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sex 6

Tercer día en Sexland y estaba muy animada.

A diferencia del día anterior, había amanecido muy relajada y positiva.

Estaba segurísima que amaba a Calum y el me amaba a mí, por lo que no creía necesario el susto inmaduro a que lo que sea que estuviera haciendo, pudiera contra nuestra relación... El no haría algo así y yo tenía que confiar en eso.

— ¡Buenos días por el día..! — canturreé para las chicas mientras bajaba estirando mis músculos engarrotados por las posturas nocturnas.

— Alguien se levantó muy contenta hoy — dijo Lindsey soltando el humo de su cigarrillo y haciendo que las demás miraran hacia mí.

— Rommy también está muy feliz — gritó Rebecca desde la cocina donde se encontraba haciendo huevos revueltos para desayunar todas — se ha ligado a un mulato caribeño que la dejó con los muslos temblando.

— Serás cotilla...

Ambas se enredaron en una discusión en la cocina y se amanezaban con sartenes y otros utensilios. Era divertido verlas.

Me dejé caer sobre el cojín del sofá que daba a la piscina, dónde miraba Lindsey sin dejar de fumar.

— ¿Que miras tanto para allí? — pregunté señalando a la piscina y quitándole el cigarro para darle una calada. Ella resopló.

— No sabes el viaje que me pegó un tío anoche en la piscina de su casa Suss, fue espectacular, y por el culo.

— Joder tía, no le cuentes esas cosas que me duele solo de pensarlo — le devolví el cigarro y ella m hizo un gesto con los ojos para que lo tirara. Estaba recostada con los brazos en alto y repatingada en el sofá... En bragas y camiseta.

— ¿No te la ha metido nunca Calum por detrás?

— Que no te estoy diciendo — me miró asombrada — que no te lo diré, no pienso hablar de pollas y culpa contigo — miré hacia atrás para ver que en la cocina todo estuviera bien a pesar de los gritos y cuando la volví a mirar me alzó las cejas la muy pesada — que no te he dicho.

— Suss, quiero casarme con ese hombre — rodé los ojos de lo teatral que era a veces — es que miro para el agua en la piscina y me pongo a punto de correrme solo de recordar sus golpes contra mía nalgas y sus manos en mis tetas apretando mis pezones y chupando mi cuello. ¡Dios amo su polla! — gritó a toda voz alzando las manos al cielo.

— Estás pesadita ehhh — le cacheteé el muslo y se partió de la risa en mi cara — que no me lo cuentes.

Me paré y me fuí a la cocina a terminar el show que había ahí montado.

— Peor eres tú, que no quieres asumir que te follas a Darius cuando él quiere — gritaba Rommy y nuevamente salía el tema de mi cuñado a colación.

— Que no me lo follo joder — gritaba mi hermana dejando la sartén y los huevos a medio hacer.

Subió a su habitación y Rommy me hizo un ademán de no entender porque mi hermana se ponía así cada vez que sacabamos el tema.

— ¿Te has tirado a un tío anoche? — le pregunté bajito y me lo reconoció. Nos reímos y me contó lo bien que se sintió deshinibirse pero que no quería repetir, prefería guardar la experiencia para sus memorias... Nos reímos de lo tonta que era.

De pronto ví como mi hermana salía de la casa, furiosa y vestida con ropa de playa.

Salí detrás de ella y me exigió que la dejara en paz, que quería pensar a solas y que se relajaría en la playa toda la mañana. Que volvía en la tarde.

— Está muy rara y eso me preocupa — le dije a mis amigas mientras desayunábamos.

— Que está pillada por Darius, llevo toda la puta vida viendo como lo hace y las tías que se pillan de él acaban destrozadas. Te lo estoy diciendo y no me crees.

Lindsey era íntima amiga de mi novio y ahora era una de las mejores para mí, pero su relación con Calum y Darius, hacía que supiera perfectamente como eran.

— No puedo meterme en la vida sentimental de mi hermana Linds, pero con Darius tendré una conversación intensa cuando vuelva.

— Sentimental y Darius no pueden ir en la misma oración cariño — ironizaba mi amiga y yo rodaba los ojos — habla con él lo que quieras, pero si ha ido a por ella, créeme que no hay escapatoria. Más bien habla con tu hermana y dile que Darius solo es un escándalo en la cama pero nada más, que su no puede controlar sus sentimientos frente a él que ni siquiera se lo folle.

— ¿Te has acostado con él? — tenía que preguntarlo.

— Tu cuñado y yo, somos la misma versión de personas en diferentes géneros... Ni follando somos compatibles.

Ella se reía. Rommy callaba y yo pensaba en lo que significaría que algo como eso sucediera en la familia... Definitivamente tenía que hablar con los cuñados.

Hoy me tocaba por itinerario, “ La sillita de la locura”...

Menudo nombre y tremenda sugerencia.

Me había ido al sitio que indicaba el folleto y como siempre, con poca ropa.

Iba en topless y una camiseta encima solamente.

En la recepción había una chica que me sugirió que bebiera un poco de refresco para hidratarme antes de empezar la experiencia y esa simple recomendación me había puesto a cien... ¿Me iba a deshidratar La sillita loca?

Como todos y cada uno de los días que llevaba allí y que participaba en aquello peculiares aparatos de atracciones, me tropecé con los ojos impactantes de mi monitos, que estaba vestido con un short playero y nada más.

