Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 4

Se detuvo en el marco de la puerta de su habitación al mirar a su esposa concentrada en aquellas flores que tenía en las manos.

¿Cómo era que seguían vivas después de dos décadas?

Dejó a su pequeña hija en el suelo, dejando que ella corriera ingresando dentro de la habitación, saltando directo a la cama. Él fue hasta ella, y la abrazó por detrás.

Bella saltó ligeramente al sentir las manos de su esposo posarse en su vientre. Miró sobre su hombro, topándose con el rostro de aquel hombre al que le había jurado fidelidad dieciocho años atrás.

Lo pensó por un momento, no podía creer que enserio lo hubiera hecho.

¿Cómo serían las cosas si hubiera tomado una decisión diferente?

― ¿Qué haces mi reina? ―preguntó Ben rompiendo con el silencio que los inundaba en aquel momento.

―Solo dejaba esto en su lugar ―comentó refiriéndose a las flores.

Bella volteó quedado frente a frente con Ben, lo miró a los ojos; lo quería, lo apreciaba, esos ojos la enternecían. Sin embargo, aún no había nada más.

―Quiero comerte a besos ―dijo Ben mirando fijamente los labios de su esposa.

― ¿Qué es lo que te lo impide? ―preguntó Bella sin despegar su mirada de él.

―Eso ―señaló Ben en dirección a la cama, Daykilinda estaba allí, muy atenta a la conversación de sus padres.

―Podrías dejar a tu hija con uno de sus hermanos mayores.

―Ella me siguió ―mintió.

Bella lo acusó con la mirada, sabía que le estaba mintiendo.

―Te conozco lo suficiente como para saber que la trajiste cargando ―acusó Bella.

―Sí, es verdad ―admitió Ben sonriendo con aquel típico aire de un niño atrapado, intentando chantajear a su madre con una risa picarona para no ser castigado. La pequeña continuaba mirándolos, Bella rió, tenía los ojos color miel igual a los de Ben; un cabello rubio oscuro y siempre llevaba trenzas despeinadas. Tan curiosa y de mejillas color caramelo― Creo que espera que hagamos algo ―le susurró Ben a su esposa; por la manera en la que la pequeña los miraba era obvio.

―Es como tú, gesticula igual que tú ―dijo Bella mirándola fijamente, tampoco podía engañarse mucho.

Tom compartía sus mismas peculiaridades.

―No me iré ―dijo ella levantándose un poco, cruzó sus brazos mirándolos, estaba claro que no dejaría el lugar para ellos solos.

Ben y Bella rieron, aun en su inocencia ella sabía lo que sus padres querían.

―Está bien princesa ―accedió Bella sin problema alguno.

―No sabes cuánto daría porque te quedarás así ―dijo Ben yendo hacía ella, la tomó de la cama, levantándola en el aire, la alzó por encima de su cabeza, empezó a dejarle muchos besos sin control alguno.

Una imagen diferente inundó la mente de Bella, regresando al pasado con un recuerdo fugaz de años atrás; en aquel cuadro se pintaba una imagen similar a la que presenciaba en aquel instante, solo que los protagonistas eran diferentes.

Tom hacía lo mismo con Maura cuando tenía la edad de Daykilinda.

Inhaló con fuerza al sentirse ahogada, sabía por qué, estaba consciente de lo que había hecho, el remordimiento la atacaba vorazmente, podía odiarse profundamente por el error que había cometido.

Sacudió su cabeza intentando liberarse de todos aquellos sentimientos; Ben la miró, había notado que algo sucedía dentro de ella.

― ¿Estás bien Jesse? ―preguntó Ben.

Ella se sintió extraña en el momento en el que el la llamó por su nombre real, era como una pesadilla.

―Solo estoy algo cansada ―mintió. En aquel preciso momento, algo de acuerdo con sus palabras, Ben y Daykilinda bostezaron como si se hubieran puesto de acuerdo para ello―. Yo soy la cansada y ustedes los que bostezan.

―Si no me equivoco ya todos se fueron a dormir, no escucho a nadie ―dijo Ben. Bella no lo había captado, era verdad, había mucho silencio en casa; eso no era normal.

―Me aseguraré de que todos estén en su lugar. Lleva a Daykilinda a su recamara ―le ordenó.

― ¡No! ―dijo ella aferrándose al cuello de su padre.

Bella la miró y suspiró, era una lucha cada noche intentar separarlos.

― ¡Llévala! ―reafirmó su orden antes de salir.

