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Capítulo 04.

— ¿Me darías clases de matemáticas?

— ¿Yo?— Inquirí, por no creerle a mis oídos lo que escucharon. Él asintió a lo que yo tragué duro—. Ehm..., no lo creo.

— ¿Por qué?— Preguntó, algo confundido y curioso.

—No creo que te sirva lo que yo sé— Le expliqué, porque en realidad lo creo.

— ¿Por qué no? Necesito asesorías, y tú me dijiste que sabías matemáticas, ¿no?— Asiento con la cabeza, aunque no creo que lo haya notado su vista está enfocada en el camino—. Bien, entonces sólo eso es necesario, que le entiendas, porque yo sinceramente no entiendo nada.

—N-no lo sé— Hice una mueca mientras movía nerviosamente mis manos sobre mi regazo—. No creo que esté bien— Digo lo que pienso.

— ¿Por qué no ha de estar bien? Sólo me enseñarás matemáticas, no hay nada de malo en eso— Dice, pero aun así no me convence de que esto no está bien—. Solo tienes que aceptar, no perderás nada..., al contrario, ganarás mucho— Dijo parando el auto en un semáforo en rojo.

¿Qué acaba de decir? ¿A qué se refiere con que "ganaré mucho"? No lo entiendo.

—Bien pero, ¿qué tendré yo a cambio?— Le pregunté mirándole. Necesito saber a qué se refiere.

Él me miró de vuelta, pude observar la diversión y el jugueteó en sus ojos, algo que no me gustaba del todo para ser sincera. Había algo en él que no me daba mucha confianza.

—Tú me enseñas matemáticas..., y yo te enseño otras cosas más divertidas, pequeña.

...

No entendí a qué quiso referirse con eso, pero me asustaba. Me asustaba su expresión y la forma en cómo lo dijo. Me estoy arrepintiendo de haber aceptado su invitación de llevarme a casa.

—¿Q-qué cosa?— Pregunté con claro nerviosismo intentando alejarme de él, pero ya no me era posible debido a que ya estaba chocando contra la puerta.

Rió quedo ante mi reacción. De seguro mi cara era de completo terror y confusión en este momento.

—Puedo hacerte sentir el placer...— Hizo una gran pausa. Algo que hizo que mi miedo aumentara significativamente—. Que sientes cuando le ayudas a alguien que lo necesita— Terminó su oración con una sonrisa. Solté un suspiro de alivio.

Este hombre va a matarme de un infarto en cualquier momento.

—Ahm..., Eh...— Balbuceé al no poder articular las palabras.

—¿Qué pasa, pequeña?— Sentí una electricidad recorrerme el cuerpo ante el apodo, era algo extraño que no había sentido antes, pero me agrado la sensación.

Comencé a balbucear una vez más. ¿Qué rayos me pasa?

Tan solo evité el verlo, si lo hacía era más probable que me pusiera más nerviosa de lo que ya estaba. Giré mi rostro hacia enfrente mientras mis manos se movían con desesperación y nerviosismo sobre mi regazo.

—¿Pasa algo?— Insistió.

—Ahm..., e-el sema...— Exhalé pesadamente.

—¿El qué?— Inquirió al no comprender mis palabras. Me lindé a apuntar hacia enfrente al no confiar en que las palabras salieran correctamente de mi boca, indicándole que el semáforo estaba en verde. —Oh, ya veo— Dijo antes de avanzar.

Demonios, enserio que estoy nerviosa. Nunca antes había experimentado esto. Este sentimiento no se compara al nerviosismo que sentí la primera vez que actué en público en mi primera obra escolar, o el temor que sentía el primer día de clases. Esto es peor.

—No has contestado mi pregunta, Marylise— Habló haciendo que saliera de mis cavilaciones—. ¿Aceptas o no?— Inquirió. Abrí mi boca para hablar, pero de esta no salió nada.

Ni siquiera podía hablar.

Apunté hacia la derecha esperando a que lo notara, ya que no podía pronunciar palabra.

—¿Quieres que doble a la derecha?— Inquirió a lo que yo afirmé. Asintió antes de hacerlo.

—¿Por qué no hablas?— Cuestionó cortando el silencio previo—. ¿Te comió la lengua el ratón?— Bromeó dedicándome una mirada alígera.

No entiendo ni la mitad de las cosas que dice y aun así me provoca todo esto.

—A-aquí a la izqui-erda, es la sexta casa— Le dije con algo de dificultad debido a mi estado.

—Está bien— Dijo asintiendo con la cabeza—. Ya veo que tu lengua está completa— Siguió bromeando con lo mismo.

—Sí, mi lengua está bien, gracias— Me sorprendí porque esta vez las palabras salieron bien, pero algo bruscas a mi parecer.

—Solo bromeaba— Se disculpó alzando ambas manos en rendición.

—Detente, aquí me bajo— Le pedí, al llegar a la casa de mi vecino de al lado.

Detuvo el auto en la acera y yo me apresuré a abrir la puerta para salir.

—Espera— Me detuvo tomando mi muñeca evitando que saliera. Tragué duro al encararlo—. No me contestaste, ¿aceptas o no?— Insistió.