— Bienvenida — me dijo sexy como era él y ofreciéndome un pomo de Gatorade de naranja al tiempo que cerraba la puerta detrás de mí y bajaba las luces de la habitación.

Eso solo ya me ponía nerviosa. Pero cada susto con este hombre y en este sitio hacía que valiera siempre la pena.

— Hoy no necesitabas venir con bragas — joder... Ya estaba mojada y justo empezando a sentir su aliento en mi cuello.

Había aprendido en tres días que llevaba aquí, que él iba a sacó siempre, que cada minuto contaba y que te mantenían húmeda la entrepierna de forma muy precisa.

Me pasó las manos por debajo de la camiseta y sin tocar ninguna otra parte de mi cuerpo, se centro en mía pechos.

Me quedé con el pomo de agua a medio tomar. Tenía que gemir y solté un pequeño grito cuando me dibujó en círculo los pezones.

— ¿Sabías que estimular los pechos les provoca sed a las mujeres? — ¡Uff!... Encima aprendía cosas mientras me daban placer.

— No... Ahh, mmm, no lo sabía — se podía notar que llevaba algún tipo de gel provocador en las manos porque mis pechos me estaban poniendo muy caliente por debajo y sus manos resbalaban sin trabajo por ellos.

— Es por la simulación de la lactancia — que curioso — cuando los estimulas, con las manos, la lengua o incluso los dientes por mucho rato, las deja sedientas.

Sedienta me sentía ya, de las ganas de tener un orgasmo.

— Siéntate — ordenó, sacando mi camiseta y safando las tiras de mi bikini, dejándome desnuda frente a él — será un orgasmo intenso y a cuatro manos. Las tuyas y las mías.

¡Dios del placer que bien me tratas!

Una silla sin brazos y con el espaldal corto se cituó debajo de mis muslos y supuse que él la había puesto allí.

Me empujó por los hombros y me sentó cuando vió que no reaccionaba.

Es que eso de las cuatro manos me dejó sin palabras y perdida en mi mente, buscando respuestas cachondas.

Se puso un cojín entre mis piernas en el suelo y se arrodilló sobre él... Era fino el tío.

— Me encanta como te enmudeces cada vez que te veo — dijo serio y lamiendo sus labios.

Tenía razón. Me quedaba sin saber que decir cada vez que se ponía delante de mí.

— Quiero que te dejes caer hacia atrás, lleves tus manos a tus pechos y pongas la planta de tus pies en casa uno de mis hombros.

Hostia puta.

Esas simples palabras ya me tenían a cien.

Me recosté sobre el corto respaldo y con lentitud subí cada pie sobre sus hombros y juro por mi vida que me sentía a punto. Es que la simple postura y aquel hombre mirando mi intimidad fijamente me daba mucho morbo y me ponía muy caliente.

— Estás muy excitada — susurró inclinándome hacia adelante y pasando la punta de su lengua por mi sexo, haciendo que mis piernas se abrieran más y mi cabeza se echara hacia atrás.

— Siento que no podré aguantar mucho — dije sincera y sonrió en mis pliegues, soplando entre ellos.

— Ahora vas a sobarte tu sola los pechos y traga saliva para que te relajes un poco. Estás muy lista y necesito darte unos minutos.

El no hacía nada más que verme y yo estaba que moría del placer.

Mis pezones punteaban mis palmas y dolían cada vez que pasaba mis manos por delante de ellos.

Me mordía los labios mientras acariciaba mis pechos y solté un grito absurdamente alto cuando el tocó mi clítoris con un dedo, pasándolo de derecha a izquierda y haciendo que rebotara entre sus dedos, al mismo tiempo que paseaba su otra mano de dedo en dedo por mis pliegues, abriendo mi vagina ante sus ojos.

Por primera lo sentí gemir mientras me tocaba. El siempre se controlaba muchísimo.

— Estás tan lista que podría follarte ahora mismo y te desmayaría del orgasmo que te daría, pero solo puedo hacerte enloquecer en la silla.

Loca me estaba volviendo aquí. Subió sus manos por mis piernas, desde los tobillos. Llegó a mis muslos y fue avanzando poco a poco hasta mis ingles, presionando mi carne y mordiendo sus labios.

— Ahora aguanta y no dejes de tocar tus pechos.

Después de decir aquellas palabras. Se hundió con las dos manos dentro de mí vagina. Dos dedos de cada una dentro y los dos pulgares presionaban mi clítoris manteniendo un ritmo verdaderamente enloquecedor.

Yo gritaba y me empujaba con los pies contra sus hombros y él entraba y salía de mi interior sin piedad.

Daba vueltas con sus pulgares por mi botón erógeno y en algún momento mordió incluso mía rodillas y el interior de mis muslos.

Estaba sintiendo que se me acaba la saliva y yo solo apretaba más y más mía pechos tratando de aligerar la presión entre mis piernas.

Dejó sus cuatro dedos en la misma entrada de mi vagina y allí, empezó a dar vueltas como una batidora y estimuló mi ano con uno de sus meñiques haciéndome pensar, horas después por supuesto, ¿Cómo había aprendido a hacer aquello que tan loca me había vuelto?

— ¡Ohhh joder, joder... Jodeeeeerrrrrr!

Tuve un orgasmo increíble y juré que no podría tener jamás en mi vida, uno mejor que ese.

Pero me había equivocado... En el próximo capítulo tendría otra todavía más potente...

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