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—Gi…— me llamo Nahuel.
—Dime — dije con la boca llena.
— ¿Te gusta Julian?
—¿Qué? —dije sorprendida, ante su extraña pregunta.
— Se te iluminan los ojitos cuando el aparece, y hoy cuando te salvó, uff— me dijo, yo le dije un codazo en las costillas.
— No, es un imbécil por más salvador que sea —afirmé.
—Si… hoy se hacia el importante, ¿o no, Gi? — murmuró mel.
— Además, nose si está casado o lo que sea— me encogí de hombros.
— Tendremos que averiguarlo —dijo divertido Nahuel.
—Hay no.
Cuando terminamos y arrojamos las bandejas a la basura, caminamos de nuevo al trabajo. Aunque todos directo al baño, tenía que sacarme la grasa de pollo de la cara y mano. Brillábamos y todo, parecíamos untados con vaselina.
— ¡No les den más pollo!
Escuché decir en cocina, no pudimos evitar lanzar unas carcajadas. Al salir, me asomé a la cocina y les grité:
—¡No nos saquen el pollo!
El resto de la tarde, pasó rápido ya me tenía que ir junto con Mel. Aveces hacíamos doble turno, pero aún estaba algo sensible por lo ocurrido esta mañana. Prefería irme a dormir, tenía bastante sueño.
Eran instantes, Cómo en ese momento sabía que Gi temblaba. Se ha puesto en sobremanera nerviosa, cuando ese sujeto quiso pasarse de listo con ella. No pude evitar entrometerme, hacía mucho tiempo que no me envolvía en una pelea, sin embargo lo había hecho por ella.
Quién lo diría Cuando era pequeño , era bastante cobarde Por así decirlo. Mi padre siempre se había sentido en parte, avergonzado de mí porque pensaba que yo no era lo suficientemente hombre para el. Mi padre había trabajado en la marina, y había tenido un hijo que era yo y una hija la cual, yo casi nunca veía mi hermana. Sin embargo intentabamos llevarnos bien a , dé lugar. A veces las relaciones familiares serán aún más difíciles, que las amistades que se podían formar . Por así decirlo, era bastante solitario no tenía muchas personas en mi vida. Solo una amiga, había sido mi amigas desde hace muchos años, ella había sido la única: que había soportado las peleas que había tenido con mi padre, todas las discusiones que había tenido con mi hermana.
En este momento, ella no estaba a mi lado apoyándome, me sentía bastante solo. En el momento que me salí del café, no puedo evitar quedarme unos estantes parado en la vereda observandola.
Cuando la sentí a mi lado en ese momento, que se había puesto a llorar. Pude sentir la tibieza de su cuerpo, el aroma a Jazmín que ella emanado de su piel había parecido algo maravilloso. No sabía que una persona podía oler tan bién, sin embargo ella lo hacía.
Ver sus ojos rojos, tristes me había dado una sensación desconocida, quería protegerlas a , dé lugar.
En el momento que la vi más relajada, decidí que era tiempo de irme de ese sitio tenía que ir a trabajar.
Giss, había empezado a leer en voz alta una historia mientras descansaba.
—Escuché un extraño grito proveniente del baño, aquello me pareció algo confuso. Omití sonido alguno, intentando enfocar mi atención auditiva a aquel ruido inaudible. Después de unos minutos los cuales, parecieron eternos: se repitió aquel gemido lastimero, el cual resonaba , el sonido chocará contra las paredes.
Me levanté del sofá, dispuesta a averiguar qué era lo que estaba ocurriendo. Cuando mamá estaba sollozando en la puerta del baño, me acerque corriendo y alerta.
—¡Tu papá está muerto! —gritó, fuera de si.
La mire sorprendida, me acerque a paso lento bastante confundida. Mis pasos no resonaban, quedAoaban silenciados por la acolchada alfombra debajo de mis pies. Cuando tenía frente a mi madre le hable:
—¿De qué hablas mamá? —pregunté confundida
—¡Está muerto! —repitió.
Aún recuerdo aquel grito lastimero, proveniente de esta misma dirección pero no me imaginaba que fuera papá. Comencé a temblar, mi cuerpo entero de echo temblaba.
La mire confundida y aterrada, sus ojos se llenaron de lágrimas. De pronto tomo la perilla y exclamó:
—¡Quiero morir a su lado! ¡Abriré la puerta así morimos todos con papá!