Salió al pasillo, mirando en dirección a las habitaciones, las luces de los cuartos de los mellizos y el de Maura estaban encendidas aun, además de que las puertas continuaban abiertas.

La primera parada fue la habitación de Maura, Tom estaba allí, se había dormido a su lado; en sus manos sostenía un álbum de fotos.

Estaba completamente segura de que se habían quedado dormidos mientras rememoraban la niñez de los trillizos. Sin hacer mucho ruido, sacó una sábana del armario y se aproximó a ellos para cubrirlos a ambos con ella.

Con tacto tomó el álbum de fotos de la mano de Tom, sin llegar a despertarlo. Miró la página en la que se encontraba abierto, había una hermosa fotografía de los trillizos juntos, mostrando su dentadura incompleta, Maura estaba entre Daniel y Thomas. Ellos crecieron juntos, espectacularmente unidos y Tom siempre estaba presente para ellos en sus locuras y necesidades. Eso se reflejaba también en las fotografías, pues en la mayoría de las paginas él estaba junto a ellos en al menos una imagen.

Eran hermosas, pensar en lo mucho que habían crecido le daba un sentimiento de tristeza, pronto tomarían cada uno su propio camino; su tiempo como madre de lleno para ellos estaba por terminar.

Cerró la carpeta de imágenes dejándolo en la mesa de cama al lado de Maura; antes de apagar la luz los visualizó por un momento y suspiró.

―Solo espero no haberme equivocado ―comentó en voz baja para su propia consciencia.

Continuó su paso a la habitación de sus niños, ambos estaban rendidos cada uno en su cama, aun con la ropa de día puesta y sin cobijarse. Tomó las mantas al lado de la cama y los cubrió, mientras lo hacía podía meditar en lo hermoso que era ser mamá. Al terminar de cubrirlos les dejó un beso sobre sus frentes procurando no despertarlos. Antes de pensar en marcharse su mirada recorrió la habitación buscando el plato de comida que le había dejado a Daniel, necesitaba asegurarse de que aquello había llegado al estómago de su hijo mayor.

― ¿Buscas algo mamá? ―preguntó Thomas despertándose por un momento, miró a su madre, sabía que buscaba algo.

―No, nada, tranquilo mi amor; continúa durmiendo tranquilo ―dijo Bella volteando a mirarlo.

Thomas abrió los ojos en grande al notar lo mojado de sus mejillas, su madre había estado llorando.

No dejaría con vida a quien fuera que la hiciera llorar.

― ¿Estás bien? ―preguntó dejando la cama, tomó el rostro de la mujer de su vida entre sus manos, tocando los rastros de las lágrimas― ¿Por qué tienes las mejillas mojadas mamá?

―Estoy bien ―dijo ella intentando borrar aquellos rastros; pero era obvio que era demasiado tarde para ello.

Thomas la envolvió en sus brazos, respetando su silencio ante las razones que la habían hecho llorar.

―Odio verte llorar; no sé qué sea lo que esté pasando, si es por él ―señalando a Daniel― quiero que no te preocupes. Ya recuperará el apetito, solo es cuestión de tiempo y si no yo lo haré comer, aunque tenga que masticar por él.

―Gracias por preocuparte mi vida. Ahora vuelve a dormir, te arroparé ―su hijo asintió y obedeció sus palabras, volviendo a la cama.

Ella repitió su anterior acto y lo envolvió en la sabana como si aún fuera un bebé, volvió a besarle y acarició su piel del rostro; parecía que solo fue ayer cuando recién lo conocía, cuando acababa de nacer.

―Te amo mamá ―dijo tomando su mano con fuerza, no había palabras más puras y verdaderas.

―También te amo, descansa mi bebé ―dijo y sonrió para luego dejarlo.

Apagó el interruptor de la luz, dejando todo en oscuridad.

Caminó ingresando nuevamente a su habitación; topándose con algo que debió de haber esperado.

Ben una vez más había pasado por alto su orden de llevar a Daykilinda a su habitación. Tenía seis años, a ese paso jamás aprendería a dormir sola.

Ya dormían profundamente, no tendría caso despertarlos, se resignó a aceptarlo por una noche más, jurando nuevamente que sería la última.

Miró su ropa, aun andaba en ropa de día, sin embargo, no le importó; se sentía demasiado cansada como para ponerse un pijama.

Así se dejó caer en la cama, metiéndose debajo de las cobijas junto a su esposo e hija, acomodó su cabeza en la almohada y cerró los ojos, exhalando con fuerza una última vez antes de quedarse dormida.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.