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Capítulo 2

Desperté con la cabeza entumecida y un sabor agridulce, acido, en la boca, que solo podía ser indicación de cuanto me habían drogado.

El blanco me quemaba los ojos, era lo único que podía ver o sentir, casi respirar en el ambiente impío y puro donde me encontraba. Abrí los ojos, escociéndome de tanto blanco hasta que, parpadeando un par de veces, pude adaptarme a ello.

Todo estaba silencioso, en calma. No era algo que desechara fácilmente. Pero sabía que esto en estas circunstancias podía significar que o tenía varios – o todos- los huesos rotos o... Había vuelto.

Prefería la primera.

Moví mi cabeza hacia un lado notando de reojo una oscura cabellera recostada a un lado de la cama de sábanas blancas donde me encontraba. El hombre sujetaba mi mano con fuerza, como si temiera que me escapara aun cuando por el movimiento de su pecho denotaba que estaba profundamente dormido.

Intenté erguirme pero todo mi cuerpo se contrajo de dolor como si hubiera recibido la peor de las palizas cuando dormía, no podía mantener arriba mi cabeza sin marearme.

Me tomó unos minutos volver a concentrarme lo suficiente y me giré para seguir viendo al hombre a mi lado y fue cuando caí en cuenta de que además de su mano, tenía puesta una argolla que me ataba a la cama.

Saqué mi mano bajo su agarre lo más lentamente que pude pero aun así no lo suficiente ya que el hombre empezó a removerse, desperezándome hasta que se irguió limpiando las señales del sueño de su rostro.

Sus ojos se levantaron hacia los míos y sentí un poco de lastima al verle. Ojos que alguna vez debieron de mostrarse un poco más lleno de vida ahora se encontraban vacíos y con un anillo gris alrededor del iris, eso era lo que le confería esa malvad cruda.

El estar tan usado por el mundo y al borde de la muerte mientras el virus trataba de consumirlo de adentro hacia fuera. Él había ganado, sí, pero esa no era la clase de batallas a la que yo podría llamar una victoria.

- Pensé que no pasarías la noche, estaba dispuesto a tirarte de nuevo en el agujero de donde saliste si no despertabas. – dijo con un suspiro, cruzándose de brazos inspeccionando cualquier lado de la habitación en vez de a mí.

- ¿Quién eres? – le pregunté con la voz ronca y débil por la inactividad. Me observó por unos segundos y lo seguí con la miraba mientras iba hacia una mesita pulcramente ordenada de insumos medico donde una jarra con agua y un vaso se encontraba. Sirvió hasta la mitad del vaso con agua y volvió a mi ofreciéndomela con un ademan amable.

- Me llamo Lykar, estamos en el Instituto militar de Canadá, más específicamente en su enfermería. Has estado fuera por 2 días. Fue una buena pelea la que diste aquella noche. – dijo mientras tomaba el vaso con una mano temblorosa y me lo bebía primero a pequeños sorbos, probando, y luego completamente. Dejé caer mi cabeza mareada sobre las almohadas de nuevo y respiré un par de veces para aliviar el dolor antes de abrir de nuevo los ojos.

- ¿Qué es lo que quieres? – fue mi siguiente pregunta, sin mirarlo en absoluto. Estaba preocupada por el hecho de estar encerrada dentro de una base militar llena de Smookers y Lighters sin poder moverme. Esto no podía ir peor.

- Bien, podrías empezar diciéndome como atracaste el almacén de suministro hace dos, no perdón, cuatro días. – bufé entre sorprendida y divertida, girándome a verle.

- ¿No preguntaras primero por mi nombre? Que cortés eres. – le di una miraba evaluadora comprobando un traje negro sin marca o distinción alguna, al igual que su piel. No anillos, ni armas, solo unas manos gruesas y cicatrizadas que habían dado mucha lucha y parecían seguir aguantándola por el pulso firme.

- ¿Tienes uno? – preguntó luego de un segundo, enarcando una ceja.

Me lo pensé unos segundo intentando descubrir alguno que funcionara pero ninguno sonaba bien en mi lengua.

- ¿Gris tal vez? – me giré violentamente a él haciéndome daño en el cuello para observar la dulce diversión en sus ojos. Ese detalle me hizo recordar los últimos momentos que tenia de la última noche consciente que tuve. La sangre de Ángelo en mis manos y su expresión de sorpresa cuando le había lanzado la navaja.

Respiré profundo, dolorosamente, intentando calmarme pero en mis ojos no había nada de esa calma que quería lograr.

- Vuelve a llamarme de esa manera y...

- No no no- - dijo levantando ambas manos en señal de rendición y disculpa. – empezamos mal. Te digo Gris porque realmente no sé si eres Lighters, Smooker, humana o un alien. Bien podrías ser un demonio por la manera tan ligera que volabas entre los edificios y como caíste casi entera 15 pisos. Pero lo que si estoy seguro es que no eres un ángel. – reconoció mirándome con dureza.

