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Capítulo IV

Y no sólo era una excelente bruja para curar o ayudar a las personas que acudían a ella, sino también para hacer daño, para lastimar y causar dolor, así que ahora que había visto aquella transformación, escuchado aquella cavernosa y diabólica voz, y sobre todo la maldición que le había lanzado, no podía menos que sentir miedo.

Por un momento estuvo a punto de regresar y pedirle perdón, decirle que procuraría verla cada vez que le fuera posible, sólo que su miedo hacia el padre de Hortensia, y a sus hermanos, era mayor que el que le inspiraba Marta, por lo que decidió que lo mejor era olvidarse de ella y seguir su vida como si nunca la hubiera conocido.

Hortensia y Francisco, estaban muy conscientes de que no se amaban, en realidad nunca hubo amor entre ellos, el deseo y la pasión del momento fue lo que los llevó a vivir la aventura que mientras duró, fue placentera y gratificante para los dos.

Fue por eso que en el momento mismo en que Hortensia, confirmó que estaba preñada, habló con Pancho, antes que, con su padre, ya que ella no quería tener a esa niña, de esa manera tan inesperada, cuando Pancho, le dijo que se casarían en el momento en que ella lo quisiera ya que él no podía rehuir a su responsabilidad.

Hortensia, tuvo que hablarle con toda claridad y decirle que no quería ser madre, no se sentía preparada y que no era el momento para atarse de por vida con nadie.

Pancho, como siempre, estuvo de acuerdo con ella y juntos buscaron una solución para salir del problema, al tiempo que evitaban que don Ramiro, se enterara y les exigiera casarse, pensaron en muchas formas, recurrieron a sus amigos y conocidos y no encontraban quién los ayudara con su situación.

Los consejos que les dieron y las recomendaciones con médicos de confianza, representaban un fuerte gasto y ninguno de los dos contaba con el dinero necesario para cubrirlo, ni amigos ni familiares quisieron prestarles, no confiaban en ellos y no querían perder esa fuerte suma que ellos solicitaban.

Pancho, sabía que Marta, también podía ayudarlos con ese problema, sólo que, después de lo que sucediera entre ellos, ni pensarlo, estaba convencido que en lugar de ayudarlos buscaría la forma de perjudicarlos, de hacerles daño.

Lo más sencillo y sin necesidad de usar la brujería, sería ir y decirle a Ramiro, que el novio de su hija estaba buscando la forma de que Hortensia, abortara, algo que seguramente haría de inmediato y sin pensarlo.

Con eso, Pancho, tenía para declararse por muerto en cualquier momento, así que cuando la muchacha le insinuó la manera de contactar a Marta, para que la ayudara con su problema, Francisco, le dijo que no era conveniente, que, si bien deseaba que se librara del asunto de su embarazo, también deseaba que no le pasara nada malo.

Que no podían confiar en una curandera para que hiciera las labores de médico y que pensara que su vida estaba en riesgo, así que lo mejor era buscar otra forma, sobre todo con una persona calificada que les garantizara que todo saldría bien.

La convenció y ahora el problema que enfrentaban, era que un médico cobraba muy caro por intervenir en el asunto, así que seguían buscando la forma de que alguien les prestara el dinero que necesitaban, sólo que nadie parecía dispuesto a prestarles siquiera una parte para ayudarlos.

Fue por ese tiempo, en el que buscaban ayuda económica de manera desesperada, que ambos vivieron un episodio inexplicable que los impactó, aunque no le dieron mayor importancia y siguieron adelante con sus planes.

Resulta, que una noche en que Hortensia, dormía, cansada y agotada por ir a visitar a amigos y familiares que le hicieran el préstamo que necesitaba, de pronto, escuchó un llanto insistente de un bebé.

Despertó sobresaltada, en la casa de sus padres, no había bebés, y sin pensarlo, salió de su recámara y buscó por la casa de donde provenía aquel llanto desgarrador, todo estaba a oscuras ya que todos dormían con toda tranquilidad, al parecer solo era ella la que escuchaba aquel desgarrador llanto.

