sex 7
Solo quedaban dos días en Sexland...
Había sido una locura y un verdadero placer la visita a la isla, estaba amando cada segundo que vivía aquí.
Mis amigas, a su manera, también lo disfrutaban sobre todo Lindsey y a pesar, de no ser una despedida común, en la que pasábamos todo el rato juntas, era todavía más increíble porque cada cual vivía la experiencia de manera particular y disfrutábamos luego de las historias que nos contábamos.
En este justo momento, me encontraba en un teleférico, con mis rodillas sobre los hombros del monitor y su boca perdida entre mis pliegues vaginales y mis placeres provocados por él mismo.
Está de rodillas delante de mí y yo gritaba como posesa. Era demasiado intenso lo que sabía hacer con su lengua y me llevaba a sitios increíbles con cada orgasmo.
Antes de meterse a mis muslos, me había puesto unas cuerdas y hebillas en las axilas y debajo de los muslos.
La vista que habíamos disfrutado a aquella altura por encima de la isla de Sexland, en pleno atardecer, no se comparaba a lo que sentía ahora que me extraía toda mi escencia con su lengua.
— Quiero que aprendas a buscar tu orgasmo junto con tu pareja — decía el moreno delicioso metiendo dos de sus dedos en mi sexo y mirando como mi cara se volvía más expresiva con cada movimiento de sus dedos.
— ¡Más por favor! — pedía, casi que implorando yo mientras el sonreía y subía a por mis pechos.
Tenía un vestido largo pero floreado y abierto puesto, que me permití usar sin nada debajo y eso le facilitó el camino a mi deseo.
Sacó sus dedos de mi centro y los hundió en mi boca.
— Pruébate — susurró obligandome a chupar mi escencia y pellizcando mis pechos muy duro en el mismo instante — no te niegues nunca tu sabor ni tu placer a tí misma... Si tú no te gustas y no te disfrutas,¿Por qué lo harían los demás?
Sacó sus dedos de mi boca y erguido frente a mí, que estaba espatarrada en mi asiento y mirando como más paisajes se asomaban a nuestras vistas, noté que me levantó los brazos para sacar mi ropa al completo y entonces, mientras el estaba vestido de jean y Polo blanco, yo estaba vestida solo con mi piel y mi excitación.
El teleférico se movía y nos balanceabamos dentro de la cabina personalizada.
Lo veía bajar del techo unas cuerdas que no sabía que eran y sin darme tiempo a enfriarme, con el inestable movimiento del transporte en el que estábamos, me tomó de una mano y aterricé contra su pecho.
Sus palmas abiertas rodaron por mis costados hacia abajo, mientras su boca se unía a la mía en un fogoso beso que duró mucho más de lo que parecía que duraría.
— Tu novio tiene un privilegio que no imagina — dijo, paseando sus manos por mi vientre desnudo, enloqueciendo mis sentidos — eres de una belleza especial y joder, me encanta el tiempo que estoy pasando contigo.
No sé porqué, en algún momento de sus palabras, creí notar cierto deje romántico y volviendo a sus códigos del primer día le dije...
— Sin detalles personales. Mi novio sabe que soy un regalo para su vida y créeme que me lo hace saber siempre, tu solo hazme gritar y no olvidar jamás estos días aquí.
Aquello lo hicieron sonreír de manera lobuna y supe, que había vuelto al ruedo.
Quizás fue un momento de confusión para él o tal vez fueron ideas mías, pero alla sido como fuere, lo que resultó a partir de ahí fue maravilloso.
Colocó mis piernas dentro de lo que parecía un columpio sexual.
Había cuerdas que se aferraban a mis muslos y una barra de lado a lado entre la zona delantera de ellos, que me abría las piernas a presión y no me dejaban moverme.
— Dios, esto se pone interesante — comenté y él, que estaba detrás de mí, manoseó mis senos endurecidos y bajó, por mi vientre su mano hasta mí clítoris y deslizó los dedos por su lado, resbalando hasta la entrada y hundiéndose en mi vagina. Recosté mi cabeza en su hombro y me mordió el cuello.
— ¿Podrás aguantar con un pequeño y delgado falo de silicona junto al mío dentro de tí ?
¡Oh mi dios!
Sentía que cada cosa que me hacía era como una escalada por una montaña de emociones y sensaciones que no tenía cúspide, creía que llegaba al cielo en cada ocasión, resultando que en realidad todavía subía más.
