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Capitulo 4. Jefe dominante

Dorian lleva el control de todo sujetando a la rubia de la cintura, impulsa su cuerpo de arriba hacia abajo con fuerza, consiguiendo que la unión de sus pelvis creen un sonido morboso y depravado.

La rubia estaba tan húmeda que no hizo falta lubricar su polla, ella estaba haciendo todo el trabajo y fue mucho mejor. El CEO baja la mirada y observa como su polla se mete por completo en el coño de la rubia, pudo percibir como los fluidos blanquecinos de ella bañaban su polla y hasta un poco su vientre.

El CEO inclina su cabeza hacia atrás mientras seguía llevando el cuerpo de la rubia a su ritmo. Ella se sujeta del espaldar de asiento mientras que su culo reposa sobre el volante. Ella comenzó a moverse con más insistencia, consiguiendo que el coche se estremeciera.

—¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!, si, dame más duro —gime la rubia inclinando su cuerpo hacia atrás.

Dorian clava sus uñas en sus nalgas y la aprieta un poco más hacia su polla, ella intenta abrir un poco más las piernas, pero no lo consigue por lo estrecho del coche, pero Dorian la ayuda y comienza a frotar la protuberancia de su coño.

—¡Ahhh! Siii, asíííí…—grita moviendo el culo de manera sensual.

Unos pocos minutos más de masturbación, y la rubia estaba alcanzando el orgasmo. Dorian la acompaña segundos después, soltando los últimos espasmos dentro de ella. Cierra los ojos cuando se siente liberado.

—Dorian, cada vez que lo hacemos es más rico que la última vez —ella susurra en lo que hace amago de besarlo, pero él la esquiva.

—Sí, estuvo bastante bueno —sujeta por las caderas a la rubia para sacársela de encima—. Tengo que llevarte de vuelta —añade.

Acomoda su ropa sabiendo que ella lo estaba observando.

—¿Y eso es todo?

—Conoces las reglas —responde encendiendo el coche —. Nada de estar llamando la atención, lo mío no es salir en las cotillas.

—No tiene por qué ser así, podemos ir a…

—Te llevare a casa—pone en marcha el coche.

La rubia guarda silencio, siempre era lo mismo con ese hombre. Con él era sexo y nada más, jamás se le vería cenando en un restaurante o tomando un trago. Dorian era un hombre tan reservado, si no tenían sexo en su casa o el coche, aunque nunca la había llevado a su propia casa.

Pero esas eran las condiciones que él le impuso cuando le propuso que se acostaran, y como ella estaba colada por él acepto sin quejarse, pero a medida que pasaba el tiempo comenzaba a aburrirse de solo verlo para coger.

La rubia anhelaba más de un hombre, y con él no lo iba a conseguir… aunque follara muy rico.

Cuando la dejo en su casa, la rubia lo mira.

—No creo que quiera seguir como estamos, llevamos mucho tiempo saliendo Dorian. ¿No crees que deberíamos pensar en…?

—No, no deberíamos… si ya no te gusta como estamos, dejemos las cosas hasta aquí. Fue bueno estar contigo, pero sabes que no me interesa tener ningún tipo de relación con ninguna mujer.

—Bien—ella se baja y lanza la puerta de un portazo.

Dorian niega y pone el coche en marcha, siempre era lo mismo con todas. ¿Por qué tenían que buscar una relación? ¿No disfrutaban solo follar y ya? Las relaciones únicamente traían problemas, y él detestaba los malditos problemas.

[…]

—¿Quieres que tome tu puesto como secretaria? —Catrina mira a su hermana como si hubiera perdido un tornillo.

—Sí, solo será momentáneo. Hasta que el bebé pueda pasar el día sin mí, no quiero perder ese trabajo Catrina.

—Pero, ¿y qué piensa tu jefe de eso? Eliza, sabes que no sé nada de oficina —la castaña se pone en pie —. Voy hacer todo mal y tu jefe terminara por buscar a otra y perderás el empleo de todas formas.

—No, no, te iras conmigo todos estos días para que aprendas el oficio, te entrenare.

—Dudo mucho que tu jefe este de acuerdo con esto.

—ÉL me dijo que buscaría a otra secretaria, y yo le estoy dando la solución. Pero me beneficia porque no perderé mi empleo si eres tú la que ocupa mi lugar.

Catrina se le queda mirando a su hermana, su plan no le agradaba mucho que digamos, pero que otra opción tenia; debía ayudar a su hermana. Además ella la estaba alojando en su casa sin que pagara un centavo.