Evité mirarlo a los ojos porque si lo hacía actuaría como una idiota una vez más.

—No— Dije cortante apartando su mano de mi muñeca y haciendo ademan en salir de su auto. Solo quería llegar a casa. Solo quería correr a casa.

—Marylise, espera— Me llamó a lo que yo aumenté mi velocidad al caminar, pero mis zancadas eran muy cortas y la velocidad disminuía debido a que cojeaba por mi rodilla lastimada.

—Voy a pagarte— Me detuve en seco al escucharlo.

Últimamente hemos tenido problemas económicos, mi mamá no gana lo suficiente en su trabajo y mi papá no nos deposita dinero muy de seguido. Un ingreso extra podría ayudarnos un poco, por lo menos en mis gastos y así no le pediría a mamá todos los días.

Pero..., no lo sé, esto me aterra un poco. No lo conozco realmente como para confiar en él, sus "bromas" no las entiendo, siento que todo lo que me dice es con otro sentido y me confunde terriblemente, no me inspira la suficiente confianza aún como para aceptar su propuesta de estar con él a solas por varias horas seguidas, no conociéndome, no conociendo a mi mamá; si llega a descubrirlo me va a matar o va a hacer un escándalo, no, no, no... No puedo aceptar.

Bueno... quizá sí, depende de muchas cosas, podría solo intentarlo por un día o dos y probar el terreno, solo tengo que ocultarlo bien de mi madre y todo estará bien. Solo será unos días, a la mínima provocación me voy y no vuelvo a verlo. Si, eso me parece bien.

Me giré hacia él encarándolo antes de decir—: ¿De cuánto estamos hablando?

Le noté sonreír sin mostrar sus dientes al escucharme. Aunque tenga un poco de miedo, no puedo negar que su sonrisa es hermosa.

Para este entonces, él ya se encontraba fuera de su auto; se alejó de este y caminó hacia mí.

—No lo sé, tu pon una cifra.

—Cinco por hora— Me apresuré a proponer. Rio.

—Wow, para esto si hablas rápido ¿eh?— Sonrió jovial.

No era mi intención que pensara eso.

—¿Qué te parecen tres por hora?— Sugirió.

—¿Qué te parecen diez?— Dije elocuente en forma de broma a lo que él rio.

—Veo que eres una chica de negocios— Sonreí tímidamente. Se acerca otro poco —. Pero el chiste es bajar la cifra, ¿aceptas los tres?— Dijo inquirente. No contesté a su pregunta, simplemente giré sobre mi eje dirigiéndome a mi casa.

No quisiera aprovecharme de él, solo quiero probarlo y ver cuánto está dispuesto a pagar.

—Espera, espera— Me detengo y le encaro—. Bien— Exhaló—. Ni tú, ni yo, cuatro por hora..., y es mi última oferta— Habló con determinación.

Si son cuatro libras por hora, serían unas tres horas de clases, cinco días a la semana, entonces, ganaría doce por día, que serían 60 por semana, eso me ayudaría mucho.

No sé si deba aceptar, no lo conozco realmente, no sé quién es o qué intenciones tenga, solo sé su nombre, algunas cosas que me contó sobre su persona y que es vecino de Dalila. Pero, necesito ese dinero.

Solo le enseñaré un poco de matemáticas, ¿qué podría salir mal?

—Está bien— Dije con una sonrisa a medias.

—¿Aceptas?— Asentí con la cabeza—. Bien, sabía que aceptarías..., Nos vemos mañana entonces.

—¿Mañana?— Indagué con confusión. ¿Por qué tan pronto?

—Sí, mañana empezamos, ¿o no puedes?

—Eh, si, si puedo— Sentí ganas de golpearme por haber sonado tan nerviosa.

—Bien, ¿a qué hora sales del colegio?

—A las dos de la tarde— Contesté con un ligero titubeo en mi voz.

—Te veo allá entonces— Levantó su mano en despedida y se giró dándome la espalda para caminar hacia su auto.

—Espera, espera— Lo detuve. Me encaró —¿Irás por mí?— Inquirí con desconcierto.

—Sí, ¿o alguien más va por ti saliendo?— Balbuceé un poco antes de negar—. Entonces pasó por ti— Dijo, más como un aviso que como una pregunta.

—No te molestes, puedo irme sola.

—No es ninguna molestia— Sonrió —. Me queda de paso y aparte no dejaré que camines tanto con tu rodilla lastimada— Dijo observándola. Noté como me miró de arriba abajo lentamente, como si quisiera encontrar algo perdido en mi cuerpo. Todo eso hizo que sintiera una corriente eléctrica recorrerme mi espina dorsal.

—E-está bien— Asentí titubeante.

—Nos vemos mañana— Se despide, caminando de espaldas agitando su mano a modo de ademán. Le sonreí tímidamente en respuesta y fue entonces cuando él metió sus manos dentro de los bolsillos de sus vaqueros y me dio la espalda para entrar a su auto.

Solté un gran suspiro antes de entrar a casa.

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