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ISABELLA
Cuando bajamos del coche Harry se acercó a mi, estaba muy misterioso y no me quiso decir en todo el camino lo que se supone que me contaría.
—El oficial me procesaría —le conté— Pero de un momento a otro me dijo que no, que quedaba libre de todo cargo. No entendí nada.
—En parte eso era lo que te iba a contar —me tomó de las manos y nos detuvimos frente a la casa. Achiqué los ojos y lo quedé viendo. ¿Por qué presentía que lo que me diría no sería nada bueno? —Hablé con un amigo y él me ayudó a que no te procesaran.
—¿Que hiciste qué? —lo solté.
—Isabella, no permitiría que fueras a la cárcel —explicó. Llevé mi mano a mi sien y respiré profundo. Cuando por fin decido hacer las cosas bien llega Harry y lo arruina todo.
—No puedo creerlo —negué.
—¿Prefieres estar en la cárcel entonces? Pasarías unos meses allí. Por mentirle a la policía.
—Necesito que preguntes si a Piper o a Trisha las procesarán. —le dije— Hazlo. —estaba seria y un poco enojada. Es que no me gustaban las cosas así, era mi problema y yo quería salir de este por las buenas, no por influencias o ese tipo de cosas. Aprecio la ayuda que me quería dar Harry, pero así no. Harry sacó su celular marcó un número para después llevárselo a su oreja.
—Hola, necesito tener información sobre los chicos que llevaron para interrogarlos. Sí, sobre el caso de Ryan —se quedó en silencio escuchando— Está bien. Gracias. —Y cortó—: Al principio les dijeron a todos que serían procesados pero como eran muchos los dejaron libres. Son solo estudiantes que fueron amenazados por Trevor. Descartaron el asunto solo por esta vez.
Me quedé más tranquila al saber que ellos no irían a la cárcel.
—¿Lo ves? —puse mis manos en mi cintura— Hubiera salido por las buenas, pero decidiste ir en busca de influencias. Una cosa te diré, Harry, no me gusta salir de mis problemas con ayuda de dinero o por otras personas. Me gusta ser legal y hacer las cosas bien. Y si eso implicaba ir a la cárcel por meses, ten por seguro de que lo hubiera hecho.
Espero que le haya quedado bien claro el cómo era yo. Quizás él era diferente en ese aspecto, pero yo no.
—Discúlpame —bajó la vista y metió sus manos en los bolsillos delanteros de su pantalón. —Yo solo quería sacarte de ese lugar a como sea. No soportaba que pasaras ni siquiera una noche allí. No conoces como es estar en esos lugares. No te mereces estar ahí. Yo solo quiero cuidarte.
Estaba enojada con él pero mi enojo se fue al demonio al ver la expresión triste de Harry. Me dio mucha ternura verlo así y me provocó abrazarlo. Odiaba que tuviera ese poder en mi. Ahora ni siquiera podía estar enfadada con él más de una hora. Simplemente no podía. Me acerqué y tomé sus manos.
—Te disculpo —le medio sonreí. Rápidamente me abrazó muy fuerte.
—Discúlpame en serio —repitió— No quiero que estes separada de mi.
—Tranquilo —sobé su espalda— No iré a ningún lado.
Harry se separó un poco y me besó.
—Harry —una voz conocida nos hizo separarnos de inmediato y ver a la persona detrás de nosotros. Me tensé al momento de ver a Helena de pie, venía con un vestido blanco y un poco desahogado.
—Helena, ¿qué haces aquí? —le inquirió Harry.
—Alguna vez esta fue mi casa —respondió ella. Y me miró— Veo que lograste lo que querías, Isabella —hizo un hincapié en mi nombre. Como si fuera una burla.
—Harry, te espero dentro —me quise girar para entrar y no ver más la cara de esta tipa. Me ponía de muy malhumor.
—No, espera —habló Helena. Me detuve y la miré de mal forma— Quédate, igual te interesa lo que le vengo a decir a Harry —dijo. Miré a Harry sin entender.
—Helena, no sé qué haces aquí. Te dije que hablaríamos mañana —le dijo éste. Lo miré mal, así que se vería con su ex y ni siquiera me había dicho. Vas muy mal, Harry Lee. Me decepcionó. Lo llama la ex y no me cuenta.
—Lo qué pasa es que no podía esperar más —comentó Helena viéndolo— Es muy importante que hablemos.
—Te espero dentro, Harry —esta vez sí me fui. Por una parte no quería dejar solo a Harry con ella porque me daban muchos celos. Pero no quería estar escudándola, era nefasto.
HARRY
El tener a Helena aquí me hizo llenarme de miedo, miedo de que hablara algo sobre el bebé aquí con Isabella.
