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Capitulo 3
Sabía, en ese día tenía que entrar bastantes alimentos al interior. En unas horas llegaría el camión de reparto, y en ese día no solo tenía que guardar mercadería sin parar, sino que también tenía que seguir atendiendo a la gente.
Aquello le molestaba en gran manera, le hubiera gustado tener algún compañero masculino que la pudiese ayudar, sin embargo todas son mujeres.
Tenía un poco de sueño, no había podido dormir de la emoción de haber sido atendida ayer por el ginecólogo.
Además que soñaba, una y otra vez: con lo que podría llegar a ocurrir en la próxima cita médica.
Ya este día, no había sido la excepción. Miraba por el rabillo del ojo , a través de la puerta en cada minuto que pasaba . con la esperanza, de poder ver a su amor platónico ingresar por aquella puerta enorme de cristal.
Pero con el paso de las horas, aquella esperanzas comenzada difuminarse.
A pesar de tener mucha ansiedad, por verlo, el sujeto no había hecho su aparición. Eso en parte le inquietaba y la entristece en gran manera. No sabía si era por el hecho, de que ese hombre se había calado hasta por debajo de los huesos, no porque estaba nerviosa y no sabía bien de que hablarle.
Además de que aquel hombre, suponía que ella tenía una enfermedad relacionada con algún hongo , o con alguna enfermedad sexual.
El problema, es que ya estaba convencida que si le decía la verdad, el hombre se ofendería, y si le decía que era virgen, ya no tendría motivos para ser atendida.
Así que había optado por mentir.
Se ha puesto a pensar, qué era la mejor manera de poder lograr su cometido.
Aunque no sabía, muy bien si estaba haciendo lo correcto.
Al día siguiente, tocaba ingresar cajones de hamburguesas y fruta. Esos momentos comerán bastante frustrante. No ocurría siempre, no obstante cuando ocurría, sabíamos que era un día agotador .s porque no solo tenemos que cargar, cajas y cajas de cosas pesadas, sino que también tenemos que atender a los clientes.
Estábamos Melissa, Ana y yo ingresando sin parar aquello.
—Me duelen las manos —protestó Mel.
—A mi el ciático —afirmó Ana.
—Ya no siento nada —me quejé.
—Parecemos un par de viejos, tendríamos que ir a hacer ejercicio —contestó Mel, yo le respondí:
—Ana hace ejercicio,¿verdad?
—Si... por mi escoliosis.
—¿Qué estás esperando?,¡tienes que ser nuestra personal trailer! —contestó emocionada Mel.
—Es trainer, y si cuando quieran. Le vendría bien a Gis tener un super cuerpazo para el ginecólogo.
—¡Oye! Mel, quiere bailar un trailer —dije divertida, mientras entraba una caja.
Cuando estaba saliendo, había tomado dos. Pensé que podría, pero cuando estaba a . de entrar, ví en cámara lenta , la de arriba se deslizaba al suelo.
—¡Mierda! ¡Noo! ¡No mueran aplastados!—protesté.
Habian naranjas rodando por toda la vereda.
Casi me muero, en el momento que empezaban a esparcirse a la calle. Me echaría cómo así veían tal desastre que había producido.
¡Valía la pena sacrificarme!
Suspiré con los ojos , platos. Me agache enseguida a recogerlos, cuando una voz me hizo prestarle atención.
—Pense que le dolía todo a mi paciente —mi ginecólogo estaba parado a mi lado, se reía.
Quería tomar una naranja y tirarselo para hacer una buena limonada.
¿O , se dice?
—Supongo que le hará bien a mi pelo —dijo divertido.
—Oh, no... —dije en un murmuró, había dicho aquello en voz alta.
—Tranquila, no le diré a nadie —se burló.
Algo increíble sucedió, se agachó a mi altura: se arremango las mangas y empezó a recolectar Naranjas.
Estaba vestido en forma informal, incluso tenía puesto una camisa que le gustaba a todos los músculos de su cuerpo. Me quedé embobada, mientras el recolectada todas las naranjas esparcidas en el suelo. El pequeño sol que había, y radio a su cabello naranja iluminando todo a su alrededor .s incluso podría jurar que me habían encandilado, con su cabello anaranjado.
Lo mire tan sorprendida, que me quedé de piedra.
—¿No me vas a ayudar?
—Oh, si gracias —murmuré, con una sonrisa.