—¿Qué?¡No mamá! —exclamé pasando de la tristeza al susto, en cuestión de segundos.
Tomé su mano, intentando que no abrirá la perilla del baño. La puerta de madera, se mantenía rígida sin mover ningún centímetro de su cuerpo. Suspiré, las gotas de sudor: comenzaban a caer en mi frente. Apreté con más fuerza, nuestras manos procurando que no girara la perilla.
—¡Déjame morir con el! —me grito, sacada de si
—¡Yo quiero vivir mamá! —exclamé enojandome y sin entender bien la situación.
—¡Debemos morir con papá! ¡Es el amor de mi vida! —continuó elevando la voz, la euforia me hacía temblar el cuerpo.
—¡Mamá!... yo quiero vivir —comencé a llorar, debilitando mi agarre contra su mano.
Ya casi la soltaba, esperando el destino de mi muerte frente a sus ojos. Pero la voz de mi papá, me saco de mis pensamientos:
¡Corre!
Y le hice caso, antes de aflojar mi agarre. Salí corriendo, saltando. Tomé la primera maleta que ví, junto con el bolso de mamá: sabía que había dinero y nuestros documentos. Hasta que finalmente, llegue a la salida cerrando la puerta detrás de mi.
Mientras corría, escuché los alaridos de dolor de mi madre. Las lágrimas me empapaban el rostro, dificultando mi paso. Pero aún así, corrí sin mirar atrás.
Había agarrado tres maletas del apuro, era un manojo de nervios. Continué corriendo atravez de los pasillos del hotel. Hasta llegar al estacionamiento, el sol me chocó de lleno el rostro. Mire alerta mi alrededor, pero no deje de correr en ningún momento.
Mientras atravezaba el edificio: me choqué con
Giselle
Después de una semana, de la cual había esperado con impaciencia cada uno de los días de los cuales tenía que ir al turno con Julián, me encuentro sentada en una silla de plástico. Suspiro, en este día hace un calor bastante inoportuno, siento mi piel pegada al tibio material debajo de mi cuerpo.
Miro de reojo: mis uñas tienen un poco de mugre.
¡No puedo creerlo!
Suspiro, dándome cuenta que soy un pequeño desastre a la hora de estar un poco presentable.
Resopló, me siento en ese instante bastante nerviosa: mis pies se mueven , si tuvieran vida propia de un lado al otro; mis manos se sienten un poco más pesadas de lo normal, creo que tengo todas las ansias del universo, de vomitar.
En esta semana, Julian no había aparecido en el lugar.
<<Te extraño y extraño tus nalgas>>
Una parte de mí había echado de menos observarlo por ahora, a pesar de que nunca me había animado a saludarlo.
En este instante: yo no soy tan invisible para el. Pero de igual forma me inquieta y no lo puedo negar. Tener su cercanía, a mi lado es bastante inquietante.
Me muerdo las uñas.
¡Mis pobres dedos!
Es una manera de calmar un poco mi ansiedad, la cual es mucha en este momento. Miro por el rabillo del ojo a la secretaría de Julián, la misma se me había tomado el turno y se encuentra sentada con toda la tranquilidad.
De pronto recuerdo algo:
¡Tengo bigotes!
Levantó la mano izquierda e inmediatamente rozo mi piel con ella, dándome cuenta que hay algunos bellos que están saliendo.
Frustrada y enojada conmigo misma: tomo mi teléfono. Mi cámara no es lo suficientemente buena , para observar si tengo algo en el rostro. Pero de igual forma resopló. Guardo el rectángulo con poca paciencia; aburrida sigo observando mi alrededor.
Siento que la pared amarilla del frente cada vez está más cerca de mi, creo que me quiere acorralar y aplastar contra el rincón.
Cierro los ojos; en cuanto los abro me veo a mi misma en una exótica playa: la cual me hace sonreír. Estoy caminando sintiendo debajo de mis pies la arena suave y esponjosa , la cual se cuela pícaramente entre mis dedos.
Eso en mi imaginación.
Levanto la vista, y el sol encandila un poco mis ojos. Algo aturdida. Aunque a la vez satisfecha puedo ver a la distancia a Julian en traje de baño.
Sonrojada, me acerco a su lado y él me indico con la mano que me siente a su lado: en la reposera.
Obviamente mi imaginación nunca rechazaría un pedido de tal tamaño.
Así que sin más decir: me siento con la espalda acariciado por sus delicadas manos.
