Capítulo 4.
Me marché a casa tarde, dejé que Daniel, León y su amigo se fueran horas antes. Ordené aquella sala y caminé hasta mi piso, seguía dándole vueltas a qué era lo que se nos estaba escapando cuando un mensaje llegó a mi móvil.
Desconocido.
Hola, cielo. Tú sabes mucho de mí pero no nos han presentado formalmente.
Eva.
Perdona, ¿Quién eres?
Desconocido.
Oh, perdona. Mi nombre es Nitro, lo demás ya lo sabes.
Eva.
¿Esto es una broma?
Desconocido.
Preciosa, estás metiendo las narices en algo peligroso.
Miré el teléfono y marqué el número de un antiguo contacto de inteligencia rápidamente.
— Alberto, tengo que hablar contigo. Es un favor personal...
—¿Estás en tu casa?
—De camino.
—Voy.
Me apresuré en llegar a casa, cerré la puerta y volví a leer los mensajes, media hora más tarde llamaron al timbre, Alberto.
— ¡Ay! Evita... Las doce de la noche, en algo gordo estás metida...
—Estoy en el caso Nitro, lo que te voy a contar es sumamente confidencial. —Asintió sentándose en el sofá. —He estado tirando de algunos hilos y al volver a casa me han llegado estos mensajes.
Le pasé el teléfono y los miró con detenimiento. Dejó el teléfono móvil encima de la mesa y me miró con seriedad.
—¿Cuántas personas saben que estás en este caso? Quitando a tu equipo.
—El que era mi oficial, Tyler. Es de confianza.
—No tiene pinta de ser una broma.
—¿Puedes rastrear el teléfono? Saber de dónde viene.
—Si tuviésemos el teléfono quizás podría saber dónde se vendió la tarjeta y hacer un mapa con un perímetro.
—Pero...
—Pero si es Caleb White de verdad va a ser una pérdida de tiempo, Eva. Será una tarjeta prepago y sabiendo cómo actúa la habrá comprado incluso en otro estado.
—Entiendo...
—Siento no haberte sido de ayuda, ve con cuidado. Si necesitas puedo ponerte protección...
—No, tranquilo. Gracias. Me las apaño.
Se marchó de mi piso y me sentí frustrada e impotente. Encendí el televisor para distraerme y subí el volumen para no escuchar mis pensamientos, funcionó un rato pero después me paré a pensar... quizás había encontrado el hilo adecuado del que tirar y él se estaba sintiendo amenazado.
Siete de la mañana y estaba camino a la oficina, habíamos quedado a las nueve, pero el amigo de León tenía algo. No había podido dormir mucho, la cafetera de la oficina había dejado de funcionar y bajé al bar de al lado de la oficina. Sonó mi móvil y mientras esperaba el café, lo miré.
Desconocido.
No me gusta que me ignoren.
Estás muy guapa hoy.
Eva.
¿Quién eres? Esto es delito.
Desconocido.
Puedes añadirlo a la lista junto con los demás.
Ya te dije quién era.
Eva.
Esto no es gracioso.
Desconocido.
Yo sí que le encuentro su gracia.
Tú no me vas a encontrar y yo me divierto un poco.
Eva.
Sí, puedo añadir a la lista acoso.
Ese delito todavía no consta.
Esto es ridículo.
¿Cómo sé que de verdad eres tú?
Desconocido.
¿Me estás proponiendo una cita?
Esto sí que no me lo esperaba...
Eva.
Sí, una con esposas y entre barrotes.
¿Qué te parece la idea? Original seguro.
Desconocido.
Guapa, inteligente y con humor, me encanta.
— ¿Vaughan? —Escuché que me llamaban. —El café, ¿azúcar?
—No, muchas gracias. —Pagué y volví a mirar el teléfono.
Desconocido.
Disfruta el café.
Miré hacia los lados, la calle estaba llena de gente pero no vi a Caleb por ninguna parte. ¿Sería coincidencia? Subí a las oficinas para encontrarme con mi equipo y las noticias.
—Buenos días. —Dije entrando en la sala. —¿Qué tenemos?
—Dos nombres. —Dijo León preocupado. —Alvaro Diaz y Fernando Ramiro.
—¿Y...? —Insistí nerviosa.
—Y son dos policías, estuvieron cambiando los informes una vez estaban en la base de datos. Estuvieron años en el caso de Nitro, creemos que trabajan para él.
—Bien, vamos a hablar con ellos. —Dije poniéndome de pie.
—Hemos intentado dar con ellos, no están. —Dijo Daniel.
—¿Cómo que no están? —Volví a preguntar.
—Al llamar y preguntar por ellos en su comisaría me han dicho que llevan sin aparecer varios días. He insistido un poco más y me han dicho que las familias han puesto una denuncia por desaparición.
—¿Cuándo han desaparecido?
—El día que te dieron el caso. —Me levanté de la silla pensando cómo podía solucionar esto.
—Ahora vengo. — Me apresuré a decir.
Salí como un rayo y subí a la azotea con mi teléfono en la mano. Lo desbloqueé y abriendo la conversación tecleé nerviosa.
Eva.
Si eres quién dices ser... ¿Cómo se llamaban los policías que trabajaban para ti?
El móvil vibró en mi mano minutos después y me pudo la curiosidad, leí.
Desconocido.
Alvaro Diaz
Fernando Ramiro.
Solté el móvil de golpe haciendo que rebotase contra el suelo.
Eva.
¿Qué quieres de mí?
Desconocido.
Que dejases de meter las narices en mis asuntos, pero ya veo que has llegado demasiado lejos.
Eva.
¿Dónde están esos hombres?
Desconocido.
Ese no es tú problema.
Bajé las escaleras despacio, intentando que mis pulsaciones bajaran. Me empecé a encontrar mal pensando en el lío en el que estaba metida y paré en el baño, un poco mareada. Diez minutos después volvía a entrar en aquella sala donde mis compañeros estaban trabajando rápido, les había llegado un chivatazo de una entrega.
— ¿Cuándo y dónde?
—En el puerto, a las once y media de la noche.
—¿Estás seguro de que es Nitro?
—No estaremos cien por cien seguros hasta que vayamos mañana.—Contestó León.