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Capítulo 3

Cuando escuché el coche frenar bruscamente en la carretera helada vi como mi padre desvió un coche que se había salido de la carretera, pero la calle estaba demasiado resbaladiza para poder amortiguar tal viraje y lo último que vi fue la valla de la vieja calle destrozándose frente al capó de nuestro coche y luego el vacío.

Punto de vista de Cesar

- ¿ Ya terminaste de hacer las maletas? - La cabeza de Cody asomó por detrás de la esquina de mi puerta ya abierta, su cabello castaño caía suavemente sobre su frente, rodeando su rostro angelical salpicado de muy pocas pecas que hacían resaltar sus ojos ambarinos.

Era inexplicable describirlas, pero eran hermosas, capaces de encantar a cualquiera.

- Casi, si tal vez pudiera cerrarla - Resoplé, sentándome en la maleta en un intento de cerrar la cremallera sin hacerla explotar y él se rió tapándose la boca, sus ojos reducidos a dos rendijas aún escrutándome con su mirada y yo. Finalmente logré mi objetivo - ¡ por fin ! - Exhalé, enviando mi largo cabello rubio hacia atrás y Cody se acercó a mi cama y se dejó caer de nuevo sobre el colchón.

- ¿ Cómo crees que será? - preguntó después de unos momentos de silencio y lo miré - ¿ universidad? -

Él asintió, sentándose sobre su espalda y caminé hacia él - ciertamente mejor que en la secundaria - hablé casi seguro de mis palabras y mi hermanastro parecía pensar como tratando de convencerse de lo que acababa de decir. Cody siempre ha sido un chico bastante introvertido, tiene dificultades para relacionarse con la gente, incluso abrirse conmigo le llevó meses y meses, sin embargo, nunca me había mostrado hostil hacia él.

Cuando llegué a su casa hace casi tres años, sus padres me recibieron de la mejor manera posible, siempre habían querido tener dos hijos, un niño y una niña, pero nunca habían logrado concebir al segundo hijo. Al principio tendía a ser reservado, pero no por desagrado hacia mí, porque tenía miedo de ser juzgado de alguna manera por mí. En cambio, cuando descubrí que era gay, no pude evitar hacerle entender que siempre lo apoyaría sin importar nada, que nadie debería avergonzarse de su orientación sexual.

Por lo que a mí respecta no veo nada malo, diferente o extraño en ello.

Desde entonces Cody había visto en mí a la mejor amiga y hermana que él nunca había tenido, pero que en el fondo él siempre había querido y yo también…

En la casa familiar pasaba todas las noches deseando que alguien me acogiera, que alguien me diera el amor que necesitaba, que alguien se convirtiera en mi familia. Pasé toda mi vida encerrada entre esos muros o mejor dicho, toda la vida que aún recuerdo.

Sé que tuve un accidente y es como si mi mente hubiera removido todo, lo que viví antes de llegar a la casa de acogida completamente solo, nunca lo sabré. Me dijeron que no tenía familiares vivos, no sé nada de mí, de mi pasado, mis recuerdos todos parten de esa casa llena de niños y niñas solitarios como yo. Todavía recuerdo el día que la señora Cathryn vino a decirme que alguien se había fijado en mí, que una pareja muy humilde de Brooklyn quería adoptarme. Me habló de ellos, de mi futura madre Diane Williams, una abogada respetada y admirada por su lucha en defensa de los derechos de las mujeres, y de mi padre Steve Harrison, médico especialista en cardiología.

Luego estaba él, Cody, cuando me lo describió mencionó a un niño de la misma edad que yo que ciertamente no habría tenido problemas para vincularse con una nueva hermana; Habría tenido algo que objetar, pero al final no podría haber encontrado una familia mejor. Nunca me sentí mal en mi nuevo hogar y nunca me arrepentí de nada, aunque la curiosidad por saber quiénes eran mis verdaderos padres nunca había desaparecido por completo.

- ¿ Listo para ir? - nuestro padre también asomó la cabeza por la puerta y tanto él como yo nos levantamos del colchón, fui y agarré las dos maletas que estaban al pie del armario y las arrastré hacia la puerta bajo la mirada divertida de Cody - gracias por tu ayuda eh - murmuré dándole una mirada sucia y él levantó las manos - ¡Tengo que tomar las mías! - exclamó dándose la vuelta para salir de mi habitación con las manos vacías y yo resoplé mientras seguía tirando de ellos.

- Déjamelo a mí – el hombre aún parado frente a mí dio unos pasos hacia adelante y se inclinó para tomar las asas de mis dos maletas, enderezó su espalda mirándome a los ojos, tenía simples ojos marrones, todo lo contrario a mis ojos azules como el hielo. Tanto él como Diane tenían rasgos bastante mediterráneos, ambos de cabello oscuro y ojos oscuros, solo que los de su esposa tendían más al rojizo, pero era visible a kilómetros de distancia que sus rasgos no tenían nada que ver con los míos. Tenía la piel blanca, no ligeramente oliva, cabello largo y dorado y ojos tan claros como un cuerpo de agua, tenía un cuerpo bastante esbelto pero no podía quejarme de mi físico y a diferencia de todos yo también era bastante bajo. Incluso Diane era notablemente más alta que yo, pero nunca tan alta como mi padre Steve, él era una belleza de cinco pies y tres pulgadas de alto.

- Gracias - Me aparté el cabello de la cara siguiéndolo por el pasillo, él se giró hacia las escaleras con paso decidido y lo seguí así hasta la sala donde estaba ella.

- Entonces ha llegado el momento - sonrió cálidamente mientras se acercaba a mí, una vez que estuvo frente a mi cara me miró a los ojos, parecía emocionada y yo esbocé una sonrisa. Ella rodeó mi cuello con sus brazos y me abrazó - comprométete y dalo todo, por favor, sé lo bueno que eres - sus palabras casi me hicieron mover, me sentí tan bien en sus brazos en ese momento cuando luchaba por tírame hacia atrás.

Extrañaré esta casa, había pasado tan poco tiempo aquí con ellos, tres años no es mucho tiempo comparado con toda una vida. Mi único consuelo es que Cody siempre estará conmigo, nunca estaré completamente sola.

- ¿ Entonces nos vamos? - la voz de mi hermanastro no tardó en resonar desde el pie de las escaleras solo unos segundos después y mi madre me soltó regalándome una última sonrisa, luego giró para mirar a Cody y fue a abrazarlo también.

- Os espero en el coche – nos informó nuestro padre mientras salía al jardín con mis maletas cargadas y yo miraba hacia la puerta antes de volver a presenciar ese momento amoroso madre-hijo.

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