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Capítulo 4 (Parte I)

Este lunes me desperté más temprano de lo normal; incluso mi dormilona Estrella ya andaba por el apartamento haciendo sus pequeños estragos desde buena mañana. La dejé hacer lo que quisiera mientras yo preparaba el desayuno para su padre y tío.

Hoy tendrían una entrevista en uno de esos programas matutinos; debía admitirlo, me molestaba que hicieran cosas sin Imre y Garin, sentía que las fanáticos los olvidarían si veían tanto de los Kleinman y nada de los chicos.

Con platos servidos en mano caminé hasta la mesa de comedor, Estrella gateó inmediatamente hacía mí al verme con comida en mano. No le había dado de desayunar aun, no lo hacía hasta que ella me lo pidiera, de lo contrario, se negaría a comer. Era como su madre, terca si de comida se trataba, delicada, y muy exigente.

Mi beba se puso de pie, apoyándose de mi pierna, intentando tomar algo de la mesa, cosa que no iba a lograr, pues apenas y la puntita de sus dedos llegaba al borde de la mesa.

Reí y la levanté, dándole besos en su cuellito, como siempre, ella se lanzaba a reír. Me encantaba escucharla, pensar que era feliz.

Caminé con ella en mis brazos en dirección a la cocina, tomé un biberón de los que le había preparado hacía rato, esperando por su petición. Al dárselo, lo tomó entre sus manitas y lo llevó a su boca, sorbiendo poco a poco el líquido; tenía hambre y no me lo había dicho. Volví al comedor con ella y la coloqué en su trona. En ese instante, Vilh y Theo entraron al apartamento; aun sin terminar de alistarse.

Suspiré, se les haría tarde y aun debía hablar con Vilh.

Theo fue directamente a Estrella y la quitó de su asiento, del que yo la había puesto segundos antes. Ella no soltó su biberón, pero aun así jugaba con Theo, e intentaba tomarle la nariz.

Vilh fue hasta mí y me volteó, dándome un apasionado beso; no puedo mentir, esta vez me había encantado, dejándome con ganas de más.

―Estrella, no veas eso; tus padres se comerán ―dijo Theo, tapando la mirada de Estrella, mi nena enseguida levantó la mano de Theo.

―Haré dieta en el desayuno ―dije, acomodando un poco el cabello de Vilh.

―Eso significa que habrá cena ―dijo Vilh, mirándome a los ojos con una ceja en alto y una sonrisa.

―Oíste eso nena; seremos solo tú y yo esta noche, maratón de películas y palomitas ―dijo Theo dirigiéndose a Estrella.

―Pop ―dijo Estrella, dejando su mamila solo un momento, se refería a las palomitas de maíz, las amaba.

―No hagan muchos planes ―dije, intentando escapar, la intimidad no era lo mío.

― ¿Cómo amaneció mi hermosa cuñada hoy? ―preguntó Theo, plantándome un beso en la mejilla, Vilh enseguida lo empujó, sabía que era en broma; aunque no todo el tiempo lo era.

―Aun soltera ―dije, elevando mi mano derecha donde estaba mi anillo de compromiso.

―Siente la indirecta hermanito.

―Comprometida ―Aclaró Vilh sentándose en a la mesa―. En vacaciones cariño, lo prometo.

―Más te vale. Pero necesitamos hablar.

― ¡Ay Vilh! ―Tomando el hombro de su hermano― Esas tres palabras solo significan una cosa: te van a cortar.

Vilh me miró con los ojos bien abiertos, asustando, impresionado... ¿Con miedo? ¡No sé! ¿Enserio pensaba que era eso?

Prácticamente le lanzo un tenedor a Theo; pero él usó a Estrella como escudo protector. ¡A su propia sobrina!

―Dame a mi hija, toma tu comida y lárgate. ―Señalé la puerta.

―Cuñada, que humores ―mencionó mientras obedecía a mi orden, dejó a mi beba en mis brazos y tomó su desayuno―. Sigo diciendo, me caías mejor cuando eras muda.

― ¡Largo Theo! ―reafirmé, y él no tardó mucho en hacerlo.

Volví a mirar a Vilh, quien seguía mirándome con el mismo gesto paranoico pegado en su rostro.

―No es eso ―dije y él suspiró aliviado, ya se estaba poniendo morado de no respirar.