Regresó a su recámara y el llanto del bebé seguía sonando de manera insistente, era desesperante estarlo escuchando, no sabía que, hacer para evitar aquel sonido que se clavaba en su cabeza de manera profunda y la desquiciaba.

De pronto, el llanto cesó y en las penumbras de su recámara, Hortensia, sus ojos vieron algo que la hizo estremecer y su cuerpo tembló involuntariamente, de pie, junto a los pies de la cama, se veía a una niña de unos siete años, vestida de blanco, con sus ropas sucias y rotas, con el cabello largo y enmarañado, su rostro reflejaba una honda pena.

Sus ojos, parecían centellar en la oscuridad, con un tono rojizo, intenso, la niña, se veía triste y desolada, era como si estuviera llorando por un amargo dolor, por un momento, Hortensia, que quedó congelada, no entendía cómo había llegado aquella niña hasta su recámara sin haber alertado a nadie:

—Sé que no me quieres… no importa… sólo te pido que no me hagas daño… no me mates… aunque no me ames… —dijo la niña con un tono de voz triste y melancólico— no puedes hacerlo… no tienes por qué hacerlo… tampoco tienes que amarme…

Hortensia, no supo que decir, ni que hacer, sus ojos se cerraron en repetidas ocasiones tratando de borrar aquello que estaba viendo, no podía creer que algo así le estuviera ocurriendo a ella y mucho menos en su recámara, trató de hablar, de preguntar, de gritar para que esa imagen se fuera de su presencia, y no pudo hacerlo.

—¡No puedes ser tan maldita! —gritó la niña y sus ojos, ahora se tornaron más rojos, un gesto de coraje se dibujó en su rostro y una actitud amenazante crispó los puños de sus manitas— ¡No lo hagas! ¡Te juro que te arrepentirás! ¡Tú serás la culpable de todo!

Hortensia, con los ojos muy abiertos y el miedo recorriendo por su cuerpo, sin atrever a mover una sola parte de su cuerpo y sin poder decir nada, vio que de pronto, tal y como había aparecido, aquella imagen se desvanecía, se esfumaba, desaparecía, así como así.

Fue entonces cuando pudo moverse, se levantó, caminó hasta los pies de la cama y no vio huella alguna de la niña, estaba sola en su cuarto y aquello le dio más miedo, no sabía que hacer ni que pensar, su cuerpo sudaba intensamente por los nervios.

No podía hacer un escándalo, ¿qué podía decirles a sus padres? Tenía que superar ese momento ella sola, su mente trataba de entender todo aquello.

Tuvo miedo de volver a acostarse, le aterraba que aquella espectral figura volviera a presentarse frente a ella, no sabía por qué, aunque le tenía un profundo temor,

Muy a su pesar, volvió a recostarse en la cama, con los ojos abiertos, buscando entre las sombras de su alcoba, esperando con terror que ese espectro volviera a aparecerse en cualquier momento, no quería volver a verla.

Hasta que, al paso de las horas y sin saber en qué momento, se quedó profundamente dormida, vencida, sin más pensamientos, sin más miedos.

Ella nunca se imaginó que justo en el momento en el que ella se quedaba dormida, no muy lejos de su casa, Pancho, regresaba a la casa de su madre, con la cual vivía.

Había estado tomado cervezas en una de las calles del barrio, con sus amigos, los cuales se disculparon por no tener dinero para prestarle lo que les pedía.

En ese momento, caminaba con pasos inciertos debido a la borrachera que llevaba, no le importaba, lo sucio y oscuro de la calle, conocía muy bien el lugar, su mente iba pensando en a quién más recurrir para que le prestaran ese dinero que lo podía salvar de la boda, cuando de pronto, al dar vuelta en una esquina la vio.

Era una niña de unos siete años, vestida de blanco, con sus ropas sucias y rotas, con el cabello largo y enmarañado, estaba a punto de cruzar la calle de manera descuidada y aunque no había mucho tráfico, el paso de los carros era frecuente.

