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capítulo 6

— Letty, no te enamores de el. No aguanta ni un mes con la misma tía y la van a liar aquí.

— Llevamos dos meses follando Nikky— se tapó la cara con las manos y yo me volví a sentar frente a ella.

—¡ Serán zorros! ¿Para que se puso a ligar conmigo por la mañana? Encima contigo delante.

— Para disimular, no queremos que nadie lo note. — iba a replicar pero no me dejó — ya sé lo que vas a decirme, pero es que no puedo evitarlo, es una máquina en la cama, está buenísimo y me trata bien. Sabes que yo nunca me emociono de más con los tíos. Pero el es lindo conmigo. Lleva seis noches durmiendo en mi casa, hasta tiene cepillo de dientes allí.

Ahora sí que esperaba lo que fuera de mi vecino, los tíos habían sido abducidos y devueltos con el chip cambiado. Se habían vuelto locos todos. Si Robert estaba así, no quería ni pensar lo que sería capaz de salir del demente de Mathew Sloan.

— De verdad, no sé que decir. Me he quedado de piedra. Pero bueno, lo principal es que a mí no me involucren en sus líos. Si después acaban a hostias me voy a trabajar con mi novio.

Nos reímos tanto, que casi olvido el pésimo día que llevaba.

Quedé con ella en pensarlo un poco más, pero en el fondo todos sabían que aceptaría.

No me iba a negar a la posibilidad de crecer en mi trabajo y junto con mis amigos, además del hecho de publicar mi libro. Con suerte este hombre tremendamente loco no sabía que yo era Nicoletta Edinson. No tenía porque asociar mi seudónimo a mi nombre verdadero, además, mi editora allí era mujer, si no me cruzaba con el por el edificio de su editorial no veía el problema.

Llegué a mi casa casi con un trastorno de persecución, parecía una delincuente que se escondía de la ley.

En mi caso me escondía de mi vecino, el clon de mi personaje.

Cuando por fin estoy dentro y a salvo, dejo las llaves sobre el bowl de la mesita al lado de la puerta y quitando mis zapatos por el tacón, dejándolos en el suelo, me doy la vuelta para encontrarme con el esquizofrénico de mi vecino en mi sofá.

— ¿Pero, que coño...

— Hola nena.

El muy sin vergüenza, estaba allí, sentado en mi sofá, como si fuera su casa. Los largos brazos abiertos sobre el respaldo y una tasa de café en una mano. Vestido con un maldito shorts de mezclilla y nada más que su apolíneo torso descubierto. Y...sin zapatos.

Este se sentía como en su casa, pero es que era la mía.

— Ya esto es denunciable. Me estoy empezando a asustar con tu despliegue de mañas acosadoras.

— No cariño, solo estoy en casa de mi novia, esperándola a que llegue de su trabajo. Bueno del nuestro, trabajamos juntos amor. ¿Dónde está el acoso?

Caminé hasta él y parándome justo delante de sus abiertas piernas, con mis manos en la cintura me inclino para decirle mirándolo de cerca, en busca de señales de desorden mental.

— ¿Tu en serio no estás loco?.

Su sonrisa otra vez, aquella maldita dentadura blanca se mostraba ancha por toda su boca. ¿Es que no podía parar de reír?

— Estoy loco por tí, por besarte la boca y comerme ese pezón saludón que tienes, Nikky.

Me tomó el rostro y como estaba con la boca abierta, procesando lo que había dicho tuvo fácil acceso.

Me besó corto pero muy caliente.

— Ese es el saludo que tú novio merece nena.

— Mira, estás empezando a enloquecerme a mi también. Estoy a nada de llamar a la policía. Así que ya me estás contando de que vas, o te prometo que duermes esposado.

De vuelta la maldita sonrisa, con este tipo no hay quien pueda.

Debe tener un récord Guiness a la sonrisa más espléndida. Y permanente.

— Oh nena, ¿si te cuento me esposaras a tu cama? Esa idea me gusta.

Se me acercó y yo me alejé, alcanzó mi muñeca y me pegó a su pecho.

¡Maldito sea el pivonazo este!

— Solo de verte sacarte los zapatos se me endureció la juguetona — se miró hacia el paquete y casi le regalo una carcajada por el nombre que le había puesto a su paquete. Pero no podía quitarle seriedad al asunto.

— Pues dile a la juguetona, que cuidadito con jugar a nada en mi casa, y si quiere jugar contigo se suben los dos a la tuya y juegan a gusto.

Otra vez el maldito sonriendo, seguro le dolía la mandíbula.

— Cuidado nena, que está a punto de llorar, si se pone a llorar tendrás que acariciarla un poco para consolarla, pobresita.

Ahora sí no me pude aguantar la risa, esto ya era demasiado.

— ¿Pero tú de qué manicomio te has escapado?

— Del manicomio del placer. Te va a encantar cuando te muestre las terapias de choque que aprendí a dar allí.

¡ Que calor de pronto!

Su dedo se fue deslizando hacia arriba por mi brazo, llegó a mi hombro y retirando un poco mi ropa, bajo mi mirada dejó expuesto a su boca el hueco hacia mi cuello.

