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Mi nombre es Margaret Monroe, vivo en la ciudad de New York, llena de lujos, criada por los diseñadores de moda, Alex y Margarita Monroe, desde pequeña he sido la consentida de la casa y justamente me encontraba midiéndome el vestido de mi graduación.
—¡Pero que linda que te ves, mi hermosa niña! —mama llegaba a mi recámara, estaba rodeada de las sirvientas de la casa probándome un vestido de seda de color negro, todas estaban animada porque por fin había logrado ese triunfo.
—¿Tú crees? —di un pequeño giro frente al espejo de forma rendondo.
—por supuesto que si—acomodó un mechón detrás de mi oreja—te apuesto que mañana brillarás como una estrella—mi madre siempre exageraba—será que, ¿esté listo para antes del mediodía de mañana? —preguntó a la diseñadora del vestido—esta niña dura al menos dos horas en alistarse y no quiero que hasta la hora llegada estemos muy apuradas.
—Se lo prometo, señora—contestó Danna, nuestra amiga diseñadora juvenil.
ROBERTO
Finalmente, María había abierto sus ojos, pero no tardó mucho tiempo para que se abalanzara sobre mí, a golpes.
—¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste hacerle esto a la propia madre de tus hijos? —ella lloraba y a la vez estaba llena de rabia, con justa razón—todo este tiempo me viste a los ojos sabiendo lo que habías hecho con nuestra pequeña, eres un monstruo—seguía golpeándome el pecho.
—¡Cálmate, mujer! —sostuve sus manos—ella está muy bien, está con una familia adinerada y créeme que no le debe de faltar nada.
—Eso no justifica lo que has hecho, Roberto—siguió golpeándome.
—¡Mamá! Ya para...—Marcos había intervenido.
—Tú—lo observo de manera sospechosa acercándose poco a poco—Tu, también lo sabías y no me lo dijiste.
—Mamá...
—No puedo creer el par de monstruos que son—su mirada era llena de odio—no puedo entender ¿por qué me separaron de mi pequeña, Margaret? —por un momento se había vuelto loca, ella estaba tirando todo lo que se ponía al frente—mi hija—llevó sus manos a sus sienes cayendo de rodillas al piso.
—No te pongas así, amor—me acerqué a ella—todo lo hice por nosotros, sabes perfectamente que la estábamos pasando mal, no teníamos ni que comer, fue la única solución que vi en ese momento, si no lo hacía no tendríamos esta casa, los muebles, todo. Ellos nos dieron el dinero suficiente—coloqué mi mano en su hombro—vamos, levántate.
—¡No me toques! —me fulminó con su mirada—hubiera preferido vivir en la mismísima miseria antes de haber dado a mi hija, Roberto, ¡Vendiste a nuestra propia hija!
—Mamá...—Marcos se colocó de cuclillas para tratar de ayudar a María—no estes así.
—Quítate de mi vista—le dio un empujón enviándolo al suelo—no quiero tener a nadie que me ha enterrado un puñal a mi espalda.
—¡Brisa! —exclamé—trae agua por favor—María—esta vez fui yo quien hizo el intento de calmarla—te prometo que traeré a nuestra hija de regreso—acaricié su pelo, pues ella estaba en un estado de trance y me partía el corazón que yo, había sido el mayor protagonista de todo esto, era lo menos que podía hacer.
—¿Cómo se supone que la traerás? —su mirada estaba perdida.
—Viajaré a New York, mañana mismo—estaba seguro que tendría que hacerlo si pensaba compensar el daño que había causado, aunque se, que no será cosa fácil—prepara las maletas, Marcos, mañana saldremos temprano.
MARGARET
Este vestido sin duda me encantaba, era el momento de lucirlo y yo, estaba muy ansiosa frente a un espejo terminando de maquillarme.