—¿Qué haces aquí? —tomé del brazo a Helena y la encaminé hacia la salida—Te dije que mañana hablaríamos.
—Veo que Isabella consiguió lo que quería. Confieso que fue inteligente, bien por ella y mal por ti. ¿Por qué con ella? Es tan poca cosa —se burló. Apreté mis puños conteniendo mi enojo.
—Vale más que tu, eso es seguro —le dije.
—¿Así tratas a la madre de tu hijo? —se ofendió— Como sea, vengo aquí porque necesito dinero.
La miré mal.
—¿Para qué?
—Tengo que hacerme exámenes, comprar ropa para embarazadas, alimentarme bien. ¿O qué? ¿Quieres que tu hijo pase hambre?
—¿Estas pasando hambre? —Helena a veces me sorprendía, su familia era de dinero y aún así se quejaba. Lo que le interesaba es que yo la siguiera manteniendo y le siguiera pagando todas las cosas a como cuando estábamos casados.
—Necesito que te comprometas a darme una mensualidad—pidió— Quiero diez mil dólares cada mes.
Me reí.
—¿Estas loca? Estamos divorciados, Helena, y nos casamos por bienes a parte.
—En mi defensa creí que no harías tal cosa. Si hubiera sido así jamás hubiera aceptado tal cosa —se abanicó con la mano. Iba toda maquillada como siempre.
—Como sea. No aceptaré esa cantidad que pones. Te pasaré mil cada mes.
Abrió la boca del asombro.
—Harry, no puedo creer lo que dices.
En ese momento pensé algo, se me vino algo a la mente que jamás había pensado.
—Quiero una cosa más. Necesito hacerle una prueba de paternidad al niño.
Helena se ofendió.
—¿Me estás tratando de infiel? Jamás te he fallado mientras he estado contigo, Harry. Me ofendes. Esto no se quedará así. Te lo aseguro —se giró y salió de la casa.
Suspiré profundo y me giré, entrando a la casa y buscando a Isabella. Me sentía fatal, mal porque sabía que no podía mantener la mentira del embarazo mucho tiempo. Pero es que no podía, sabía que ella no me lo perdonaría y no me aceptaría así. Y no quería perderla. Simplemente no quería. Aflojé mi corbata y quité mi saco. Me quedé en la entrada de la cocina viendo a Isabella platicar con Martha. Ellas sonreían platicando de algo. Le estaba mintiendo y me sentía mal por eso. Tenía que hacer algo para que todo terminara.
Era cierto que Helena bien pudo engañarme estando conmigo. Hace más de un mes que yo no tenía relaciones con ella. La última vez fue en la ducha. ¡Maldita sea! Me odio en estos momento. Isabella y Martha aún no se percataban de mi presencia.
—¿Y pudiste ver a Noah? —le preguntó Martha. Me puse rígido en el momento en que ella mencionó ese nombre.
—No pude, pasaron otras cosas antes de eso. No pude agradecerle.
—¿Desde hace cuánto tienes eso?
Yo no entendía de qué hablaban.
—Lo empecé a desarrollar hace unos años. Al inicio era más difícil porque no entendía qué me pasaba, pero después fui comprendiendo más y calmándome.
—Lo siento. Debe de ser horrible.
—Un poco.
—Señor Lee —Martha me vio y Isabella se giró hacia mi. Sabía que se había puesto enojada por la visita de Helena. La conocía y aunque no me dijera nada y no me reprochaba por dentro le molestaba que ella haya venido. —Saldré a comprar algunas cosas para la cena —dijo, quitándose el delantal— Con permiso —Martha salió por la puerta de la cocina. Sabía que lo había hecho para dejarnos solos.
Isabella se levantó y se dirigió a mi, pero no a mi realmente sino para pasarme de lado. Pero la detuve.
—Hablemos —le dije.
—¿De qué? ¿De tu ex? Yo no tengo nada que ver ahí —se rió, queriendo pasarme de lado de nuevo.
—¿Estás enojada porque vino? —quise saber, pero yo sabía bien la respuesta.
—No, esta fue su casa —se cruzó de brazos— Y si quieres puedo seguir trabajando porque al fin y al cabo yo tengo que pagar mis estudios. Pero si no quieres que trabaje aquí puedo buscarme otro trabajo fuera.
—No trabajarás aquí como sirvienta —le dejé en claro.
—¿Por qué no? ¿Te da pena? —me miró.
—No es eso sino que ahora vives aquí y eres mi mujer.
—¿Y? Entonces me estás diciendo que tengo que trabajar por otro lado.
—Estoy diciendo que no tienes por qué trabajar. Conmigo no te falta nada. Además, tu universidad está pagada por un año.
Me miró asombrada.