Tomé una silla y me senté a su lado, él puso su mano en mi pierna, aun sin dejar de mirarme. Estrella seguía tomando su biberón como si nada en mis regazos.

―Quiero traer a mi prima Saori; de la que te hablé en varias ocasiones, la que era fanática de su banda, o lo es. No lo sé, no tengo a nadie aquí además del Staff; ella me ayudaría medio tiempo con los asuntos de Daren y con Estrella mientras estudio. Quiero que me ayudes a traerla ―dije directamente y sin rodeos.

―Me gusta esa idea; pero debemos charlarlo con Daren, él es el que está al tanto del personal; además de que tiene contactos en la embajada para transmitir la visa. Solo una cosa...

―Dime. ―Asentí entusiasmada, acomodándome más junto a mi muñequita para mirarlo.

―Pensé que no sabías nada de tu familia; ella sabe lo que estás haciendo... planeando.

―Hace unos meses la encontré, hablé con ella, pregunté, sobre todo; me dijo que quería venir a visitarme algún día y en un futuro trabajar aquí. Creo que, si la hago venir, puedo plantear el asunto, tal vez acepte. Si no, ya buscaré opciones. Se lo había comentado a Garin, él fue el que me dio la idea de que trabajara el tiempo que yo necesitaba para estudiar.

― ¿Por qué Garin lo sabía y yo no? ―preguntó, aquella era un típica pregunta que me demostraba que estaba celoso; pero esta vez, el tono que utilizó no era como si lo estuviera, es más, careció totalmente de sentimientos, tanto buenos como malos.

―Fue un tema que salió de la nada, y luego lo olvidé; luego Daren se fue, necesité más tiempo y lo volví a olvidar. Pero este sábado hablé con él y me lo recordó; específicamente me pidió que te lo dijera pronto.

― ¿Estrella lo vio?

―Sí ―reí―. Ni te imaginas, quería meterse de cabeza por la pantalla, y Garin quería apañarla.

― ¿Quién diría que ambos se amarían tanto? ―preguntó, despeinando a Estrella, más de lo que estaba pues no lo había peinado desde que despertó.

― ¿Entonces?

―Está bien, habla con tu prima, le dices que venga y cuando todo esté listo hablaré con Daren para que lo armemos todo ―aceptó él.

― ¡Gracias! ―dije entusiasmada y lo abracé, Vilh volvió a tomar mi rostro entre sus manos para besarme, sus besos hoy eran capaces de hacerme perderme en él.

Estrella vio la oportunidad perfecta para pasarse de mis regazos a los de Vilh. Él me soltó al sentirla en sus muslos, ella miraba para arriba, buscando el rostro de su papá.

―Mira, alguien se puso celosa. ―Tomándola de la cinturita para colocarla en la mesa, ella rio coquetamente, como admitiéndolo.

―Papi ―dijo, intentando tomar sus mejillas.

Vilh la atacó a besos, provocándole cosquillas, no era extraño que sus carcajadas se escucharan por todo nuestro piso del edificio. Reía con ganas y sin medir los chillidos de emoción y escalofríos.

Mi bebé sometió a Vilh tomándolo de la nariz para que así parara y la dejara respirar, siempre se ponía roja y sudada. Como decía mi madre cuando yo era un infante, olía a pollito mojado.

―Si me sueltas, te doy de mi tocino vegetariano ―dijo Vilh con aquel típico tono de una nariz tapada, intentando negociar con mi princesa.

Ella no tardó en soltarlo, sabía muy bien lo que aquello significaba, y Vilh de una vez pagó su deuda, a Estrella le encantaba lamer el tocino.

― ¿Por qué le das eso? ―me quejé― Es peor que darle dulces, es salado y grasoso. No quiero que sea hipertensa con diez años.

―Una vez no le hará daño cariño. No se lo doy todo el tiempo.

―Eso espero; ahora tú desayuna, se te hace tarde y tu desayuno se helará ―dije, mientras dejaba la mesa.

―Enseguida ―dijo él para comenzar a comer.

Yo regresé a la cocina, debía limpiar los utensilios que había utilizado para cocinar; además de hacer una ligera desinfección.

