Capítulo 3
Bella miró sorprendida la reacción de Maura ante el comentario de su padre y la poca importancia que él le había tomado. Aunque estaba segura de que no era un simple ataque de celos por su hermanita menor.
Después de aquello, Ben se sentó a cenar con Daykilinda en sus regazos. Ella también cenaba, tomando la pasta entre sus pequeños dedos para llevarla a su boca y sorberlos hasta comerlos.
Bella miró a Ben fijamente, esperando que su mirada le enviara el mensaje que quería darle, sin llegar a conseguirlo.
― ¿Que? ―preguntó sin entender por qué su esposa seguía mirándolo de esa forma.
― ¿Es enserio Ben? ¿Acaso no lo notas? ―dijo un tanto indignada.
―No sé de lo que me hablas.
― ¿La salsa en tus zapatos no fue lo suficientemente clara?
―Es solo un pequeño berrinche, Thomas los hace todo el tiempo ―dijo con total tranquilidad, para Ben no era importante si aquello tenía o no un significado concreto, eran adolescentes; así serían por algún tiempo más.
―Entiende que necesitas pasar más tiempo con tus hijos, por eso se comportan así contigo ―dijo Bella intentando razonar con su esposo, al que parecía no importarle aquel hecho en lo absoluto.
―Eso hago ―mencionó a manera de excusa señalando a Daykilinda.
―Tienes cuatro hijos, no solo una, debes pasar más tiempo con los trillizos. En especial con Maura y Thomas, ellos te necesitan. necesitan a su padre ―señaló Bella.
Ben solo rodó sus ojos como si el mismo fuera un adolescente que estaba siendo corregido por su madre.
―Puede ser, lo pensaré ―dijo Ben sin motivación suficiente para llevar a cabo lo que Bella le pedía.
―Tiene que ser; pon un poco más de entusiasmo, se trata de tus hijos ―levantándose de su silla―. Iré a verlos, compórtate Ben.
Antes de retirarse de la cocina, Bella tomó un plato vacío sirviendo un poco de los espaguetis que sobraban en la olla; se los llevaría a Daniel, que continuaba sin comer nada.
Empezaba a preocuparle la falta de apetito de su hijo mayor.
Al llegar al pasillo frente a la habitación de los varones, Bella caminó lentamente intentando escuchar lo que hablaban, se asomó con cuidado y miró como Tom los abrazaba, todos ellos se abrazaban en grupo, sonrió, era un hermoso momento que hacía que sus sentimientos la atacaran y sus ojos se humedecieran en lágrimas.
―Hola hermosa ―dijo Tom al atraparla mirándolos desde la puerta.
Sus hijos voltearon a mirarla, dentro de si todo se movía en un ataque de sentimientos... remordimientos.
―Veo que ya le levantaste el ánimo a los chicos. Quizá así Daniel ya come algo ―finalizó extendiendo el plato de comida en dirección a su hijo mayor.
Él pegó su mirada en la comida y tragó grueso, frunciendo el ceño.
―No mamá, por favor ―le suplicó, no quería comer, no quería que lo obligara a hacerlo.
―No es una opción Daniel, no desayunaste, sigues sin almorzar; debes comer.
― ¿Enserio no has comido nada en todo el día? ―preguntó Tom algo sorprendido por aquel hecho. Daniel negó cabizbajo, admitiendo que en todo el día no había probado bocado― Tu madre tiene razón, debes comer.
―Está bien ―suspiró resignado para tomar el plato con la comida de la mano de su madre.
Dejó el suelo y caminó hasta el escritorio de estudio a un lado de su habitación, sentándose en la silla giratoria. Tomó un poco de pasta con el cubierto y la llevó a su boca, obligándose a sí mismo a comerlo, su rostro lo delataba totalmente.
―Míralo Tom; esos espaguetis son sus favoritos. No quiere comer absolutamente nada ―señaló Bella mostrando la inquietud a su cuñado, no era normal, algo estaba sucediendo con él.
―También lo noté, solo que no creí que fuera capaz de pasársela sin comer durante tanto tiempo; estaba confiado en que cuando yo no estaba en casa las cosas eran normales. Por eso mismo no te lo había comentado ―dijo Tom correspondiendo a las inquietudes de Bella.
Ella suspiró, intentando tranquilizarse, le daría más tiempo, si las cosas continuaban así, tendría que hacer algo para remediarlo. Dejó de mirar a su hijo mayor para ver a la que seguía en la línea de nacimiento, Maura, ella se encogió al sentir la mirada de su madre sobre ella, estaba consciente de lo que seguía.
―Señorita, tú y yo debemos hablar muy seriamente ―dijo Bella.
Maura chocó la palma de su mano en la frente.
¡Lo sabía!
Sabía que se metería en problemas por lo que había hecho.
