Capítulo 2
Contengo la respiración mientras Fede, con experimentados movimientos, me pone el traje de neopreno. Agachado frente a mí, que solo llevo puesto el bikini, hace que todo mi cuerpo se estremezca por su cercanía, siento su respiración en mi rodilla y tengo que mirar para otro lado nerviosa, mordiéndome el labio inferior para intentar despejar los pensamientos que no paran de perturbarme. Cuando ha metido toda la parte de las piernas, se levanta, dejando la parte de arriba de mi cuerpo descubierta.
— ¿Sabes una cosa? — Me susurra, rozando el lóbulo de mi oreja con sus labios — Estás terriblemente sexy así vestida, mi niña. Me dan ganas de cogerte de la cintura y llevarte al primer lugar donde pudiéramos estar solos.
— ¡Fede! — Finjo ofenderme, aunque cada milímetro de mi cuerpo arda en deseos por este hombre que tengo aquí — ¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo?
— Te deseo en cada ciudad y cada estado de todos y cada uno de los países del mundo, créeme— Sonríe con su peculiar dulzura— Te cogería de la mano y te arrastraría por los siete continentes, pequeña.
— ¿También en la Antártida? — Me estoy divirtiendo de verás, como cada vez que hacemos uno de nuestros juegos — Ahí no hay vida humana, Fede. Como profesor, deberías saberlo...
— ¿Qué problema hay?— Frunce el ceño, cogiéndome ambas manos para tirar de mí y que así quede pegada a su pecho— Seríamos los primeros enamorados en soportar tantísimos grados bajo cero.
— Estás más loco de lo que siempre he creído... —Rodeo su cuello con ambos brazos, cruzando mis manos detrás de su cabeza y acercando mi boca a la suya.
— Será porque cada día tú, mi princesa, me vuelves un poco más loco — Esboza una pequeña sonrisa en mis labios y me intenta dar un pequeño beso, digo intenta porque una de mis manos se enreda en su sedoso pelo castaño claro para intensificar el beso. Echo de menos sus labios cuando tan solo está un minuto sin posarlos sobre los míos, y así se lo hago saber haciendo que nuestro beso se alargue más de la cuenta.
— A veces me sorprende lo mucho que te quiero — Digo, respirando con dificultad por ese inesperado pero ansiado beso.
— A mí ya no me sorprende nada de lo que tú puedas provocarme — Se pasa brevemente la lengua por sus ahora enrojecidos labios — Ahora déjame ponerte el traje, no tardaremos en salir.
— ¿Salir? — Pregunto. Él mete mis brazos por las mangas de ese apretado traje, colocándomelo por los hombros y, por último subiéndome la cremallera hasta el principio del cuello.
— Claro, preciosa. ¿Dónde quieres que buceemos, en la orilla? — Pregunta con las cejas alzadas — Debemos navegar hasta estar lo suficientemente lejos.
Entiendo lo que quiere decir cuando veo que a mi alrededor hay al menos unas ocho personas más vestidas idénticos a nosotros, y pronto llega un pequeño barco amarillo de donde se baja un regordete hombre, acercándose a nosotros con una sonrisa que ocupa toda su cara. Pero mi vista vuelve a ese curioso barco, recordando aquel crucero de hace ya casi dos años, aquello era gigante, este mide tan solo un par de metros, tiene varios asientos y está rodeado por un par de barandillas, ¿tendré que tirarme desde ahí al agua? ¿A todo ese océano azul que no sé lo que contiene en su interior? Comienzo a ponerme nerviosa y con ello, mis manos empiezan a sudar...
— ¿Estás bien?— Me pregunta Fede en voz baja para no interrumpir la explicación de aquel hombre. De la cual yo no me he enterado.
— Tengo miedo— Le confieso, ambas sienes comienzan a palpitarme mientras miro el paisaje del grandísimo mar que solo tiene azul y más azul, cada vez más oscuro y... más peligroso.
— De nada debes tener miedo si estás conmigo— Me coge una mano con ternura, llevándosela a los labios y besando cada uno de mis nudillos. — Solo confía en mí.
Asiento, tragando saliva y con ella un nudo de mi garganta. Cuando todos estamos listos, seguimos a ese hombre, metiendo nuestros pies en el agua, que no está muy fría pero me provoca estremecimientos por todo el cuerpo, hasta llegar al pequeño barco, donde todos nos subimos. Hay un asiento para cada persona, diez en total.
Cuando todos nos sentamos en nuestros respectivos sitios, el motor arranca con un rugido bajo nuestros pies, mis piernas tiemblan, aunque esta vez es por el movimiento. El barco avanza hacia dentro, cada vez más, y, soy consciente de que el azul que antes era claro ahora se oscurece, convirtiéndose en un azul oscuro, casi negro. Desde la superficie puedo ver colores moviéndose en todas direcciones... es bonito.
Por fin paramos, el barco flota sobre las aguas, que nos mecen a su antojo. Fede me da un pequeño apretón en la mano a modo de ánimo que me ayuda, ya que le correspondo con una sonrisa sincera.
— ¿Preparada, mi niña? — Me pregunta ladeando ligeramente la cabeza, el viento desordena su hermosa cabellera, ahora prácticamente rubia por el reflejo del sol. Es guapo, guapísimo, y tengo la suerte de poder corroborarlo cada día.
— Si, amor — Asiento, apoyando mi cabeza en su hombro.
El hombre regordete nos explica los últimos puntos y esta vez sí estoy atenta y mucho más confiada, ya que tengo a Fede a mi lado y, haciendo caso a sus palabras, sé que no me pasará absolutamente nada.
Los primeros comienzan a tirarse cuando tienen todo el equipo colocado; unas enormes gafas de buceo, lo que parece una pesada bomba de oxígeno, aletas... ¿voy a poder moverme cargada con todo eso?
— Bajo el agua todo tiene un peso ligero, te sentirás como si no llevarás nada, pequeña — Me dice Fede en un tono tranquilizador, como adivinando mis pensamientos — Y las aletas te ayudarán a nadar con más soltura, es una experiencia única.
— Cada cosa que hago contigo es única...
—Te encantará, palabra de Romeo enamorado — Esa frase ya forma parte de nuestra relación y, cada vez que la pronuncia, una sonrisa aparece en mi cara involuntariamente. Vuelve a darme un fugaz beso en los labios que con el que, dada la situación, tengo que conformarme.
Nos toca a nosotros, tenemos que sumergirnos en el agua. Dejamos al hombre hacer mientras coloca por todos los lados las cosas necesarias para aguantar ahí debajo durante la media hora que estaremos. Treinta minutos, me parece increíble.
Nos lanzamos sin titubear, cogidos de la mano y, en el momento en el vamos por el aire, sé que esto no se me va a olvidar nunca, jamás. Noto como todo mi cuerpo es absorbido por la gran cantidad de agua. Ya sumergidos y cuando consigo recomponerme, veo a Fede, a mi lado, que abre los ojos como platos mirando a mi espalda. Me doy la vuelta para ver qué es lo que mira tan asombrado y... la imagen es verdaderamente espectacular.
Peces de todos los colores del mundo, nadan en todas direcciones, como si estuvieran bailando. Los hay de todos los tamaños, algunos simples, otros llamativos, con rayas por todo el cuerpo... me fijo sin parar en todo, para no perderme detalle. Ojalá tuviera una cámara de fotos para inmortalizar esto, para no olvidarme de cada cosa que veo, aunque dudo que algún día pueda hacerlo.