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Capítulo 03

Inhalo y exhalo un par de veces antes de tomar una decisión.

Tomé el borde de la falda y la levanté un poco dejando ver la herida en mi rodilla. Él me mira por un momento, con sus cejas levantadas, expectante a una respuesta. Retiro mi mirada. Escucho que murmulla un "Okay" antes de disponerse a limpiar mi herida. Colocó el algodón sobre mi piel viva y comenzó a limpiarla. Al instante sentí un ardor en la zona haciéndome pegar un brinco y hacer una mueca de dolor. Paró.

— ¿Dolió?— Preguntó mirándome con preocupación. Asentí—. Lo siento, solo será un poco— se disculpa, pero yo asiento en respuesta, dándole permiso para continuar.

Dejó el algodón sobre la mesa de café y tomó un analgésico local en spray antes de aplicarlo en la zona. Al principio ardió muy poco pero después la sensación fue refrescante. Dejó el spray y se volteó hacia mí.

—Ahora hay que esperar un momento a que haga efecto la anestesia— Asentí. Él se sentó por completo en el piso para una posición más cómoda. Coloca una de sus manos en su barbilla y su codo en su muslo a modo de soporte mientras observa mi herida detenidamente.

Observándolo bien no se ve como si fuese alguien malo con intenciones de hacerme daño, quizá solo lo estuve juzgando por el miedo que me inculcaron mis padres desde chica, que todas las personas que se acerquen a mi que yo no conozca son malos, quizá solo lo decían para protegerme y que no confiara en las personas tan a la ligera, porque no se sabe quién pueda tener buenas intenciones y quién no; en este caso dudo que él sea una persona mala, si lo fuera ya me habría hecho algo o dado indicios claros, hasta el momento sólo se ha comportado bien conmigo, es risueño, carismático y tiene un sentido del humor un tanto extraño pero es lindo en cierta forma, solo me ha ayudado y no debo ser ruda con él, no se lo merece por cómo me ha tratado hasta ahora. Quizá, solo quizá, deba comportarme de la misma forma con él para no ser grosera.

—Me llamo Marylise— Me presento, en una voz tan baja y débil que dudo que me haya escuchado del todo bien.

El muchacho frente a mí me observa, puedo jurar que hasta un poco asombrado por mis repentinas palabras. Noto como esboza una sonrisa de lado, dejando ver uno solo de sus hoyuelos.

—Un gusto.

Sonreí tímidamente.

—Bien, Marylise. Creo que ya está— Toma un algodón nuevo y me mira, enarcando sus cejas, pidiendo permiso para continuar, yo asiento a modo de consentimiento y se dispone a seguir limpiando la herida—. Está vez ya no duele tanto, ¿cierto?— Preguntó sonriendo de lado. Negué con la cabeza.

Después de varios algodones más y una sesión de limpieza para mi rodilla ensangrentada, puso una gasa para tapar la herida.

—Listo— Dijo al terminar.

—Gracias— Dije con una sonrisa tímida en mis labios.

—No agradezcas— Me sonrió—. Fui yo quien dejé todas esas cosas regadas por allí. Es lo menos que podía hacer— Se encogió de hombros.

Bueno, en parte tiene razón. Me caí gracias a que pise una de sus cosas regadas por la acera, y también por estarlo viendo como boba sin fijarme por donde camino. Le sonreí en respuesta.

Él se levantó, tomó todas las cosas que utilizó para limpiarme y emprendió su camino, supongo que a tirar lo que no sirve y a guardar el botiquín, pero logro detenerlo.

—Oye... — Le llamo.

—¿Si?

—Lo siento— Me disculpo, un tanto apenada, recibiendo un gesto de confusión de su parte.

—¿Por qué lo sientes?

—No suelo confiar mucho en las personas, mucho menos si no las conozco y perdón si te juzgué sin conocerte, aunque no te conozco aún, pero... — suelto un suspiro para tranquilizarme, ya que estaba hablando muy rápido. Desvío mi mirada hacia el piso antes de continuar —. Solo eso

—No, no te preocupes, entiendo perfectamente, no es fácil confiar hoy en día, no te preocupes— me regala una sonrisa sincera—. Es más, lo siento yo si te hice sentir incomoda o algo parecido.

—Está bien, no pasa nada— Le respondo el gesto.