Igual no provocó más que empezara a removerme inquieta y para nada sofocada con su turbia miraba.

- Dame un nombre, y podemos empezar a hablar como personas civilizadas. – pidió reemplazando toda su emoción por el aburrimiento.

No le quité la miraba de encima mientras tomaba aire y me erguía todo lo que podía erguirme, comprobando cuantos músculos estaban doloridos y heridos. Mi mayor preocupación, noté, mi pierna izquierda yaciendo inmóvil y dura. Comprobé que los grilletes no me permitirían ir más allá así que me contenté en sentarme todo lo derecha que podía sintiendo la espalda latirme con fuerza antes de poder, querer, responderle.

- Maia.

- ¿Maia? – preguntó atónito.

- ¿Hay algún problema con ello? – le hice frente, escaneando su rostro en busca de alguna replica pero se mantenía impasible.

- Está bien, Maia. Es un bonito Nombre. No importa los apellidos. Dime Maia, ¿cómo hiciste para burlar la seguridad del almacén? – preguntó de nuevo cambiando al mismo tema original.

Lo observé con una miraba cansada, como si hiciera perder mi tiempo a propósito.

- ¿Por qué te interesa tanto como burlé la seguridad? – jugué con él sin querer contestarle.

- Vi el video. Tuviste los suficientes cojones de atracar un almacén custodiado por la corte Smooker en un barrio urbano, supuestamente el más seguro de todos en la clase media- baja. Pero tú entraste y saliste fácil, dejando a la mitad de los guardias muertos y no nos dimos cuenta de lo que estaba pasando hasta que fue muy tarde. La alarma no sonó hasta que todos esos vagabundos estaban despedazando el lugar y por más que evité darle vueltas en mi cabeza esto sonó como algo más que un simple atraco. El odio con el que atacabas a los Smooker y caían a tus pies como moscas se sentía como algo personal.

Hice el intento de encogerme de hombros pero una larga corriente de malestar me recorrió la columna. Me removí intentando no tumbarme de nuevo en la cama y apreté los dientes con tanta fuerza que pensé que se me romperían. Cuando el dolor hubo disminuido me giré a mirarle como si nada pasara.

- tal vez lo fuera. Esos malditos repartían sobras envenenadas y se desquitaban con los vagabundos por sus miserables vidas. – dije con toda la indiferencia que pude reunir.

- Sí, pero un alboroto así no pasa desapercibido. Te quedaste allí y miraste frente a las cámaras con la intención de que te vieran y te encontraran. Fue magnifico. No tenías necesidad de ello pero aun así no dudaste un segundo. ¿Querías que Jack te viera? ¿Fue para ella tu mensaje? – enarcó una ceja, interrogándome.

Mis pulmones se encogieron dentro de mi pecho en alarma y fallé en mantenerme completamente serena a ello porque sus ojos no dudaban ni un segundo en lo que decía. No había juego alguno y no era al azar que pronunciara su nombre en esta conversación.

Me habían descubierto. Y él precisamente no lucia como la clase de personas que supieran que Jack y yo teníamos lazos.

Era demasiado para poder comprenderlo por mí misma así que le pregunté con toda la calma que pude reunir.

- ¿Como?

- Tengo mis fuentes... Conozco a Jack antes de que fuera Jack. Pero si lo que te molesta es que sepa que estas aquí, no tienes por qué preocuparte. Tu secreto está a salvo conmigo.

Se puso de pie de nuevo y caminó por la habitación mientras sacaba del bolsillo de su chaqueta una cajetilla de cigarrillos y un encendedor. Quien diría que, con contaminación, pulmones que apenas si se sacudían las toxinas del aire cada día para sobrevivir y la devastación cubriendo la mayor parte de la tierra hubieran personas que todavía le gustara el sabor y la contaminación que eso producía.

- Solo ha sido eso, un robo para los de allá arriba. Hasta donde saben matamos anoche a esa pobre escoria que inicio todo ese desastre y tú, tu eres un daño colateral que yo tuve el placer de recoger de entre los escombros.

Lo miré escéptica mientras caminaba perezosamente por la pequeña habitación inundándola del fuerte olor del cigarrillo.

- ¿Estas bromeando?

- No lo sé. ¿Lo eres o no? ¿Eres tú la de la foto? – metió la mano en el bolsillo de su pantalón, moviendo su hombro con algo de cuidado y pronunciando una ligera maldición cuando el dolor que le produjo el movimiento se disparó. No debí de tirar con suficiente fuerza para hacerle un daño profundo pero parecía que le causaba inconveniencias.