Cuatro de sus dedos se colaron en mí y noté sus labios sonriendo en mi cuello.
Mis manos estaban en la parte alta del aparato, prendidas de unas cuerdas que se suponía eran para sostenerme.
— Has que pueda — le reté y le dí así, acceso a mí sin medidas.
Tomó mis muñecas y las colocó en la cima de las cuerdas negras, cerrando unas tiras de pegatina a mi alrededor. Me mantenía en el sitio pero no estaba esposada permanente ni nada, si tiraba un poco podía soltarme.
Sus manos bajaron por mis antebrazos, codos y llegaron a mis brazos para dar vueltas en mis pechos mientras yoe zarabdeaba en aquel aparato del placer que sentía y el cosquilleo entre mis piernas abiertas por una barra fija.
— No tendrás más apoyo que el de mi miembro y el pequeño estimulador — dijo, inclinándome hacia adelante — es como un columpio pero sin sillita, te mecerás sobre mí y tu abdomen hará mucha fuerza para mantener la postura y haremos más intenso tu deseo de obtener el orgasmo. Te ayudará a canalizarlo con la mente pues tú cuerpo estará muy ocupado manteniendo el equilibrio como para hacerlo solo.
Aquello solo me ponía más cachonda.
Cómo había una barra que me mantenía los muslos abiertos por delante, en se colocó entre mis piernas y me inclinó, haciendo que quedara como acostada en el aire.
— Dios mío — pronuncié cuando sentí como mi vientre tiraba de mi sexo incluso por la postura quew estiraba muchísimo — será más duro cuando vayamos en la bajada pero yo te ayudaré. Abre tu vagina.
No sé si era yo, que era una calentorra sin remedio o él, que sabía muy bien lo que hacía pero aquellas palabras me derritieron la entrepierna.
Mis manos se abrieron contra la tela que me soportaba el poco peso y sus manos se aferraron a mis muslos que le acogían.
La primera estocada llegó potente, pero era solo su miembro y el látex. Se quedó hundido en mí y me temblaba el vientre del equilibrio que hacía.
— No te muevas y abre tu sola los músculos de tu vagina.
Había que estar muy concentrado para hacer algo así, con un hombro exquisito enterrado en tí y querido aumentar el espacio allí dentro.
Sentí que había colocado algo en mi entrada y esa fue mi señal.
Viendo los pinos de los árboles y las piscinas de las casas de estancia de la isla, grité extasiada cuando el otro fallo me empezó a penetrar despacio.
— Eres perfecta...
En la parte derecha de mi vagina estaba la polla de silicona y cuando llegó hasta el final, comenzó lo bueno.
El sexy hombre, impuso un ritmo lento que me volvía loca.
Sacaba su miembro al mismo tiempo que enterraba en otro en mí, dándome la sensación de estar siempre llena y vacía al mismo tiempo.
Teníamos una precisión de movimientos tremenda para conseguir aquello.
Estocada tras estocada, me salían gritos y groserías por la boca del tremendo placer que me daba y me hacía morderme los labios tremendamente fuerte.
Me empujaba hacia adelante con cada acometida y en las de una ocasión perdía el equilibrio y me llegaba hasta la médula el placer.
No podía mover mis piernas y sentir una y otra, y otra, y otra vez dos falos follándome, era un placer nunca antes sentido por mí y al que no renunciaría cuando volviera a casa.
Definitivamente estaba acumulando demasiados entretenimientos para cuando estuviera con Calum.
Sin embargo, a pesar del placer, del deseo, los gritos, de mi vagina abriéndose hasta lo indecible y de mis jugos corriendo por fuera de mis pliegues, todo se hizo más intenso cuando empezamos a descender hacia el final del viaje y el teleféricos quedó como deslizándose a mayor velocidad por la bajada.
Sin detenerse en su entea y sale doble de mí, el magnífico ejemplar que acometia entre mis piernas sin descanso, aceleró el ritmo y yo mis gritos.
Con el miembro de silicona hacia círculos precisos, dando el espacio justo para que la polla real hiciera su trabajo.
Y así, dentro y fuera, dentro y fuera en perfecta sincronía, tuve que poner mucho dentro de mí para abstraerme de las sensaciones y conseguir que mi mente controlará mi cuerpo y me dejara obtener mi orgasmo, que inconscientemente no quería producirse para que mi cuerpo siguiera disfrutando de aquella novedosa forma de follar en el aire.