Era lo minino que podía hacer por ella, Catrina cierra los ojos. El problema de todo aquello era que ella no tenía idea que hacer como secretaria. Eliza llevaba años trabajando con esa profesión, pero ella no, lo de ella era la pintura.

—Eliza, sabes que yo solo se pintar ¿verdad? No sé cómo ser una secretaria.

—Vamos Catrina, has tenido montones de trabajo que nada tiene que ver con tu profesión.

—De acuerdo, lo intentare. Prometo no dejarte mal ante tu jefe.

—¡Eres la mejor! —la barrigona brinca sobre ella —. Ahora quiero que me cuentes que fue lo que paso con tu estúpido ex.

[…]

Al día siguiente, Dorian abandona el ascensor y al levantar la mirada observa a una castaña que no conocía de nada sentada en el escritorio de Eliza. Mientras que se acerca al mismo, la detalla perfectamente, esa mujer tenía cierto parecido con su secretaria.

Frunce la mirada cuando se queda frente al escritorio, ella levanta la vista y él nota aquellos ojos cafés tan brillantes y a la vez tan penetrantes que todo su cuerpo se removió de la excitación.

—Buenos días, ¿Quién es usted? ¿Y porque está sentada en el escritorio de Eliza? —Catrina se pone en pie al identificar que aquel era el jefe de su hermana.

Era tal cual como ella lo había descrito, alto, rubio, guapo, corpulento y con una mirada bastante intimidante. La joven se recompuso ante aquella visión, la verdad es que no le hacía justicia la descripción.

—Buenos días, soy la hermana de Eliza. Me llamo Catrina Hans —ella le tiende la mano, y él se la mira, pero no le tiende la mano, solo la mira fijamente.

—¿Hermana?, ella no me menciono nada ayer de que enviaría a su hermana esta mañana —Catrina baja la mano sintiéndose un poco estúpida por ser formal con un tipo tan mal educado como ese.

—¡Oh, no!, ella ha ido al baño, regresa en un momento.

Y justamente en ese momento, Eliza aparece en la oficina. Dorian la ve y espera una explicación.

—Buenos días, señor Borges… ella es mi hermana mayor, Catrina. La he traído para que la entreviste para el puesto de secretaria.

—¿Ah, sí? —Mira a la castaña—. Y supongo que luego que usted se sienta mejor querrá regresar a su trabajo.

Las hermanas se miran un momento.

—Es que no quiero perder mi empleo, señor.

—Ya veo —Dorian vuelve a mirar a la castaña fijamente —. En ese caso, la espero en mi oficina.

Él avanza hasta su despacho. Catrina lo ve encerrarse en el mismo para luego desplomarse en la silla.

—No puedo hacer esto, Eliza. Olvídalo, no puedo…

—¿Qué dices? ¿Cómo qué no?, no te vas a echar para atrás a última hora.

—¿Viste la cara de tu jefe? ¡Me odia! No me conoce y ya no me soporta.

—¿Por qué dices eso?

—Le tendí la mano y ni me la acepto, eso dice mucho de una persona. No puedo trabajar con alguien tan maleducado como él.

Su hermana pestañea y no entiende cómo es que su jefe fue tan grosero con su hermana, pero suponía que era porque la vio sola en su escritorio, era un poco desconfiado.

—No seas tonta, eso es porque no te conoce todavía. Pero cuando te vea constantemente eso cambia, él es un poco desconfiado; pero no es mal jefe.

—Llevas años trabajando con él, por eso lo dices.

—Al principio fue así conmigo, no pasa nada.

Catrina no pensaba lo mismo, si hubiera visto la cara que le puso cuando la vio no dijera lo mismo. Ahora tenía que enfrentarse a él, sola en su oficina.

—Vamos, ponte de pie y ve a hablar con él.

—¿Qué demonios le voy a decir? —pregunta cuando su hermana la empuja hasta la puerta.

—La verdad, dile que yo te voy a entrenar. Él lo va a comprender, no te preocupes, no es tan malo como se ve.

—Es fácil para ti decirlo, eres una tonta ingenua. Por eso eres la menor.

—No seas gafa, se una mujer y enfréntalo. Solo es un trabajo temporal, no estarás toda la vida con él.

La castaña abre la puerta y se aleja de la misma dejando a su hermana mayor en la entrada. Catrina pone los ojos en blanco y entra en la oficina.

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