Había introducido quince narabjas.
Algunas, incluso estaban bastante machacada, pero no importaba al menos habíamos salvado la mayoría. En este momento , no solo había aprovechado la oportunidad de que no Me despidieron, sino también después de moverlo unos minutos más.
¡Estaba tan feliz!
Estaba por buscar uno que estaba casi cruzando la calle. Me fui derecho a él, sin antes mirar si venís o no un vehículo.
—¡Ten cuidado! —un grito me hizo desaspabilarme, mire sorprendida que estaba en los brazos del ginecólogo sexy.
—¿Qué? —interrogué confundida a mi alrededor, no entendía bien la situación.
—Casi te atropellan, todo por buscar una naranja.
—¿Me salvaste? —quise saber, con una ceja levantada y media sonrisa en mis labios.
—No quería que tu muerte fuera tan penosa: muere por salvar una naranja.
No pude evitar reírme, entre los cajones y aquel sujeto tan guapo: se sentó en la misma mesa de siempre.
Me puse el delantal, camine hacia el para tomar su pedido.
—¿Qué necesitas?
—Un café, medialunas y tomate el jugo — contestó sin mirarme.
—¿El que no tomaste?
—Si... ese mismo.
—¿Lo tomarás? —pregunté con una ceja levantada.
—Si, señorita.
—Bueno, enseguida.
Me gire dispuesta a tomar el pedido, cuando me tropecé con Ana.
—¿Qué pasó?. Los ví recolectando tomates, se veían adorables.
—¿Adorables?... casi muero de vergüenza, dije en voz alta: que le quería arrojar una Naranja en la cabeza.
—Un romance adorable —afirmó Ana. y se alejo.
Habían pasado varios días que no lo veía, era raro. Pero siempre miraba por la puerta, esperando que el entre.
Un día me habían mandado a buscar unos sobres de café especial, de no sé qué. Cuando doble por una calle y lo ví, estaba parado con una sonrisa y con una chica muy bonita. Le Acarició la espalda, con cariño y cuidado.
No entendí en ese momento, , algo en mi se destrozó. Mire sorprendida, mi reflejo: una niña con ojeras y lágrimas en los ojos me vió.
Al llegar al café, Ana se acercó a mi con preocupación, al parecer me veía realmente mal.
—¿Gi? —preguntó con cuidado.
—Yo... el estaba tan feliz con ella, yo creo que me había acostumbrado a la idea de verlo aquí. Soy una tonta —bufé.
— No... eres la mejor persona que conozco y talvez el tiene problemas que a,dar.
— Si... ¿el volverá? —quise saber.
— No Lose...
Durante el resto del día,.atendí algo triste. Aunque mis sentimientos, se disfrazaban detrás de responsabilidad y presión. Cuando se hizo la hora de cerrar, y estaba con mi bolso en la mano dispuesta a marcharme, él entró.
Bufé, no era buena en esto de no hacer nada. Estaba tan perdida decidiendo si el chaleco que tenía el técnico del aire: era más bien naranja o amarillo.
—¿Qué haces? —Mel, estaba a mi lado intentando ver lo que yo veía.
—¿Qué piensas, el chaleco es amarillo o naranja? —quise saber.
—¿Tan aburrida estás? —preguntó riéndose.
—Si.. me hicieron venir hasta aquí por el técnico.
Nuestro jefe era bien amarrete, aunque, de igual forma y consumo de gas venía muy sobrevalorado. Perro y decidido retirar toda la calefacción, y poner un aire. Pero quién tenía que están temprano, era yo.
Suspiré.
—Yo creo...—Ana entrecerro los ojos, mientras comía unas papas y dijo finalmente: es de color amarillo oscuro.
—Si... Es lo que pensé.
—Ahora dime...¿Se tomó o no el Lugo? —dijo refiriéndose al imbécil.
—El buen hombre, si se lo tomó.
—¿Buen hombre? —preguntó divertida.
—¿Ahora soy un buen hombre?. Tendré que tomar el jugo de naranja más seguido.
Aquel sujeto, estaba delante del mostrador con una mirada divertida hacia mi.
Lo ví , si fuera lo peor que pudiera ver a las siete y media de la mañana.
—¿Por qué estás aquí tan temprano? —quise saber.
El no dijo nada, se encojio de hombros. Camino con pasos elegantes, hasta la mesa nueve: la que siempre usaba. Por el rabillo del ojo, ví a Ana reírse de mi mala suerte.