—Muy bien, ya vengo, voy a guardar esto— Anuncia y yo le respondo con un asentimiento de cabeza, es entonces cuando se va.

Mientras él no estaba, me levanté del sillón y noté que ya podía apoyar un poco la pierna, aún dolía, pero ya no tanto como antes.

Él al entrar a la sala de estar y verme de pie frunció su ceño. No necesitaba conocerlo de toda la vida o ser un genio para saber que estaba molesto.

— ¿Qué estás haciendo?— Preguntó al verme. Al ver su expresión y escuchar el tono de su voz sentí que la sangre abandonaba mi cuerpo y me sentía desvanecer.

—Yo..., y-ya tengo que irme— Digo a tropezones, a como mi cuerpo me permitió hablar.

—No, tú no vas a ningún lado— Habló con determinación.

— ¿Qué?— Pregunté, al dudar de lo que había escuchado.

¿Acaba de decir lo que creo?

Tragué duro cuanto comenzó a acercarse lentamente a mí. Por un doloroso momento temí que me hiciera algo malo, de nuevo, entre en pánico.

Cuando estuvimos como a un metro de distancia se detuvo antes de hablar con voz tranquila y apacible—: Aun no puedes caminar bien, espera un poco y luego te vas.

Respiré.

—P-pero...

—Pero nada— Me cortó de tajo—. Bueno, si no quieres quedarte, entonces déjame llevarte a tu casa así estaré más tranquilo de que no te pasara nada malo— Me sugirió, pero yo no estaba segura de ello.

Abrí mi boca para hablar, pero solté un suspiro al no poder hacerlo. La abrí de nuevo y esta vez dije—: E-está bien.

Yo solo quiero irme de aquí, sea como sea, no me siento bien, todo es muy confuso, no entiendo nada, solo quiero irme.

— ¿Quieres que te lleve?— Inquirió al no comprender mi respuesta. Asentí. —Bien, vamos entonces— Dijo tomando mi antebrazo ayudándome a caminar.

¡Demonios! De nuevo esa sensación.

— ¿No prefieres que te cargue?— Habló inquirente.

—Ehm, no. Puedo caminar— Sonreí tímidamente para convencerlo. Asintió sin más que decir y me ayudó a caminar hacia su auto que se encontraba aparcado en la acera fuera de su casa.

Me ayudó a entrar al auto para posteriormente colocarme el cinturón de seguridad como si yo no tuviese la capacidad de hacerlo, como si yo fuese una niña pequeña que necesita de sus cuidados.

Sentí un estremecimiento cuando abrochó el mismo y sus manos tocaron mi vientre.

No sé si fue mi imaginación o si en verdad tardó un tiempo con sus manos en esta zona.

Finalmente, cerró la puerta del copiloto para encaminarse a la del piloto y entrar al auto. Encendió el motor y lo hizo rugir antes de ponerlo en marcha para salir del fraccionamiento.

— ¿Cuál es tu dirección?— Preguntó.

—Ehm, te iré diciendo por el camino— Le sonreí tímidamente a lo que él asintió.

Le dije eso porque, sinceramente, no sabía mi dirección. Sí, sé cómo llegar a mi casa más no sé cuál es el nombre de la calle.

Durante el camino a mi casa Harry estuvo hablando de cosas triviales, hablaba desde el clima hasta de sus gustos personales, supongo que hizo todo esto para que yo entrase más en confianza con su persona y dejase de verlo como un extraño, y debo admitir que si lo logró, hasta tal punto de que comencé a responder sus preguntas sobre mi vida personal con bastante naturalidad, aunque al mismo tiempo me sentía en peligro por divulgar información.

Pude notar en estos minutos que es una persona bastante agradable, es amable, respetuoso y lindo, siempre estuvo atento a lo que respondía y en ningún momento fue grosero, tampoco me hizo sentir incomoda de nuevo, supongo que comprendió que sus chistes de secuestros no son graciosos.

—Ese uniforme me parece conocido, ¿a qué colegio asistes?— Me pregunta, escuchándose curioso, sacándome de mis pensamientos.

—A Seven Kings— Contesté mientras el nerviosismo hacía estragos en mi voz por haber mencionado sin pensarlo dos veces y tan a la ligera el nombre del colegio al que asisto, pero él no pareció notarlo. O quizá sí y solo lo estaba ignorando.