Ya me estaba poniendo protector solar. Suspiro, y digo en voz alta:
—Julián, me encantan tus masajes.
—Señorita...
Escucho una voz.
¿Una voz?
Abro mis ojos dándome cuenta que estoy hablando en voz alta: mientras imagino a Julián en traje de baño.
<<¿Habré dicho que me gustaba verlo en traje de baño?>>
Siento las mejillas sonrojadas y él se encuentra a un metro de mi, tiene puesto una bata, y me mira mientras sostiene una planilla entre sus manos
—Hola doctor. Yo... lo lamento es que...
—¿Acaso usted... estaba atendiendo una fantasía con migo? —pregunta divertido.
—¿Que?.. no jamás tendré una fantasía con usted.
Él me mira aún más sorprendido, me doy un cachetazo mental por la tontería que acabo de decir.
—Es decir, que si tendría una fantasía con usted, pero...
—Descuide... creo que le entendí ¿Quiere pasar? —me pregunta.
—Claro, gracias —digo bastante sonrojada por la vergüenza y por mi torpeza.
En cuanto piso del consultorio, los mismos colores y me invaden, ese piso tan peculiar con rectángulos blancos y negros, aceptan valerme de un lado al otro.
Julián. Cierra la puerta detrás de sí, inexistante trago saliva, sintiendo el agua ingresar hasta mi estómago.
Muevo mis manos, intentando calmar mi ansiedad: porque ya no me quiero morder los dedos y maltratarlos más de lo que ya están.
—¿Cómo se encuentra hoy? —me pregunta.
—Creo que estoy bien, en realidad...
Recuerdo las palabras que me había dicho mi amiga y otra vez siento que tengo que mentir.
—¿Sí?
—En realidad... me siento un poco adolorida en este instante —comento haciendo un puchero.
—Ya veo, no se preocupe ¿está preparada para hacerse un papanicolau?
—¿Qué? —exclamo bastante aterrada.
—El pap: no se preocupe va a ser rápido yo no le haré ningún daño.
Asiento.
Aunque la verdad es que ese me lo habían hecho con anterioridad.
—Está... bien —exclamo simplemente, con un hilo de voz.
—Siéntese, enseguida vuelvo.
Me senté en la camilla negra y acolchonada bastante nerviosa.
A decir verdad no sabía muy bien que esperar y mi corazón latía con prisa.
Temblando, y con los nervios a flor de piel: empecé a rasquetear una y otra vez con mi mano derecha, el cuero debajo de mis uñas.
De pronto, el apareció...
<<¿Por qué es tan guapo?>>
—Puedes recostarte, tranquila.
Asiento y sin decir ninguna palabra. Siento el frío del material detrás de mi espalda.
Miro hacia arriba el techo: el cual parece tan pulcro, más que mi propio inodoro.
—Ya luego aquí limpia muy seguido ¿verdad? —pregunto.
—Eso lo hace una empresa de limpieza.
—Claro, en cambio yo tengo que trabajar limpiando mesas que nunca serán mías.
Abrí los ojos con sorpresa: dándome cuenta lo que dije.
— Supongo que cada uno tiene un trabajo distinto se encoge de hombros.
Empieza a tomar un aparatito que no entiendo muy bien para que es y lo miro aún más aterrada.
En este día hacía calor. Así que había optado por ponerme un vestido largo, y al parecer era oportuno para esta ocasión.
El chico que más me gustaba en el mundo; por el cual había suspirado durante años me iba a ver mi parte íntima, la cual había depilado rigurosamente gracias al consejo de Ana. Había estado todo el día anterior sufriendo una y otra vez, creo que ahora debe parecer un tomate con dos labios.
El, sin una pizca de vergüenza empieza a preparar todo.
—¿Puedes retirarte el vestido... por favor? —me pide permiso.
Asiento y me lo levantó, bajo mi ropa íntima, y el empieza a proceder con todo.
La verdad es que nunca me habían hecho esto.
Bueno sí... pero no: con la persona que más me gustaba en el.
Senti una leve in,didad, al momento de ponerme el pequeño aparatito.
—¿Estás bien? —Quiere saber el.
—Creo que sí, la verdad es que no...
—Tranquila solo analizaré si están bien tus paredes íntimas, en realidad el pap para eso.
Después de unos minutos... los cuales no llegan ni ser tres minutos, el finalmente se quita los guantes después de retirar el aparatito.
—Estás perfecta, pero hay algo que no me deja mencionado con anterioridad.