—Muchas gracias—Clara, la sirvienta me había llegado a dejar un vaso de agua, era muy apagada a la familia, trabajaba para nosotros desde que yo era una chiquilla.
—Me siento muy contenta por mi—sus ojos brillaban, era tan linda persona—a veces me siento con la responsabilidad hasta de cuidarte de esas malas miradas de los hombres.
—No exageres—sonreí.
—La juventud de hoy en día es muy diferente a la que yo, viví—quedo viendo mi celular—ese aparato no ha dejado de sonar una y otra vez—yo, solo la quede viendo de reojo.
—Si me disculpas—le sonreí de lado para salir de mi habitación, bajé las escaleras y mi padre estaba llegando de cerrar contratos con sus socios, mamá estaba a su lado con un vestido blanco y sus preciosas joyas que brillaban aún en la noche.
—La mujer más bella de todo este mundo—papá me recibía con los brazos abiertos, era muy cariñoso—estás más que perfecta, Margaret—sostuvo mis manos—me siento tan orgulloso de ti, mejor hija, no pude haber tenido.
—Gracias, papá—lo abracé, sus halagos me habían sonrojado—por cierto—me dirigí hacia mamá—Cristian, ¿aún no viene? —el, era mi prometido, todo lo que una chica pudiera querer en un hombre al igual que mis padres, joven, atractivo, millonario y detallista, tendríamos una noche solo para nosotros.
—Aún no, pero debe de venir en camino—mamá estaba tan contenta.
—¿Qué es eso? —papá, estaba sacando una caja de su bolsillo, de color rojo, era como de cuero blando.
—Es tu regalo de graduación, mi pequeña—la abrió y era un collar semejante a un jade, sin duda era la cosa más linda que había visto, era muy delgada, quizás como el grosor de un hilo—espero que te guste.
—¿Qué si me gusta? —lo tomé—¡me encanta, papá!
—Te ayudaré a ponértelo—dijo mamá, colocándose detrás de mi.
—Espero lo estimes—papá sonrió—en tu cuello llevas nada más y nada menos que, cinco millones de dólares—en realidad, mi padre era un sujeto muy adinerado, pero cuando se trataba de consentirme no tenía límites.
Estaba frente al espejo y conjugaba perfectamente con el vestido que llevaba puesto, simplemente era hermoso.
—Con su permiso—Clara había llegado—creo que el señor, Cristian, está llegando.
—Vamos hija, no hagas esperar a tu novio.
—Está bien, dile que ya estoy saliendo—le di un beso a mi padre y a mi madre justo antes de salir—nos vemos al rato.
—Tranqula, hija, solo diviértete—papá guiñó un ojo.
Salí de la mansión y Cristian estaba sentando en las sillas de piedra del jardín, junto al árbol frondoso que estaba casi al centro, estaba de espaldas, usaba un esmoquin azul marino, como siempre, tan sexy, me sentía afortunada que un chico como el, se haya fijado en mi, porque enamoradas debe de tener a montones, pero me eligió a mi y eso era lo más importante.
—Viene un poco tarde—me acerqué a él, susurrándole al oído.
—El tráfico—se levantó y giró hacia mi.
—A parte no me llevaste a ver esa final que jugaste—pues el, era un gran jugador de fútbol, era un hombre completo.
—No te llevé porque sabía que perderíamos y no quisiera que vieras a tu novio derrotado—Sonrió, pero tenía sus manos atrás.
—Sabes que eso a mi no me importa, pierdas o no, lo que a mi me importa es estar a tu lado—finalmente sacó una caja que tenía detrás—¿eso que es? —quise saber ansiosa.
—Vamos, ábrelo y sabrás—no me resistí un segundo más y lo abrí.
—Pero si es, tu medalla de campeón—negué con la cabeza y lo miré con picardía—ganaste, sabía que no perderías, mi sexy jugador—me acerqué de manera seductora hacia el.
