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Capítulo 1: Los Ojos Del Lobo (Parte 2)

El sabor metálico de la sangre es el resabio que recorre mi boca, también siento el líquido escarlata que brota de mi piel, justo donde él ha posado su tacto. El hombre de acento extraño, a mi parecer ruso, retira sus dedos, abro lo ojos y lo observo lamiéndose los dedos de una manera tan perversa que me hace temblar de los pies a la cabeza. Luego desliza una sonrisa lunática, no es un ser cuerdo, lo que acaba de hacer es enfermizo.Dejó de respirar cuando se acerca su rostro al mío, en ningún momento deja de sonreír, estoy a centímetros de un psicópata y solo puedo pensar en lo fatídico.

—Estás frente al lobo, bienvenida a Rusia, Luna Miller —su boca susurra con veneno, quedó descolocada ante sus palabras. Se da cuenta de mi sorpresa y sonríe con más ganas —. Bienvenida a la mafia rusa, Lunita.

Mi sangre hierve, que me llame así causa un volcán de furia y tristeza, es una mezcla despiadada. Solo papá suele llamarme de esa manera. Papá... debe de estar preocupado, lo extraño tanto. Llevo el conteo de días cautivos en mi mente. Quince días siendo prisionera, se le parece a una eternidad abismal.

Ahora he caído en otras manos pero la misma aviesa dirección, asquerosas intenciones y yo sigo perdida en la confusión.

—¿P-por qué? —me atrevo a cuestionar con la voz desgarrada.

Él, que se hace llamar el lobo, clava los ojos en los míos devorándome.

—A veces se debe pagar por el error ajeno —emite, su aliento golpeteando me desestabiliza.

Lo que dijo es ridículo, injusto por dónde se le mire. No puedo ser inocente y pagar los platos rotos de los demás. Vuelven las incógnitas, en ese caso ¿de qué errores habla? ¿quién?

Mis labios detestan las palabras retorcidas y engañosas que solo me hacen aborrecerlo. Sí, de seguro intenta envolverme en una falacia. Es un demente. Sollozo de pronto, ha dicho algo sobre la mafia, lo que recrudece mi situación ahí.

No es cualquier loco, es el peor. El miedo me amarra, me vuelve cenizas.

—¿Qué quieres de mí? —Sopeso bajito, mis latidos vuelan bajo su mirar malicioso.

—Te preguntas, ¿qué quiero de ti? —repite, me aguanto las ganas de rodar los ojos, su acento es tan impertinente —. Deberías de estar postrada ante mí, después de todo te he salvado de nuestros enemigos. Así que no seas malagradecida.

¿Qué rayos se cree este idiota?

—No eres Dios, imbécil —rechisto disparándole odio.

No debí decirle eso, en respuesta me aprieta el rostro con tanta fuerza que gimo de dolor. Obligada a mirarle a los ojos me quema su mirada. La rabia que dispersa con desafuero es hielo, y bordea también un fuego destructor.

Me hace daño, me trata de vil forma, es el malo, un secuestrador, asesino, encima un mafioso, aún así ¿por qué sigo pensando en su físico impactante?

—Apuesto a qué no quieres ser una presa, si es tu caso, no me provoques. No te imaginas las mil maneras que pienso en como puedes saciar mi apetito, Luna —advierte con notable lascivia en los ojos, en el tono descarado de su voz.

—No te atrevas —lo enfrento haciendo el intento de retirarme, me lo impide levantándome en un movimiento inesperado.

Sus atrevidas manos están en mi cintura, me mantiene en pie, sinceramente no podría resistir por mi cuenta. La energía y la fuerza en mi escasean. Pero su agarre es brusco y solo me lastima más. Libra una mano y la pasea sobre mi mejilla lastimada, parece estudiar el golpe. Incapaz de soportar su invasión, evadir sus verdes grisáceos que no dejan de leerme.

—Tu insolencia se lo ha ganado, pero no soy tan malvado, haré que te revise un doctor —declara como si fuera en verdad benevolente. Luego hace una mueca de desagrado, se aprieta el tabique de la nariz y niega con la cabeza —. Apestas, vas a necesitar que te duche.

¿Qué?

Abro de par en par los ojos.

Él de ninguna manera lo va a hacer.

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