Sacó de su bolsillo una fotografía doblada por la mitad y la desdobló dejándola sobre mis piernas para que la recogiera, pero no hizo falta, desde donde estaba podía ver de qué y quien se trataba y mi corazón cayó a mi estómago al verme, vernos, a Vidra y a mi vestida con nuestros trajes oscuros, una al lado de la otra en Manchester hace unos meses atrás. Antes de que decidiera por fin claudicar.

- Es bonita, y tú ciertamente te veías mejor. La calle no te ha tratado bien, y tú misma has ocultado la joya que eres bajo esta fachada infame. – dijo intentando halagarme pero la miraba que me daba de pies a cabeza contaba otra historia.

- púdrete. – exclamé intentando quitarme la argolla pero solo logré que una punzada fuerte de dolor se extendiera por mi cuerpo dejándome caer de nuevo sobre la cama.

- me molestaría ése comentario pero seguro que de dónde vienes no te dejan maldecir mucho o expresarte libremente. Adelante, puedes hacerlo. – dijo sonriéndome como una hiena.

Guardé silencio escogiendo muy bien mis palabras porque sabía que no podía levantarme e ir por él ni muchos menos utilizar mi propia mente para romper sus huesos.

Era inútil, pero no hacia menor mi deseo.

- Veras, Maia. Sé lo que eres y de lo que tratas de escapar, sé que eres una guardiana bien entrenada para matar, y no precisamente a bestias. Y se, sé que no decidiste vivir en un callejón oscuro por puro placer. Eres la mejor de tu clase y eso es quedándose corto, eres tan valiosa para Jack que ahora está agitando la oscuridad misma en tu búsqueda y dudo que quieras que te encuentre luego que la traicionaste y le diste la espalda. – dijo escaneando mi rostro en busca de ese dolor y nerviosismo que me guardaba para mí misma, aunque se estaba filtrando poco a poco por mi cuerpo. Estaba a solo un poco de destrozarme a mí misma con tal de ver su cabeza explotar.

- Ahora, quiero saber que me darás por ignorar toda esa pequeña e importante información que tengo sobre ti. Allá arriba podría haber alguien que me haría un rey con venderle el nombre de tu debilidad. – señaló con diversión hacia la imagen de Vidra en la foto con una miraba extrovertida.

Calmé el temblor en mis manos y volví a mirarlo, esta vez más en serio como si intentara devorarlo. Entre el humo y todo lo que había dicho estaba perdiendo la calma.

- Un consejo, si vas a pedir a tu amigo de allá arriba que sea algo más de seis cifras. Si vas a ser un hombre muerto al menos muere con la ilusión de tener mucho dinero. – dije con calma, poniendo toda mi intención en una sonrisa.

- Seis cifras sería muy bueno, pero no creo que sea lo correcto. Creo que puedo pedirte a ti que me ayudes a amarrar algunos cabos sueltos y yo puedo ofrecerte mi protección, aquí, y en todo momento. ¿Qué me dices Maia? Comida, refugio y mi protección contra la SS y todos aquellos que quieran venir por ti. Serás invisible y lo mejor de todo es que podrás marcharte una vez que yo haya recibido tu ayuda. Ambos ganamos, sin tener derramamientos de sangre de por medio. Es un justo intercambio.

Cruzó sus manos frente de si dándole el aspecto de un comerciante audaz pero la verdad es que estaba lejos de lucir como alguien bueno, ni remotamente. Era un chiste que creyera que yo podía caer tan fácil. No estaba tan desesperada por tener estas cosas, bien podría seguir dos o tres meses más aguantando las calles, me las apañaría.

Pero tenía curiosidad por saber que era ese cabo suelto así que se lo pregunté:

- Nada muy importante y que no puedas hacer. – aseguró restándole importancia. – has demostrado que no te tiembla el pulso matando, que no eres fácil de atrapar y mejor aún, que tal vez no ahora pero cuando estés mejor puedes arrancarnos la cabeza si quieres. Solo dame un voto de confianza.

- ¿O? – Me observó confundido así que continué. – sonó como un O si no...? ¿Me entregaras a Jack?

Volvió a encogerse de hombros aunque el gesto lo irritó al sentir de nuevo el dolor.

- Sé que no habrá un "O si no" soy bueno convenciendo a las personas y soy sincero en mi propuesta. No tienes muchas más opciones si puedes salir de aquí, con todas tus heridas en la calle no duraras ni una semana y no veo correcto abandonar a una Smooker de alto nivel a la merced de los carroñeros y Dios sabe qué clase de personas. – espetó con desde. - Dirijo un grupo de Exploradores, es una buena coartada para moverte sin ser vista y sin causar revuelo. Seis cifras suenan bien para venderte a los de arriba pero puedo conseguir mucho más que eso con llevarte hacia ella si eso es lo que quieres.