—Es tuya—susurró—te la dedico, porque gracias a ti es que gané, siempre me sirves de inspiración—deslizó su mano de la contura hacia mis glúteos, sentí un cosquilleo dentro de mi estómago, un poco más debajo de mi vientre.
—No te parece que, ¿mejor nos vamos? Recuerda que estamos en mi casa y acá nos pueden ver haciendo este tipo de números—teníamos nuestras narices chocando.
DAMIÁN
Una de las cosas que me relajaba en momentos como este, era contemplar las estrellas desde la terraza, ser el líder no era nada sencillo, las exigencias de los demás era algo que me estaban estresando, siempre había que darle solución de manera que todos estuvieran contentos, pero casarme con una niña aún no me lo podía creer.
—Hijo, te tengo buenas noticias—mamá, llego sin ni siquiera haber tocado la puerta, pero se miraba contenta.
—¿Dime, mamá? aunque creo que en este momento no hay noticia que me haga sentir mejor—seguía contemplando las estrellas.
—Es acerca de la hija de, Roberto, —tomó mi mano emocionada—al parecer creo que no te has dado cuenta, pero ellos dijeron que tienen una hija mucho mayor que te pueden ofrecer—sentí un poco de alivio cuando escuché eso, pero eso no cambiaba las cosas de casarme con una completa desconocida.
—Tiene veinte años y si se parece a su hermana, lo más seguro es que es hermosa—mi madre parecía más ansiosa que yo, como si al tal era ella quien se casaría.
—Mamá, créeme que acá lo menos que importa es la edad, el físico o su apariencia, eso no me importa—fruncí el ceño—lo importante es que yo pueda cumplir con las leyes de nuestra tradición.
—Lo se, hijo, pero deberías de alegrarte, en estos momentos su padre y su hermano están viajando a New York en su búsqueda.
MARGARET
—Creo que mis vacaciones las pasaré en México y luego cuando entre a la universidad, según mis padres, quieren que vaya a París—le estaba comentando a Cristian acerca de mis planes, pero parece que a el no le gustaba del todo que yo estuviera lejos.
—O sea que, ¿vamos a pasar mucho tiempo separados? — él, había fruncido el ceño, estábamos rumbo al restaurante donde había reservado una mesa—no puedo creer que las vacaciones que tienes, las ocupado para estar lejos de mi—negó con la cabeza y pisó más el acelerador.
—Pero, sabes perfectamente que te amo, Cristian, ni siquiera la distancia es obstáculo para mi amor, pero por favor no te pongas así y tampoco quiero que pienses cosas que no están ocurriendo—me sentía con un poco de miedo al verlo de esa forma, pero de pronto cuando giré mi cabeza hacia el frente, un chico en una motocicleta se había atravesado en nuestro camino, lo colisionamos y enseguida nos bajamos del coche para darle los primeros auxilios
—¡No lo toques! — ordenó mientras, él llevó su celular a su oreja— llamaré a una ambulancia, ellos sabrán cómo resolver esto— sin embargo, yo no me podía quedar de brazos cruzados esperando que este chico muriera acá.
—Pero, Cristian...— yo tenía su cabeza en mis piernas, estaba sangrando un poco y me sentía aterrada de ver la sangre en mi vestido.
—¡Te he dicho que no lo toques! — el, actuaba como un loco cuando nosotros habíamos sido los culpables—los de la ambulancia llegarán en un momento.
—Aún así, no podemos esperar a que ellos vengan, por lo general las ambulancias siempre tardan poco y este tiempo es muy valioso para este pobre chico.
MARCOS
Estabamos frente a una lujosa mansión, con grandes paredes adornadas de faros y una puerta de madera con leones Perfectamente tallados, mi padre estaba a mi lado y aún no sabíamos si en realidad, esta era la mansión de Alex Monroe, haber llegado a esta ciudad despertaba cosas en mí, como, por ejemplo, en un futuro venir a vivir en un lugar tan lujoso como este, no era nada comparado al pueblo en donde vivíamos.