Minutos más tarde, Vilh llegó corriendo a dejarme a Estrella y darme un beso antes de partir al programa. Debían estar allí a las diez de la mañana, y ya eran pasadas las nueve y media, solo un milagro lograría que ellos llegaran a tiempo. Eran peores que dos chicas alistándose, duraban más que media docena de modelos a punto de salir a la pasarela. Yo siempre debía esperar una hora a que ellos estuvieran listos, aun si habíamos empezado a alistarnos al mismo tiempo. Pensé que cuando Vilh dejó de rasurarse y maquillarse duraría mucho menos; pero no había sido así, continuaba durando exactamente lo mismo, sin mucho cambio.

Mientras ellos iban a su entrevista yo cumpliría con mis deberes de ama de casa y madre; para luego empezar a trabajar con los correos que me había enviado Daren, limpiar, redactar, imprimir y enviar paquetes, correos electrónicos y cartas; entre muchas otras cosas más.

Después de ocuparme de mis deberes de madre; bañar, vestir, peinar y darle masajitos a mi bebé, pensé en la entrevista matutina de los gemelos, ya había pasado más o menos una hora. No tenía la menor idea de si ya había terminado.

Corrí a la cocina por un vaso de café, aun no desayunaba, lo tomaría apenas para calmar la furia de mi estomago.

Dejé el vaso sobre la mesa de centro y volví a correr, esta vez, por Estrella. La traje a la sala y la dejé a mi lado en el sillón; encendí el televisor, me daría a la tarea de buscar la entrevista entre todos aquellos canales, no era mi costumbre ver televisión, así que no tenía la menor idea de cuál de todos los canales era.

No pasó mucho tiempo antes de que mi radar diera aviso de que había pasado el canal correcto:

― ¡Papá! ―gritó Estrella, señalando el televisor. Sí, ella era mi radar, encontraría a Vilh, aunque estuviera escondido entre una multitud de mil personas.

Devolví el canal correcto, aun estaban en la entrevista. Seguro habían llegado tarde y les había tomado más tiempo, Estrella bajó del sillón, sosteniéndose de mis piernas y gateó hasta el televisor; se dejó caer de pompas, mirando fijamente a Vilh en la pantalla, cada vez que hacían un acercamiento Estrella intentaba tocarlo, y cuando ninguno de los gemelos estaba en la pantalla, suspiraba.

Dejé de mirar a mi princesa para ponerle atención a la entrevista, odiaba esos programas y a los periodistas amarillistas.

Entrecerré los ojos al mirar una imagen en el monitor detrás de la conductora, parecía ser yo junto a Theo, besándonos en público.

¡Eso nunca había sucedido!

― ¿Qué tienes que decir respecto a la imagen Theo? ¿Tienes una relación con Lisa? ―preguntó la mujer.

Vilh no tardó en reír y negar con su cabeza, la entrevistadora lo miró extraño; seguro que para esas alturas creía que Vilh tomaría a Theo del cuello. Parece que Vilh sabía más que yo sobre aquella imagen.

Theo sonrió tranquilamente, no tenía nada que esconder; era algo que había sucedido desde el primer día. Nunca dudaron en tratarme de infiel, siendo novia de Vilh y amante de Theo. Cosa que estaba lejos de la verdad, pues tan siquiera había sido capaz de entregarme a Vilh un par de veces; a Theo... ¡Jamás!

―Ella no es Lisa, es Sandra; una chica con la que he salido un par de veces ―respondió Theo. En esos instantes quería vomitar y maldecir el día en que se me ocurrió meterme a esa cafetería. No juzgué a Theo por hacerlo, no sabía nada, y yo no quise decírselo. De lo contrario, Sandra pensaría que estaba utilizando esa información para sabotearla; ya bastante tenía con el pasado para levantarla como mi enemiga nuevamente.

―Su parecido es increíble... ¿Estás seguro de que no es Lisa? ―remató la entrevistadora.

―Cien por ciento seguro ―dijo Theo, convencido.

―Odio que salga con ella ―dije mirando a Estrella, era la única persona con la que podía charlar.

―Yo odio que me confundan contigo. ―Salté del susto al escuchar su voz...

¿Qué mierda hacía ella aquí?

― ¿Quién diablos te dio permiso de entrar a mi apartamento? ―pregunté, volteando para mirarla.

Ella estaba de pie a la puerta, sosteniéndola, con un pie afuera y otro adentro.

―Dicen que una puerta abierta invita a pasar, y por lo visto, ya me disté permiso de entrar.

―Yo te doy permiso, boleto gratis y tratamiento de primera clase para que salgas de mi vida.