Bufé, pero ya me encontraba yendo en su dirección.
—Buen día,¿Qué va a pedir?
—Lo mismo de siempre —dijo sin mirarme, , siempre.
—Enseguida, muchas gracias.
Me encontraba caminando en dirección al mostrador, con el papel en mis manos
Me puse a repasar algunas mesas, que estaban algo pegoteadas. No era por decir algo de las meseras nocturnas, pero limpiaban mal. Siempre tenía que darle un repaso, hasta ya me había quejado y seguía todo igual.
Bufé.
Aquel sujeto levantó su mano, yo dejé la escoba de lado. Puse mi mejor sonrisa y dije:
—¿Necesita algo?
—¿Me traes otro café?
—¿No le hará mal?
Ni siquiera me miró, puse los ojos en blanco y caminé a buscar su pedido.
—¿Por qué esa cara? —Mel se acercó a mi lado curiosa.
—Fue indiferente , siempre.
—¿Te habías acostumbrado que te ayude a levantar tomates? —murmuró divertida.
—Ya.
—Seguiré trabajando amiga, cambia esa cara.Te amo.
Puse los ojos en blanco, deje el papel en cocina. Estaba parada junto al mostrador, cuándo ingreso un chico joven y se sentó en la mesa 6.
Del número uno al diez, las mesas las debía atender yo. Y Ana las siguientes.
—Hola,buen día.¿En qué te puedo ayudar? —quise saber, tenía mi cuaderno en mi mano izquierda.
—Si pido un café,¿vienes incluida?
"Imbécil", pensé.
—¿Disculpa?
Ahí no,¿lo dije en voz alta de nuevo?
—Inevitablemente, tengo que trabajar. Lo lamento —dije con una sonrisa.
—Me dijiste imbécil, ¿quien te crees que eres? —golpeó la mesa, haciéndome sobresaltar.
—Yo...
—Hey, cálmate —El chico de ojos grises, me vio en un instante.
—¿Y tú?,¿también te la quieres follar?, espera tu turno, no interrumpes.
—¡Vete de aquí! —dijo enojado.
—¿O que?, llamaras a tu papi.
—Imbecil — el ojos grises, lo tomo del cuello y lo largo afuera.
Todos nos quedamos de piedra, con ese acto. El idiota número dos, lo vio asustado. Es que daba miedo, las venas de su cuello se habían inflamado.
Después que aquel sujeto, se fuera corriendo. Vino hacia mi y me habló:
—¿Estás bien?—quiso saber.
Nose porque motivo, me puse a llorar en su hombro , Magdalena.
Pero olía tan bien incluso, me quedé un poco perdida en su colonia.
Todos entraron adentro y me quedé sola junto con él.
Se marchó dejándome más dudas que respuestas, aunque la buena noticia era que ya sabía , se llamaba.
— ¿Estas bien Gi? — Mel quiso saber, apenas entré. Tambien mi jefe, estaba a su lado ambos con una mirada preocupada.
—Si… solo fue un susto y mi bocota —dije con una sonrisa.
— Ese tipo era un imbécil… se lo merecía — Nahuel contestó y añadió: — Si no te defendía el, hubiera ido yo, mi bella dama en apuro.
Con Mel, nos miramos divertidas.
Después de ese raro incidente: todo volvió a la normalidad. Yo estaba limpiando el suelo, mientras Emma dejaba limpios los grandes vidrios. Yo odiaba limpiar los vidrios, siempre me quedaban blancos o peor que , estaban, ya no me pedían hacer esa tarea a mí. En cambio Mel, dejaba tan limpios que más de uno se lo has chocado.
Era nuestro tiempo libre con Nahuel, Mel y yo. Las dos de la tarde, estábamos en una plaza cerca de aquí con una bandeja y un tenedor: comiendo pollo con papas. Era de las cosas que me encantaba de trabajar aquí, la comida sabrosa de este lugar, “además gratis”.Nos ubicamos en un banco los tres, Nahuel estaba al medio de nosotras, junto con una gaseosa.
— Esto está buenísimo —Nahuel afirmó con la boca llena, incluso se le cayó un cacho de pollo de su boca.
—Eso es horroroso — afirmamos con Emma, quien se rió.
— De igual forma, esto es muy rico —dije muy entusiasmada con la pata de pollo.