—Toca la puerta, papá, — le sugerí, ya que quizás teníamos unos diez minutos parados como tontos frente a esa puerta.
—Si, ¿verdad? — el, de inmediato tocó a la puerta y en ese mismo instante un sujeto abrió.
—Dígame, ¿en qué le podemos servir? — el sujeto era bastante alto, llevaba una camisa de color blanco, pantalón de seda y zapatillas lustrables de color negro, al ver su fachada deduje que era algún sirviente.
—Buenas noches— dijo mi padre—buscamos al señor, Alex Monroe, dígale que somos sus amigos y que queremos verlo.
—Esperen un momento por favor— el sujeto cerró la puerta de golpe, por poco y nos la avienta en la cara.
—Qué extraño modales que tienen las personas de acá, ¿no lo crees? — le comenté a mi padre mientras esperábamos que el sujeto regresara, al poco tiempo la puerta nuevamente se abrió y esta vez venía el mismo sujeto acompañado de una sirvienta.
—Buenas noches, señorita, hemos venido desde muy lejos para poder hablar con el señor, Alex Monroe, así que sí por favor nos permite entrar se lo agradeceríamos mucho— mi padre como siempre era muy educado.
—Cualquier cosa que ustedes necesiten hablar con, él, tienen que decírmelo a mi primero— lo dijo de manera prepotente.
—¡Por supuesto que no hablaremos contigo! Tú, apenas eres una sirvienta y necesitamos hablar con el jefe de la casa—me dirigí hacia ella dejándole las cosas muy en claro.
—Escucha una cosa, niño, —esta vez fue el sujeto que me habló— si vienen por trabajo o por pedir limosnas podrían hacerlo en otra casa—respire profundo para no abalanzarme sobre este estúpido.
—Por supuesto que no andamos pidiendo limosnas ni tampoco trabajo—le explico mi padre— tan sólo queremos hablar con el señor, Alex.
—Y, ¿quiénes son ustedes? — la mujer nos quedó viendo de los pies a la cabeza.
—Dígale que soy, Roberto, y que queremos hablar acerca de, Margaret, —creo que eso lo había terminado de convencer para que al final pudiera ceder.
—Está bien, pasen adelante, acompáñenme y esperen en el jardín—nos adentramos a la lujosa mansión llena de sofás de lujos, había alfombras finas, cuadros enormes y luces tenues.
ALEX MOROE
—La noche está perfecta para nosotros, ¿cierto, cariño? —estaba en mi alcoba con mi esposa disfrutando un poco del silencio en nuestra mansión.
—Claro que si, ¿como la estará pasando nuestra querida hija, Margaret?
—No te preocupes por ella, te apuesto a que la está pasando mucho mejor que nosotros— sonreímos—tú, sabes cómo son los jóvenes de hoy en día.
—Discúlpeme, señor, pero afuera en el jardín está un señor con otro chico, que vino desde muy largo y quiere hablar con usted— había llegado una de las sirvientas.
—Y, ¿de quién se trata? — dejé mi taza a un lado.
—Según, él, se llama a Roberto Marley y quiere hablar acerca de la señorita, Margaret, —cuando supe eso me tensé inmediatamente.
—¿Y ellos quiénes son? —Margarita se había puesto en modo de alerta.
—No lo sé, amor, pero iré a ver de qué se trata—me levanté—diles que que pasen a la sala de negocios, yo los atenderé—mi esposa también se había levantado—¿Dónde crees que vas? —trague grueso.
—Por supuesto que también iré a ver de qué trata, ella es mi hija y si se metió en problemas también lo debo de saber—ella iba delante de mí y temía a lo que estaba a punto de suceder.
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—Buenas noches señor, Alex, hace tanto tiempo que no nos vemos— tal y como lo había pensado era, Roberto, el sujeto que me había vendido a su hija y no tenía la menor idea de qué estaba haciendo acá.