—¿Por qué hiciste eso? —no pareció gustarle. Sabía que sí se lo decía se pondría así. Pero había pagado el año de la universidad desde que entró aquí.
—Porque sabía que estarías conmigo todo ese tiempo.
—Trabajando. Pero ahora no lo estoy.
—Buscaré un trabajo por otro lado.
—Isabella... sé que no estás enojada solo por eso. Habla conmigo.
Pareció pensativa.
—Sí, no me gustó que hayas hablado con tu ex por teléfono y no me hayas dicho nada. Y todavía que se verían mañana. ¿Qué? ¿Me dirías hasta después de verla?
—No me acordé de la llamada, estaba en cosas más importantes cómo sacarte de ese lugar.
—Qué bien por ti. ¿Sabes qué? Eres libre de hacer lo que quieras, de hablar con quien quieras y de salir con quien quieras —musitó— Yo no tengo por qué pedirte explicaciones de nada.
—Sabes que no es cierto. Lo dices porque estás enojada.
—Lo estoy. Estoy muy enojada y no quiero verte ahorita —se giró, buscando la salida de la cocina. La seguí y tomé su mano.
—No empecemos con las discusiones por favor —pedí.
—Discúlpame, Harry, pero es que no me gusta que me omitan cosas. No tolero eso y menos las mentiras.
Me sentí mal en ese momento, si se ponía así por esto no me imaginaba cómo se pondría cuando se enterara que Helena... no quería ni recordar eso.
—Lo siento. Fue mi culpa —la solté.
—Te veo luego —y se fue por la puerta trasera.
•
ISABELLA
—Soy una idiota —murmuré mientras caminaba al súper. Al menos me despejaría con Martha ayudándole a comprar las cosas. Al llegar al súper, miré a Martha platicando con Alberto afuera. Me acerqué rápidamente a saludarlos. Tenía días de no ver a Alberto. —Hola.
—Isa, qué sorpresa —Martha pareció ponerse algo nerviosa.
—Juliette, tanto tiempo sin verte —olvidaba que Alberto me trataba por mi segundo nombre.
—Vine a caminar un poco —murmuré— Si quieres me das la lista y yo puedo hacer las compras —le dije a Martha— Puedes ir a la playa con Alberto mientras. —Conocía un poco a Martha y sabía que a ella le gustaba Alberto, pero era un poco tímida.
—¿En serio? —me miró— ¿no te enoja?
—No, para nada. Vayan tranquilos.
—La dejaré en la puerta de su casa, no te preocupes.
—Tranquilos —Martha me dio la lista. Ellos se fueron en dirección a la playa. El mar estaba a dos calles frente a nosotros.
Me adentré al súper y empecé a buscar las cosas en la lista. Era tarde, la noche caía. Necesitaba desestresarme un poco y dejar de pensar en Harry y en su ex. Hay cosas más importantes que eso.
Media hora después de hacer las compras, pasé a caja y pagué. Salí afuera con las bolsas, me iría caminando hasta la casa. No estaba tan lejos, pero me sentí observaba cuando iba a medio camino, sentí una mala vibra en ese momento. Apresuré mi paso sintiendo un poco de medio. Quizás debí de tomar un taxi. Un ruido de un coche acercándose a alta velocidad me hizo girar en esa dirección. El coche se estacionó frente a mi y de él salieron dos tipos vestidos de negro y con capuchas. Solté las bolsas para defenderme, pero no pude. Uno de ellos se puso detrás de mi y me tapó la boca con un pañuelo que olía extraño. Forcejeé para que me soltaran, pero mis manos se sentían débiles y adormecidas. Luego mis piernas y de último mis ojos.
HARRY
El sonido de un auto afuera me hizo levantarme del sofá y asomarme por la ventana. Era ese tipo Alberto y Martha. Ellos se bajaron, se despidieron y luego Alberto se fue. Cuando Martha entró me acerqué a ella.
—¿Martha, donde está Isabella?
—¿Aún no viene? Se quedó en el súper haciendo las compras. Lo siento. La llamaré —sacó su celular y le marcó— No responde. Quizás esté en camino.
—Iré a buscarla. —dejé el control del televisor en la mesa y salí de inmediato hacia mi coche. Estando dentro arranqué. En la calle no veía nada ni a nadie, pero algo llamó mi atención más adelante. Me estacioné cerca de ese bulto y me bajé. Eran bolsas con compras del súper. Me llené de miedo en ese momento. Saqué mi celular y marqué el número de Isabella. Un sonido de celular sonó en alguna parte del césped, lo busqué hasta encontrarlo. Era el celular de Isabella.
—¡Maldita sea! —exclamé, subiéndome al coche y volviendo a casa.