Capítulo 3
Esa noche llegamos agotados a la habitación del hotel donde nos hospedaremos durante toda la semana, pedimos varias cosas para cenar y nos recostamos en el sofá, encendemos la televisión y buscamos por los canales algo que merezca la pena, al final, dejamos la reposición de una serie que a ambos nos gusta.
— ¿Te lo has pasado bien, pequeña? — Me pregunta Fede una vez que decidimos irnos a la cama, rodeándome la cintura con su brazo y así dejarme caer en ella.
— Siempre Fede — Consigo decir en medio de un bostezo que significa que me caigo del sueño.
— Descansemos, mañana será un nuevo día — Sonríe, tumbándose a mi lado y alcanzando el interruptor para dejarnos en penumbras. — Te quiero, pequeña.
— Y yo a ti, Fede — Pronuncio ya con los ojos cerrados, él, como de costumbre, me abraza por detrás, besándome la cabeza y dejando su cara entre mi pelo.
***
Cuando de nuevo el sol me despierta esa mañana, noto un hueco a mi lado, Fede debe haberse despertado. Lo busco por toda la habitación con los ojos, pero parece que estoy sola, me desperezo y me noto de nuevo sudada, el calor vuelve a hacer de las suyas. Me quito el pijama para ir enseguida a la ducha, ya que odio notar el pelo pegado a mi frente. Con la ropa interior aferrada a mi mano, me meto al baño y enciendo el grifo justo cuando oigo abrir la puerta de nuestra habitación.
— ¿Princesa? — La voz de Fede resuena por todos lados, enseguida oye el ruido del agua cayendo y viene hasta donde estoy. — Buenos días, ¿cómo has dormido?
— Genial, como siempre — Le digo acercándome para besar sus labios — ¿Y tú?
— Cada noche duermo bien a tu lado... — Me contesta mirando por encima de mi hombro el jacuzzi ovalado llenándose — He traído el desayuno, pero... me gusta la idea de darnos primero un baño.
— ¿Es que te he invitado a bañarte conmigo? — Le sonrío, acercándome a él para ayudarle a desprenderse de la ropa. Cojo la parte de abajo de su camiseta de tirantes blanca para sacarla por su cabeza y así dejar ante mí su perfecto cuerpo.
— Creo que sí... — Susurra en medio de una pequeña sonrisa, rodeándome la cintura con ambos brazos y levantando mis pies del suelo, para hacer que mis piernas rodeen sus caderas. — Al menos, lo has insinuado...
— ¿Ah, sí? — Alzo ambas cejas sin dejar de mirarlo a los ojos. — No me lo ha parecido.
Me lleva hasta el borde del jacuzzi, donde me deja sentada.
— Ahora ya no puedes echarte atrás — Se encoge de hombros con una mueca de inocencia que hace que quiera comérmelo. Se mete él primero, introduciendo un pie y comprobando que el agua está a buena temperatura para meter el otro. Después se sienta mientras yo me meto frente a él, todo lo cerca que puedo.
Me siento entre sus piernas y apoyo la cabeza en su pecho, notando la relajación y el roce del agua en todo mi cuerpo. Respiro hondo por el disfrute. Fede comienza a dejar un camino de besos desde mi cuello hasta el hombro, mientras sus manos me acarician.
— Que suave estás, pequeña... — Susurra en mi oído.
— ¿Tienes algo pensado para hoy, o nos vamos a pasar el día en el jacuzzi? — Le pregunto entre risas.
— Si me haces ese tipo de propuestas... vas a hacerme dudar.
***
Fede se viste risueño, mientras me dirige rápidas miradas que le correspondo con complicidad. Ya preparados, por fin podemos comernos el desayuno que se ha quedado frío pero que, aun así, al tener tanto apetito, no dura nada sobre la mesa.
Disfruto comiendo y viéndole comer a él, cuando terminamos nuestros respectivos cafés, se levanta, pasándose la mano por su pelo todavía húmedo.
— Recuerdo cuando te miraba desde la ventana de clase y hacías ese gesto, ¿sabes? — Le pregunto con la barbilla apoyada sobre mis manos — Fue cuando empecé a saber que me había enamorado de ti.
— Y no sabes cuánto me alegro — Sonríe, ofreciéndome la mano para que la coja y así levantarme y estrecharme contra su cuerpo — Ahora quiero que me acompañes a un sitio y... — Pone un dedo sobre mis labios, impidiéndome hablar — Da igual lo que me preguntes, no te diré nada.
Cerrando la puerta a nuestras espaldas, recorremos el largo pasillo del hotel pisando sobre la moqueta verde oscura que lo cubre por completo. Las paredes están decoradas por cuadros de paisajes en los que me voy fijando sin demasiada atención. Cogemos al ascensor para bajar hasta la entrada y cruzamos la puerta principal del hotel. Cogida de la mano de Fede, cruzamos una calle tras otra mientras él en ocasiones se queda parado para verificar que vamos en la dirección correcta, yo no digo una palabra, estoy ansiosa por saber dónde me lleva.
— Hemos llegado — Asiente satisfecho parándose de nuevo, esta vez de forma definitiva.
— ¿Tienda de tatuajes, Fede? — Pregunto con los ojos como platos — ¿Qué demonios estamos haciendo aquí?
— Quiero hacerme uno — Se encoge de hombros, como si lo que acabara de decir fuera lo más normal del mundo.
— Estás loco— Le afirmo moviendo la cabeza a ambos lados, sin terminar de creérmelo. — ¿Por qué quieres hacerte un tatuaje?
— ¿Por qué razón te hiciste tú el tuyo? — Señala mi antebrazo con el ceño fruncido.
— Porque... — Me muerdo el labio inferior, creo que he perdido la batalla. Me hice uno hace unos años — Fue algo que me marcó y me inspiró como filosofía de vida. Quería mirarlo cada día y saber que siempre estaría ahí, como dándome ánimos para no rendirme ante nada.
— Tú lo has dicho, pequeña— Se acerca a mí, poniendo una mano en cada una de mis mejillas — Quiero tatuarme algo que tenga que ver con lo nuestro, porque me tienes marcado, porque quiero que sea para siempre y porque quiero que, pase lo que pase, luchemos por esto.
— Pues... — Lo miro a sus preciosos ojos verdes, que brillan con amor — Entonces, yo también quiero hacerme uno.