Capítulo 3: Practicando BDSM
Me lleva a su habitación, que está oscura, con velas encendidas. Sabia que Robert era un romántico, de los de en vías de extinción. Me hace arrodillarme y me venda los ojos con una suave tela. Siento el frío del suelo bajo mis rodillas y me siento vulnerable por primera vez ante su presencia. Robert toma mi mano y me ayuda a ponerme de pie, me guía hacia el centro de la habitación y me dice en voz baja: "Confía en mí, Iris, te guiaré por el camino del placer. Esta mañana leí mucho sobre BDSM en la biblioteca", comenta con una sonrisa maliciosa sin tener ni idea de lo que iba a hacer.
Me siento ansiosa y nerviosa al mismo tiempo, sin saber qué esperar. Puedo sentir mi corazón latir con fuerza en mi pecho. Escucho un sonido de cadena detrás de mí y siento la mano de Robert envolver mi cuello con un collar. El muy cabrón empieza fuerte. Me hace sentir una verdadera perra.
Me dice con una voz de completo inseguro: "Ahora eres mía, Iris. Tú eres mi sumisa y yo soy tu dueño. Yo te guiaré y tú me obedecerás sin rechistar o catarás la presión de mi correa". Pero ahora su voz cambia, es ronca y segura, y siento una oleada de calor recorrer mi cuerpo.
Me guía hacia la cama y me hace tumbarme boca arriba, las piedras de mi riñón se resienten, aún tengo cita con la seguridad social para expulsarlas. Siento su peso encima de mí y su aliento en mi oído. Este cabrón acabará con mi salud. Me dice que me quede quieta y que confíe en él.
¡Y una mierda! Quiero escapar de allí, pienso decidida. Pero este ángel caído del cielo tiene otros planes para mi. Siento su mano acariciando mi pecho y bajando hacia mi vientre. Me gusta cabrón, sigue así, digo hablando conmigo misma.
Mis pezones se ponen duros de inmediato y me siento muy excitada. Mi coño empieza a lubricarse abundantemente. Necesito recibir mi merecido ya.
Robert toma mis muñecas y las ata a la cabecera de la cama con una cinta suave, pero a la vez tan firme que me dejará marca. Me dice que no puedo moverme, que ahora si lo voy a pagar todo, a él nadie le provoca en un bar y sale viva, que soy su perra y que hará conmigo lo que quiera. Siento un cosquilleo en mi estómago y una mezcla de miedo y excitación.
Robert comienza a besarme suavemente en el cuello y baja hacia mis pechos. Siento su lengua lamiendo mis pezones, y un gemido escapa de mis labios. Siento mas humedad entre mis piernas y mi cuerpo se tensa con anticipación.
Las manos temblorosas de Robert explorando mi cuerpo tocan cada rincón y me estremecen de gusto pensando en su experiencia fingida. Él no sabe exactamente cómo tocarme y cómo hacer que mi cuerpo responda a sus caricias, pero pone empeño, empeño de colegial. Me hace sentir segura y protegida, a pesar de mi vulnerabilidad en este momento.
Robert me susurra al oído, diciéndome lo hermosa que soy y lo mucho que me desea. Me siento adorada y amada, y me rindo completamente a sus deseos. Él me hace sentir como si fuera la única mujer en el mundo, y eso me hace sentir especial.
Hasta que todo cambia, al sentir su polla erecta rozando mi muslo. Fue tan repentino que no lo vi venir. Seguidamente me descargó una bofetada que golpeó mi mejilla izquierda, de forma tan fuerte y seca que me dejó desorientada durante unos segundos. "Maldito hijo de puta!", exclamo sin poder contenerme. Robert es un verdadero dominador latente. Con un polla de "caballo" increíble. Larga, Gruesa y con la cabeza tan voluminosa como su carácter impetuoso.
Ahora baja por mi cuerpo totalmente cambiado, como si no me hubiera pegado una buena "ostia", besando mi vientre y llegando a mis muslos. Siento su aliento caliente en mi piel y la necesidad de sentir su boca en mi sexo. Juega conmigo sin piedad, acercándose y alejándose, haciéndome desearlo más.
Finalmente, cuando no puedo soportarlo más, siento su boca en mi sexo penetrándome con su lengua de caimán.
Él juega con su lengua rasposa de gato en celo, haciéndome sentir olas de placer y llevándome al borde del orgasmo una y otra vez. Me mastica los labios menores, y otra vez me hace gritar. Ahora si me da miedo, me ha hecho un poco de sangre. Ufff, no creo que vuelva a verlo…o sí…es demasiado peligroso para mi… "¿Robert es un psicópata?", me pregunto meditativa. Después de la tormenta llega la calma, y ahora siento mi cuerpo temblar y me dejo llevar por el placer. Empiezo a odiarlo por no haberme penetrado con semejante pollón, pero sé que lo bueno se hace esperar.
Después de mi primer orgasmo, Robert me libera de mis ataduras y me abraza con fuerza. Siento su piel contra la mía y su corazón latiendo con fuerza. Él me susurra palabras de posesión y calidez, me hace sentir como la mujer más dominada de la tierra. "¿Me he pasado cariño?", pregunta con cara de no haber roto un plató que me encanta. Su polla aún está cargada y totalmente llena de leche, y ambos sabemos que pronto me honrará llenándome toda, saciando cada curva de mi voluptuoso y lascivo cuerpo de mujer.