— ¿Enserio?— Me dedicó una mirada rápida. Asentí con la cabeza—, yo fui allí— Declaró con entusiasmo.

— ¿En verdad?— Inquirí.

— Sí, antes vivía cerca así que mis padres decidieron que entrara allí— Sonrió—. Era un desastre, sobre todo en matemáticas— Recordó con una expresión divertida.

— ¿Se te dificultaban las matemáticas?— Inquirí con asombro. Son realmente muy fáciles, no entiendo porque las ven complicadas—. Oh, aquí dobla a la derecha— Me apresuré a decir.

— ¿Aquí?— Inquirió apuntando hacia la calle. Asentí a lo que él dobló hacia la derecha.

Suspiró antes de volver a la conversación—: Y sí, ahora que estoy en la universidad se me complican más— Hizo una mueca de tedio. Reí y noté como me miró con una sonrisa ante mi acción.

—En realidad son muy fáciles, sólo es cuestión de poner atención y practicar— Digo, porque es cierto.

— ¿Tú les entiendes?— Pregunta, mirándome de reojo. No sé qué contestar ante eso, no sé si decirle la verdad, tampoco quiero parecer presumida o que crea que soy una matadita.

Pero... ¿a mí por qué tiene que importarme lo que piense?

Después de pensarlo por unos segundos, termino asintiendo. Él se limita a asentir con la cabeza y después todo es silencio.

Cuando pensé que todo había quedado atrás y la conversación ya no volvería, dijo lo siguiente—: ¿Podrías ayudarme con eso?

— ¿Con qué cosa?— Pregunté, algo curiosa y con un ligero titubeo en mi voz.

— ¿Me darías clases de matemáticas?

— ¿Yo?— Inquirí, por no creerle a mis oídos lo que escucharon. Él asintió a lo que yo tragué duro—. Ehm..., no lo creo.

No creo que mis conocimientos puedan ayudarle en algo. Sí, sé matemáticas, entiendo conceptos, teorías, sé manejar y resolver perfectamente un problema matemático, pero lo que yo sé y lo que me enseñan en el colegio no es lo mismo que le enseñan a un universitario. Lo que él ve debe ser más avanzado, no creo que pueda ayudarle con eso.

— ¿Por qué?— Preguntó, algo confundido y curioso.

—No creo que te sirva lo que yo sé— Le expliqué, porque en realidad lo creo.

— ¿Por qué no? Necesito asesorías, y tú me dijiste que sabías matemáticas, ¿no?— Asiento con la cabeza, aunque no creo que lo haya notado su vista está enfocada en el camino—. Bien, entonces sólo eso es necesario, que le entiendas, porque yo sinceramente no entiendo nada.

—N-no lo sé— Hice una mueca mientras movía nerviosamente mis manos sobre mi regazo—. No creo que esté bien— Digo lo que pienso.

Yo apenas tengo quince años, no creo que sea normal que le dé asesorías a un universitario, es algo muy poco visto para no decir imposible. Aparte de eso, él es un hombre de 24 años, ya es un adulto, está mal visto que vaya una chica de casi dieciséis años a la casa de un hombre soltero y solo a darle asesorías de matemáticas, quizá piensen cosas que no son y no me gustaría involucrarme en eso, no quiero problemas. No puedo estar a solas con él, ni siquiera sé por qué acepté su oferta de llevarme a casa o su ofrecimiento de curar mi herida. No debí de haber aceptado, ni siquiera lo conozco.

— ¿Por qué no ha de estar bien? Sólo me enseñarás matemáticas, no hay nada de malo en eso— Dice, pero aun así no me convence de que esto no está bien—. Solo tienes que aceptar, no perderás nada..., al contrario, ganarás mucho— Dijo parando el auto en un semáforo en rojo.

¿Qué acaba de decir? ¿A qué se refiere con que "ganaré mucho"? No lo entiendo.

—Bien pero, ¿qué tendré yo a cambio?— Le pregunté mirándole. Necesito saber a qué se refiere.

Él me miró de vuelta, pude observar la diversión y el jugueteó en sus ojos, algo que no me gustaba del todo para ser sincera. Había algo en él que no me daba mucha confianza.

—Tú me enseñas matemáticas..., y yo te enseño otras cosas más divertidas, pequeña.

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