― ¿Me vas a regañar por lo de la salsa en los zapatos de papá? ―preguntó esperanzada por una respuesta negativa.
― ¿Qué hiciste Maura? ―preguntó Tom sorprendido, ella no era de hacer aquellas cosas.
― ¡Ups! ―expresó encogida al sentirse atrapada.
―Vamos a tu habitación... Tom, vigila a Daniel, debe terminarse la cena...
― ¡Uh! ―se quejó el dejando caer su frente en la madera del escritorio.
―Se lo que harías apenas me fuera, te conozco.
―Ve tranquila Bella, yo me aseguro de que lo termine ―dijo Tom complaciendo a Bella, ella sonrió en agradecimiento.
Tomó a Maura del hombro indicándole que saliera de la habitación y caminara en dirección a la suya, la cual quedaba cruzando el pasillo. Al entrar, Bella siguió la rutina y fue hasta aquel cajón en el que siempre terminaban extrañamente las flores de Daykilinda que ella le había regalado a Maura.
― ¿Algún día me dirás cómo terminan ahí? ―preguntó por la duda que se formulaba más grande con el tiempo.
―Son mágicas, caminan solas ―respondió Maura de una manera poco válida para su madre.
― ¿Qué fue lo que sucedió hoy? ―preguntó refiriéndose al incidente de la cena con su padre.
Se sentó al lado de su hija en la cama; ella solo suspiró desconsolada.
―Me agarró en un mal momento, solo eso ―dijo con tranquilidad.
Bella sabía que había mucho más que un mal momento detrás de lo sucedido.
―Sabes que tienes que disculparte con tu padre ―la miró con parcialidad, era algo que debía hacer independientemente de las razones.
―Lo intentaré ―dijo sin asegurarle hacerlo.
Era difícil para ella, no quería ser hipócrita y decirle que se arrepentía por ello cuando no era así.
― ¿Cuál es el misterio? Nunca he querido entrometerme en sus asuntos; pero conforme pasan los años y ustedes crecen las cosas se vuelven más raras ―Maura miró las flores al escuchar a su madre, ella ignoraba todas las razones; pero algo había en común todo, las cosas se tornaban extrañas para todos con el paso del tiempo.
―Ninguno madre; pasan demasiadas cosas, es un año crucial. Cumpliremos dieciocho, terminaremos la escuela, los maestros nos presionan con las respuestas de las universidades. Es mucho para nosotros en este momento ―excusó Maura, no eran las verdaderas razones por las que se sentían de manera confusa; solo intentaba dar con una respuesta que a su madre le pareciera valida.
―Pronto pasará todo, tranquila ―dijo Bella al envolver a su hija entre sus brazos a manera de apoyo.
―Te amo mamá ―declaró aferrándose a la mujer que le había dado la vida.
―Sabes que yo también te amo, con toda mi alma, a ti y a tus hermanos ―le aseguró tomando su rostro entre sus manos―. Quería pedirte otro pequeño favor... ¿Me acompañas mañana al cementerio?
―Es hora de llevarle flores frescas a Daniel ―comentó Maura, sabía que él había sido su mejor amigo.
Por eso su hermano mellizo mayor llevaba aquel nombre honorario.
―Han pasado tantos años y aun siento como si fuera hoy mismo que lo perdí; aun puedo sentirlo morir en mis brazos ―dijo Bella un tanto angustiada, así lo sentía, la piel se le ponía china, podía sentirlo con tanta claridad que le intimidaba.
―No pienses en eso mamá. Claro que te acompañaré mañana, después iremos a comer helado al parque ―dijo y sonrió, intentando enviarle algo de energía positiva a su madre en aquel momento.
―Pasaremos el día juntas, lo prometo ―dijo correspondiendo a la sonrisa de su hija.
―Antes de que te vayas, quisiera devolverte algo ―dejando la cama, Bella la miró con atención, sabía justamente a dónde se dirigía... las flores de Daykilinda. Al mirar que su hija las tomó, dejó la cama y esperó recibirlas de sus manos―. Espero que no te moleste, pero quiero serte sincera. Las he tenido durante muchos años, pero las detesto, no quiero tenerlas, no soporto verlas más. Hay algo en ellas que no me deja apreciarlas, sé que son importantes para ti, por eso lo he tolerado hasta hoy ―confesó, Bella las tomó un tanto sorprendida por lo que acababa de escuchar.
―Tranquila, está bien.
―Gracias por entenderlo ―dijo Maura.
Bella sonrió y salió de la habitación con las flores, las miró extrañada, solo era una planta...
¿Qué era lo que la hacía sentirse de aquella forma?
Buscó en su habitación algo dónde colocarlas, sacó un empolvado florero de una gaveta, topándose con algo que no había visto desde hacía tiempo atrás. Junto a él había una rosa seca.
La tomó y la colocó junto a las flores de Daykilinda en el florero, justo al lado de la ventana.