—Tu, ¿conoces a este hombre? — mi esposa me volvió a ver.
—Por supuesto que nos conocemos desde hace mucho tiempo, señora, mucho gusto— el, le tendió su mano.
—Alex, ¡reacciona! ¿qué es lo que está pasando acá? —yo, simplemente me quedé en un completo silencio, no sabía cómo reaccionar en ese momento.
—Señora, disculpe, pero soy, Roberto, el padre de Margaret— sentí como una bola de nieve se había atravesado en mi garganta, sólo nos volvimos a ver sin saber qué hacer.
—¿De qué está hablando este señor, Alex? podrías explicarme, ¿qué diablos está pasando acá? Y, ¿por qué, él, dice ser el padre de, Margaret? —mi esposa se había vuelto loca por un instante, su mirada me lo decía todo y yo, tenía que darle la triste verdad de todo lo que había pasado desde hace muchos años atrás.
MARGARET
Gracias al cielo, el chico había reaccionado justamente antes que la ambulancia llegara y afortunadamente logramos una mediación entre él y nosotros, llegando a un acuerdo de que, le pagaríamos por los daños de su motocicleta y de las heridas poco graves que tenía su cuerpo, mientras tanto, Cristian y yo, íbamos rumbo a mi casa para cambiarme el vestido que estaba ensangrentado.
—No sabía que tenías conocimiento de primeros auxilios, mi amor, —Christian iba conduciendo y estaba asombrado como había atendido al chico.
—Y, ¿que creías? ¿que sólo me dedicaba a cosas de chicas como maquillajes y esas cosas? pues no, cariño, también sé de todo un poco—fanfarroneé.
—Pero, ahora se nos hará mucho más tarde que vayamos a nuestra cena, ¿no te vas a enojar por eso?
—Por supuesto que no, cariño, yo no tardaré mucho en cambiarme—era cierto que este vestido había costado mucho, pero así eran los accidentes, de manera imprevista llegaban a tu vida.
ROBERTO
Después de todo el alboroto que había ocurrido en ese momento, estábamos sentados, los cuatro en una sala bastante pequeña, a mi lado estaba Marcos, frente a nosotros estaban los señores Monroe, se me había ocurrido una mentira con la cual podrían cederme a Margaret.
—Cómo verán, hemos venido desde muy largo y realmente no queremos molestarlos, porque sé, que personas como ustedes tienen una vida muy ocupada, pero, María, su verdadera madre ha desarrollado un cáncer muy maligno y en este momento se encuentra en su etapa final, Lo único que queremos es que, Margaret, nos acompañe a ver por última vez a su verdadera madre, es el único deseo que, María, tiene—sé, que era extremo lo que había dicho, pero no tenía otra alternativa.
—Pero, hay un problema, nosotros le dijimos a, Margaret, que sus padres habían muerto, tú y yo, Roberto, hicimos un acuerdo, ¿no es así? —Alex trataba de dar una excusa.
—Lo sé y no te preocupes que, el acuerdo ha estado presente todos estos años y de igual forma le dijimos a su madre que había fallecido, pero ahora ella tiene conocimiento de que, Margaret, no está muerta y yo le prometí que se la llevaría—puse la cara con tanta tristeza— ese es su último deseo de madre—casi le lloriqueaba de manera fingida.
—Lo siento mucho, Roberto, —dijo Alex con sus manos entrelazadas—pero, aunque me digas eso, las cosas no cambiarán, Margaret, no puede saber acerca de esto y ustedes están muertos para ella—se miraba en una postura muy cerrada—ese fue el trato.
—Pues déjeme decirle que el trato se ha acabado—esta vez habló Marcos—ya no necesitamos más de su dinero.
—Pero, ¿de qué trato están hablando? — dijo Margarita, creo que ella no tenía conocimiento de lo que su esposo había hecho.