― ¡Lisa! Por favor... ¿Sigues enojada conmigo? Gracias a mí encontraste a Estrella. ¿Eso no cuenta? ―Tomándose la libertad de sentarse a mi lado en el sillón.

―Te recuerdo que lo hiciste con mala intención; querías destruir a Vilh, destruirnos. Eso se agrega a que no me agradas.

―Eso es otra historia; pasado Lisa, ya pasó.

―Sé muy bien que sales con Theo solo por ser el gemelo de Vilh, sea como sea, esa pequeña aventura te dejó prendida de Vilh. Estás utilizando a Theo, es mi mejor amigo y eso me molesta.

― ¡No seas tonta Lisa! ¿No te das cuenta? Theo lo hace por la misma razón, él está estúpidamente enamorado de ti, así de enana, escuálida y poco cuidada; no encontró nada mejor que hacer que ahogar sus penas de no poder tenerte en mí. Igual que lo hizo Vilh. Soy tu versión mejorada, aun así, el segundo plato.

―No me parezco en nada a ti ―refunfuñé, negándome a escuchar sus palabras.

Siempre lo hacía, se vanagloriaba de haber tenido a Vilh y de ser “mi versión mejorada”, no podía detestarla más.

― Vilh ¿cómo va todo con Lisa y tu hija? ―preguntó la entrevistadora.

Al mismo tiempo que se pronunció mi nombre, desde el público de escuchó un grito: “Perra”, los gemelos mostraron un gesto poco agradecido ante aquel comentario, pero de inmediato disimularon el haberlo escuchado.

―Perra ―comentó Sandra, repitiendo el comentario y riéndose de ello; la miré de forma fulminante y dejó de reírse.

―Si yo soy una perra tu eres la reina de las zorras ―comenté y volví al televisor, estaba en mi casa, podía decirle lo que quisiera.

Ella tragó sus palabras y guardó sus comentarios de ahí en adelante.

―Todo excelente, Estrellita cada día está más grande y hermosa, pareciéndose cada día más a su hermosa mamá. Lisa y yo estamos bien, cada día la amo más, ella es todo para mí; desde que la conocí deseé tenerla a mi lado para toda la vida; nada me puede hacer más feliz que tenerla ahora, junto a nuestra beba, es mi sueño hecho realidad ―dijo Vilh respondiendo la pregunta de la entrevistadora, mi corazón se encogió, esas palabras era siempre un regocijo enorme para mí. Él que lo dijera en público lo hacía más especial; pero amaba escucharlo al oído, no podía compararse.

―Hermosas palabras ―mencionó la entrevistadora.

―Cursis, diría yo ―dijo Sandra.

―Tienes tres opciones: te callas la maldita boca, te largas, o te quedas y hablas y yo te hago comer popó del pañal de Estrella, decide ―le dije a Sandra con firmeza.

― ¡Que delicada eres!

―Tú eres una mujer de sociedad, no se supone que deberías saber lo que son modales; estás en una casa ajena, y me has insultado con cada palabra. Te metiste sin mi permiso, puedo demandarte por invasión a la propiedad privada si quisiera... ¡Es mi casa!

―Te equivocas en algo, no soy una mujer de sociedad, solo soy una recogida; no tuve tanta suerte como tú, yo viví en hogares temporales por años hasta que los Lamoretti me recogieron.

―Te aseguro que vivir en la calle es mucho mejor a vivir lo que me ha tocado pasar a mí. Tuviste demasiada suerte, mucha más que yo. No hables si no sabes, ahora eres una mujer de sociedad, deberías comportarte como tal.

―Nunca podremos ser amigas, ¿verdad? ―dijo convencida, podía ver en su rostro que aquel hecho le daba igual. Solo era algo que ella quería recalcar, no quería ser mi amiga, así como yo tampoco lo quería. Lo único que quería que fuera era una simple conocida; conociéndola, sabía perfectamente que ella buscaría excusas hasta de donde no las había para ser más que eso, y no de una buena manera, quería declararme la guerra, ser mi enemiga.

―Simplemente quiero que quedes como alguien a la que conocí y por el que no tengo ningún sentimiento ―expresé.

