviendo de un lado a otro el puño de cartas.

− Hmm… Eso es normal en esta casa ¿no?

− Sí, pero hay una en especial. Y es de San Antonio Texas.

Megan dejo de comer de inmediato y se lanzó a tomar la carta, la abrió tan deprisa que pensó que la rompería de los nervios.

− ¡Oh por Dios! Es mi abuela… Aún vive en ese rancho. Grito eufórica de la alegría.

− ¿Pero qué dice?

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