Miró de reojo a la imagen intentando amarrar la cuerda que necesitaba sobre mi cuello, y no mentía, había tocado mi fibra sensible. Llegar a Vidra era el único objetivo porque había salido pero no me vendería al mejor postor así de fácil.

Respiré profundo dejando mi cabeza caer sobre el respaldo de la cama, tomando mi tiempo para pensar. No tenía muchas opciones si sabía quién era y sin tener oportunidad de escapar. Así que eso necesitaba: Tiempo.

Manejé la mejor representación del desasosiego y el dolor en mi rostro, intentando que al menos lo conmoviera.

- ¿Puedo pensarlo al menos? No te lo tomes a mal pero toda esta propaganda aunque prometedora no termina de encajarme y no creo que pueda discernir bien si me estas mintiendo o no teniendo la mente tan revuelta. – lo miré a los ojos esperando a que cayera y como buena actriz logré que cayera fácil a mi encanto. Levantó ambas manos entendiendo bien mi situación.

- Lo entiendo, ojala pudiera darte todo el tiempo del mundo pero partimos esta misma noche. No nos conviene mantenernos en un mismo lugar por mucho tiempo. Así que te suministraré comida, ropa y los cuidados que necesitas, tal vez algo de compañía humana si te apetece pero no le hagas daño. No sabe las mismas cosas que yo sé y el por qué he tenido que esposarte a la cama aun temiendo que no sea suficiente protección.

Lo miré como si me halagara o sorprendiera.

- Ciertamente has apostado todo en presentarte frente a mí, darme tu nombre y sugerir que podrías venderme como un juguete a los de allá arriba. Pero lo dejaré pasar por que... Pues una cama caliente y algo de comida no suena mal. – dije mordiéndome la lengua solo por decir esto. – La escuadrilla Smooker que me persigue, la SS, puede convertirte en un rey al entregarme pero también puede hacer que solo queden un par de cenizas de ti si consideran que me has protegido. ¿En serio quieres intentarlo?

Fingió pensarlo por un buen rato, tomándose su tiempo hasta que me pregunte si en verdad fingía. No había nada en él que denotara molestia o miedo de lo que podrían hacerle pero yo lo sabía. Me habían reducido a la rata que se escondía en los callejones después de todo, después de que yo misma era parte de ellos, la mejor.

Justo iba a darme una respuesta cuando la puerta se abrió y una enfermera entró en la habitación, observando distraídamente su Tablet. Levantó la miraba hacia Lykar pero si estaba sorprendida de verlo no se notó, y luego se giró hacia mi sobresaltándose al verme despierta, observándola con atención.

- Oh, aquí esta. Esta es Mells. Mi Ángel, Tu ángel. Se asegurara de que pase lo que pase te mantengas arriba. Saludable, como debe ser. Tendrán hasta la medianoche que es cuando partimos para familiarizarse. – se acercó a ella poniéndole las manos sobre sus hombros girándola para que estuviera frente a mí para mostrarla con orgullo.

- ¿Te encuentras bien? – preguntó evaluándome con la miraba. Pasé por encima de ella observando fijamente a Lykar todavía esperando por mi respuesta.

Rodó los ojos soltando a la mujer pero sin alejarse de ella.

- Lo prometo, con mi vida, por todo lo que valgo y teniendo por testigo a esta mujer que no es solo la mejor en su especialidad médica sino como comprobaras en este tiempo la mejor mujer de todas. No existes para la SS, nadie intentara ponerte un dedo encima en mi presencia. – prometió con sus ojos firmes y profundos sobre los míos.

Rodé los ojos por su absurda y dramática respuesta que no hacía más que confundirme en sus verdaderas intenciones.

Asentí luego de un rato, al principio poco convencida, pero tomando el valor para esperar por lo peor o mejor que pudieran darme. Necesitaba tiempo para pensar.

- Bueno, las dejaré sola. Ten un buen día, cariño. – dijo alejándose por fin de Mells y guiñándome un ojo listo para partir. Estuvo a punto de girar el pomo de la puerta cuando lo detuve, tragándome cada pizca de rabia y resentimiento que sentía, intentando controlar mi voz.

- Lykar, asegúrate de mantener tu palabra. Si veo a un SS por aquí echándome el ojo porque decidiste que mi sangre vale más que tu futura propuesta, no habrá lugar en la tierra donde puedas correr.

No se giró a verme pero podía ver y sentir la tensión emanando de él luego de decirle esas palabras. Solo se limitó a asentir brevemente con la miraba perdida antes de salir de la habitación.

No creía en los ángeles o que tan buena oportunidad pudiera presentarse tan de repente sin tener que dar algo a cambio o derramar algo de sangre así que tenía unas cuantas horas para averiguar de qué se trataba.

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