Ella exhaló, rodando sus ojos, sabía exactamente qué clase de persona era y lo qué quería. También tenía claro el concepto que ella tenía de mí: yo solo era una niña patética, escuálida y fea que nunca estaría a su altura. No me importaba lo que creyera de mí, no quería estar a su altura en ninguna circunstancia. Aun con mi baja autoestima y mis defectos, me gustaba quien era yo, y no cambiaría nada de mí por su amenaza silenciosa.

Con ella a mi lado no podía evitar pensar en aquel dicho: “No juzgues un libro por su portada”. Pero ¿qué hay si después de toda esta tuviera razón?

En mi opinión, un libro no era bueno por su portada, ni por su prologo, la verdadera manera de saber si aquel libro era bueno o malo era llegar a la mitad de él, el fondo de todo.

Mi sexto sentido se había activado en rojo peligro desde mi primera impresión. Ya había recorrido varias páginas de su persona, aun no terminaba de convencerme qué tipo de persona era; pero algo me decía que, al llegar al fondo de ella, no cambiaría nada a mi primera impresión.

Al terminar la entrevista, Estrella dejó de mirar el televisor, miró a Sandra e hizo aquel típico gesto que nos decía solo una cosa: estaba molesta.

Siempre hacía un gesto apretando la nariz, frunciendo el ceño y recogiendo sus labios para terminar con dos exhalaciones por la nariz. Aquello lo había tenido siempre desde muy pequeña; tanto Vilh, Theo como yo entendíamos que lo hacía cuando algo no le gustaba. La presencia de Sandra no le gustaba.

Ella dejó su lugar frente al televisor y caminó tambaleante hacía mí, subiéndose al sillón por mis piernas para luego esconderse en mis brazos. Todo aquello contaba para mí, que Estrella sintiera que Sandra no era una buena persona me decía mucho.

Los siguientes tres cuartos de hora no paró de ser extraña, Estrella intentaba alejarme de Sandra durante todo el rato, hacía diversos reclamos para que estuviera lejos de la sala; incluso lloraba y gritaba si me veía con intensiones de acercarme al sillón, donde Sandra continuaba sentada, enfocada en su teléfono celular.

―No es que quiera echarte; no, espera, corrección, quiero echarte. ¿Por qué demonios sigues aquí? ―dije desde la cocina, apoyada en el pasa platos.

Sandra dejó de mirar su celular para voltearme a ver, poniendo sus ojos en blanco, una nueva falta de respeto.

―Saldré con Theo, no sabía que tenía esa entrevista. Llegué temprano, le envié un mensaje y me dijo que esperara. Quise venir a acompañarte un rato querida ―dijo con un toque de sarcasmo al final, en especial hacia la palabra: “Querida”.

―No te hubieras molestado... Cariño ―dije, usando en mismo tono que ella, aquellas palabras no eran más que antónimos a lo que verdaderamente sentíamos la una por la otra.

El cierre de la puerta se desbloqueó, yo me erguí al escucharlo, estaba segura de que era Vilh. Estrella también lo escuchó, ella se asomó por la puerta de la cocina al oírlo, esperando ver quien entraría.

Su cabello rubio se asomó por la puerta y de inmediato mi bebé corrió hasta Vilh. Él se quedó sorprendido al ver aquel recibimiento tan extraño, ella estaba desesperada por estar en sus brazos.

Vilh la levantó del piso y volteó a mirarme, yo solamente señalé en dirección al sillón.

Sus ojos se abrieron en grande al mirarla, de inmediato dijo calladamente: “¿Qué hace aquí?”.

―Pregúntale a Theo ―respondí, mi respuesta hizo que Sandra volviera a mirarnos y notara que Vilh había llegado, ella sonrió y un brillo de ligera maldad saltó de sus ojos.

Vilh caminó en retroceso a la cocina, se asomó por la puerta y me haló, sacándome de ahí.

―No me gusta que esté aquí ―susurró entre dientes.

―A mi tampoco, y a tu hija tampoco.

Theo no duró mucho en aparecer, apenas sus trenzas dejaron ver por la puerta, Vilh y yo lo atacamos, jalándolo de su chaqueta.

― ¿Qué les pasa?

―Sácale de aquí ―dijo Vilh, lanzando miradas disimuladas al sillón.

En el momento que Theo miró a Sandra, ella quitó la mirada, acomodándose con nerviosismo en el sillón.

¡Perra!

Sabía que era una mentira. No saldría con Theo, vino aquí con esa excusa, no pensó en que se toparía con Theo.