La vio bajar la banqueta de manera temeraria y sin precaución, un par de carros que venían a cierta velocidad, seguramente la alcanzarían y no podrían evitar arrollarla, así que, sin pensarlo mucho, Pancho, corrió hacia ella gritándole:

—¡No, espera, no lo hagas! —su grito debió oírse en toda la calle, era tal la angustia y la desesperación de su voz que no midió el volumen de la misma.

La niña se detuvo y Francisco, siguió avanzando hacia ella, fue cuando la menor giró la cabeza para verlo, aquello lo detuvo por completo, lo paralizo con verdadero horror.

El rostro de la niña estaba descarnado, sólo podía ver las cuencas de sus ojos en donde dos luces rojas brillaban con intensidad, sus dientecitos eran perfectos, aunque su imagen no lo era, no tenía facciones y aun así supo que estaba enojada.

—Así… así es como deberías de cuidarme… tienes que salvarme… no puedes dejar que me maten… ¡quiero vivir…! Tú también lo querías en un principio… no cambies de opinión ahora —le dijo la voz cavernosa y congojada de la niña cuando comenzó a hablar.

Un inexplicable miedo lo recorrió de pies a cabeza, un temor desconocido lo cimbró haciendo que su cuerpo se estremeciera de manera involuntaria, quería decir tantas cosas que no acertaba a hablar, no podía hacerlo.

Su mano se había quedado extendida hacia ella, cuando intentó detenerla para que no cruzara la calle, se había quedado paralizado y aún no acertaba a moverse.

Su miedo se convirtió en pánico cuando frente a sus ojos, de la nada, la figura de la niña se desvaneció en el aire, se esfumó, se borró, como si nunca hubiera estado ahí.

Fue entonces cuando Pancho, pudo volver a dar un paso, se acercó hasta el lugar en donde había visto parada a la niña y sin poder creer en lo que le había pasado, revisó bien el sitio, no había huella alguna de que la niña hubiera estado ahí.

No sabía que hacer, ni que decir, ni que pensar ante aquel extraño suceso, jamás lo hubiera imaginado, mucho había oído de Lujánnes y de espectros, aunque nunca creyó en ellos, ahora no le encontraba una explicación a lo sucedido.

—¿Qué me habrán puesto en las cervezas, que me tome, esos infelices que ya estoy alucinando? —pensó Pancho, al tiempo que comenzaba a caminar a su casa.

Trataba de encontrar una explicación lógica a lo que había vivido y no podía pensar, sino que lo habían drogado, tal vez para jugarle alguna broma, tal vez para burlarse de él, con frecuencia movía su cabeza como para cerciorarse de que se encontraba bien.

—¡Desgraciados! La verdad es que me pareció tan real lo que aluciné que ya hasta me la estaba creyendo… aunque… ¿por qué aluciné con una niña? ¿por qué me dijo lo que me dijo? ¿por qué tanto odio en su mirada? ¡Bah! Ya estoy borracho… de seguro eso es lo que me está pasando, lo que me dieron y el licor me hacen ver cosas que no existen.

Sin dinero y sin trabajo, Francisco, no supo ni qué proponerle a su novia que hicieran para remediar el problema, así que, aunque Hortensia, no quería, tuvo que contárselo a Ramiro, su padre ya que el tiempo pasaba y muy pronto se le notaría el embarazo.

Como era de esperarse, el hombre estalló en cólera y a punto estuvo de darle una paliza a su hija, por no haber sabido guardar la honra, ahora había manchado el honor de la familia y se merecía un fuerte castigo a golpes.

Fue la madre de ella la que salió en su defensa y evitó que Ramiro, en su violenta reacción, la lastimara, conociendo a su marido, la señora habló con él y le hizo ver que en nada ayudaba que la golpeara o que la corriera de la casa como él pretendía, que, al fin y al cabo, era su hija y por lo tanto, debía apoyarla.

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