Una sola lamida allí, me cerró los ojos.

— Déjame, por favor.

— ¿No te gusta? — susurró en mi oído, y mordió mi lóbulo suavecito.

— Detente, no es correcto.

Se detuvo y casi me sentí ofendida.

Levantando las manos en el aire, gesto muy suyo al parecer, caminó hacia atrás y se sentó en el reposabrazos del sofá.

Las piernas abiertas y el torso fabuloso,maravilloso y ejemplar que tenía me hicieron salivar más de la cuenta.

— ¿Te parece si te cambias, yo abro una botella de vino y mientras nos tomamos una copa te cuento todo? Prometo que no soy un loco, ni un psicópata.

Es que se veía buena persona, divertido, educado y... Y todo lo demás dejaba de importar cuando se mordía los labios mirándome de arriba a abajo.

— No hagas eso. — levanté mi dedo.

— ¿Que cosa? — se hizo el desentendido.

— No me comas con la vista, ni te muerdas los labios.

—¿ Prefieres que te coma con mi boca y te muerda a ti, en vez de a ellos?

Si seguía manteniendo esta conversación con el, acabaría justo así. Con el comiéndome lo que quisiera, pero sería yo la que lo mordiera. Por sacarme de quicio y por ganas de probarlo más que todo.

— Lo que prefiero es que te calles, abras el vino, que asumo sabes dónde está y esperes aquí, a que baje. — especifiqué con un gesto ese aquí— no quiero tener que sorprenderte en mi habitación. Por favor.

— Ponte algo sexy ...

— Cierra el pico, no habrá nada sexy— no lo dejé ni acabar.

Pero no obstante el siguió, que exasperante era.

— Si lo habrá nena, serás tú sobre esa mesa de madera abierta de piernas conmigo en medio.

Le hice una seña dándome por vencida y subí a mi habitación.

Pasé seguro a la puerta y me cambié de ropa. Elegí algo cómodo y para nada sexy. Un poulover negro y un overol de mezclilla encima. También me quedé descalza, si el podía y no estaba en su casa, como no iba a poder hacerlo yo, que sí lo estaba.

Cuando bajé me lo encontré en mi cocina, bebiendo su copa y ofreciéndome una a mí.

Tomé la botella y le serví más a él, y tomé una nueva copa para mí.

— No voy a drogarte Nicole.

Vaya, que novedad, se había ofendido. Ahora sí estaba serio y me llamaba por mi nombre completo.

— Mejor no arriesgarme, no te conozco y dado tu propensión a apropiarte de mi vida, es un riesgo que no pienso correr.

— Habla ahora. — le dije mientras me giraba a tomar una almendra de un paquete que había abierto el muy atrevido.

Sentí sus manos en mi cintura y su cuerpo pegado al mío por detrás.

Su respiración en mi nuca y sus dedos bordeando mis costillas.

— Te necesito Nikky — susurró en mi oído, pasando sus manos por mi abdómen y no sé porque me dejaba hacer por el.

Era la sensación de mi cuerpo reaccionando al de el, o se me había subido la copa a la cabeza pero me dejé girar y me subió al mesón de mi cocina.

Deslizó los tirantes de mi overol por mis brazos y se metió por completo en mi boca. Hundió su lengua en ella saboreando la mía.

Cuando sus manos tomaron el borde de mi poulover me tembló el cuerpo entero, cosa que aprovechó para continuar.

Me notaba receptiva y eso le dió confianza para avanzar .

— Dime que sí, dilo...

— Dime tú cómo entraste.

Ya estaba en sujetador y me sentía dispuesta a entregarme a él.

Lo deseaba, era adulta y porque no podía acostarme con un tío bueno y famoso.

Ninguna persona famosa me iba a hacer nada, que pudiera denunciar después. A fin de cuentas no era un desconocido.

De hecho el solo se hacía pasar por mi novio. Eso era justo lo que me preocupaba a mí.

— ¿Si te cuento, me dirás qué sí?

— Cuenta todo y te digo que sí a lo que quieras.

— Umm nena, me gusta tu respuesta. Pero antes déjame probar algo rápido.

Y sin verlo venir, echó hacia un lado mi sostén y se metió el maldito pezón en la boca.

Justo el que había visto en la mañana gracias a mi despiste.

Eché la cabeza hacia atrás deleitándome en la sensación, su otra mano obligaba a mi columna a permanecer recta para el.

— Ohh Mathew, maldito. Eres un maldito descarado.

Sacó su boca de mi seno y pegando sus labios a los míos dijo...

— Repite mi nombre con esa boca por favor. — lo miraba a los ojos sin obedecer, de pronto su dedo índice y pulgar agarraron mi pezón y lo hacían girar entre ambos, arrebatándome su nombre de entre mis labios.

— Joder nena, seré breve porque me muero por hundirme en tí, aquí mismo. No llegaré a la habitación. La juguetona está dando saltos aquí dentro.

— Habla, y ya te dije que lo que quieras.

— Nena, no sabes lo que dices...

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