―Sandra... ¿Qué haces aquí? ―preguntó Theo.

―Dijiste que saldríamos cuando volviera de Milán, vine a verte ―respondió ella.

La manera en que tocaba su cabello, la forma en que cruzó sus piernas, y esa mirada hacia la derecha; estaba usando su imaginación, no su memoria, estaba mintiendo.

―No sabía que era hoy. ―Estaba confundido, lo veía en su rostro, no recordaba haberlo hablado con ella, podía notarlo―. Debiste venir en la tarde, como siempre te lo pido. Pero ya que estás aquí... ¿Quieres almorzar?

― ¡Claro! ―respondió ella parándose de un salto, se acercó a Theo y le dio un beso en los labios, muy poco sentimental, simplemente un toque.

Ella intentó despedirse de Vilh; pero Estrella lo impidió, gritó, lloró y prácticamente pateó a Sandra.

―Lo siento ―dijo Vilh al ver que la había golpeado para luego alejarse de ella antes de que sucediera más, llevándose a Estrella.

Sandra me miró, como intentando saber lo que debía hacer ahora, despedirse de mí, abrazarme, darme la mano. No sabía qué era lo correcto.

―No te molestes. ―Mencioné al ver que intentaba un acercamiento―. No te vuelvas a meter a mi casa, la próxima que cruces esa puerta, llamaré a la policía.

― ¡Cuñada! ―Saltó Theo, tomando mi hombro― Siempre tan bromista.

―Vete Theo ―dije, mirándolo seriamente.

―Enseguida ―dijo para luego obedecer, tomó a Sandra de la muñeca y la arrastró fuera del apartamento.

Cuando ellos salieron cerré la puerta con doble paso, de hoy en más, así estaría todo el tiempo.

Caminé a mi habitación, Vilh estaba sentado en la cama con Estrella en su pecho, ella continuaba suspirando por la agitación del llanto; tenía sus mejillas rosadas mojadas, él palmeaba y acariciaba su espalda intentando consolarla... o tranquilizarla.

―No lo entiendo ―dije al entrar, caminé hasta la cama y me dejé caer sentada en el borde, luego me recosté, dejado mi cuello en una de las piernas de Vilh.

―Es raro, esto no lo había hecho nunca ―dijo Vilh, acomodando a mi princesa.

―Lo sé, pero sí lo hizo es por algo. Ella no tiene la costumbre de hacer estos berrinches y desde que vio que Sandra estaba aquí, no paró de crear problemas.

―No me agrada, intentó separarme de ti una vez; no quiero que lo intente dos veces ―dijo Vilh, mirándome a los ojos.

―Me molesta tanto que utilice a Theo; admitió que estaba con él solo porque era tu gemelo. Theo merece algo bueno, una chica que lo quiera a él por lo que es, no por ser tu hermano.

―Theo lo sabe Lisa; no puedo impedirle que salga con ella, tu tampoco, él es un adulto. Está consciente de las cosas, sabe lo que hace. Es la primera vez que en realidad quiero que a Theo no se le ocurra tener nada serio. Es un mal deseo, pero espero que juegue con ella como con todas las demás.

―Eso sonó horrible ―dije, riendo.

―Lo sé. ―Sonriendo, a punto de reír; tomó a Estrella de su pecho y la alzó a la altura de su cabeza, le hizo pucheros intentado que riera, sus ojitos no tardaron en alegrarse ante los gestos locos de su papá―. Eres una bandida, tú proteges lo que es propiedad de tu madre, te tiene entrenada, ¿cierto?

―Sí ―respondió ella, no pude evitar reír al escucharla.

― ¡Con qué si! ―dijo Vilh, mirándome.

―Eso es mentira.

―No ―dijo Estrella, negando con la cabeza, nuevamente me eché a reír, mi propia hija me estaba saboteando.

Vilh me miró boquiabierto... ¡Por favor! Es un bebé, no sabe lo que dice.

―Sigue así muñequita. ―dijo y ella rio―. Amo a tu madre, me encanta que la defiendas.

Vilh colocó a mi princesa de espaldas en la cama, ella siempre intentaba tomar su mejilla, él sopló sobre su pancita, produciendo aquel sonido y miles de cosquillas en mi alocada bebita. Sinceramente, no sé qué haría sin Vilh; Estrella jamás podría vivir sin él.

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